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Cultura

7 de Febrero de 2018

La carta de Dickens a uno sus hijos: “nunca seas demasiado duro con las personas que estén bajo tu mando”

“Mi más querido Plorn, Escribo esta carta hoy porque tu partida está en mi mente y porque quiero que tengas algunas palabras mías en las qué pensar de vez en cuando en momentos silenciosos. No tengo que decirte que te quiero mucho y siento mucho, mucho en el corazón separarme de ti. Pero esta vida […]

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“Mi más querido Plorn,

Escribo esta carta hoy porque tu partida está en mi mente y porque quiero que tengas algunas palabras mías en las qué pensar de vez en cuando en momentos silenciosos. No tengo que decirte que te quiero mucho y siento mucho, mucho en el corazón separarme de ti. Pero esta vida está hecha de despedidas y estos dolores tienen que soportarse. Me reconforta y es mi sincera convicción que intentarás llevar la vida para la que mejor estás hecho. Creo que la libertad y el desenfreno son más adecuados para ti que cualquier experimento en un estudio u oficina podrían ser jamás; y sin entrenamiento, no podrías haber seguido mejor ocupación.

Lo que has querido hasta ahora ha sido un propósito fijo y estable. Por ende te exhorto a perseverar con determinación a hacer lo que tengas que hacer tan bien como puedas hacerlo. No era tan grande como eres ahora cuando tuve que ganarme la comida por primera vez y hacerlo con una determinación que no ha disminuido desde entonces.

Nunca tomes ventaja mal intencionada sobre nadie en ninguna transacción y nunca seas demasiado duro con las personas que estén bajo tu mando. Trata a los otros como te gustaría que te trataran a ti y no te desanimes si a veces te fallan. Es mucho mejor para ti que fallen al obedecer la mayor regla impuesta por nuestro Salvador, que la tuya.

Pongo un Nuevo Testamento entre tus libros por la misma razón y con la misma esperanza que me hizo escribir una sencilla cuenta de ella cuando eras un niño; porque es el mejor libro que jamás fue y será conocido en el mundo, y porque te enseña las mejores lecciones bajo las cuales cualquier criatura humana que intenta ser honesta y leal a su deber necesita como guía. A medida que tus hermanos se han ido, uno por uno les he escrito estas palabras que ahora te escribo a ti y les he suplicado a todos guiarse con este libro, dejando a un lado las interpretaciones e invenciones de los hombres.

Recordarás que en casa nunca se te ha cansado con observaciones religiosas o meras formalidades. Siempre me ha preocupado no molestar a mis hijos con esas cosas antes de que sean los suficientemente mayores para formarse sus propias opiniones, mismas que respeto. Entonces entenderás mejor que ahora imprima solemnemente en ti la verdad y belleza de la religión cristiana, como vino de Cristo mismo y la imposibilidad de que te equivoque si la respetas humildemente y con el corazón.

Sólo una cosa más en esta cabeza. Mientras más honestamente lo sintamos, menos estaremos dispuestos a disertar sobre el tema. Nunca abandones la saludable práctica de decir tus propias plegarias privadas, noche y día. Nunca las he abandonado y conozco el consuelo de hacerlo.

Espero que siempre puedas decir después de la vida que tuviste un padre bueno. No podrás demostrarle tu afecto tan bien o hacerlo tan feliz, como lo harás al cumplir con tu deber.

Tu afectuoso padre”.

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