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Nacional

15 de Marzo de 2018

Paloma Palomino, la fotógrafa que siguió cinco años a Bachelet: “La dejaremos de ver con su famosa laca en el pelo”

Paloma Palomino (31) conoce más que nadie a la ex presidenta. Sabe de ciertos detalles que se suelen pasar por alto, como cuando se hace la manicure, se cambia de tono de pelo o usa su anillo favorito, y que permiten perfilarla desde otro ángulo. Palomino empezó a seguir a Bachelet en su campaña de regreso a La Moneda y luego trabajó en la Secom, donde no hubo día en que no viera fotos de ella. Pese a esa cierta intimidad, Palomino cumplió recién su sueño dos días antes que dejara la presidencia: Que Bachelet posara especialmente para su cámara.

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“Conocí a la presi en su última campaña para llegar a La Moneda, en marzo de 2013, cuando me sumé a su comando. La misión era darle otra mirada a la campaña y mostrarla más cercana a la gente de lo que ya era. Ella hizo la pega súper fácil, porque es muy espontánea con la gente. Siento que la gracia de Bachelet es que hace contacto visual con todas las personas. Si una niña la saluda, ella le devuelve el saludo o le cierra un ojo. O si hay un abuelo, parte a saludarlo. Y todo eso es muy natural, no impostado.

En la campaña, su pelo se transformó en algo característico de sus fotos. Le decíamos la foto de la peluca. No era más que su pelo con el público. Son muy buenas esas fotos. En ese tiempo, la presi era seca para el polerón de polar. Ahora último ya no lo usaba. Hay una anécdota muy chistosa en campaña. Una vez nos mandaron con el camarógrafo a Punta Arenas y nos subimos al avión sin darnos cuenta que no andábamos con ropa adecuada. Y allá hacía más frío que la chucha. Y nosotros con un polerón muy penca. El camarógrafo en algún momento dijo: ‘puta, qué frío’ y Bachelet lo escuchó y le dijo: ‘toma, abrígate’. ¡Y le pasó su polar! Yo no lo podía creer: ‘hueón, estái con el polerón de la presi, qué heavy’. Eso es lo entretenido de una campaña. Pasan cosas que podrían considerarse más íntimas. En otra ocasión, la presi mandó a comprar bolsas de erizos. Y cuando llegaron, los puso en una fuente y los compartió con todo el equipo. Fue un gesto muy de mamá. Ella era de gestos como esos. Como para el cambio de mando, y asumió como Presidenta, y me tocó sacarle la foto oficial cuando Piñera le pasó la banda presidencial. En un momento, fui donde estaban los camarógrafos y me enredé con unos cables y me saqué la chucha. Menos mal que no salí en cámara y no me convertí en meme. Pero la presi vio que me caí y me hizo un gesto de si estaba bien y yo haciéndome la loca, ja, ja, ja. Esa vez nos fuimos a Cerro Castillo, y mientras ella esperaba a los presidentes, se dio el tiempo de revisar mi pierna y le pidió un Ibuprofeno a alguien de la avanzada para que se me deshinchara. Fue súper cuático que me revisara la presidenta.

Pese a que en estas pegas se entra a una cierta ‘intimidad’ con un presidente, no es tan así. Rara vez se dio estar a solas con ella. Siempre había alguien. Nuestro trabajo no era el de Pete Souza, el fotógrafo de la Casa Blanca que entró en la intimidad y tuvo el manejo total de la imagen de Obama. Uno la seguía en sus actividades, pero no más allá. A ella tampoco le debe haber gustado que le sacaran fotos más íntimas y se respetaba eso. Si está tomándose un copete pa qué le vas a cagar la onda con una cámara. Además, piensa que todos los días que gobernó había alguien sacándole fotos. Debe haber sido agotador. Yo creo que gran parte de su pega era sacarse fotos. Como que dentro del contrato de un presidente debe salir ‘sacarse fotos con todos’. Y más al último tiempo que todos querían una foto con ella. Bachelet, sin duda, es la reina de la selfie. Es más, es la reina de las selfies con señoras. Tiene fotos con todo tipo de señoras. Incluso, hasta con una señora con un tubo en la chasquilla. Las señoras eran cosa seria, muy impulsivas, a veces llegaban a ser barsas: la abrazaban por atrás, le daban besos chupeteados, incluso le corrían los lentes. Una locura.

Es que Bachelet tiene un encanto único, una energía envolvente. Se le ocurren cosas, improvisa, alguien le grita y responde. Es seca para la talla. Ni los ministros se salvaban. Hace unos días fuimos a Rancagua y tenía que sacarse una foto grupal. Y las autoridades no alcanzaban a aparecer en la foto. Entonces, la presi va y les dice: ‘chiquillos, pónganse abajo, como equipo de fútbol, y después los ayudamos a pararse’. Y todos cagados de la risa, porque eran puros viejos. Esas tallas se les ocurren de manera fácil y servían para romper el hielo. Me tocó estar en su última gira en La Serena y Rancagua donde la vi muy relajada. Se notaba que estaba feliz de dejar el puesto y poder descansar. En el avión, la presi iba apoyada en el respaldo de su asiento, mirando hacia atrás, echando la talla con los ministros. Parecía paseo de curso, ja, ja, ja.

Nunca la vi enojada. O quizá lo ocultaba muy bien. Una vez la vi defenderse cuando una niña le tiró un garabato. Pero otra vez estando en un evento de campaña, apareció un hueón desubicado que le tiró un escupo que llegó directo en su cara. La presi se tuvo que sacar sus lentes y limpiarlos. Y, de hecho, como que le llegó un poco de escupo al ojo. Fue muy violento. A todos nos dio mucha pena. Pero ella se armó de valor y siguió como si nada.

Bachelet tiene sus momentos para sacarle buenas fotos. Al principio de sus discursos, cuando llega sonriente, es el momento. O si se tira una talla, se ve linda. Ella nunca alega por las fotos. Es súper relajada. Hay momentos en que se ha visto muy bonita para la foto, especialmente cuando está usando ropa de ella y no los trajes de dos piezas que debe tener multiplicados por mil. Cuando murió Aylwin se veía más linda que nunca. Andaba con un traje negro que la hacía ver elegantísima. Al final del gobierno, se relajó hasta con la ropa y empezó a sacar túnicas pachamámicas o blusas japonesas, y uno notaba que andaba más cómoda. Incluso, cuando censó andaba de pantalones, polar y esas carteras cruzadas que usan las mamás para ir a comprar al negocio de la esquina. Hasta usó una que decía Jamaica, ja, ja, ja. Solo una vez la vi con las uñas pintadas de color y me llamó la atención. Creo que era un esmalte de color burdeo o parecido. Ella solía usar esmalte transparente, pero ese día le deben haber hecho la manicure. A veces sacaba accesorios bonitos, como un anillo hermoso con el diseño de una trutruca, que incluso suena, y que no se saca nunca. Ella siempre anda bien maquillada y peinadita. Es de la generación de las señoras que usan laca. Igual pienso que, en el fondo, a ella no le gustaba usarla tanto. Por eso creo que ahora la dejaremos de ver con su famosa laca en el pelo y la veremos mucho más relax. Ojalá no se tiña más, que se ponga lo que quiera, que cambie los lentes, que no se maquille que se vea más natural.

Al principio, no era bachelovers. Pero luego de conocerla, me pareció fascinante. Obviamente, me habría encantado que cerrara Punta Peuco o tuviera opiniones más claras sobre ciertos temas. Pero haber trabajado en su gobierno, me sirvió para darme cuenta que los procesos son más largos que la cresta. Y que ella hizo lo más que pudo. Yo creo que la gente la valorará con los años y se transformará en ícono pop, obvio. Mi sueño siempre era sacarle una foto a la presi sola y se dio dos días antes que dejara La Moneda. Fue como graduarme del colegio y cerrar un ciclo. Ese día estaba muy nerviosa porque me dijeron de un momento a otro que tenía que ir al Salón Blanco donde estaba ella esperándome. No tuve tiempo de pensar en la foto ni en nada. Tras la mini sesión, de onda cinco minutos, pude decirle lo mucho que la admiraba y que había sido súper loco ver sus fotos todos los días. A ella eso le sorprendió. Yo creo que nunca pensó que realmente había alguien viendo su imagen todos los días. Tuvimos una mini conversación fluida donde ella me escuchó y agradeció mi trabajo. Y me fui a la chucha cuando me preguntó por mi salud. El año pasado estuve muy enferma y no hubiese esperado que ella, que le toca lidiar con miles de personas, lo supiera. Me quebré y como que me puse a llorar. Igual no quería que eso pasara, pero filo. Ella me tranquilizó. Me agarró de las manos y abrazó. Fue muy tierna. Y, para terminar, obviamente, le pedí una selfie. Y me di por pagada”.

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