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Opinión

2 de Abril de 2018

La justicia y la niñez: ¿Objetos o sujetos?

Hace un tiempo, en un seminario sobre abuso sexual infantil, una jefatura de la fiscalía decía que el sentido del Ministerio Público consiste en llevar los juicios de principio a fin. Así las cosas, el gran problema con el que se encuentran constantemente son, justamente, las víctimas. En especial los niños. Los niños que han […]

José Andrés Murillo
José Andrés Murillo
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Hace un tiempo, en un seminario sobre abuso sexual infantil, una jefatura de la fiscalía decía que el sentido del Ministerio Público consiste en llevar los juicios de principio a fin. Así las cosas, el gran problema con el que se encuentran constantemente son, justamente, las víctimas. En especial los niños. Los niños que han sido víctimas de abuso sexual se transforman en un “estorbo” para el proceso penal. No quieren hablar, se retractan, dudan, se silencian.

Con una brutal honestidad el Ministerio Público nos mostraba la peor de las posibilidades del sistema penal respecto de un niño que ha sido víctima: transformarlo en un objeto, un mero medio de prueba para lograr la convicción del tribunal. Entonces, la justicia se vuelve perversa. En su nombre, se vuelve contra ellos. Contradicción de la justicia que, por castigar una vulneración que ha causado un trauma, vuelve a traumatizar a quien lo sufrió.

En esa ocasión, el fiscal regional de Los Lagos, Marco Emilfork señaló con preocupación que el sistema necesita un cambio de mirada, un cambio de paradigma. Debíamos poner el interés superior del niño, principio rector de la Convención sobre los derechos del niño, en el centro de la discusión. Eso reorganizaría todo el sistema penal. El castigo al agresor es importante, pero lo principal es que la justicia sea capaz de ponerse del lado de los niños y acompañarlos a superar el trauma. Aunque la justicia logre una condena, será un fracaso si no logra que la víctima supere las consecuencias traumáticas de la vulneración por la que se ha activado. Al contrario, si la justicia logra que un niño que ha sido víctima de abuso retome su vida y supere el sufrimiento, aunque no logre una condena, entonces habrá triunfado como tal: como justicia.

Esto pone al sistema judicial completo en cuestión. No solo lo penal, sino también Tribunales de familia, medidas cautelares, partes policiales, peritajes. ¿Qué lógica opera en ellos? ¿La lógica que considera y trata a los niños como objetos, medios de prueba, indicadores de cumplimiento o sujetos de derecho? El desafío país de poner a los niños primero es una mirada, pero también una acción, la de transformar el sistema en uno que garantice derechos, no que los vuelva a vulnerar.

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