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Opinión

7 de Abril de 2018

Colombia: Duque y Vargas se rajan en tema de drogas

Una de dos: Germán Vargas Lleras e Iván Duque no han pensado a fondo sus propuestas sobre política de drogas o las pensaron para ganar votos.

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Por Miguel Botero Echeverri para Cero Setenta. Ilustración: María Elvira Espinosa Marinovich

En lugar de pensar en prevención del consumo, atención a los usuarios de droga y estrategias de reducción del daño, algunos candidatos presidenciales insisten en el asunto de la dosis personal y la supuesta necesidad de limitarla o eliminarla. En el debate presidencial de este martes, y en otros escenarios, los candidatos han hablado de este tema de manera imprecisa e infundada.

Primero parten de la suposición de que estamos sumidos en drogas. “El microtráfico tiene capturada a la juventud colombiana”, dijo Vargas Lleras en el debate de Semana y Teleantioquia. Duque también ha hecho declaraciones sobre el tema: “Hoy la droga destruye las familias colombianas gracias al libertinaje que hubo con el uso de la dosis personal”, dijo en Ibagué durante una visita de su campaña presidencial.

Ninguna de estas afirmaciones responde a la realidad del país. Según datos del Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), 0,7 % de los colombianos dicen que consumieron cocaína en el último año. El país está de quinto en la lista continental detrás de Uruguay, Brasil, Chile y Argentina. Las cifras nacionales de otras sustancias también son bajas: en el caso de la marihuana el porcentaje es de 3,72 y en el de bazuco, 0,21.

Hay que considerar, además, que no todos esos consumidores tienen un trastorno relacionado con su consumo de drogas. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, de los 247 millones de personas que han usado drogas en el último año en todo el mundo, 29 millones padecen de uno de estos trastornos. Eso equivale al 11,7 por ciento. Consumir drogas, entonces, no equivale a padecer una adicción patológica o tener un consumo problemático.

El aumento del consumo de drogas es una tendencia global y merece la atención de los candidatos pero las declaraciones de Duque y Vargas Lleras lo sobredimensionan. Sus declaraciones sobre la demanda de psicoactivos no concuerdan con las cifras. Sus ideas sobre la dosis mínima y de aprovisionamiento tienen vacíos serios.

Duque, en particular, ha hablado sobre la necesidad de penalizar la dosis personal. El porte y consumo de drogas está prohibido desde el 2009 pero está despenalizado desde el 94. Eso quiere decir que portar droga no es necesariamente delito. Una persona puede tener 20 gramos de marihuana o uno de cocaína sin romper la ley.

Duque ha dicho que quiere penalizar la dosis personal con una sanción administrativa. Su propuesta es confiscar la droga y multar al que la porte. Dice que se inspiró en el caso de Portugal, país que ha diseñado políticas de drogas opuestas a las que él imagina para Colombia. Duque no explica, o no sabe, que en Portugal no detienen a nadie siempre y cuando lleve el gramaje permitido, el equivalente 10 días de uso personal (dos gramos de cocaína y 25 de cannabis). Tampoco dice que, cuando hay arrestos, una comisión evalúa cada caso y en 8 de 10, el portador sale a la calle sin ningún tipo de sanción. Todos los detenidos, además, pueden acceder a tratamiento psicológico si lo desean.

Como explica Inés Elvira Mejía, experta en política de drogas, Portugal creó un programa integral de salud pública: “Portugal despenalizó las drogas, exactamente lo que hizo Colombia pero con otras acciones que aquí no se han hecho: profundizó en las acciones de prevención, atención y reducción de daños; reorientó los recursos de control e interdicción a los asuntos de demanda; reforzó la capacidad técnica del sistema de salud”.

En Portugal, el consumidor detenido por porte de drogas encuentra oportunidades de tratamiento y reintegración si las necesita. Duque, aparte de amenazar con multas para los portadores, no ha explicado cómo va a hacer que su política de drogas sea más que una máquina de multas y detenciones.

El otro asunto de debate es el de la dosis de aprovisionamiento. El concepto es más reciente y salió de la Corte Suprema. Parte del hecho de que cada caso es diferente: el consumidor, dependiendo del uso que le da a la sustancia, necesita una cantidad determinada. La dosis de aprovisionamiento de una persona que necesita consumir a diario es mayor a la de quien consume ocasionalmente.

Néstor Humberto Martínez, Fiscal General, abrió el debate hace poco sobre esta definición. Según él, los traficantes usan el aprovisionamiento como pretexto para cargar grandes cantidades de sustancias psicoactivas. “Si son 20 papeletas [de basuco] el malandrín de la droga dice que son las de su semana. Si son 40, nos dicen que son las de la quincena”, dijo recientemente.

Vargas Lleras también está hablando sobre la supuesta instrumentalización del aprovisionamiento por parte de expendedores de drogas. Lo cierto es que ninguno puede respaldar el argumento. Como explica Mejía, “no hay información disponible sobre el número de personas que son puestas ante los jueces y que terminan libres alegando dosis de aprovisionamiento”. No hay manera de saber si, como Vargas y Martínez dicen, el narcomenudeo se ha agravado por la dosis de aprovisionamiento.

En este momento, el manejo de cada caso es discrecional. Si la Fiscalía recaba suficientes pruebas para acusar al portador de expendio de drogas, el juez puede determinar que es culpable. La carga de la prueba, como en todos los otros delitos, recae en el ente acusador. La aparente contradicción entre la despenalización del porte y la criminalización del expendio se debe resolver con inteligencia policial que pueda diferenciar entre consumidores y traficantes.

En cualquier caso, el aumento de capturas de portadores de drogas no garantiza la desarticulación de las estructuras que las venden. “No dudo que hay personas que escudan su tráfico en las micro dosis” dice Mejía, “pero los territorios saben dónde están los focos de comercialización de drogas, hay temas de corrupción, de procedimientos judiciales. Nada de eso tiene que ver con consumo de drogas”. Añade que los intentos de criminalizar al consumidor son soluciones insuficientes, ataques al eslabón más vulnerable de la cadena de expendio y consumo.

Hernando Zuleta, director del Centro de Estudios Sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes, dice que la regulación de la dosis de aprovisionamiento puede ser un paso importante en la diferenciación entre consumidores y traficantes como se hizo en Portugal, pero tiene que ser parte de una política integral de oferta de servicios de salud para los usuarios de drogas.

También dice que hacen falta propuestas políticas experimentales. “Sabemos que el consumo es legal pero la provisión es ilegal. Qué pasa si legalizamos la provisión de ciertos tipos de drogas y las distribuimos de manera controlada a través de salas de consumo supervisado, por ejemplo”. El resultado, dice, sería más información sobre las dinámicas entre los consumidores y el expendio, más datos para tomar decisiones acertadas en políticas de drogas.

Pero Duque y Vargas Lleras no proponen una investigación rigurosa ni un diseño de política pública basado en la evidencia. Sólo proponen mano dura para los traficantes sin importar que le caiga también a los consumidores. Los que vean los debates de los candidatos y sus giras de medios deben saber que lo que tienen para decir sobre la dosis personal va en la vía contraria a lo que países como Portugal ya han implementado con éxito.

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