Johnny está detrás del mostrador. El mostrador no es lo que normalmente conocemos como tal. Este es más bien una mesa de madera rectangular muy alta, con finas patas metálicas que no brindan ningún tipo de privacidad a quien se coloca detrás. Desde el frente puedo ver las sandalias que Johnny calza, dos pomos con […]
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Johnny está detrás del mostrador. El mostrador no es lo que normalmente conocemos como tal. Este es más bien una mesa de madera rectangular muy alta, con finas patas metálicas que no brindan ningún tipo de privacidad a quien se
coloca detrás. Desde el frente puedo ver las sandalias que Johnny calza, dos pomos con agua en el suelo, y la banqueta, sobre la cual debería sentarse, sosteniendo su mochila y un lote de bolsas de cartón donde guarda los productos vendidos.
A Johnny lo conozco desde hace más de ocho años, cuando ambos estudiábamos en el mismo preuniversitario.
Lleva dos años trabajando en Clandestina, la tienda de ropa, carteles, bolsos y objetos de diseño fundada en la Habana Vieja en febrero de 2015 por Idania del Rio y Leire Fernández. Johnny aquí es feliz, se siente satisfecho con su salario y con el grupo de trabajo: “Nos llevamos de maravillas, yo creo que en alguna medida nos hemos ido convirtiendo en amigos. Hacemos fiestas, salimos juntos. Además, practico el inglés porque vienen constantemente extranjeros a comprar”.
Son las 11:30 de la mañana, Leire está atareada en el piso de arriba, donde se encuentran las oficinas. Idania salió a comprar algo para desayunar porque al llegar en la mañana la atrapó un grupo de clientes norteamericanos y tuvo que darles un recorrido por el pequeño local donde se ubica la tienda, el taller xerográfico y la oficina.
Esto, más un pequeño taller de costura en Bauta y un sitio web desde el que venden hace unos meses sus productos para todos los países del mundo menos Cuba, conforma Clandestina.
En el taller de Bauta trabaja un grupo de costureras retiradas que convierten al estilo Clandestina, que es un estilo medio hípster y a la vez tropical, una serie de prendas de vestir compradas en tiendas de ropa reciclada.
Luego aquí imprimen los mensajes creados casi siempre por Idania, y finalmente venden las prendas como parte de la colección Vintrashe.
Un rato después aparece Idania; despeinada, distraída, entra a toda velocidad. Trae en la mano una jarra blanca llena de café con leche y un plato desechable con una serie de frutas perfectamente rebanadas: su desayuno. Me saluda, acordamos que desayune con calma mientras sigo conversando con Johnny, quien además de atender la tienda conoce al dedillo todos los procedimientos de producción, el origen de cada diseño, producto, y cuanto se le ocurra preguntar a un cliente curioso, o en este caso, a un periodista.
Me cuenta que a la tienda llegan por lo general unos 40 clientes diarios, en los días más flojos, y unos 80 en los más fuertes. Antes –y eso significa antes de Trump– podían entrar más de cien. Clandestina es en alguna medida una tienda marcada por Barack Obama, como otro puñado de cosas en la capital.
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En los últimos años se ha ido construyendo un mapa paralelo al, digamos, clásico, de la ciudad. Un mapa en el que en vez de aparecer bares históricos como El Floridita o La Bodeguita del Medio te encuentras el Bar Roma o El Chanchullero; donde antes aparecía el Cabaret Parisién o Tropicana ahora se lee Fábrica de Arte. Este nuevo imaginario de la isla también incluye fiestas privadas, centros nocturnos, peluquerías, salones de belleza, pizzas a domicilio, revistas, restaurants, editoriales, estudios de tatuajes.
Y aunque esta otra Habana ya venía creciendo desde antes, si tuviera que buscar una efeméride, una fecha que la identificara, seguramente sería el 17 de diciembre de 2014. Principalmente por todo lo que sucedió después. La banda sonora de esta generación, en mi mente, son las Ibeyi, y la ropa, sin duda, sería la de Clandestina.
Si tuviera que adjetivar esta nueva Habana, que ha ido surgiendo desafiante dentro de la Habana estatal, en principio podríamos llamarle independiente, más que underground, o quizá aquella palabra que utilizaban tanto los abuelos en los años 90 para calificar a todo aquello colorido, raro, dinámico, que por lo general venía del extranjero: Moderna.
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Idania me hace señas desde el fondo del local. Lleva puesto un pullover amarillo con el cartel The shining de Saul Bass, un pantalón verde deportivo con zippers por los costados y un elástico que se ajusta a los tobillos, unas largas medias negras y llamativas sandalias de color naranja. Creo que con esa ropa no le permitirían trabajar en otro lugar. Por eso también ella hizo su tienda, para vestir como le venga en gana, pienso.
Idania del Rio tiene 36 años, nació en San Miguel del Padrón y dio tantas vueltas por el país que cuando le pregunto de dónde es se hace un lío. Convenimos en que es de La Habana, o de Bauta, un pueblo de la actual provincia de Artemisa que colinda con la capital. Realmente da igual.
Tras graduarse de Diseño Gráfico en 2004 se dio a conocer junto a otros cuatro ilustradores de su generación en el grupo Camaleón, con los que colaboró durante varios años. En esa época sobresalió por sus carteles para música y teatro. Luego se fue en 2007 a Uruguay, donde trabajó dos años en unos estudios de animación. Al regreso comenzó a vincularse con artistas independientes, continuó con los carteles, pero también diseñó discos, identidades, campañas de bien público. Es justamente en una de estas campañas donde conoce a Leire Fernández, funcionaria de la UNESCO en Cuba.
Leire, cuatro años mayor, nacida en el País Vasco español, se graduó de Periodismo y Filología, obtuvo un máster en Gestión Cultural y Cooperación y un postgrado en Teatro. Trabajó durante más de una década en la UNESCO, lo que
la llevó a países como Ghana y Togo antes de aterrizar en La Habana. Lo primero que hicieron juntas fue una campaña en contra de la violencia de género, de la que no quedaron muy satisfechas. Con la investigación para aquella campaña montaron una obra de teatro, La mujer de carne y leche, que estuvo en la cartelera de la sala del Bertolt Brecht en diferentes momentos del 2013 y 2014. También se presentó en Camagüey y Santiago de Cuba.
“Cuando nos conocimos enseguida hubo muy buena química para trabajar, yo daba ideas e Idania las ejecutaba, nos divertimos mucho con aquella obra de teatro”, me cuenta Leire, quien por esa época ya estaba harta del trabajo en la UNESCO, luego de divergencias personales y también por el agotamiento de más de diez años en la institución. Idania, por su parte, tenía planes de pasar un tiempo en Nueva York, pero Leire, cansada de ver partir a tantos cubanos, le habló de apostar por un proyecto independiente en Cuba.
Hablamos del año 2013, cuando Raúl Castro comenzó a abrir una serie de opciones de trabajos “por cuenta propia” para los cubanos. Leire, desde su puesto en la UNESCO, se empapó de todas estas medidas, las estudió y convenció a
Idania, con quien comenzaba una relación amorosa. Decidieron comprar un local y abrir un negocio con el que, además de ganar dinero, cumplieran aspiraciones profesionales y, si fuera posible, personales.
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La Plaza del Cristo, quinta en importancia de La Habana Vieja, hace diez años era una explanada oscura y apestosa que ha ido cobrando vida en los últimos tiempos gracias a los comercios, principalmente privados, que han surgido en sus alrededores. A finales de 2014 la Oficina del Historiador de la Ciudad se vio obligada a repararla. Ahora los vecinos de la zona la aprovechan para jugar ajedrez o dominó, para tomar ron, conversar, coger fresco, y más recientemente conectarse a internet al convertirse también en un punto Wi-Fi.
A unos treinta metros de esta Plaza, exactamente en Villegas 403, desde el 12 de febrero del 2015 se ubica Clandestina. Idania me cuenta que siempre quisieron que fuera en la Habana Vieja, pero no en uno de sus grandes ejes turísticos. En alguna medida porque es todavía una zona dura con las dinámicas reales de los habitantes del lugar. Además, desde el inicio crearon una buena relación con la comunidad.
El lapsus que transcurrió entre finales de 2013 y febrero de 2015 fue quizá el periodo más aburrido de la tienda. Un año que le llevó a Idania y Leire llenar decenas de formularios, presentarse en otra decena de oficinas estatales. Una especie de lucha contra la hidra de siete cabezas que es la burocracia cubana, sumado a la virginidad empresarial de ambas y al nacimiento de un grupo de procedimientos nuevos para los funcionarios de turno.
Como de las situaciones agobiantes a nadie le gusta hablar, y por miedo a perder en estas líneas a los lectores, no narraremos minuciosamente cada uno de los encuentros de estas mujeres con los burócratas. Resumámoslo de esta manera: Una tienda al estilo de Clandestina no existía en Cuba, por lo cual los procedimientos para legalizarla casi se tuvieron que crear sobre la marcha. Una de las categorías imprescindibles era la de artista independiente, para lo cual uno debe estar inscrito anteriormente en el registro del creador, como fue, afortunadamente, el caso de Idania. La tienda finalmente se reconoce como un estudio-taller. Gracias a las nuevas leyes de la ONAT, se les permite contratar trabajadores, y el Fondo de Bienes Culturales les permite funcionar como tienda y vender una serie de productos que, si bien tienen un valor de uso, también son productos artísticos.
Desgraciadamente, Leire no puede tener ningún derecho sobre el negocio. Idania me dice que es Leire la que está realmente clandestina en Clandestina. Por su condición de extranjera no se le permite aparecer ni como socia ni como empleada en su propia tienda. Ni siquiera ha conseguido que le otorguen la residencia cubana.
Leire e Idania se casaron fuera de Cuba, pero las rígidas leyes cubanas se niegan a reconocer matrimonio alguno entre personas del mismo sexo. El día en que ambas se presentaron en la oficina de extranjería para rellenar el formulario de solicitud de residencia en Cuba fue muy triste para ambas. Leire me cuenta: “Fue horrible, estábamos las dos muy contentas, pero ni siquiera me entregaron el formulario. ‘Eso aquí no existe’, me dijeron. No tengo el derecho, y es mi esposa, mi proyecto, mi vida. Fue un día realmente duro. Tengo que salir cada mes del país, soy una turista más. Ni siquiera tienen en cuenta que llevo más de diez años viviendo aquí”.
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A Idania le motivaba mucho realizar un proyecto de diseño sobre pullovers, y a Leire, que siempre le han interesado mucho los mensajes, los contenidos, le pareció perfecto. El 12 de febrero de 2015 Clandestina abrió sus puertas por
primera vez. El nombre es un homenaje a una película del cineasta Fernando Pérez. Empezaron con 3000 pullovers importados de República Dominicana a los que les imprimieron nueve diseños diferentes elaborados por Idania. Uno de ellos, 99% diseño cubano, se convertiría en el exitoso slogan de la marca.
Los temas con que bromean en los diseños pueden ir desde las diversas alternativas del transporte en la ciudad a la siempre tortuosa relación de los cubanos con Internet. Pasan por temas de género, matrimonio igualitario, el
reggaetón, o la intensidad con que algunos persiguen a los turistas. Los estereotipos que rodean a Cuba, el clima, las consignas “patrióticas” de los setenta, la sexualidad y muchísimas frases del habla popular urbana son también
motivos presentes en los productos de la tienda.
–A nosotras nos inspira mucho la cultura popular, urbana, la expresión genuina de la gente en la calle. También en la gráfica me resulta muy atractiva la propaganda socialista de los primeros años de la Revolución. Revisitar esas cosas y traerlas a la actualidad. Nos inspiramos, además, en lo glamoroso de la Habana de los cincuenta: Rita Montaner, Elena Burke, Benny More –dice Idania, mientras mueve los brazos como si tomara las palabras con sus manos y las fuera colocando cada una en su lugar.
El tema de los insumos es otro de los problemas a la hora de fundar cualquier empresa en Cuba. Los pullovers de algodón se importan desde Estados Unidos, pero estos solo son una pequeña parte de la oferta. También se venden delantales, cojines, bolsos, una guía turística alternativa, stickers, carteles, collares, monederos, billeteras, agendas, libretas, postales, llaveros, pañuelos, shorts, camisetas, camisas, blusas…
Sobre una mesa cercana hay varios bultos de camisetas. Idania toma una y me la muestra. Es curioso, porque tiene un sello de alguna iglesia norteamericana en el centro. En este caso, me explica, se trata de la ropa reciclada y luego modificada en el taller de Bauta. Más tarde, con un aparato xilográfico se le imprimirán los diseños y se pondrán a la venta como parte de la colección Vintrashe.
–No solo trabajamos con ropa reciclada. También utilizamos sacos de arroz, cartones. Le buscamos una utilidad a cualquier material que encontremos y nos parezca interesante. Es muy cool el reciclaje, muy hípster, pero también es imprescindible porque si solo dependiéramos de los productos nuevos no tendríamos tanta variedad, además de que estimula la creatividad –concluye Idania.
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El lunes 21 de marzo del 2016, a las 3:51 de la tarde, Idania del Rio hablaba en el Antiguo Almacén del Tabaco y la Madera, ubicado a poco más de un kilómetro de su negocio, con el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Este dialogo se transmitía en vivo por la televisión nacional con una audiencia que abarcó a casi todo el país.
Cuba vivía probablemente los días más extraños de la última década. Un país lánguido, soporífero, donde nada sucedía nunca, recibía en ese momento una fuerte sacudida. El presidente de los Estados Unidos visitaba La Habana por primera vez en casi 100 años. Para cerrar la semana se anunciaba el más increíble de los conciertos: los Rolling Stones.
Idania había sido avisada un tiempo antes de que Barack Obama tenía la intención de reunirse con un grupo de emprendedores cubanos durante su estancia. Luego también supo que ella tendría la posibilidad de dirigirse al presidente. Preparó unas palabras. Le presentaría algunas de sus preocupaciones, al menos de las que él podría ayudar a solucionar. Sería la segunda de los cuatro emprendedores cubanos que dialogarían con Mr. President.
Cuando Idania se levantó para dirigirse a Obama lo primero que hizo fue zafar el micrófono de su base. Mientras hablaba de Clandestina no pudo mantener su mano izquierda tranquila ni un segundo: se tocaba los rizos perfectamente despeinados que luce desde entonces, el auricular que llevaba en un oído y hacía los mismos ademanes explicativos que repetirá luego, dos años después, cuando converse conmigo.
En su alocución, a pesar del nerviosismo, Idania lució muy natural. Utilizó la palabra maniática para referirse a sí misma. Mencionó que tenía catorce empleados (ahora son veintiséis). Habló del entrenamiento que estaba recibiendo junto a Leire en Columbia Business School. Y pidió al presidente regulaciones precisas, información clara de qué podía hacer y qué no, como, por ejemplo, poder comerciar online.
Obama le dijo que él también le quería pedir algo a ella. En este caso, la dirección de su tienda, y si había traído algún pullover para mostrarle. Idania se levantó del asiento sonriente y se abrió la chaqueta mostrando un pullover azul oscuro con la frase 99% diseño cubano. Obama dijo muchas cosas más, como que le quedaban aún algunos pesos para gastar y que quería comprar algunas piezas para sus hijas, pero Idania, entre sus nervios y la vibración de su teléfono móvil, al que entraban a esa hora decenas de mensajes de sus amigos, no escuchó nada más.
Esos minutos de audiencia fueron la mejor promoción para Clandestina. A Idania durante un tiempo la gente la detendría en la calle solo para saludarla o preguntarle si ella era la diseñadora que había hablado con Obama.
Muchas personas visitarían la tienda por aquellos días, algunos para tener su propio pullover 99% y otros tantos solo por curiosear. Entre las ventas, efectivamente, hubo un puñado de pullovers para el presidente de los Estados Unidos y su familia.
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Los logros de Clandestina son muchos. Es la primera tienda cubana en vender online. En este caso, paradójicamente, fue ventajosa la nacionalidad de Leire. De acuerdo a las leyes norteamericanas, Idania, por ser cubana residente en Cuba, tiene prohibido hacer cualquier tipo de negocios en EEUU. “Leire es clandestina en la Habana y yo en Estados Unidos”, dice sonriente.
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Las ventas por internet crecen cada vez más, y sorprende encontrar, entre los compradores, ciudadanos de lugares como Singapur, Australia o Nueva Zelanda. También cuentan con un pequeño puesto de ventas dentro de la Fábrica de Arte Cubano, y en Miami, en el colorido barrio de Wynwood, hay una pequeña tienda que también oferta sus pullovers.
En noviembre del pasado año llamaron la atención de la revista Vogue, la cual por primera vez se interesaba por una marca de ropa cubana. Personalidades como las actrices Tilda Swinton y Jamie Lee Curtis han visitado la tienda. Esta última llegó a promocionar en su cuenta de Twitter la apertura de las ventas de Clandestina en su modalidad online. Jill Biden, ex segunda dama de los Estados Unidos, Mike Krieger, coautor de Instagram, y Joe Gebbia, fundador de AIRBNB, se han dejado ver por el local.
Durante 2017, la tienda expandió sus contactos internacionales y creó alianzas con diferentes organizaciones de emprendedores, comercio electrónico, moda y diseño. Realizaron también sus dos primeros desfiles de moda, en este caso en Fábrica de Arte. Se calcula que a lo largo del año visitaron la tienda alrededor de 20,000 personas.
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“En esta sociedad hay prejuicios con todo, uno más, pa’ la montaña”, me dice Leire con su gracioso acento español minado de cubanismos, fruto de once años en la isla. Habla ahora del rechazo de algunos sectores de la sociedad hacia la gente que apuesta por la iniciativa privada, todavía un símbolo de individualismo y egoísmo para muchos.
“Yo vengo de la misma mentalidad que los cubanos, de pensar que ser empresario es robar, pensar solo en el lucro, pero de pronto descubro que no, y flipas. Además, lo descubrí en Nueva York”. Se refiere al taller que recibieron en 2015 en Columbia Business School. “Ahí conocí estructuras legales de empresas que son semejantes a las de cooperación, con lógicas muy limpias y que generan impactos positivos en la sociedad”.
Idania, por su parte, también ha sido objeto de críticas en una sociedad a la que le cuesta entender que un artista también sea un empresario. Pero ella lo asumió con naturalidad.
“Yo siento que en Cuba hacen falta estos lugares, en los que las personas puedan canalizar sus ideas. Por supuesto de alguna manera son comerciales, pero también tienen que ver con un discurso social, urbano. Desde el comienzo esa fue nuestra motivación principal, crear un lugar-laboratorio, un espacio creativo para generar contenidos nuevos, sobre el internet, sobre la Habana, sobre la gente, la música.”
Tres años después de vender el primer pullover, Leire Fernández, clandestina en su propia tienda y en el país donde ha decidido vivir durante más de una década, define logros del proyecto: “Primero sobrevivir, luego la cultura de trabajo que hemos formado en la empresa, generar empleos y pagar unos salarios en consonancia con los precios del país”. Idania, mientras tanto, se empeña en colocar la marca Clandestina en el mercado global, cosa sumamente difícil para una empresa que se empeña en producir desde Cuba.
Después de un rato me despido de ambas. En la entrada Johnny atiende a un cliente. Le explica que los cubanos y los extranjeros residentes en Cuba tienen un descuento del 20%. El muchacho paga los 16 pesos cubanos convertibles que
finalmente cuesta el pullover. Mientras Johnny lo dobla y lo coloca en la bolsa alcanzo a ver el diseño.
Un almendrón expulsa una gran nube de humo, y dentro de esa nube se lee: “Oh, La Habana”.