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28 de Junio de 2018

Rusia, día 15: Yo que usted compro a Yerry Mina

Cuando el crack de un equipo sale por lesión, los nervios se disparan, el miedo se apodera de las piernas, y el sudor comienza a sentirse como una sustancia helada ajena a nuestro cuerpo. Y además, Colombia no jugaba muy bien en el momento en que James Rodríguez fue sustituido. El aroma a desgracia superaba […]

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Cuando el crack de un equipo sale por lesión, los nervios se disparan, el miedo se apodera de las piernas, y el sudor comienza a sentirse como una sustancia helada ajena a nuestro cuerpo. Y además, Colombia no jugaba muy bien en el momento en que James Rodríguez fue sustituido. El aroma a desgracia superaba al del café. Superman había muerto y debían encomendarse a alguien más para salvar el partido. Pasaban los minutos y Senegal ganaba espacios, presionaba, apretaba pero el gol no caía. Y en eso apareció Yerry Mina en un córner. De nuevo el zaguero del Barça, con una gran etiqueta de “en venta” en la espalda, abría el melón. Fue marcar y el pánico cambió de bandera. Ahora los africanos eran los desesperados. Y así terminaron, llenos de rabia, porque algo tan estúpido como unas tarjetas amarillas les dejaron fuera del mundial.

Esa misma regla absurda, solo superada por la moneda al aire en caso de empate, le dio a Japón el pase a siguiente ronda. Los nipones caían uno cero y decidieron apoderarse del balón y dejar correr del tiempo. Un acto de valentía suprema, encomendarse a la suerte, a otros, y no buscar el resultado por ellos mismos. Tener fe en la ineficacia de los delanteros de otra selección y no confiar en los de uno para buscar goles, eso es ser valientes. Salir a buscar el resultado y perder es fácil, sentarse y esperar que el tornado no pase por tu casa es lo difícil.

Un dato insignificante. Túnez marcó el gol 2500 en copas del mundo. Inútil por completo, como una de esas medallas que te dan en los videojuegos por morir mil veces. O inútil como quedar eliminado con una victoria. Cosas del fútbol que uno no entiende pero llenan de felicidad a los que saben que “patria es la selección nacional de fútbol”.

Del Bélgica – Inglaterra me quedo con tres imágenes. El gol de Januzaj, un reflejo de la calidad de este equipo y de cómo en una jugada pueden inventarse un gol. Cosa de artistas: llenos de talento y destinados a fracasar. La segunda es la celebración de Batshuayi. Ese balón que golpeas con furia, se estrella en el poste y termina en tu rostro; no es el karma, sino un augurio, una imagen de lo que será el futuro de Bélgica, algo que ocurre cuando nadie está mirando y quienes lo ven no le prestan importancia. Y la tercera es Inglaterra. La que no necesita de nadie para hacerse daño. Solo eso. Inglaterra.

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