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Opinión

17 de Julio de 2018

Columna de José Antonio Viera-Gallo: Marx y los desafíos presentes

Para tener una síntesis apropiada del pensamiento de Marx lo mejor es recurrir al propio autor, quien en el prólogo de “La Contribución a la Crítica de la Economía Política” de 1859 señala que luego de sus estudios de derecho, filosofía e historia, tuvo que ocuparse de asuntos económicos, y que su crítica a la concepción del derecho de Hegel lo llevó a comprender que las relaciones jurídicas y las formas del Estado no se comprenden por sí mismas ni por la evolución del espíritu humano, sino por la transformación de la sociedad civil, cuya anatomía hay que buscarla en la Economía Política, a cuyo estudio dedicará sus principales esfuerzos. En ese Prólogo Marx define “el hilo conductor” de ese esfuerzo señalando que “el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general….al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella…"

José Antonio Viera-Gallo
José Antonio Viera-Gallo
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Se cumplen 200 años del nacimiento de Carlos Marx y proliferan nuevas biografías sobre el personaje y su época1. Sin embargo, lo más relevante es su pensamiento y su aporte a la cultura y la política. Marx murió en 1883 sin haber visto el impacto de sus ideas. Como dice Eric Hobsbawm, su influencia ha sido determinante en el Siglo XX. Marx junto con Durkheim y Weber es considerado uno de los padres de las ciencias sociales modernas, y su pensamiento inspiró a muchos movimientos de cambio social. 2. Contrariamente a su esperanza el capitalismo no sucumbió a sus reiteradas crisis, sino que se transformó gracias al avance científico y tecnológico.

Para tener una síntesis apropiada del pensamiento de Marx lo mejor es recurrir al propio autor, quien en el prólogo de “La Contribución a la Crítica de la Economía Política” de 1859 señala que luego de sus estudios de derecho, filosofía e historia, tuvo que ocuparse de asuntos económicos, y que su crítica a la concepción del derecho de Hegel lo llevó a comprender que las relaciones jurídicas y las formas del Estado no se comprenden por sí mismas ni por la evolución del espíritu humano, sino por la transformación de la sociedad civil, cuya anatomía hay que buscarla en la Economía Política, a cuyo estudio dedicará sus principales esfuerzos. En ese Prólogo Marx define “el hilo conductor” de ese esfuerzo señalando que “el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general….al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella…Las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo (de clases). Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana”. Luego concluye que sus ideas, “cualquiera que sea el juicio que merezcan, son el fruto de largos años de concienzuda investigación”3. Pese a su agudo espíritu crítico y a su estilo polémico, animado como estaba de la voluntad de cambiar una sociedad en plena ebullición por la revolución industrial, Marx no cayó en el dogmatismo, pero no evitó del todo la tentación de la filosofía alemana –criticada por Engels – de intentar “elaborar un sistema universal”, una teoría que ordenara todo el saber existente4.

La relevancia de Marx
Su importancia radica – a mi juicio – en que abrió una nueva perspectiva para comprender la dinámica del capitalismo y, en polémica con Hegel pero sin apartarse del gran filósofo alemán, invitó a desentrañar el sentido de la historia. Poco importa si Marx acertó o no en cada una de sus afirmaciones o teorías. Lo decisivo es que enfrentó las paradojas de la modernidad: el enorme avance que trae consigo el desarrollo científico y tecnológico y, al mismo tiempo, las injusticias que provoca una aplicación utilitarista de sus logros5.

Desde sus inicios el pensamiento de Marx dio origen a múltiples corrientes según las circunstancias políticas, muchas veces en abierta polémica entre sí. Esa confrontación se agudizó con la ruptura de la II Internacional en 1914 y el triunfo de la Revolución Rusa en 1917. Allí donde la vertiente comunista consiguió un poder incontrastable, la libertad fue amagada. El propio Lenin en “¿Qué hacer?” era consciente que la política soviética había traído consigo una pérdida de reflexión teórica, o sea, una simplificación, que con Stalin daría origen a la formulación de una ideología: el “marxismo-leninismo”6 que impondría sin miramientos.

No obstante los crímenes del estalinismo, los intelectuales europeos de izquierda cerraron los ojos7. J. P. Sartre en su “Crítica de la razón dialéctica” afirmó que el marxismo se había transformado en el horizonte cultural del siglo XX, y efectivamente lo fue para muchos hasta la aparición de los “nuevos filósofos” en Francia, el derrumbe de la URSS y el fin de los regímenes comunistas en Europa, y el decaimiento o desaparición de los partidos comunistas. El estalinismo provocó la asfixia de la revolución rusa, que se mostró incapaz de renovarse luego del XX Congreso del PCUS en 1956. E. Berlinguer, líder del Partido Comunista italiano (PCI) en un congreso del PCUS antes del derrumbe del muro de Berlín, afirmó tajantemente: “el impulso renovador de la Revolución de Octubre se ha agotado”. La perestroika de Gorbachov llegó tarde8. El proyecto de un socialismo libertario había sido amagado por los soviéticos en Praga en 19689, y la rebelión de los obreros polacos del movimiento Solidaridad transitó por otros senderos. El eurocomunismo que habían impulsado los partidos comunistas de Italia, Francia y España en la década del 70 no pasó de ser un proyecto de renovación frustrada, dando razón a la afirmación de Gramsci que las ideas son grandes cuando son realizables.

Por su parte los partidos de inspiración socialista en Europa tuvieron su propia evolución10. Críticos de la política bolchevique y de la revolución rusa, enfrentaron la transformación del capitalismo antes y después de la guerra: primero se refleja en la polémica Bernstein- Kautsky-Luxernburgo sobre reformismo y revolución, las conquistas de los trabajadores organizados y la democracia, en la SPD alemana11, y luego vino el abandono del marxismo en el Programa de Bad Godesberg (1959), que asumió la economía de mercado; otro tanto ocurrió con la eliminación de la cláusula favorable a la nacionalización de la economía en el Partido Laborista de Inglaterra, que marca un giro hacia la “tercera vía” encabezada por Tony Blair y Gordon Brown y sostenida por el sociólogo A. Guiddens, y el término a la referencia al marxismo en un congreso extraordinario del PSOE en España (1979), a propuesta de Felipe González, y la refundación del PS en Francia en 1969 impulsada por F. Mitterrand, y el giro del Partido Socialista italiano hacia una alianza con la DC en el Congreso de Venecia de 1957.

Esos partidos enfrentaron los nuevos desafíos de la globalización y la construcción de la Unión Europea, pero no dejaron de lado su espíritu crítico frente al capitalismo. Como diría Bobbio en un conocido ensayo, su posición no es ni por Marx, ni contra Marx12. Más bien tomando pie en su aporte intelectual, han buscado nuevos derroteros dando origen al Estado de bienestar13. En su política se entrecruzan la tradición socialista con la liberal. Actualmente la social democracia se debate entre la propuesta de una nueva política y la defensa de las conquistas obtenidas tanto a nivel nacional como en el campo internacional, hoy puestas en cuestión por movimientos nacionalistas, proteccionistas, xenófobos y autoritarios.

La revolución china de 1949 en una primera etapa, se movió entre la modernización del populoso país, el estalinismo y la utopía igualitarista de Mao, pero intentando un camino propio14.Luego del enfrentamiento con la URSS y el término de la revolución cultural, Deng en 1978 cambió el rumbo hacia lo que denominan “socialismo de mercado”, es decir, hacia un desarrollo económico mixto insertado en la globalización, que ha ido asumiendo las reglas universales del comercio15. Se trata de un giro copernicano, que ha llevado a China a ser la segunda potencia económica, y ha sacado de la pobreza a millones de personas. Este camino no ha estado exento de conflictos en la sociedad y en el Partido Comunista, como demuestra la represión de la Plaza Tienanmen en 198916. En China se ha interpretado a Marx según los cánones de su cultura con una fuerte componente sincretista, lo que ha ido variando al compás de los acontecimientos políticos: hoy se habla del pensamiento de XI (Presidente) sobre “el socialismo de características chinas para una Nueva Era”. El PCCh sostiene que la principal contradicción en China es la que hay entre la creciente demanda del pueblo por una vida mejor y el desarrollo desequilibrado e insuficiente. El énfasis se ha puesto en el consumo interno. Siguiendo el camino de las metáforas Xi señala: “No sabremos si los zapatos encajan o no, hasta que nos los podamos probar”. Esta perspectiva ha influido también en Vietnam.

Marx y el populismo en América Latina
En América Latina se ha dado la paradoja que en los países donde ha habido pensadores marxistas de gran estatura como Mariátegui en Perú o Juan B. Justo y con posterioridad Aricó en Argentina, los movimientos socialistas han sido débiles. En cambio en países como Chile donde las fuerzas de izquierda han sido gravitantes, no se ha desarrollado una teoría que les sirva de orientación. Así aparece, por ejemplo, de la historia del Partido Socialista escrita recientemente por Ricardo Núñez17. El proletariado industrial y minero era minoritario en casi toda América Latina. Las principales revoluciones tuvieron una fuerte componente campesina: México, Bolivia y Cuba. El movimiento aprista de Haya de la Torre en Perú pronto entró en polémica con Mariátegui y el marxismo.
La Revolución Cubana de 1959 y la acción del Che Guevara tuvieron una fuerte influencia en las izquierdas de América Latina. Al principio generaron la esperanza de una superación del subdesarrollo por una vía no capitalista; luego, fomentaron movimientos guerrilleros rurales y urbanos que fueron devastados por dictaduras militares. Al asumir Cuba la ideología soviética y reprimir el pensamiento crítico y a muchos artistas e intelectuales, la isla perdió su halo idealista. Hoy luego del impacto producido en su economía por el término de la URSS, cuando Cuba intenta una apertura económica hasta ahora sin cambios sustanciales del régimen político, terminado el poder de Fidel y Raúl Castro, la sociedad cubana aparece entrampada en un laberinto.

En muchos países de la región los movimientos sociales nacieron, se organizaron o derivaron hacia el populismo, que ha encontrado expresión teórica en los aportes de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau18. Partiendo del estructuralismo marxista, plantean una crítica a la democracia liberal o deliberativa, proponiendo una radicalización de la tradición democrática que institucionalice el conflicto permanente, y atribuyen a los movimientos sociales una capacidad de transformación más allá de las instituciones republicanas. Es lo que A. Rouquié en un libro reciente llama régimen hegemónico de democracia electoral autoritaria19, que ahoga el Estado de Derecho, manipula sus instituciones y rechaza la globalización. Este esquema Rouquié lo aplica no sólo a experiencias como las de los países del ALBA y el PRI en México, sino también a las nuevas formas de autoritarismo tras un líder carismático como Putin en Rusia o Erdogan en Turquía.

El populismo, tanto en su expresión política como teórica, se aleja de Marx.

La interrogante del futuro
Hobsbawm se pregunta si el pensamiento de Marx seguirá inspirando los esfuerzos por una sociedad más justa en el siglo XXI. La respuesta no puede ser sino dubitativa. Si se asume el pensamiento de Marx como parte de una historia y una herencia cultural, la contestación puede ser afirmativa; pero será claramente negativa, si se simplifica su legado convirtiéndolo en una ideología dogmática20. Su pensamiento seguirá vigente en la medida que permita descubrir en nuestra sociedad los gérmenes de un mundo diferente, allí donde se expande el ámbito de lo gratuito y compartido (como las comunicaciones gracias a internet), donde tiende a disminuir el costo marginal de la energía y del transporte (internet de las cosas), donde el avance de la robótica presagia una mayor flexibilidad en las relaciones laborales y la posibilidad de los trabajadores de disponer de mayor tiempo libre21 y, en general, donde la ciencia permite un desarrollo más equilibrado, respetuoso de la naturaleza e inclusivo.

Lo importante al reflexionar sobre estos 200 años, como diría Tony Judt, es no olvidar el siglo XX con sus luces y sus sombras.

1 Por ejemplo, la escrita por Gareth Stedman Jones, “Karl Marx, grandeza e ilusión”. Ed. Taurus.
2 Ver su Prefacio a la “Storia del Marxismo”, Giulio Einaudi Editore, Torino 1978
3 Para una exposición de las teorías de Marx, ver la obra de J.I.Calvez SJ, “El Pensamiento de Carlos Marx”, Taurus, Madrid 1962 y Raymond Aron, “El marxismo de Marx”, Ed. Siglo XXI, México 2010.
4 F. Engels, “Del socialismo utópico al socialismo científico”, Prólogo a la edición inglresa de 1892.
5 Esa contradicción aparece en todo su dramatismo, por ejemplo, en las reflexiones de Marx sobre la colonización británica de la India – proceso cruel e inhumano, pero que trajo progreso a una sociedad encerrada en castas y sumida en la miseria – o en su discurso inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores en Londres en 1864, donde contrasta el progreso de la economía inglesa con la crítica situación social de los obreros y desempleados. Es lo que Engels resalta en su discurso en el funeral de Marx.
6 Una crítica marxista de la ideología soviética se puede encontrar en H. Marcuse, “El marxismo soviético”, Revista de Occidente, Madrid 1967.
7 Raymond Aron en “El opio de los intelectuales”, Ed. Leviatán , Buenos Aires 1957 intenta explicar esta actitud militante de los intelectuales. Ver la polémica entre Sartre y Camus
8 Mijail Gorbachov, “El golpe de agosto. Las causas y las consecuencias” Atlántida/Zig-Zag 1991
9 Con anterioridad había ocurrido la invasión rusa de Hungría en 1956 en contradicción con el proceso de apertura de Kruschov luego del XX Congreso.
10 Ver G.D. H. Cole, “Storia del pensiero socialista” Editori Laterza, Bari 1972.
11 Massimo Salvadori, “Kautsky e la rivoluzione socialista 1880/1938”, Feltrinelli Milano 1976
12 Norberto Bobbio, “Ni con Marx, ni contra Marx”, editado en Italia por Riuniti di Sisifo en 1997, que recoge 18 escritos de Bobbio sobre Marx y el marxismo.
13 Esos partidos al inicio ponían el acento en un giro político de Marx a partir de 1860 en que valora las conquistas sindicales de la hornada de 10 horas en Europa y el avance del cooperativismo, y al mismo tiempo da a entender que la revolución debe ser entendida no como un acontecimiento puntual sino como un proceso político en que juega un papel significativo la democracia de corte liberal.
14 Mao Tse-Tung, “Note su Stalin e il socialismo soviético” Laterza , Roma-Batri 1975
15 Deng sostenía que mercado y planificación no son sinónimos de capitalismo y socialismo, liberalizando la economía. Pero la Constitución mantiene que la propiedad pública debe ser dominante.
16 Zhao Ziyang, “Ménmoires. Un réformateur au sommet de l´État chinois” Éditions du Seeuil, Paris 2011.
17 Ricardo Núñez, “El gran desencuentro. Una mirada al socialismo chileno. La unidad Popular y Salvador Allende” Fondo de Cultura Económica México 2017
18 “Hegemonía y estrategia socialista” de 1985 y de E. Laclau, “La razón populista” del 2002.
19 A. Rouquié, “El Siglo de Perón. Ensayo sobre las democracias hegemónicas” Edhasa, Argentina 2017.
20 Esta disyuntiva se aprecia en algunos de los exponentes de la Teología de la Liberación en su relación con Marx: hay quienes dialogan creativamente con su pensamiento, mientras que otros asumen una versión simplificada del “marxismo”, lo que explica en parte la polémica que se ha suscitado a esta corriente teológica, que es sin duda el principal aporte cultural de América Latina en el siglo XX.
21 Pierre Bigo SJ concluía su libro “Marxisme et Humanisme” señalando una disyuntiva frente al pensamiento de Marx: integrarlo rígidamente, construido como está sobre la base de la industria moderna, o aprovechar su aporte para manejar de mejor manera un mundo de relaciones complejas propias de una sociedad libre. El movimiento sindical de los países desarrollados ya habría elegido el segundo camino.

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