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Opinión

11 de Octubre de 2018

Reinventar la política e instituir lo común: El movimiento por la recuperación de los bienes comunes en Valparaíso

El movimiento por los bienes comunes en Valparaíso es también una lucha por lo común como forma de gobierno y expresión de la democracia, pues es en la práctica del gobierno común donde los “bienes comunes” adquieren su consistencia.

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Hace casi dos décadas, la escritora y activista canadiense Naomi Klein, sostenía que la reivindicación de los “bienes comunales” era el nexo clave del heterogéneo movimiento altermundialista que, a nivel global y local, desde Seattle a Porto Alegre, comenzaba a levantar una lucha contra la privatización neoliberal de todos los aspectos de la vida y a favor de la articulación de nuevas formas de democracia participativa. Las reflexiones y prácticas de lo común ocupan desde entonces un lugar central en las alternativas más significativas frente a la crisis de legitimidad de las instituciones políticas y el avance depredador del neoliberalismo.

Un nueva muestra local de esta lucha se expresa hoy con el Movimiento por la Recuperación de los Bienes Comunes de Valparaíso, donde convergen diferentes organizaciones sociales y vecinales que participan activamente en los espacios de la Escuela Japón y el ex-café Vienés, además de las agrupaciones que buscan recuperar el edificio de la ex-comisaria Barón. Frente a ellos se alza el “Plan de rescate” que el gobierno de Sebastián Piñera impulsa en la zona, a través del ministerio de Bienes nacionales, para comenzar un proceso de licitación de estos edificios públicos que estarían supuestamente en desuso.

Sin embargo, lo cierto es que la ocupación de estos inmuebles por parte de los vecinos y las organizaciones sociales de la ciudad puerto no refleja el abandono ni el descuido que legitimarían el fin del comodato municipal. Al contrario, bajo esta última figura se ha permitido un verdadero rescate de estos espacios.

El edificio de la antigua Escuela Japón fue abandonado hace seis años, aunque el 2017 es recuperado por iniciativa de juntas de vecinos, organizaciones sociales y clubes deportivos de Playa Ancha. El trabajo mancomunado de estos diferentes actores ha permitido la conservación del inmueble y el desarrollo de diferentes actividades recreativas, educativas y de salud pública (incluyendo un innovador plan de “laboratorio clínico popular”), que promueven la discusión y el “autogobierno” de un espacio abierto a todos y todas. Algo similar ocurre con el ex-café Vienés, ubicado en otro inmueble histórico del centro de la ciudad y que hoy funciona como un espacio cultural donde diversas agrupaciones realizan talleres artísticos, actividades educativas y deportivas, de manera gratuita y abierta a toda la comunidad porteña. Los vecinos de cerro Barón esperan llevar a cabo un proyecto afín en la ex-comisaria del sector: un espacio de desarrollo comunitario y, al mismo tiempo, un “lugar de memoria”ii, pues durante la dictadura este edificio fue también un centro de detención y tortura.

¿Qué es entonces lo que está en juego tras la confluencia de estos movimientos? No se trata aquí solamente de una legítima resistencia a la intención gubernamental de privatizar edificios que constituyen parte del patrimonio histórico y cultural de los y las porteñas. Lo que aquí emerge, fundamentalmente, es la diferencia entre dos formas de hacer política: la de una racionalidad neoliberal de gobierno y la de una “praxis instituyente de lo común”iii. Esta última implica una crucial re-invención de la política, que multiplica nuevas formas de encuentro y participación colectiva, que se convierten en el antídoto más efectivo contra la desafección ciudadana.

El carácter público de estos espacios no puede asegurarse mediante la licitación que el gobierno ha dictaminado, ya que es únicamente el gobierno común de estos inmuebles –tal cual como se ha llevado a cabo hasta ahora– lo que garantiza su condición de espacios abiertos y de “co-obligación”, y con ello su transformación en “cosa pública”. Por lo tanto, el movimiento por los bienes comunes en Valparaíso es también una lucha por lo común como forma de gobierno y expresión de la democracia, pues es en la práctica del gobierno común donde los “bienes comunes” adquieren su consistencia. Como bien señala Ana Pacheco, vocera de la ex-Escuela Japón, de lo que se trata aquí, en último término: es de “lo que requerimos en este espacio y lo que queremos nosotros realizar en este espacio”. La institución de lo común, como alternativa a la racionalidad neoliberal, se juega justamente en esta práctica de auto-gobierno local.

Escrito por: Colectivo communes

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