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10 de Enero de 2019

COLUMNA DE TV | Mega-hegemonía

"Este quinquenio de Mega sólo se compara con la época dorada de TVN entre 1998-2002, cuando el canal público, apoyado en una artillería de teleseries exitosas, credibilidad y valoración ciudadana, logró inéditos resultados financieros e hitos de audiencia", dice Francisco Poblete en esta columna.

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Tiempo de balances de la temporada televisiva pasada y los canales revisan la línea de flotación para enfrentar el 2019. Más allá de los esfuerzos de sus departamentos de Marketing y Comunicaciones, la mayoría bucea en las profundidades, sólo uno ríe cara al sol.

Lo de Mega, que por quinto año consecutivo lideró el rating general, es un meritorio reinado sin contrapeso que se mantiene desde el 2014 a la fecha. Meritorio, si se tiene en cuenta que el 2013 ocupó el último lugar de audiencia en medio de un panorama desolador. Pocos recuerdan que en esos tiempos la señal de Vicuña Mackenna vivía una severa crisis. No tenía con qué nutrir su prime time e incluso experimentó con Breaking Bad, un éxito del streaming que mordió el polvo en señal abierta, al menos acá en Chile. Después de poco más de un mes al aire, a mediados de diciembre 2013, la bizarra historia de Walter White y sus metanfetaminas voló de la programación de Mega, demostrando que, más allá de la idiosincrasia del televidente chileno, cada plataforma tiene sus códigos.

Más allá de este ensayo y error al aire, el tema era otro: ganar tiempo para que empezara a producir la factoría creativa de su nueva área dramática comandada por María Eugenia Rencoret, la imbatible directora de TVN que partió de la estación pública aburrida de las intrigas retorcidas e indecisión de su plana directiva.

Fue en la búsqueda de esta parrilla programática de transición, cuando se produjo el quiebre que explica en gran parte lo que hoy pasa en la industria de la TV abierta local. La historia, confirmada por varias fuentes, cuenta que fue una conocida ejecutiva de la estación la que se instaló en las bodegas a buscar material que sirviera para un prime time competitivo que, en “la medida de lo posible”, le diera tiempo a Rencoret y su equipo. Entre cintas, videos, inventarios y archivos, figuraban varias cajas con el rótulo de “Turcas”. Las consultas aclararon las dudas: era una teleserie de Turquía; una historia clásica de amor de unos tales “Onur” y “Scherezade”; y se llamaba “Las Mil y Una Noches” ¿Por qué apostar por ella? Porque duraba algo así como seis meses y porque los capítulos unitarios eran de 50 ideales minutos para programar. Había que traducirla y se hizo de la mejor forma.

En ese contexto se instala el “contracíclico” Onur que con una cuota de machismo impensado para los tiempos que corren hoy, encendió la pradera de la TV abierta e hizo hervir la pantalla del canal de Bethia. De ahí en adelante la historia es conocida. Se sustentó en el espíritu ganador de su flamante área dramática y en una gestión ejecutiva marcada por el oficio, la capacidad de adaptación y una agresiva convicción competitiva que -hasta la fecha- no da respiro ni espacio a sus rivales de mercado.

Este quinquenio de Mega sólo se compara con la época dorada de TVN entre 1998-2002, cuando el canal público, apoyado en una artillería de teleseries exitosas, credibilidad y valoración ciudadana, logró inéditos resultados financieros e hitos de audiencia. Así, los 12,9 puntos de promedio anual de sintonía que obtuvo TVN el 2001 , sigue siendo hasta la fecha un registro insuperado en la industria televisiva local. Sí, eran otros tiempos. El 2018 Mega líderó con preliminares 9 puntos y sin contrapesos, en una demostración empírica de cuánto han emigrado las audiencias hacia otros territorios de contenido.

El ecosistema televisivo chileno sigue mutando, pero por ahora nada permite augurar que haya cambios en esta “Mega hegemonía” monolítica y bien pensada. Salvo que surja un milagro, un golpe de suerte (en tono Luis Jara), parecido al de fines del 2013.  Milagro para uno, la peor maldición para el resto.

 

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#Canal 13#MEGA#TVN

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