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Opinión

16 de Enero de 2019

COLUMNA | Una cuarta vía es posible

Escriben: Juan Ignacio Latorre, senador de Revolución Democrática y Frente Amplio y Mario Pino Flores, militante de RD.

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Lo que ha ocurrido los últimos tres años en Portugal se ha denominado el experimento portugués. Se trata de un gobierno del Partido Socialista Portugués con el apoyo del Bloco de Esquerda y el Partido Comunista de Portugal como mayores aliados en la Asamblea de la República de Portugal. La apuesta portuguesa nos interpela sobre la forma en que la izquierda tradicional y la izquierda emergente debieran relacionarse en Chile. Si bien una lectura superficial podría dar la impresión de que es una estrategia del tipo todos contra la derecha, una lectura más acabada lleva a concluir que lo importante es el proyecto político que se tiende entre las fuerzas y la generación de una correlación de fuerzas favorables a las izquierdas emergentes por sobre el centro.

Parte de nuestro debate político público se ha orientado a la discusión sobre qué hacer para la siguiente elección municipal. En principio, una alianza del Frente Amplio (cuyas similitudes con el Bloco son considerables) con algunos de los partidos que integraron la ex Nueva Mayoría es para algunos una receta de éxito (la así llamada “todos contra la derecha”). La otra alternativa, es buscar algún grado de coordinación de forma más descentralizada que permita decidir en diferentes lugares qué tipo de alianza se realiza.

En el sistema electoral chileno, los Alcaldes son elegidos por mayoría simple de los votos. Esto implicaría que no llegar a algún grado de coordinación entre algunos de los partidos de la Ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio podría resultar en una mala jugada: los votos de quienes se identifican con la izquierda o el progresismo se dividirían, permitiendo que en varias comunas gane la derecha (que presumiblemente irá con lista única). Por otra parte, el descontento y deslegitimación del sistema y establishment político hacen que gran parte de la legitimidad (y potencia electoral) del Frente Amplio resida en su novedad, en las nuevas agendas que ha impulsado (feminismo, cambio de sistema de pensiones, diálogo con los movimientos sociales, heterodoxia económica, entre otras) y en hacer política fuera de la límites de la transición y la democracia pactada. La alianza entre Nueva Mayoría y Frente Amplio, restaría a este último la confianza y legitimidad que ha apostado la ciudadanía en él.

En este contexto, parece importante dar una mirada al contexto portugués, con sus potencialidades y diferencias.

El Bloco de Esquerda surge en 1999 como una aproximación entre sí de tres fuerzas políticas: Unión Democrática Popular (marxista), Partido Socialista Revolucionario (trostkista y mandelista) y Política XXI. Desde su fundación hasta el año 2015, vivieron un proceso de creación de estatutos, entrada, fusión y salida de varias de sus organizaciones componentes. Lo que resulta interesante es el abandono de la ortodoxia e identificación con los socialismos reales, un fuerte programa anticapitalista y la capacidad de involucrar entre sus filas a movimientos sociales, la organización transversal de grupos de apoyo a ciertas agendas (feminista, ecológica, LGBTI, etc.). El año 2015-2016 el Bloco logró su mejor rendimiento electoral, alcanzando aproximadamente un 10% de los votos. Resulta importante que la conducción del Bloco se encuentra en manos de la actriz Catarina Martins, de la eurodiputada y ex candidata a la presidencia Marisa Matias, y de las hermanas Mariana y Joana Mortágua. Una crítica que planteó el Bloco desde sus inicios es que las mujeres no tenían espacios de visibilidad ni incidencia dentro del sistema político portugués. Es parte del espacio que viene a ocupar el Bloco.

Los resultados electorales de 2015, dieron mayoría relativa a la alianza entre el Partido Social Demócrata Portugués y el CDS-Partido Popular (derecha). Sin embargo, para conformar Gobierno no daba mayoría. En ese contexto, y en su calidad de partido más votado, el Partido Socialista Portugués comenzó conversaciones tanto con la derecha como la izquierda (Partido Comunista, Partido Ecologista, Bloco de Esquerda). El Bloco propuso tres condiciones para permitir lograr la mayoría: la protección de los trabajos, elevar salarios reales y no implementar austeridad a través del sistema de pensiones. Con esas tres condiciones, se logró el acuerdo entre el Partido Comunista, el Bloco y el Partido Socialista.

Podemos constatar la serie de similitudes entre el Frente Amplio y el Bloco de Esquerda; también las existen entre el Partido Comunista y el Partido Socialista portugués y sus pares en Chile. Tal como indicamos al inicio de la columna, lo que se juega en cómo se desarrolle la comunicación con la ex Nueva Mayoría y la forma política que esto tome, es la eficacia electoral de los sectores transformadores para la próxima elección municipal. Por ello resulta fundamental indicar algunas diferencias importantes de nuestra situación con la situación portuguesa.

En primer lugar, el sistema político. La alianza Bloco-Comunistas-Socialistas es una alianza post-elecciones para formar gobierno y otorgar mayoría parlamentaria. La alianza, por lo tanto, probará su rendimiento en el parlamento y en el gobierno, pero no en período eleccionario.

Otra diferencia constatable es la dinámica de pactos. La coalición tradicional de centro izquierda-centro derecha que tuvo como aliado al Partido Socialista y los Socialdemócratas portugueses, por lo general, trató de implementar el programa pactado. En el caso chileno, el gobierno de Michelle Bachelet, que trató de impulsar una serie de reformas orientadas hacia generar un sistema de derechos sociales tuvo prácticamente la misma resistencia entre algunos sectores de sus filas que en la oposición. Algunos dirigentes de la Democracia Cristiana afirmaron incluso no haber leído el programa previamente. Por lo tanto, en Chile se torna insuficiente tener solo acuerdos programáticos para generar alianzas, o al menos así lo muestra la experiencia reciente.

En tercer término, el lienzo institucional que se tiende bajo el sistema político lusitano. El período del fascismo y dictadura en Portugal terminó con una revolución, no con una transición pactada (a diferencia de España o Chile). Esta revolución generó una ruptura con las instituciones previas: las instituciones portuguesas son producto del período revolucionario: posee una constitución claramente más democrática y abierta que otros países con historias similares. Por ejemplo, la concepción de democracia -en la constitución de Portugal- se encuentra estrictamente ligada a los derechos sociales, económicos y políticos. Existe desde su promulgación, un sistema político plural con diversidad de partidos y, por ejemplo, la oposición también tiene el impulso para iniciar acciones legislativas. De la misma manera, existe un sistema público de salud y de educación. E incluso a nivel de fuerzas militares es distinto: la revolución comenzó como un movimiento entre soldados contra las guerras coloniales. Entre éstos, las posiciones de izquierda eran fuertes. En Chile, esto solo muestra la urgencia de desmantelar el entramado institucional de la dictadura.

Un cuarto elemento diferenciador es el factor Unión Europea y sus políticas de austeridad. El rumor de descontento que se cierne sobre Europa va de la mano con las políticas de austeridad que han impulsado los órganos de la Unión Europea y que tienen a muchos ciudadanos y ciudadanas europeas (especialmente en la periferia de la zona euro viviendo en condiciones precarias). Parte del éxito portugués se vincula a poder dar respuestas convincentes ante los designios de la Unión Europea: son parte de ella, pero implementan políticas que, a pesar de ser heterodoxas -especialmente en lo económico-, no van intencionadas al abandono de la Unión. Es más, han logrado mantener prestaciones sociales y provisión de derechos sociales de manera pública mientras las recomendaciones de la Unión son de políticas de austeridad. En el caso chileno, las dos articulaciones internacionales existentes son el Mercosur y la Alianza del Pacífico. Ninguna de estas alianzas o espacios multilaterales implican que Chile deba tomar medidas con la intensidad y límites que implica estar en la Alianza Europea.

Finalmente, la crisis financiera de 2008. Aunque menos conocido que el caso español, Portugal experimentó muy fuertemente los efectos de la crisis. Los portugueses han logrado realizar algo que en el establishment parecía altamente improbable: rebajar el déficit fiscal, aumentar los salarios reales y las pensiones de empleados y personas jubiladas. En 2016, un año después de haber asumido el gobierno el socialista Costa, se logró reducir el déficit fiscal a la mitad (se redujo hasta un 2,1 %) que es el mejor resultado conocido desde el recuperación de la democracia portuguesa en 1974. En lo que respecta al crecimiento, la economía lusitana lleva tres años seguidos al alza y se busca regresar a los niveles de salarios y pensiones que se tenían antes de la crisis. Este conjunto de logros resulta sumamente interesante, porque ante las loas y apego a la ortodoxia que recomendaba únicamente austeridad y privatizaciones en el escenario post crisis, Portugal siguió la senda de alimentar la demanda interna para impulsar el crecimiento. De cualquier manera, no todo es color de rosas. La lucha contra la deuda externa, que los últimos años supera el 120% del Producto Interno Bruto, es una preocupación creciente para el país.

Hace algunos meses nos visitó el reconocido intelectual portugués Boaventura de Sousa Santos. Gran parte de las preguntas políticas que se le realizaron, estaban orientadas hacia la tríada Bloco de Esquerda, Partido Comunista y Partido Socialista portugués. Una frase que resumen muy bien la dinámica que llevó a la alianza es la siguiente: coordinación y competencia. Si se funden proyectos históricos distintos, pierden la potencialidad política y electoral de sus diferencias. Hemos visto como -salvo el caso de Portugal- la fusión o el acoplamiento de las izquierdas y sectores progresistas tradicionales con las izquierdas emergentes ha llevado a una pérdida vertiginosa de legitimidad de las izquierdas emergentes, sin permitir crecer a los sectores tradicionales. En otras palabras, el escenario político en distintos países del mundo muestra que a la derecha neoliberal y la derecha fascista (cuya alianza ya la vemos en Brasil) no se le enfrenta con una suma de siglas vacía sin proyecto ni con alianzas aritméticas con el centro -estas estrategias del todos contra la derecha terminan pavimentándole el camino a la derecha más radical-; se le enfrenta con un proyecto político que mejore las precarias condiciones de vida que han originado las últimas tres décadas de neoliberalismo en el mundo. Spinoza decía que hay dos emociones que mueven al ser humano: el miedo y la esperanza. Cualquier proyecto político con vocación de mayorías, debe contar con una cuota de tanta convicción, como de innovación y pragmatismo. Nuestros y nuestras ciudadanas imploran alternativas justas, de futuro, que les incluyan en la toma de decisiones y que les permitan transitar del miedo a la esperanza. Lo interesante del caso de Portugal es que cambia la correlación de fuerzas en el sistema político lusitano y lleva al Partido Socialista a buscar acuerdos con las izquierdas en vez de seguir reproduciendo acuerdos neoliberales con el centro y la derecha.

Portugal rompió con muchas de las profecías catastróficas. Ello constituye esta cuarta vía. Como decía Catarina Martins, lideresa del Bloco en una entrevista a la revista política vasca Gaude.eu, “el sectarismo es siempre un signo de debilidad y debe evitarse, si queremos aprender las lecciones de tantos fracasos de las fuerzas de izquierda […] para sobrevivir llegamos a un acuerdo con la izquierda, aunque un amplio espacio de negociación y lucha permanece abierto entre nosotros”.

Es la esperanza o el miedo. Debemos reflexionar de manera muy cautelosa el período que sigue, si queremos nutrir la esperanza.

Juan Ignacio Latorre – Senador, Revolución Democrática y Frente Amplio
Mario Pino Flores – Militante de Revolución Democrática

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