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Opinión

17 de Enero de 2019

“Hay que enfrentarse a Milton Friedman, no comprar el discurso “progre” tomando Aperol desde Isidora Goyenechea”

Es diputado por Rancagua y parte de la nueva generación de políticos de la derecha que cuestiona los lineamientos clásicos del sector más economicista y “ortodoxo”, como él les llama durante la entrevista. Abogado de formación, hizo sus primeras armas en la Escuela de Derecho, en donde el gremialismo le pareció insuficiente para enfrentarse a la izquierda que germinaba en las universidades. Presidente de la carrera el 2007, salió para formar Idea País, la fundación que decantaría más adelante en el movimiento Solidaridad que dividió a la derecha en la Universidad Católica.

Jose Luis Fernandez
Jose Luis Fernandez
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Fuiste parte del gremialismo antes de que formaras Solidaridad. ¿Qué pasó?

Fui consejero superior del Movimiento Gremial, pero fui parte de una generación que empezó a hacerse la pregunta de si a los movimientos de izquierda, que se estaban incubando en las universidades, se les podía enfrentar desde una visión despolitizada. Y nosotros fuimos de a poco germinando lo que yo creo que es Solidaridad, una respuesta politizada, desde la derecha, en las universidades.

¿El gremialismo estaba despolitizado?

El gremialismo como concepto, invitaba muchas veces a la despolitización y por lo tanto nuestro planteamiento era enfrentar a la izquierda desde la construcción y el ideario político. Entendiendo que nos enfrentábamos a una centro izquierda distinta a la tradicional.

¿Esa izquierda era el NAU? (colectivo de Giorgio Jackson y Miguel Crispi en la UC y predecesor de Revolución Democrática).

Sí. Yo al NAU le llamo izquierda progresista, a la que le inquieta más el aborto que los campamentos. Una izquierda que se moviliza más por usar pañuelos verdes en el cuello, que por ir a meterse a los campamentos más vulnerables y viviendas sociales. Tú los ves congregarse en torno a la legalización de la droga y no tanto en torno al déficit en la atención primaria en los hospitales. Entonces es una izquierda cuyos rollos, que llaman rollos progresistas, se han disociado del drama de las víctimas de la vulnerabilidad. Eso nos deja a nosotros un espacio tremendo. Cuando yo observo que en plena discusión del crédito estudiantil, la federación de izquierda de la Católica está preocupada de una discusión legítima e interesante sobre la ideología de género, pero no del crédito estudiantil. Ahí está la esencia de lo que es la izquierda neoliberal que está más preocupada de los temas de nichos que de los grandes problemas sociales que aquejan a la inmensa mayoría de los chilenos.

Y, por lo tanto, yo creo que la clave de la derecha universitaria es que nosotros seamos el cajón de resonancia de los problemas sociales, mientras esta izquierda neoliberal cree que el mundo se juega en el negacionismo y en discusiones que están muy centradas en el ámbito académico, pero que no tocan la fibra de la mayoría.

¿Campamentos y aborto son dicotómicos?

Yo no digo que sean dicotómicos, yo lo que digo es que observo más entusiasmo en los pañuelos verdes que en la vivienda social. Mira los proyectos de ley que presentan, que los inquietan y copan su agenda. Mira los seminarios que organizan. La izquierda de antaño de este país, la que levantaba con fuerza el tema de las viviendas sociales, de los postergados, de la segregación, no tiene nada que ver con esta a la que yo llamo izquierda neoliberal, ponle Revolución Democrática, que pone énfasis en los temas que ellos llaman progresistas, en desmedro de los temas sociales duros que solía levantar la antigua izquierda.

La antigua izquierda cuando habla de feminismo, está pensando en las temporeras, en las malas condiciones laborales de las mujeres. Hoy día yo escucho en el FA hablar más de cupos en las empresas del Estado y en el Parlamento, que son cosas importantes, yo no digo que no. Por favor que no quede en ninguna parte escrito, que yo no creo que sean importantes.

Pero en Chile suben los campamentos. ¿Les has escuchado alguna frase a alguien de izquierda sobre eso? Es una cosa gravísima eso. ¿Y tú los has visto desfilar con tanta fuerza o armando seminarios sobre el aumento de campamentos y viviendas sociales como desafíos del futuro? No. Y yo creo que eso nos abre a nosotros como derecha una tremenda responsabilidad: ¿cómo nos hacemos cargo de los temas sociales que la izquierda abandona?

Decir “izquierda neoliberal” parece un oxímoron. ¿Cómo lo justificas?

La izquierda siempre había sido un colectivo político que funcionaba sobre la base de la comunidad, cómo fortalecerla y de las luchas comunitarias. Por eso su énfasis estaba puesto en los más vulnerables. Hoy, sus énfasis están puestos en una lucha individual. La autonomía de la mujer sobre su cuerpo: aborto. El concepto de la autonomía es completamente individual. El abordar el aborto como un tema individual y no como un tema político, es una mirada neoliberal, es individualista. Cuando yo les escucho decir a los dirigentes del Frente Amplio que la legalización de la droga responde a la autonomía respecto de sus decisiones personales, esa frasecita podría ser perfectamente del más liberal de los liberales. Y sin embargo, ellos no se dan cuenta cómo emplean un discurso que lo han hecho propio.

Yo una vez polemicé con Gabriel Boric porque él dijo, a propósito del tema de la eutanasia, que creía en la autonomía de las personas para decidir sobre su propio cuerpo. El tema de la eutanasia para un gallo de izquierda, es un problema social, comunitario, que tiene que ver con qué hacemos con las personas en situaciones complicadas de salud, con los cuidados paliativos, con el mal sistema de salud, todos esos son rollos de izquierda. Pero el rollo de la autonomía individual es neoliberal. Enfrentar los problemas políticos desde la dictadura del individuo, es una aproximación que no es de izquierda.

¿Por esto te tratan de “socialista” dentro de la derecha?

Hay grupos dentro de la derecha que me estiman como un tipo de izquierda por los tipos de planteamientos que tengo en temas económicos y sociales. Yo creo en un Estado que actúa, creo en una economía que se regula.

¿Se han estado entonces contaminando izquierdas y derechas mutuamente?

Yo creo que hay un individualismo salvaje que transita en todo el espectro político. En la izquierda ya te lo he explicado. Y en la derecha se plasma en que en materia económica mantiene una ortodoxia tremenda. Es tan individualista como siempre y por lo tanto cree en la lógica del mercado no regulado. Y le ha sumado a eso los temas valóricos. Para mí es muy valórico cómo entiendes el rol de la empresa o del Estado. Lamentablemente, en Chile lo valórico quedó circunscrito a lo sexual y la verdad es que cómo un empresario se comporta frente al medio ambiente, a las comunidades o sus trabajadores, son temas tremendamente valóricos. O cómo entendemos la legislación laboral. Pero más allá de eso, yo observo en la derecha un revival de una derecha individualista, y que por lo tanto cualquier reforma a las pensiones y al sistema de salud les parece una distorsión del mercado que tenemos que evitar. Y a eso le han sumado el creer que el gran potencial de la actualización de la derecha tiene que ver con despeinarse con los temas sexuales, y yo creo que no.

¿Por qué no?

Yo creo que el gran desafío de la derecha tiene que ver con cómo nosotros le ofrecemos al país un despeine en los temas económicos. Cómo de cara al futuro es capaz de decirle al país “vamos a reformar las isapres”. Vamos a cambiar este sistema en donde tienes una aseguradora a la cual le pagas una prima a partir del riesgo que corren tus enfermedades. Eso es algo que tenemos que reformar, porque lo que hace es efectivamente vincular el riesgo de las personas a cuánto puede pagar. Y eso no puede ser, es un sistema de salud que no resiste.

Yo creo en una derecha que es capaz de reformar el sistema de pensiones, porque efectivamente la gente en Chile sigue estando de acuerdo, con que no es el Estado el que reparte las pensiones, sino el ahorro de las personas. Pero ha dejado de creer que el instrumento de las AFP es el correcto y por lo tanto nosotros tenemos que hacer una reforma ahí. Creo en la participación de los trabajadores en las utilidades, que es una cuestión que en la derecha deben pensar que soy lo más cercano a Bakunin. Pero eso no es así, en las economías modernas a los trabajadores se les hace partícipes de las ganancias de las empresas. Yo creo en las empresas con sindicatos fuertes. Bien regulados, para que efectivamente se preocupen de los intereses de sus trabajadores y no los del Partido Comunista. Entonces yo siento que el futuro de la derecha no se juega en despeinarse en los temas sexuales, que son de interés de una pequeña elite. Sino que en ser capaces de ofrecerle a Chile una visión renovada, reformista y que cuestiona sus premisas de los 90′, en materias económicas y en materias sociales. El camino va por enfrentarse a Milton Friedman. No por comprar el discurso “progre” de las elites que se juntan a tomar Aperol y cambian el mundo desde Isidora Goyenechea.

Ese discurso se parece al de Evopoli. ¿Cuál es tu diferencia con ellos y por qué ingresas a RN? Porque RN históricamente fue el más ortodoxo.

Uno de los problemas políticos centrales de Chile, es que la elite progresista, que cruza de izquierda a derecha, cree que la sociedad se juega en la posición que uno tenga en la legalización de la marihuana. Y no es así. Los problemas sociales en Chile tienen que ver con qué postura tiene usted por ejemplo en salud pública, en pensiones, en temas laborales, en los temas que afectan a los chilenos y a la clase media del país. Entonces a mí me parece que Evopoli siendo muy legítimo, como ha hecho de los temas sexuales su factor de diferenciación, creo que le hablan a un grupo muy selecto de personas. Pero que todavía siguen teniendo una mirada muy conservadora en materias económicas.

¿Más que RN?

Yo creo que sí. Los que cuestionamos el pago a 30 días a las empresas, cuando querían extenderlo a más de 30 días a las PYMES, fue RN. Los que hemos hecho una crítica a la ley de fármacos, es RN. Los que han criticado la concentración de los mercados, es RN. Y en ese tipo de materias me parece que se juega el futuro de la derecha. En construir una que sea efectivamente capaz de confrontar una mirada ortodoxa en materia económica y social. Que francamente está desactualizada y nos tiene enclaustrados.

No sólo Evopoli es un actor nuevo en la derecha. También lo es José Antonio Kast que está tensionando a la derecha. ¿Cómo ves el futuro de la derecha?

El fenómeno José Antonio Kast responde a tres cosas. La primera, es que cuando habla de temas de seguridad, le habla al chileno promedio que desapareció de las discusiones de la elite. Fíjate que en los debates presidenciales los temas de la salud pública, las pensiones y la seguridad, prácticamente no aparecieron. De lo único que nos tenían debatiendo era sobre el aborto y la eutanasia. Qué empieza a pasar, el ciudadano y sus problemáticas, comienza a sentir que la elite política del país no les habla a ellos. Entonces cuando Kast habla de seguridad, le está hablando a ese grupo de personas que hoy no está en el debate público.

Ahí hay un fenómeno que nos tiene que invitar a quienes creemos que José Antonio Kast no representa una alternativa de futuro, en cómo le hablamos de los temas sociales al país. Y cómo recuperamos la agenda y nos dejamos de hablar del negacionismo.

Segundo, el fenómeno de Kast, está haciendo el trabajo de ir a distintas partes del país a entusiasmar personas. Cuando los partidos y sus liderazgos dejan de estar con sus adherentes, simpatizantes y la gente de a pie, obviamente comienza a producirse un vacío. Yo siento que el gran desafío de los partidos de centro derecha, es cómo vuelven a generar ese trabajo.

Y lo tercero, me parece súper importante, y en esto José Antonio Kast lo sabe hacer y se está aprovechando del contexto. Cuando el gobierno no tiene una posición clara en materia de objeción de conciencia, cuando no tiene una posición tan clara en materia de orden público en la Araucanía, o en temas como de identidad de género, obviamente empieza a haber gente que creyó en el Presidente Piñera, pero que hoy día cuando ven en el Gobierno estas inconsistencias, empiezan a mirar a José Antonio Kast como alternativa. Yo por lo menos creo que nosotros tenemos que volver a empujar el programa de gobierno, que fue el que logró un encuentro entre distintos sectores de Chile Vamos y que fue lo que empujamos para llegar al gobierno. Un discurso claro en materia de familia, de respeto a la vida, con énfasis claros en temas sociales, con visiones muy reformistas en materias de salud, de prevención social y con un énfasis muy claro en fortalecer las regiones, las comunidades. Yo no puedo entender que a esta altura no hayamos presentado la red de clase media protegida. Yo no lo puedo entender, no sé qué estamos esperando. La responsabilidad nuestra para que no crezcan las posiciones extremas, es volver a hablar de los temas sociales. Y por último hacer el trabajo de llegar a las distintas localidades del país y entusiasmar a la juventud, a los dirigentes sociales. Ese trabajo territorial que hoy día la centro derecha a veces lo abandona, salvo en tiempos de campaña.

¿Por qué es extremo José Antonio Kast?

Yo tengo una mirada distinta de J.A. Kast respecto de cómo él concibe la historia reciente de Chile. A mi me parece que la condena a las violaciones a los derechos humanos no se puede disociar de los gobiernos en donde estas se desarrollaron. Pero mi problema más de fondo con José Antonio Kast, es cuando él le regala a Bolsonaro El Ladrillo de los Chicago Boys. Eso quiere decir que para él, el futuro de Chile se juega en volver a los planteamientos económicos de los 90′. Y como te habrás dado cuenta yo creo que eso es un error profundo. Yo creo que nosotros, entendiendo que el contexto es distinto, tenemos que ser capaces de renovarnos en materias económicas y materias sociales. No tener a los chicagos boys de apuntes de nuevo, sino que tener miradas mucho más sociales, mucho más solidarias. Yo me siento más interpretado por la economía social de mercado alemana que por los Chicago Boys. Y por lo tanto, obviamente ahí tengo una diferencia de fondo con lo que haríamos estando en el gobierno.

¿Esa pelea ideológica en la derecha es nueva o data de más tiempo hacía atrás?

Yo creo que en los 90′ esa mirada de los Chicagos y del modelo neoclásico en materia económica era única, incuestionable e irrefutable. Yo creo que han ido apareciendo voces de las cuales yo me siento parte, y que critican y dicen que la renovación de la derecha tiene que ir por renovarse en estos planteamientos. Abrirse a un rol más activo del Estado, a la participación de los trabajadores, el fortalecimiento de los sindicatos, cómo congeniamos mejor el medio ambiente con el desarrollo económico. A que no todo se juega en el crecimiento del PIB. La última palabra no la tiene el PIB, sino que la tiene el desarrollo humano. Ahí hay toda una crítica que hemos levantado muchas personas y que queremos separar de la derecha de Chicago. Queremos construir una derecha que es capaz de hablar de temas sociales con una profundidad y sustentabilidad económica distinta. Ese es mi problema con este segundo aire del pinochetismo y este segundo aire de los Chicago Boys. Por ahí no va el futuro de Chile.

¿En qué momento de tu vida empezaste a cuestionar estos paradigmas económicos y el pinochetismo?

Cuando estuve en la universidad, evidentemente había una derecha, que yo le llamo la derecha tradicional, que era una derecha que creía que todo se resolvía con gestión. Que los temas relevantes eran generalmente ecuménicos, que estaban más preocupados del Excel y no del Word. Ahí nosotros levantamos en derecho una tercera alternativa, a la de la derecha y la de izquierda. Y ganamos por 6 votos, lo que fue un acontecimiento. Yo te diría que para mí ese fue un primer germen de decir “yo no me siento parte de una derecha tan economicista, tan tradicional”, que en el fondo cree que todo se juega en gestión. Ahí empecé un proceso de lectura que terminó en que yo me fui a estudiar mis posgrados a Alemania. Ahí tomé contacto con todo lo que es la escuela de Frankfurt y una mirada mucho más social de la economía. Empecé con un rollo mucho más de fondo donde fui dándome cuenta que hay ciertas cosas que en Chile están como dadas, que no son tan así. Por ejemplo, en Alemania tú no puedes tener más de 3 sucursales de una farmacia. Y nadie creerá que Alemania se rige por el socialismo. Aquí en Chile tenemos dadas ciertas premisas económicas que son super discutibles y que en la derecha eran como un tabú. Si tu lo hacías estabas en una distorsión de mercado. Yo me empecé a dar cuenta que había un mundo de posiciones económicas y sociales que no tenían nada que ver con la ortodoxia que nos tenían acostumbrados acá. Y empezamos de a poquito en Idea País a levantar estos temas, a generar discusión, empezamos a entrar en diálogo con personas que eran históricamente de la centroizquierda más moderada, como José Joaquín Brunner, Alejandro Ferreiro, Sergio Micco y Eduardo Saffirio. Y nos empezamos a dar cuenta que esta mirada tan ortodoxa era sumamente discutibles. Ahí empezamos con un grupo de personas a generar un cuestionamiento muy de fondo. Nosotros en Idea País lanzamos un libro que se llamaba “Hay en Chile una economía social de mercado”, haciendo una crítica de que en la derecha muchas veces se habla de economía social de mercado, pero a la palabra social no le ponemos toda la fuerza como sí a la palabra mercado. Ahí empezamos una crítica bien de fondo y eso ha ido avanzando.

Hay un quiebre formal en la universidad, ¿pero hay algún suceso o serie de hechos que te hayan llevado a esas reflexiones?

Lo que pasa es que ahí se formó un grupo y después yo nuevamente fui del Centro de Alumnos pero como presidente. La primera fui vicepresidente. Después fui Confederación y nos tocó ver todo lo que era el movimiento estudiantil por dentro en la Confech. Nos empezamos a dar cuenta que había una izquierda muy radicalizada, pero que efectivamente tenía un diagnóstico en ciertos temas sociales que había que entender, que había que empatizar. Y por otro lado una centro derecha que empatizaba muy poco, y que efectivamente a veces tenía una solución muy dogmática de estos problemas. Entonces empezamos como grupo, los que fundamos Idea País, y después muchos más, que decantó en Solidaridad. Dijimos “aquí hay problemas sociales reales”. Cuando dos de cada tres chilenos ganan 300 lucas al mes, tu tienes un problema social real. ¿Cómo enfrentamos eso desde las miradas tradicionales de la derecha? Y ahí entramos en un proceso de insatisfacción, que como grupo empezamos a hacer planteamientos distintos. Lo mío no es una cosa individual, sino más bien responde a un cuestionamiento que con un grupo de personas hicimos. Y en mi caso empujar a otros a armar Solidaridad.

Por eso me llama con tanto entusiasmo el programa de gobierno del Presidente Piñera, que si tu lo revisas, tiene planteamientos muy críticos en materias sociales claves. Y que creo que tenemos que llevar a la práctica, que fue eso lo que hizo que el presidente Piñera tuviera un 54% de los votos. Yo que estuve en terreno y que tuve que ir a ganar una elección en Rancagua, en los sectores populares de Rancagua, la gente creía en el Presidente Piñera porque veía que se podían hacer reformas sustentables. Si aquí el gran desafío nuestro era cómo nos hacíamos cargo de las víctimas de Bachelet. Del sin fin de personas que sufrieron las malas políticas públicas de Bachelet. Les prometían derechos sociales, pero después no les cumplieron prácticamente ninguno. Entonces cómo nos hacemos cargo de ese sentir social, la gente creyó que el Presidente Piñera y unas reformas moderadas, bien pensadas, eran el camino. Pero lo que no nos puede pasar, es que nos descuidemos de ese desafío social, que es donde yo creo que se juega el futuro de la centro derecha. Mientras sigamos comprando o llevando apuntes a aquellos que creen que la gran renovación de la centro derecha pasa porque seamos más despeinados en los temas sexuales y le sigamos hablando a un nicho de gente y no nos hagamos cargo de las reformas sociales que hay que hacer, para responderle a las víctimas de Bachelet, francamente te digo que no vamos a dar el ancho de lo que espera la sociedad chilena de nosotros.

Diste como ejemplo el tema de las farmacias en Alemania. ¿Es la concentración de riquezas el origen de la desigualdad en Chile?

Acá hay tres problemas graves. Uno es eso, nosotros tenemos demasiada concentración de los mercados y las riquezas. Eso hace que muchas personas que quieran emprender se enfrenten a verdaderos muros. Por lo tanto, el discurso de la meritocracia que es fundamental para el futuro de Chile, encuentra ahí un talón de Aquiles muy relevante. Tenemos que crear espacios para que la sociedad pueda generar sus emprendimientos y ser competitivos.

Segundo tema gravísimo, es el nivel de endeudamiento en el que viven las personas. Nosotros algo tenemos que hacer para combatir los niveles de endeudamientos que viven las personas en Chile.

Y lo tercero, que me parece muy grave es la concentración territorial. No puede ser que la inmensa mayoría de la riqueza se quede en Santiago. Porque eso además de ser una tragedia geopolítica, es una tragedia desde el punto de vista del desarrollo de las regiones.

¿Qué modelo entonces crees que es necesario para revertir estas situaciones?

Yo creo en una economía donde tenemos personas capaces de desarrollar emprendimientos, pero que puedan competir sin tanta concentración de mercados. En segundo lugar, yo creo en un Chile de propietarios, de personas que tienen posibilidades de surgir con empresas propias y no permanentemente endeudados. Y en tercer lugar, un Chile regionalizado pero de verdad, con regiones fuertes, con identidad, con proyectos propios. Porque de otra manera no veo que podamos surgir socialmente como a mi me gustaría. Y en eso con la derecha tradicional tenemos diferencias. Para ellos la concentración de la riqueza es la consecuencia de agentes más competitivos que otros. Yo creo que eso no es así.

Hablaste de la meritocracia y me acuerdo de inmediato de la columna de Daniel Matamala de este domingo. ¿Estás de acuerdo con la crítica hacía la clase política que opinan y deciden sobre la educación pública viniendo de la privada?

Mira yo creo que una de las tragedias que está viviendo Chile es el retroceso de su educación pública de excelencia. Como es el Instituto Nacional y el Carmela Carvajal. Los malos resultados que se obtuvieron en las últimas mediciones, a mi me parecen una cosa muy grave. Entonces cuando tu piensas en los liceos de excelencia, especialmente en las familias más vulnerables, es la esperanza que ven muchos en tener una buena educación e ir avanzando en sus posibilidades.

¿Y de quién es la culpa?

Yo soy de los que creen que en los grandes retrocesos que ha sufrido la educación pública de excelencia, son principalmente los líderes del movimiento estudiantil, con su retórica igualizante. Además acuérdate que muchos de estos rectores reclaman por la cantidad de horas que se perdieron en las famosas tomas y paros. El movimiento estudiantil, que los señores Jackson y Boric, tienen como un hito de origen. Ellos en algún momento van a tener que responder ante la historia y la sociedad chilena, de por qué los liceos de mayor excelencia, no hoy día, sino de la historia de Chile, han sufrido un retroceso por culpa, no sólo de sus planteamientos, sino que también por la manera en que ellos levantan sus demandas. Que creen que porque algunos pocos tienen un planteamientos que hacer, se pueden tomar la educación de todos. Dicho eso, yo creo que el sentido común más básico, evidencia que cuando una persona opta por un establecimiento educacional, no está optando por cualquier cosa. Está optando por la esperanza de una familia completa. Por lo tanto eso del azar, que al final es el algoritmo en último término, tenga mayor o igual valor que el esfuerzo académico que esa persona, es algo que pocas personas pueden entender. Porque cómo va a ser un modelo escolar en donde una persona que se esfuerza, esfuerzo que se expresa en su rendimiento muchas veces, estén en la misma posición que alguien que no y que la que resuelva el problema sea el azar. ¿Cómo el esfuerzo académico está al mismo nivel del azar? Y eso es francamente algo que yo no observo en otros países del mundo. Este famosos algoritmo igualizante, que implementaron en la Ley de Inclusión se emplea en Boston y en Amsterdam. Dos ciudades que están a años luz de lo que es la realidad chilena. Entonces pretender creer que un sistema igualizante como ese es el camino para resolver el problema de la desigualdad, a mi parece que no es el camino.

¿Y sobre lo que dijo Matamala?

Tiene un punto. Y es que efectivamente aquí hay muchas personas que teorizan desde sus posiciones de privilegio sobre lo que hay que hacer en los temas sociales. Pero a mi me encantaría que con la misma fuerza entonces Matamala nos aliente a que en las discusiones públicas, en los debates presidenciales, los temas que copan la agenda no sean los intereses de ciertos grupos que les gusta discutir sobre Chile tomándose un Aperol (no tengo nada en contra del Aperol). A mi me encantaría que cuando haya un debate presidencial, o en estos programas en donde entrevistan a los políticos, alguna vez les preguntan “¿qué vamos a hacer con la ficha de protección social?”, “¿qué vamos a hacer con la salud pública?”. ¿Vamos a fortalecer los centros de atención familiar en las comunas rurales? Entonces gracioso que él diga, “oye, aquí esto lo teorizan personas, pero pareciera ser que la opinión pública gira más bien sobre los temas de la elite que de los chilenos y chilenas”. Entonces ojalá en eso también haya una coherencia. Ahora, yo soy de los que cree que la reforma al sistema de admisión escolar, tiene que ver con observar en la realidad ciertas cosas que hay que perfeccionar. Si los defensores del legado de Bachelet creen que el sistema es la quinta perfección de la humanidad y no hay nada por mejorar, me parecería una cosa muy curiosa. Yo personalmente en mi distrito observé como un niño con necesidades especiales entró a la tómbola y no quedó en el establecimiento que quería, porque el establecimiento en el que quedó no tiene capacidad de hacerse cargo de su situación. Sé lo que significa que dos hermanastros queden en dos colegios distintos porque el algoritmo hablaba de hermanos de sangre y no hermanos políticos. Sé lo que significa para una chiquilla con promedio 6,7 que quería estudiar en el Liceo Oscar Castro, y quedó afuera por la tómbola, en desmedro de personas que no tenían el mismo esfuerzo académico. Yo francamente creo en un modelo que premia el esfuerzo académico y no que es ciego.

Cuando uno los escucha hablar, parece que se enfocan mucho en los liceos emblemáticos. Y poco se escucha hablar sobre el resto de los liceos y educación pública. Y volviendo a la columna de Matamala, hay un punto que hace mención a la presencia de ex alumnos de la educación pública que ha disminuido en espacios de tomas de decisiones, como por ejemplo el parlamento. ¿Cuantos institutanos hay hoy en el parlamento en comparación a los 90’?

En materia de excelencia obviamente los liceos emblemáticos por su tradición e historia, se les reconoce, obviamente la tienen, al igual que en regiones. ¿Pero cuál es el argumento de la izquierda? Que aquellos que tienen mejores condiciones tienen mejores rendimientos. Si eso fuera así, los liceos emblemáticos concentrarían dentro de los sectores medios a aquellos que tienen mayor cantidad de ingresos económicos y eso no es así. Dentro del Instituto Nacional existe una diversidad tremenda de realidades socioeconómicas. Porque qué es lo que pasa en la realidad, las familias vulnerable se esfuerzan por lograr que sus hijos logren entrar en los liceos Bicentenario porque eso les permite tener educación de calidad.

Entonces, yo creo que la solución de la educación chilena no pasa por cortarles la cabeza, o como decía el ministro Eyzaguirre en su inteligente ideología de los patines. No se trata de quitarle los patines a los liceos emblemáticos y tirarlos para abajo, que es lo que han ido haciendo. Cuando tú me dices que hoy día la gente del Instituto Nacional y el Carmela Carvajal han bajado su presencia en los escenarios de toma de decisiones, es por esta retórica igualitarista, esta lógica de los paros y las tomas que han empujado con tanta fuerza los líderes del movimiento estudiantil que hoy día tienen representación parlamentaria.

Pero los paros y tomas han sido los últimos 10 años.

Por eso te digo, ese mito de origen que ellos esgrimen del movimiento estudiantil, tiene un lado B, que es que por defender la educación pública terminaron por debilitarla cuando hay ciertos sectores de izquierda que creen que para defender sus puntos de vista se pueden tomar el establecimiento educacional. O sea, para marchar 5 o 6 veces en el año, se toman meses la universidad y el colegio.

Dicho eso, yo  creo que la solución en materia de educación pública no pasa por cortarle la cabeza a los liceos de excelencia, sino fortalecerla, mejorando los sueldos a los profesores. Los sistemas escolares dan lo que sus profesores son capaces de dar y hoy en día los profesores tienen tal nivel de precariedad, tan malas remuneraciones, incidiendo en que haya bajado la gente que quiere estudiar pedagogía pese a todos los estímulos e incentivos. Y uno se empieza a preguntar por qué y es por las condiciones laborales y las remuneraciones que son pésimas. Cuando uno habla de mejorar los liceos municipales, que pasarán a ser liceos centralizados del Estado, esto pasa por mejorar el aula y eso pasa por mejorar las condiciones laborales de los docentes y nadie se atreve a decirlo. Es mucho más fácil decir, “oye mira hagamos un sistema de admisión al azar donde cada uno escoja”.

Y lo otro que ha hecho este gobierno y es relevante. Cuando tu dejas de hablar de educación parvularia, las diferencias y dificultades que se generan en un niño los primeros 6 años de su vida son fundamentales. Y aquí en Chile donde había una desigualdad brutal, era en la educación parvularia. Por lo que el esfuerzo que está haciendo el gobierno del Presidente Piñera, con kinder obligatorio, subsecretaría de educación inicial, el post natal de 6 meses y la sala cuna universal, es equiparar y generar condiciones desde los primeros 6 años.

Pero las salas cunas universales son del primer gobierno de Bachelet.

Claro, pero esto ha sido una evolución. Nosotros dijimos postnatal de 6 meses. Sala cuna universal es una propuesta que salió de todos los sectores políticos, pero el programa de gobierno del presidente Piñera es quien lo ha llevado a la práctica. Ha presentado el proyecto que es muy potente. Primero, con responsabilidad, lo pagan tanto hombres como mujeres y segundo, hay un criterio de solidaridad. Lo paga también el que no lo usa y esa es  la derecha en la que yo creo, la derecha que piensa en el principio de solidaridad. Porque es un principio moderno y social que se pone en pugna con los modelos más ortodoxos de la derecha, pero bienvenido sea, si todos somos responsables de todos.

¿Y estás de acuerdo con que ese criterio opere también en la educación superior?

Yo creo que nosotros  tenemos que ir avanzando en la mayor cantidad de capacidades para que todos puedan estudiar con gratuidad. Pero, ¿cuál es el error de la gratuidad universal? Creo que en eso tenemos una diferencia con la izquierda, que la gratuidad universal sugiere que por ser la educación un derecho social tiene que pagarla el estado. Porque al fin de cuentas la gratuidad no existe, lo que hace es traspasar el pago desde la persona que se educa al estado. No es que deje de pagarse o que las universidades dejen de tener costo. Entonces yo creo que la gratuidad universal es sumamente regresiva porque hace que aquellas personas que sí están en posición de pagar su educación terminen siendo financiados por el estado y yo francamente no encuentro argumentos de justicia y mucho menos en un sistema como el chileno que no tiene el presupuesto para hacerse cargo de una cosa como esa, para que un tipo que puede pagar su educación termine siendo beneficiado y se la pague el Estado.

En esto último la izquierda tiene un talón de Aquiles. Nosotros lo que tenemos que hacer, y  por eso estamos generando gratuidad para el 70% de la educación técnico profesional, que había sido postergado para la izquierda. Y además para el 60% de establecimientos de educación superior, es que todos aquellos que no estén en capacidad de financiar su educación, que el pago no sea una barrera de entrada. Pero de ahí a sostener que los sectores acomodados tengan que ser financiados por el Estado, no lo entiendo y no encuentro el argumento de justicia que ellos dicen tener para eso.

¿Cómo se puede pensar en un país más justo cuando se mantienen estructuras que generan segregación de élite, por ejemplo, los colegios privados que eligen a las familias que ingresan?

Eso se acabó, las nuevas reformas a la Ley de Inclusión no cambian nada el hecho que no puedan haber criterios de selección o admisión discriminatoria. Cuando se habla de las entrevistas, si la entrevista es una herramienta de elección, en ese mismo momento se pone en pugna con las leyes generales que dictan que es discriminatorio.

¿Y eso corre para la educación particular?

Es una ley de la nación, nadie puede aplicar criterios discriminatorios para dictaminar la  admisión de una persona y la Superintendencia tiene el deber que se haga cumplir. Yo creo que el desafío de Chile es cómo hacemos que la educación pública sea realmente de calidad. Yo he dado algunas pistas, mejorar las remuneraciones de los profesores y sé que en la derecha en eso no hay acuerdo. Algunos creen que no es importante, pero para mí es fundamental. Por lo tanto, si es que el día de mañana la educación pública es de calidad y excelencia, que subsistan proyectos particulares, para mí no es problema. El problema es que la educación pública está en deuda y eso debemos trabajar fuertemente para que sea realmente el centro y corazón de la educación chilena y no solamente para algunos.

¿Se puede alcanzar una sociedad igualitaria teniendo enclaves y concentración de riqueza, cultural y social en los colegios particulares?

Yo creo que sí. Cuando era dirigente estudiantil dentro de la PUC había una fuerte concentración de estudiantes que venían de los colegios particulares pagados, lo que actualmente se ha ido revirtiendo. Si bien todavía existe una predominancia de ellos no tiene que ver con quitarle los patines a algunos, sino que el desafío es cómo hacemos que más personas de la educación pública tengan educación de calidad y que vayamos avanzando hacia arriba, sin cortarle las cabezas a algunos. Soy optimista al ver cómo ha aumentado la matrícula en universidades de excelencia en Chile y francamente, si veo que las políticas son correctas, se van estimulando los institutos de excelencia, vamos valorando el esfuerzo académico, vamos generando mayores posibilidades.

Si uno mira los niveles de pobreza  y desigualdad que teníamos a comienzo de siglo pasado y en los ´90 y lo que tenemos hoy día, yo creo que hay que ser muy deshonesto intelectualmente para no reconocer que ha habido un avance. ¿Significa eso que en Chile no hay concentración? No, efectivamente hay un déficit y desde la derecha tenemos que hacernos cargo de cómo corregirlo en el mercado, pero no creo que la solución pase por quitarle los patines algunos, sino por intentar darle las oportunidades a todos.

¿Estás de acuerdo con que la educación es una industria como dijo Piñera?

Yo creo que la educación es lejos el mejor espacio de interacción y mérito que puede tener la sociedad chilena. Por lo tanto, yo creo que es un espacio de encuentro en donde tenemos que ir generando las condiciones para que todos puedan tener más oportunidades.

¿Pero es una industria o no?

Yo creo que el presidente Piñera lo que quiso decir, es que en definitiva la educación es e motor para que muchas personas puedan salir adelante y encontrar las posibilidades del futuro. Quizás la metáfora pudo haber sido mejor.

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