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Música

2 de Mayo de 2019

Crítica: “Alvaro: Rockstars don´t wet the bed”

"En Chile, salvo honrosas excepciones, Álvaro es subestimado no sólo por la industria y crítica musical sino que también por los propios músicos nacionales. Lo ven como un personaje, como un payaso incluso. Por su parte, Álvaro no ha hecho nada por mejorar su imagen, todo lo contrario, la ha hecho más iconoclasta, más híbrida".

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En Chile, y quizás en todo el mundo, lo que más consume el público en el ítem ocio es la música, películas, videos y seriales. De ahí la importancia del festival de documentales musicales In-Edit que pone en valor la música y el audiovisual, uniéndolos, volviéndolos a la “pantalla grande”, buscando un rescate profesional de la historia y vidas de músicos y bandas chilenas y mundiales.

Quiero comentar el extraordinario documental recién estrenado en la versión In-Edit 2019 “Alvaro: Rockstars don´t wet the bed” de la dupla Jorge Catoni (director) y Milton Izurieta (productor). Extraordinario porque no es fácil “editar” a Álvaro Peña, contradictorio cantante y compositor cuya música está ligada al Valparaíso de la bohemia porteña de los años ´60 (donde participó como saxofonista en grupos como los Challengers y los Boomerangs), a la Inglaterra del punk de los ´70 (donde tuvo un rol pionero en la casa okupa de donde surgieron The Clash y otros grupos de la contra contracultura), a la ordenada Alemania de los ´80 del lago Konstanz ( donde actualmente reside) y a la espiritualidad atemporal de la India a la cual Álvaro -despojado de la nacionalidad chilena- conoció como paria, a través de los templos de los Krishna en Londres, espacio en donde encontró comida para el estómago y energías para su espíritu y la libertad para crear desde lo holístico. En el documental dice, “mi mesa es el suelo”.

En Chile, salvo honrosas excepciones, Álvaro es subestimado no sólo por la industria y crítica musical sino que también por los propios músicos nacionales. Lo ven como un personaje, como un payaso incluso. Por su parte, Álvaro no ha hecho nada por mejorar su imagen, todo lo contrario, la ha hecho más iconoclasta, más híbrida. Eros y Tánatos detrás de la máscara. Ese es su espectro, desde “Bebiendo mi propia esperma” hasta “Viendo cómo se descongela el refrigerador”. La prensa en cambio, ha puesto atención a su historia. Y es que en el mundo del cine, los documentales, de los libros y periódicos el personaje principal “que pierde” es tan atractivo como el héroe. De ahí que éste no es el primero de los documentales realizados sobre Álvaro Peña. Ya había meritorios trabajos realizados, como el de Alejandra Fritis desde Valparaíso y “Alvaro Full Dedication” hecho por alemanes, país donde reside. Por todo esto el desafío era aún más alto. El resultado la verdad que sorprende. Quizás porque los realizadores vienen de la comuna de Puente Alto, vienen con el hambre del paisaje gris, hambre que genera la necesidad de un paisaje interior espiritual, paisaje al que se aferra Álvaro, paisaje interior donde la vida y la realidad estampa sus balas. A propósito de esto, menciono aquí también la sutileza del afiche promocional del documental, donde Álvaro desnudo enfrenta la cámara, lleno de “orificios” de su propio logo musical. Desde Bonnie and Clyde que no veía un cuerpo tan acribillado. Su rostro recuerda también al de William Burroughs, que es el rostro de los que mueren siempre jóvenes y luciferinos, de aquellos que han movido las fronteras del arte “más allá del bien y el mal”.

Había también otro desafío ya que desde los años ´90 que Álvaro viene regresando a Chile para cantar aquí sus canciones. Desde esa época viene también repitiendo su historia a diestra y siniestra, hasta el cansancio. ¿Cómo no repetirse si el personaje principal se repite a sí mismo? ¿Cómo sacarle partido si al propio Álvaro no le gusta la palabra arte?:“ Yo fui a Europa a destruir el arte, pero el arte no se puede destruir. Puede incluso convertirse en un monstruo gigante que te devora”.

Esa es la gran virtud de este documental. ¿Cómo hacer que todas estas piezas encajen para contar una historia emocionante del payaso, el compositor, el baladista, el innovador, el nihilista, el narciso, el punk, el vegetariano? Muecas, imágenes del pasado, tocatas a media noche, Valparaíso como submundo abismal, bailes frente a la cámara, confesiones desde la cama, todo un crescendo como una semilla germinado al sol para ir apuntalando a un letrista que se arranca con los tarros, que pone sus experiencias como centro del universo . Entonces vemos a un sastre de la vieja academia de Valparaíso quien con toda la solemnidad de su oficio le toma las medidas para hacerle una camisa con un saco de harina. Vemos al propio Álvaro convertido en un anciano senil en algún asilo del futuro cantando y al mismo tiempo fugándose del asilo con su preciosa balada “Ya no soy tan joven”. Todo esto es lo que han podido equilibrar en la balanza los autores del documental, que ya habían mostrado su talento con su anterior y premiado trabajo “El Parra menos Parra”.

Sabemos que a Álvaro lo salvarán sus discos. Pero este documental pondrá en valor sus discos y su vida. Será el éter donde Álvaro y sus elementos (tierra, fuego, aire, agua, sangre, eros y tánatos) dancen de la mejor manera. Eso es lo que debemos agradecer al ojo luminoso de Jorge Catoni. El jurado del festival no eligió este documental para el premio principal. Pero el equipo de In Edit hizo algo muy inteligente para realzar su propio festival y su historia. Lo premió por su lado, en un hecho inédito, como su propio nombre.

Revisa el trailer:

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