Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

8 de Mayo de 2019

El devenir mapuche de Juan-Enrique Blümel Mac-Iver, Consejero Regional de Evópoli y hermano del ministro SegPres: “Soy mapuche liberal de derecha”

Juan Enrique Blümel es derecha por familia directa y mapuche por su bisabuela paterna, Rosa Ancán, hija y nieta de líderes históricos de Boroa que lucharon en la “Pacificación” de la Araucanía, que huyó junto a su amante alemán, el misionero Santiago Blümel, por la incomprensión y los estragos que había dejado la guerra. Aquí, el bisnieto revive esta historia de amor secreta y explica cómo descubrirla lo ha llevado a un “proceso de mapuchización” de su propia identidad. También despliega sus ideas políticas sobre el liberalismo mapuche, analiza el voto de Evopoli en la región (donde tienen dos senadores y dos diputados, la mitad de su plantel legislativo) y opina sobre Alfredo Moreno, el ministro interétnico del gobierno que se quedó, según afirma Blümel, sin escenario político donde moverse.

Diego Milos S.
Diego Milos S.
Por

El año pasado se instaló la idea de que Alfredo Moreno venía con una nueva apertura y una mayor disposición a dialogar. Pero la muerte de Catrillanca se volvió inmanejable, los agricultores lo declararon “persona non grata” en La Araucanía y el Plan de inversiones para impulsar la economía de la región se fue “al carajo”, como dijo hace poco Aucán Huilcamán. ¿Cómo ves al ministro hoy?

El ministro sigue teniendo disposición a conversar y a aprender, pero se lo comieron los halcones de los dos lados. Lo noto desanimado y me da un poco de lata porque Moreno era una buena contraparte. Normalmente se dice que el Estado es el que no tiene contraparte mapuche, ahora es al revés.

Es difícil estar entre dos aguas en la política mapuche. ¿No?

Creo que así es la política en general, el medio siempre pierde. Me cuesta entender qué es el centro, creo no existe, por eso la posición de la DC es tan difícil, no son de ninguna parte y los tironean de todos lados. Normalmente el mundo mapuche se divide entre los amigos de los winka y el resto de los mapuche. Yo no sé en qué posición estoy, no soy muy amigo de los winka.

Pero militas en un partido winka.

Pero eso no me hace amigo.

¿Crees que Moreno sabía realmente en lo que se estaba metiendo?

Creo y espero que sí. Los chilenos que apoyan la causa están bien informados, pero su sentimiento respecto a las reivindicaciones mapuche es distinto al que puede sentir un mapuche, porque los mapuche tenemos una relación personal con el conflicto. A mí la verdad es que me parece más importante que los chilenos entiendan cuánta diferencia hay entre la manera de ver el mundo de un mapuche de la de un no mapuche. Muchos piensan que son chilenos, “piensan igual que nosotros, hablan igual que nosotros y para ellos son importantes las mismas cosas que para nosotros”. Y no es verdad, son culturas distintas.

EL CAPUCHINO Y LA PRINCESA

¿De dónde viene el odio al mapuche?

A mí personalmente me ha tocado poco odio. He tenido algunos conflictos en RRSS que son más contra el estereotipo que contra mí. Pero para responderte, creo que el mapuche es un signo de contradicción. A muchos chilenos los enfrenta a un pasado incómodo. Las clases medias y los sectores populares tienen el conflicto de haber hecho la guerra, y reconocer que el pueblo mapuche tiene razón en reconocer que sus antepasados estaban equivocados y que pelearon por algo injusto. Y esa contradicción tiene una raíz religiosa muy fuerte: los pecados de los antepasados se transmiten a las generaciones futuras. Yo personalmente no creo eso, pero la sociedad en alguna parte lo cree.

Y por el lado mapuche, se transmiten los dolores.

Sí. Es súper inconsciente. Yo creo que de ahí viene el silencio de mis antepasados. Mi abuelo tuvo hartos hermanos, y nunca les oí nada de sus raíces mapuche. A una tía que está viviendo en Cunco su mamá habló de esto solo cuando se estaba muriendo.

¿Cómo llegaste a interesarte por el mundo mapuche?

En 2010 empecé a leer de historia mapuche. Me impresionó que Bernardo O’Higgins hablara mapuzugun perfecto, y sin haber vivido nunca en la Araucanía. Su papá, Ambrosio, también tuvo una relación muy cercana con los mapuches. A raíz de eso llegué a Bengoa y su libro Los antiguos mapuches del sur (Catalonia 2004), acerca del período de la conquista, que me marcó mucho.

¿Por qué?

Por el contrapunto con la historia oficial y la visión de gente como Villalobos, o Francisco Encina. No podían ser versiones tan distintas sobre lo mismo. Y luego el ruido ese: “ya, ok, los mapuches no existen”. ¿Mi bisabuela no existe? Eso es ridículo.

Pero fue sobre todo la vida en las comunidades lo que me hizo clic. Hubo cosas que me empezaron a llamar la atención cuando vivía allí, había comunidades que no tenían machi, o que el lonko era casi nominal y que había muy poca vida en común. Vi mucho desamparo.

¿Y cómo fuiste entrando a las comunidades?

Yo venía de un mundo absolutamente winka, así que empecé con un montón de respeto a participar y conversar con algunos lonko y las personas mayores, y a escuchar las historias de cómo les  quitaron las tierras a la mala, con engaños y violencia. Me marcó la historia de un italiano que, en los años 40,  con complicidad de carabineros, amarró a un lonko a un árbol hasta que firmara la venta de su propiedad. Hay cientos de historias así, y quedan un montón de cicatrices en el territorio. La estatua de la plaza de Temuco, donde los mapuches están en una posición de subordinación con relación a los colonos y los militares, o el nombre de la ciudad de Puerto Saavedra, es una cachetada a la cara todos los días. Hay plazas que incluso tienen los cañones que se usaron en la Pacificación.

A tu bisabuela, Rosa Ancán, le tocó vivir ese período.

Sí. Lo primero que tengo que decir es que mi bisabuelo Blümel no fue colono. Él llegó a mediados de la década de los 1890 como capuchino de Bavaria a la misión de Boroa, que había sido fundada muy poquito después de la guerra. En la misión conoció a las familias de dos lonkos muy importantes que habían participado en la guerra de pacificación y que donaron esos terrenos para la misión, Francisco Ancan y Juan de Dios Neculmán, suegro y yerno de mi bisabuelo. Hay incluso un Neculman que fue toki en la batalla de Boroa, en 1606, una de las más importantes victorias contra los españoles antes de las Paces de Quilín.

Entiendo que vienes de una familia de tradición guerrera.

Y por el lado materno también. Mis dos almas son muy parecidas, y las dos han sido víctimas de despojo. La cultura escocesa se prohibió durante 200 años, no se podían poner kilt (falda), les prohibieron tocar gaita y a muchos de los clanes que tuvieron liderazgos en las guerras contra Inglaterra les quitaron el derecho a tener jefe de clan. Al clan Mac-Iver lo castigaron y lo dejaron sin jefe.

Pero de tu ascendencia mapuche se hablaba menos.

Siempre hubo consciencia de que teníamos una bisabuela de Boroa. Pero lo que nos contaron estaba muy adornado con un mito familiar de que era una princesa.

Mapuche, pero princesa.

Claro, no era la hija de un lonko, era una princesa. Pero no se sabía mucho más. Mi abuelo nunca habló de su mamá. Dónde vivieron, cómo llegaron a Santiago, todo eso lo fuimos sabiendo con los años. Mi bisabuelo misionero terminó enamorándose de Rosa, y se casaron a la mapuche, él tuvo que llevársela porque el lonko Ancan estaba muy enojado y quería matar a mi bisabuelo Blümel. Se demoraron varios años antes de volver a la comunidad.

¿Y se quedaron?

No. Hubo un proceso muy largo de migración de mi familia hacia el norte, se demoraron como dos generaciones en llegar a Santiago. A mi familia le costó mucho salir del Wallmapu. Pero fue una decisión consciente de mis bisabuelos, estaba todo el proceso de despojos y los conflictos entre los colonos, las comunidades y el Estado de Chile. Yo creo que fue mi bisabuela la que tomo a decisión de proteger a los niños de toda esa violencia. Y mi bisabuelo, en un ataque de humor germano y amor por su esposa, le puso a sus hijos nombres mapuches, mis tíos abuelos Blümel se llaman Lautaro, Michimalonco, Caupolicán, Fresia, Guacolda, Galvarino. Y todos lo pasaron mal.

¿Por la discriminación?

Más bien por el desarraigo. Para un mapuche vivir fuera del territorio es muy doloroso. Yo viví tres años en la Araucanía y me tuve que volver a Santiago por razones de trabajo, y me cuesta vivir aquí, nunca me he sentido cómodo. Me imagino que es parte del proceso de mapuchización. A mí si me sale una pega en el Wallmapu yo me voy.

¿Los mapuche de allá te reconocen como mapuche?

Sí. Yo empecé a decir que yo era mapuche cuando empecé a sentirme validado, cuando empecé a construir relaciones con gente mapuche. Tú necesitas ser reconocido para reconocerte. Si yo te dijera que soy un extraterrestre, no me puedes decir que es verdad. No puedo decir que es mío, y eso no va a ser mío mientras yo no entienda la historia y no haga algo muy mapuche: apropiarme de mis ancestros y mi territorio. La cosa cambió cuando yo pude decir “sí, yo sé quienes son mis ancestros”. En general el pueblo mapuche es súper generoso con eso. Hay grandes lonkos antiguos que eran mestizos, como el Mestizo Alejo (1635-1660), que se llamaba Ñamcu. Y en el último tiempo hay un despertar muy fuerte de la conciencia de los mapuches de su identidad: yo soy un ejemplo.

¿Cómo ve tu familia tu devenir mapuche?

En mi familia materna no se habla el tema. Ahí soy la oveja negra de una familia que es la oveja negra del clan. Pero lo hablo con mis primos por el lado paterno.

¿Y tus hermanos?

Ellos son más winka. Además pasa otra cosa: el tema es una papa caliente. Y soy el único que le gustan las papas calientes.

No es que sean racistas.

No. El recuerdo familiar que hay de Rosa y Santiago es de mucho amor, entonces sentir vergüenza o rechazo sería no corresponder ese amor. La causa del silencio no tiene que ver con la vergüenza hacia lo que somos, sino hacia la derrota misma. Creo que hubo por mucho tiempo vergüenza de eso en el pueblo mapuche. Porque en el fondo fuimos derrotados en la guerra pero también en la paz, cuando nos siguieron quitando las tierras. Nos aplastaron dos veces.

¿Ha sido difícil tu proceso de mapuchización?

Mira, he descubierto que muchas cosas que yo creo de antes son en el fondo mapuche, así que la descolonización no ha sido tan violenta en mi caso. Y sobre todo me siento diferente en la Araucanía que en Santiago. Cuando volvía en bus y atravesaba el Biobío, era como volver a mi casa, “estos son mis árboles, mis ríos, mi gente”, decía. Hace poco estuve en el Willimapu (al sur del río Toltén) y me tocó pasar una noche estrellada en un bosque de raulíes y coigües, y fue increíble sentir que los árboles me estaban hablando. Se movían de izquierda a derecha, los saludé y empezaron a moverse hacia adelante y atrás. Y cada vez que voy a la Araucanía pasa algo. Yo he vivido en muchos lados, y mi casa está ahí.

 

¿UN LIBERALISMO MAPUCHE?

 

Se dice que los mapuche votan por la derecha. ¿Es tan así?

Son los colonos los que votan en su mayoría por la derecha. Y forman parte de la base de votantes de Evópoli de la región, pero no comparten el pensamiento liberal del partido.

Ellos votan por Felipe Kast.

Pero no son liberales, son y se comportan como conservadores. Creo que independientemente de casos puntuales –hay personajes con un historial de violencia súper conocido– los colonos también son víctimas. Y a muchos soldados chilenos les vendieron la pomada de que fueran a hacer la guerra a la Araucanía a cambio de sendos territorios. Hay que ponerse en el lugar de ellos, y en la cultura occidental en una época en que era bastante habitual que una nación invadiera a otra. No había DDHH ni la ONU ni nada.

¿Cómo llegaste a Evópolí?

Fue hace un año y medio, después de la primera vuelta del 2017, cuando Evópoli tomó más protagonismo, desde una derecha más liberal, menos conservadora, y que hacía mucha falta. Porque la derecha liberal desapareció después del Golpe. Lo único que había era el liberalismo económico, con la venia de los conservadores. Y faltaba la derecha que defendiera los derechos individuales, un liberalismo que se opusiera al poder sin contrapeso del Estado.

O sea eres mapuche antes que Evópoli.

Claro, pero mi familia siempre ha sido de derecha. Probablemente yo sea el menos de derecha. A los Evópoli nos dicen que somos de izquierda, y en realidad para mí no es una ofensa porque yo me considero “mapuche liberal de derecha”, no “liberal de derecha”.

¿La cultura mapuche es compatible con el liberalismo?

Sí. Pero el liberalismo mapuche es diferente al liberalismo occidental, porque  la defensa de la libertad mapuche es distinta. El pueblo mapuche siente, y hoy día sale en todas las RRSS, que pertenecemos a la naturaleza, y por tanto no podemos no disponer de la naturaleza. No puedo disponer de mis padres, por ejemplo, puedo cuidarlos, respetarlos, etc., pero no puedo usarlos. Yo estoy muy en línea con el pensamiento político de mis kuilfikiche (antepasados) autonomistas: ni con el Estado ni contra él. Los boroanos pelearon todas las guerras que hubo contra el Estado, pero también fueron a todos los parlamentos.Para mí uno de los grandes pecados del liberalismo –y tiene varios– es el neoliberalismo. Y yo soy profundamente contrario, y probablemente por mapuche.

¿Por qué?

Porque el neoliberalismo defiende el individualismo metodológico, cree que la libertad es la defensa de las libertades individuales y que el colectivismo anula al individuo. Es una de las aprensiones que hay hacia el pueblo mapuche. Pero están confundidos, yo no conozco comunidades más libertarias que las mapuches. Si la persona quiere formar parte de una comunidad, que lo haga, pero si no quiere no pasa nada. Hoy mucha gente urbana no tiene vida en comunidad y nadie puede seriamente decirle que no es mapuche.

Pero algunos los encuentran awinkados.

Sí, pero es súper injusto. Ninguno de ellos decidió vivir en la ciudad. Nos trajeron a la ciudad. De alguna manera somos exiliados. Conozco a algunos que no volverían a la comunidad, otros volveríamos felices, pero no se puede nomás. ¿Dónde metemos a 600 mil mapuches urbanos? No caben en las comunidades.

Más que liberales y libertarios, uno podría decir que los mapuches son conservadores, por el esfuerzo de mantener las raíces.

Hay una corriente mapuche muy conservadora, que probablemente es la misma que cree en la independencia. Creo que la mayoría mapuche estamos pensando en un Wallmapu autónomo, con autodeterminación, pero no separados de Chile. Lo que más se escucha en el movimiento mapuche son los más radicales. Y ese radicalismo nos hace pensar en un mapuche ideal, viviendo de la agricultura, en las comunidades y la verdad es que eso empezó a fines del siglo XIX, cuando empezó el conflicto con el Estado. Los españoles cuando llegaron lo primero que hicieron fue quemar los cultivos y la comida. Y no era una agricultura extensiva, era de consumo familiar, aunque los lof eran familias muy extendidas. En el siglo XIX y antes el pueblo mapuche vivía de la ganadería. La mayoría de los grandes lonkos de este lado de la cordillera principalmente tenían caballos y eran comerciantes, y se había desarrollado la industria de tejidos y platería Se nos olvida que la campesinización forzada del pueblo mapuche es reciente, pero la verdad es que el desarrollo del pueblo mapuche se da en los mapuches urbanos. Todos los historiadores son mapuches urbanos, aunque algunos tengan fuertes relaciones con las comunidades. A mí me gusta pensar a un pueblo mapuche mirando a su futuro.

Pero sobre todo es un pueblo con mucha conciencia histórica, y una relación al pasado muy fuerte.

Sí, y eso en los últimos años nos ha llevado a hablar no solamente de la Araucanía o el Gulumapu sino también al Puelmapu, hoy se habla de figuras como Calfucura, de Pincen. Los historiadores los mencionan mucho, y están en obras de teatro. Hay consciencia de que el Wallmapu no está en Chile y que al otro lado de la cordillera hay una historia muy potente. Y aquí hay comunidades, como los boroanos, que están muy conscientes de que una parte de ellos vivió, hizo la guerra y murió allá, en la Conquista del Desierto, como es el caso de la cantante Beatriz Pichi Malen. Sus ancestros eran de Boroa, éramos vecinos.

¿Cómo ha entrado el tema mapuche en la discusión de Evópoli?

Yo creo que al partido le ha costado entender el tema, aunque haya gente que sí entienda la necesidad de establecer un diálogo con el pueblo mapuche que sea capaz de empezar a construir soluciones. Porque ese es otro problema de la mentalidad occidental, creer que se puede llegar con soluciones prefabricadas, y en este caso la única solución que se puede ofrecer sería una manera de construir una solución. Lo que hay que hacer es ponerse de acuerdo en la manera en que lo vamos a solucionar, pero la casa hay que construirla, y entre todos, porque estamos todos metidos en el pastel. Yo creo que ha sido difícil para el Partido. A la juventud liberal clásica le ha costado más que a los más viejos, que somos más igualitarios.

¿Sí?

Los jóvenes son clásicos. Y el liberalismo clásico cree en el Estado unitario, les cuesta lo plurinacional y sienten en los mapuches un riesgo de autodestrucción del Estado,

¿Y cómo respondes a ese temor?

Mi respuesta es larga y muy política. Hoy la democracia liberal en Chile –y en el mundo pasan cosas parecidas– está en un problema de representatividad gigante. El modelo liberal del siglo XIX no da para más. Chile engordó y el traje le está quedando chico, y la solución para eso es la democracia participativa, y no es nada más ni nada menos que tener voz y voto en las decisiones que se toman en el territorio, y asumir que eso tiene consecuencias en todos los ámbitos. Hoy la solución para Chile y para el pueblo mapuche es el derecho de las comunidades de participar en la toma de decisiones de las cosas que los afectan. El problema de la democracia chilena es que las decisiones vienen de arriba, del presidente, del alcalde, del ministerio, y nunca de las comunidades.

 

“PARA YANACONA YO NO ESTOY”

 

Y a nivel de Chile Vamos, ¿cómo está la agenda mapuche?

Hoy día está más en la agenda. Los partidos de Chile Vamos formaron, desde las bases, no de las dirigencias, una comisión política mapuche para la Araucanía, de todos los partidos e independientes. Yo no soy miembro de esa comisión, porque no vivo en la Araucanía, pero los conozco a casi todos, y se está dando el desafío de establecer puentes con los partidos chilenos y el Estado, pero sin perder lo mapuche, la autonomía y la autodeterminación, la sustentabilidad y el cuidado del medioambiente, porque si no nos volvemos yanaconas, y para yanacona yo no estoy.

Y sobre la venta y arriendo de tierras indígenas en carpeta, ¿qué posición tienen?

No sé qué posición tienen ellos, pero yo tengo un problema con el asunto. Una de las características del liberalismo es que considera a los individuos como adultos, conscientes, autónomos y capaces de tomar decisiones, y negarles ese derecho a las personas y a las comunidades es poco liberal. Pero con la legislación que hay en Chile, y con el comportamiento de personeros de gobierno que han vulnerado la ley indígena que protege los territorios, con una ley que permita la venta esto va a ser una carnicería. Así que prefiero tierras protegidas.

¿Propiedad individual o colectiva?

Yo creo que hay mecanismos winka para convertir tierras individuales en colectivas, como la copropiedad, que se usa para los edificios. Pero eso tiene que ser una decisión de las comunidades.

¿Mediante el mecanismo de Consulta Indígena?

La famosa consulta indígena no es vinculante, y todo el mundo en Chile cree que lo es. Nos preguntan qué opinamos pero lo que opinamos no importa. Eso tiene que cambiar, porque ¿quién conoce mejor los problemas del territorio que las comunidades? El principal problema tiene que ver con que la autonomía se traduce en Chile como independencia, pero ese conflicto entre la unidad de Chile v/s la autonomía mapuche es un falso conflicto. No estoy inventando la rueda, lo que te digo de los derechos de las comunidades de decidir sobre lo que los afecta es una definición que dio Santos Millao hace muchos años. La autonomía y la autodeterminación es decidir la vida que yo quiero vivir y que la institucionalidad defienda ese derecho.

¿Ves alguna responsabilidad en la imagen que se presenta de “los mapuches en el conflicto” cada vez que se habla de demandas políticas?

Los medios hacen su trabajo de medios nomás. Una de las cosas valiosas que pasaron con la muerte de Camilo de Catrillanca es que se puso el tema en la mesa y hay más gente dispuesta a escuchar. Pero es difícil. Probablemente los diarios como el The Clinic sean más abiertos, aunque sea por oposición o por contestatarios, tienen más espacio.

 

Notas relacionadas