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Cultura

27 de Mayo de 2019

“Y un día Nico se fue”: Las canciones (y bailes) de mi vida

Quien disfruta del género musical sabe que se trata de un formato escapista, en el mejor de los casos fantasioso, y que debería contagiar un entusiasmo que, por estos lados, es poco frecuente. Pero esto que parece tan light, requiere una exigencia mayor en cuanto a destrezas interpretativas, dancísticas y vocales, sin contar la magnificencia […]

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Quien disfruta del género musical sabe que se trata de un formato escapista, en el mejor de los casos fantasioso, y que debería contagiar un entusiasmo que, por estos lados, es poco frecuente. Pero esto que parece tan light, requiere una exigencia mayor en cuanto a destrezas interpretativas, dancísticas y vocales, sin contar la magnificencia de puesta en escena que se le exige per se (el imaginario broadwayniano). Pero, además, el musical es un género conservador, que responde a lineamientos pocas veces transgredidos y que prefiere ampararse en esta misma suntuosidad de puesta en escena o en la efectividad de sus canciones que de cierto riesgo asociado a su propuesta artística.

Esto que necesariamente no es un rasgo negativo, me viene a colación a propósito de Y un día Nico se fue, versión local del éxito argentino cuyo mayor responsable es el coreógrafo Ricky Pashkus, y que cuenta con canciones compuestas por el líder de Miranda, Ale Sergi. Basada en el libro también exitoso del periodista Osvaldo Bazán, la versión trasandina fue una sensación en su país por la novedosa manera de deconstruir la puesta en escena tradicional del género. Y este dato es relevante porque en rigor no se trata de una adaptación local, sino que los propios cerebros del montaje original están tras esta producción con elenco chileno.

Desde su decorado minimalista, con apenas unos colgadores a los costados, unas sillas y los músicos instalados como en un concierto, la obra construye una particular relación con los espectadores, desde la mirada ficcional y la que está afuera del acontecimiento convivial (como día Jorge Dubatti), donde los asistentes pueden sentarse en sillas puestas en los costados del escenario, aparte de las butacas del frente, y también en la manera en que estos son interpelados por el relato.

Y un día Nico se fue es la historia de una ruptura, así se nos dice desde la primera frase del texto. Osvaldo (Santiago Tupper) es un tipo tímido, algo triste y que prefiere llevar su homosexualidad de manera demasiado discreta (que no es lo mismo a no salir del closet). Nos cuenta, sin saber las razones, que Nico (Hernán Contreras) se ha ido y desde ahí Osvaldo organiza retrospectivamente el relato para contarnos cómo lo conoció, su romance y la breve vida que alcanzó a compartir con él, mediada a través de pegajosas canciones.

Pero quien dirige la historia no es Osvaldo, sino que el grupo que lo acompaña. Una especie de coro griego, actores secundarios, amigos, bailarines, cantantes y conciencia del protagonista, es el verdadero corazón del montaje y quien ilustra las diferentes situaciones emocionales a través de las canciones.

Se trata de un grupo de actores muy jóvenes, de apabullante talento para el musical, los que otorgan en plenitud el desbordado telón de fondo del montaje, donde destacan los talentosos José Tomás González y Glenn López. Puede ser una pelea de box o un paseo a la playa, en el que este coro entrega un toque fantasioso que recuerda por momentos al musical de Grease y por otro a los personajes dentro de la cabeza de los protagonistas del filme Intensamente. Este grupo es comandado por el excelente Germán Pinilla, integrante del Colectivo Zoológico y uno de los actores más completos de la escena, quien interpreta al mejor amigo de Osvaldo, una suerte de cable a tierra y consejero emocional.

Sus protagonistas, en tanto, ofrecen una performance desigual. Santiago Tupper se ve dubitativo en un inicio, pero luego se afirma en ese tono melancólico del personaje de Osvaldo, mostrando vulnerabilidad y apatía. A Hernán Contreras nunca se le ve cómodo en el rol de Nico, quizás por su escaso registro vocal y porque es un personaje escasamente perfilado desde el texto.

En otros momentos, y de manera arriesgada, el montaje interrumpe su relato para dar paso al autor, o a un invitado del público, para dar ciertos mensajes vinculados al tema LGBT desde una dimensión más política. Son transgresiones muy discursivas y algo ingenuas, que poco y nada aportan a lo ya visto. Eso sí, en ese punto uno de los actores (López) hace de improvisado maestro de ceremonias con una gracia y encanto encomiable.

Estas rupturas de discurso, artificiosas o no, dan cuenta de la gran fluidez con que los argentinos se mueven en el género. Hay un oficio y audacia evidente para sostener el ritmo y la gracia de una manera que pareciera ser desestructurada, como una permanente digresión a las convenciones del musical. En eso recuerda a otro musical argentino muy original, Como si afuera hubiese nada, presentada en el GAM en 2013. Ese rasgo es difícil de apreciar en las producciones locales, donde el cálculo y lo tradicional prevalece frente la idea de “desordenar” el formato.

Y esto es porque el musical se mueve en un registro muy apegado a la fórmula, ya sea al estilo Broadway o como concierto teatralizado (el caso de Cultura Capital), y justamente acá se busca sacar al espectador de la contemplación pasiva desde la interpelación directa fuera de la historia, o con estas participaciones de invitados desde el palco. Esta idea me resuena como una posible razón de por qué esta versión es en rigor una producción argentina con elenco chileno, donde sus productores y cerebros creativos supervisaron directamente el tan acertado casting. Sin ir más lejos, la directora a cargo, Muriel Lagno, es chilena, pero tuvo una preparación en Argentina con el propio Ricky Pashkus.

Es evidente que hay un énfasis en visibilizar la situación LGBT, pero ese discurso es un poco naif y condescendiente. Si hay algo más político en la obra es el desparpajo de su elenco, sus movimientos y canciones, cuya naturalidad lo convierte en un espectáculo gozoso de principio a fin. Como lo dijo Samuel Beckett: “Baila primero, piensa después. Es el orden natural”.

Funciones en Teatro Mori Bellavista hasta el 9 de junio, de jueves a sábado a las 21:00 horas, y los domingos a las 20:00 horas.

Título: Y un día Nico se fue
Producción general: Rodrigo de Diego y Florencia Bendersky
Autores: Osvaldo Bazán, Ricky Pashkus y Ale Sergi
Dirección original: Ricky Pashkus
Dirección: Muriel Lagno
Elenco: Hernán Contreras, Santiago Tupper, Germán Pinilla, Gabriela Hidalgo, Glenn López, Sofía Galleguillos, Fran Fossa, José Tomás González, Rodrigo Escobar, Constanza Ortiz y Vicente Russo
Música original: Ale Sergi
Músicos: Claudio Fierro, Tomás Cordero, Claudio Alarcón, Daniel Zúñiga y Alejandro Salazar

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