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Entrevistas

27 de Junio de 2019

Ramón Navarro, surfista y activista: “El mar siempre te pone en tu lugar”

Hijo de pescador y celebridad mundial del surf, Ramón Navarro también es director de la Fundación Punta de Lobos, pertenece a "Parley For The Oceans" y es uno de los cuatro embajadores mundiales de Patagonia.

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¿Por qué debería preocuparnos el tema de la industria salmonera? ¿Cómo te movilizaste por esta causa?
-Yo tenía un respeto y una pasión por el sur, por la zona de Chiloé, porque mi viejo trabajó allá por muchos años, para la fiebre del loco. Cuando pasó la crisis del salmón en el 2016, la mortalidad gigante de salmones que hubo, me impactó mucho. Ese mismo año fuimos a hacer limpieza y vimos la cantidad de basura que había en esa playa, producto del modelo de negocios que tienen las salmoneras y los mitilicultores (producción de choritos), fue algo que me chocó… Me sentí casi responsable de mostrar lo que había visto a toda la gente y esparcir el mensaje porque es demasiado injusto, sobre todo para la gente que vive allá y para los pescadores, que han vivido toda su vida en una isla tan bonita y hoy están tapados en basura.

¿Cuál es el modelo de negocio y cuál es el problema puntual que genera?
-La empresa salmonera empezó a trabajar en la zona desde los años ’80, con muy baja regulación y con cero manejo de los residuos, asunto que hoy se traduce en kilómetros y kilómetros de basura en los bordes costeros, más la cantidad de basura que está abajo del fondo marino. Eso lo involucramos en el documental, porque es lo que no se ve. Lo que uno está viendo es la basura que flota y que, de alguna manera, termina en las orillas de la isla, pero todo lo que está en el fondo marino es algo que puede ser mayor y con un impacto súper potente. Eso sin siquiera entrar en el tema de los antibióticos, de los antiparasitarios o de lo que significa introducir una especie invasiva como el salmón a un hábitat que no le corresponde. No se trata de ir en contra de un modelo que está haciendo todo mal, es preguntarse por qué lo están haciendo mal y ojalá, esperar que puedan hacer un cambio. ¿Por qué tenemos que pagar todos los chilenos el precio de este modelo de negocios que se está haciendo millonario a costa de la gente en Chiloé? La industria salmonera es el segundo negocio más grande después del cobre: exportan nueve mil toneladas de salmón al año y, obviamente, dan puestos de trabajo. Si lo miras desde afuera es muy bonito, da mucho dinero, pero ¿a qué costo?

El modelo extractivo…
-Claro, tratan de sacar el mayor provecho posible al menor costo y cero cuidado ambiental. ¿Por qué si yo tuve la suerte de vivir y de conocer un Chiloé prístino, uno de los lugares más bellos del país, con una tradición gigante, con su gente que es patrimonio mundial de la Unesco, una cosa única en el mundo, por qué si yo tuve la suerte de vivir eso, por qué mi hijo no va a poder vivirlo por decisión de los señores de los salmones, los señores de los choritos? Yo creo que es muy injusto.

¿Por qué pasa esto y nadie hace nada?
-La industria salmonera no podría haber hecho todo lo que hizo en los años 80 si no hubiera tenido el apoyo del gobierno, que sigue teniendo, llámese gobierno de izquierda, de derecha, de al medio, de arriba o de abajo. La industria salmonera, partió en Chile fomentada por el gobierno, con el proyecto Llaica, que es un acuerdo de colaboración entre Japón y Chile, que partió en los años 70 y donde el gobierno subvencionó a varios hombres de negocios de Chile para que fueran a estudiar el modelo a Japón y lo trajeran. Acá, el gobierno volvió a subvencionar todo el tema de las salmoneras y, cada vez que la industria del salmón ha tenido crisis, el gobierno y los bancos siguen financiando todo. Entonces, no es decir ‘este es un problema de la industria’, se trata de que el modelo de negocio del país que, en general, es el que apoya a las salmoneras sin tener visión de futuro.

¿Con qué te encontraste cuando hiciste el documental?
-Pena, rabia, frustración… Es muy loco que todo Chile crezca con el turismo, que incluso se hable de una revolución del turismo, mientras Chiloé sigue estancado. Para los pescadores hoy día, las posibilidades de tener un sueldo justo y de tener una seguridad laboral se traduce en emplearse en la industria del salmón, porque no les queda de otra. Y ahí volvemos al abuso de la pesca industrial en Chile hacia el mar, ha sido tanto que al pescador artesanal ya no le queda manera de vivir del mar. O sea, yo lo veo acá con mi viejo en Pichilemu, con mis tíos y yo mismo, que me considero buzo cuando el mar está bueno. Ya no quedan recursos y ser pescador artesanal implica que seas maestro de la construcción o pintor; tienes que arreglártelas como sea, porque vivir 100% del mar hoy día es súper difícil.

Tú fuiste y has sido muy crítico a la ley de pesca
-Muy crítico. Yo no soy ni científico para hablar de antibióticos ni nada, yo soy un hijo de un pescador que vi un mar rico que hoy ya no existe. La regulación que hay para los pequeños pescadores es muy alta, comparada con la poca regulación que tienen las empresas de afuera. ¿Cómo le ponen cuota a un bote pequeño de cinco metros, acá en Pichilemu y los de afuera pueden sacar tantas toneladas al día? ¿Quién los regula? Partiendo de la base que el Servicio Nacional de Pesca, que es el ente regulador del mar chileno, no tiene cómo fiscalizar porque no tiene embarcaciones. Es absurdo. No tienes que ser un gran científico para meterte a Google y ver cómo el mar está siendo depredado.

¿Qué te nace cuando dicen que el mar es de todos los chilenos?
-No es cierto, para nada, si fuera el mar de todos los chilenos tendríamos libre acceso a las playas y eso no sucede. Si fuera el mar de todos los chilenos, no habría este abuso de la pesca industrial, no se contaminaría de la manera que se hace hoy en día. Imagínate que todas las termoeléctricas y celulosas están pegadas al mar con sus oleoductos y puertos… Piensa en la cantidad de basura que se tira al mar todos los días. Si tú miras Chile y haces una radiografía en grande, te vas a encontrar con el norte de Chile y los desechos mineros y metales pesados. Después la IV y V Región con el hidrocarburo de los puertos y los grandes terminales que hay. Sigue a la VI región, que podríamos decir que está medio limpia. Desde la VII hacia abajo, te encontrarás con celulosa y de la IX y X para abajo, salmón. ¿Ese es el mar de todos los chilenos?

¿Qué te provoca cuando se habla de zonas de sacrificio?
-La frase “zona de sacrificio” está obsoleta en el mundo. Hoy existen las tecnologías para hacer las cosas bien. Es como si yo tuviera tres hijos y tuviera que sacrificar a uno y eliminarlo para que los otros dos coman. Me choca y, de verdad, con eso yo no puedo transar porque con un país con tanto potencial de energías limpias y con tanto potencial turístico, ¿por qué seguir sacrificando lugares?

EL MAR MANDA

¿Cuál es tu sueño como ambientalista y enamorado del mar?
-Una ley de protección de olas, ese es mi gran sueño. Perú tiene una que se llama “Ley de protección de rompientes aptas para la práctica deportiva” y con ella se protege la rompiente, toda la parte de mar, el borde costero y los accesos a esos lugares. Al protegerlos, también proteges la economía de una zona. En Pichilemu, cuando la persona llega a surfear, desde la señora que vende el pan, pasando por el arriendo de cabañas hasta el hotel, todos ganamos porque Pichilemu vive del turismo. Esta no es la zona de sacrificio, al contrario, estamos potenciando algo con visión de futuro. Tenemos más de 150 olas de calidad en Chile y podrían ser, fácilmente, pensadas como se piensan los estadios. Da rabia, también, ver lo burros que podemos ser los chilenos para entender la cuestión. Tiene que venir un Tompkins desde Estados Unidos a comprar hectáreas para que todo Chile desconfíe y hable pestes de él y, resulta, que nos regaló el parque más grande de la historia de Chile en una de las donaciones más grandes del mundo. Cuántas conspiraciones pensaban que estaba haciendo y ahí está ¿vamos a ser capaces, ahora nosotros, como chilenos de proteger eso?

Hay algo de exitismo y competitividad…
-Me gusta mucho hablar con ejemplos y tu pregunta la responderé así: cuando uno entiende el mar sabe que hay días buenos y hay días malos. Por ejemplo hoy, después de tormenta, no puedo surfear. Hoy, no puedo progresar en el mar, entonces entrenaré y haré otras cosas para que, el día de mañana, cuando las olas estén buenas y yo esté preparado, poder volver y avanzar. Lo mismo pienso cuando hablo de economía ¿por qué todos los días tienen que ser iguales y siempre para arriba? Mientras más alto llegues, más fuerte va a ser el porrazo. De pronto es bueno estar parejo, de repente, también va a ser bueno bajar y mantenerse, pero cuando uno va subiendo a costa del medio ambiente, va a caer, es imposible no pensar eso. O sea, es imposible pensar que el cobre no se vaya a acabar o en el colapso de los salmones. Es obvio, estás jugando con la naturaleza y con la naturaleza no se juega.

Decías que te frustraba el poco entendimiento de los chilenos con el mar. Este es un país de costas ¿en qué momento, uno le da la espalda al mar?
-Somos uno de los países más ignorantes en conocimiento del mar. Somos costa desde principio a fin y no lo entendemos y no lo respetamos; no aprendemos cosas tan simples como que el mar es el que manda. Viene un tsunami gigante y destruye, lamentablemente, miles de pueblos, hay gente que incluso desaparece y a los tres meses se venden terrenos en el mismo lugar donde pegó el tsunami. Es una cuestión que a mí me da una impotencia, una rabia, ganas de decirte ‘oye, te están diciendo dónde está el límite y todavía no entiendes’.

Pese a que somos mar, siento que hay una visión de turista, como que vivimos el mar sólo de vacaciones…
-Pena me da, qué quieres que te diga. Esa visión que tiene el chileno es ir a la playa en verano, irse al final del día y dejar un basural, lo veo todos los días en Pichilemu y en cualquier playa de Chile. En Pichilemu se hace aseo a las seis de la mañana de todo el basural que dejaron los que carretearon en la noche y se hace aseo en la tarde cuando dejaron el otro basural de los que estuvieron todo el día ¿ese es el turismo? ¿Ese es el amor que le tienes al mar de tu país? En la montaña pasa lo mismo, en los ríos pasa lo mismo, la visión de esta mentalidad ganadora que hay en Chile, como ‘me importa un carajo todo, yo quiero más plata para mi bolsillo’, esa mentalidad tan cerrada… Ya se sabe lo que hay que hacer con el plástico, se sabe cómo comprar en el supermercado, se sabe cómo reciclar, se sabe cómo hacer compost y no lo hacemos de flojos no más.

¿Cuáles son los logros que ha tenido la comunidad de Punta de Lobos?
-En Pichilemu, en el año 2003 o 2004, detuvimos -y creo que fue el primer logro medio ambiental que alcanzamos- un emisario submarino que iban a poner en La Puntilla, donde todos los desperdicios sanitarios de Pichilemu iban a llegar al frente de una de uno de las mejores zonas marinas que tenemos acá. Se hicieron campañas, marchas y participaron todos los pescadores, todo el pueblo, toda la comunidad. Se exigió una planta de tratamiento y se ganó y eso fue gigante. Después, el tema de Punta de Lobos es una de las causas más emblemáticas a nivel país, porque logramos que fuera la única ola protegida, el único rompeviento protegido. Logramos que se entendiera que esto que tenemos es un bien económico. Hicimos una campaña a nivel mundial, juntamos los fondos y compramos un terreno privado, con un desarrollo inmobiliario aprobado y listo para empezar a construir. Hoy, ese terreno es un parque para todas las comunidades. Ese ha sido uno de los logros más grandes. Después, cosas pequeñas, pero, grandes también, como eliminar las bolsas plásticas.

Pese a todos estos logros, tú has dicho que no te consideras medioambientalista…
-No, para nada, porque hay muchos temas que no manejo. Soy un apasionado por el medio ambiente, me encanta dar mi punto de vista de las cosas por lo que yo he conocido gracias a mi experiencia, pero no soy una persona que tenga estudios en el tema, que te pueda hablar de números, de las cantidades de CO2 o cosas así. Por eso me considero una persona que conoce mucho el mar y trato de respetarlo. Ese es el mensaje que tengo, nada más, más que nada como un deportista. Yo soy un deportista y vivo de eso, y a eso me he dedicado toda la vida. De ahí que tenga el coraje de meterme en todos estos temas es porque creo que se pueden lograr cosas y creo que es responsabilidad de todos los deportistas, de todas las figuras públicas y de los de la televisión: oye, si tiene un alcance tan grande ¿por qué no pueden generar un cambio? Yo creo que hay responsabilidad de cada uno de los chilenos de generar los cambios. Y si tú sabes un poquito más que el otro, comparte; si tú has vivido más experiencias que el otro, compártelas también, no cuesta nada.

Pese a no reconocerte como medioambientalista, eres director de la fundación Punta de Lobos y, también, figura de “Parley For The Oceans” y uno de los cuatro embajadores a nivel mundial que tiene Patagonia…
-Creo que ser embajador medioambiental de Patagonia es una de las grandes cosas en las que yo trabajo y muy diferente a otros modelos: a nosotros nos auspician como deportistas para buscar causas medioambientales que hay que proteger, una de esas causas para mí es lo del salmón.

O sea, si eso no es ser medioambientalista ¿qué es ser medioambientalista?
-(Risas) Es que a mí me pagan por surfear, yo soy surfista.

¿Qué gente has conocido en el tema medioambiental que te ha iluminado, inspirado?
-La Kristine Tompkins es una ídola para mí y es de la misma familia Patagonia. Por eso te decía que no me considero medioambientalista, porque todos los logros que he tenido, a todos los lugares que he llegado y los contactos que he tenido y las campañas que he podido hacer son todos frutos de mi desempeño deportivo. Que yo use mi imagen como deportista para ayudar las causas medioambientales es otra cosa. Yo soy un deportista que sigo empujando mis límites, de hacer lo que más me gusta, por esa pasión por el océano que tengo, como surfista de olas grandes.

PUNTO DE QUIEBRE

En tu primer documental, “Hijo de pescador” (disponible en la web), se cuenta tu historia, que es bien emocionante, en la voz de celebridades mundiales del surf. Tú también eres una leyenda, una celebridad…
-No me considero así todavía, falta mucho, pero, imagínate, yo crecí viendo a Kelly Slater, once veces campeón mundial y mi sueño de niño era, ojalá, un día verlo surfear y, después de años y no sólo he competido con él, sino que pude conocerlo y nos hicimos amigos, al igual que con todas esas leyendas que aparecen en el documental. Y es algo que te enorgullece igual, es algo alucinante, es algo que te dice que todo lo que has hecho siguiendo este sueño medio porfiado que tenías cuando niño de tratar de ser un surfista profesional chileno, -que era algo que no existía-, no estaba muy lejos de la realidad. Te ayuda también a tirarte para arriba en tus luchas; si pude lograr esto ¿por qué no voy a poder lograr grandes cambios? Considero que abrí una puerta en el mundo del deporte chileno en el surf y muchos niños de la nueva generación la están usando, pero también, soy de la idea que puedo abrir una puerta y dejar un legado mucho más grande que eso, que es el tema de cuidar la ola y de hacerle entender al gobierno de lo importante que es proteger la oportunidad que nos está dando el mar chileno con este deporte que es increíble, que también puede traer un bien económico muy grande para las comunidades y que, simplemente, hay que cuidarlo. Yo creo que más que ganar campeonatos y que famosos estén hablando de mí en los documentales, es la pregunta que me hago de qué legado puedo dejar. Y el legado más grande, como surfista, que podría dejar es una ley de protección de olas en Chile. Con eso, de verdad, me quedaría tranquilo.

Partiste como a los 12 años surfeando, a principios de los noventa… ¿En qué momento el surf entra a Chile? Por qué, en algún momento daba la imagen de ser un deporte medio zorrón, muy de películas gringas también…
-No, mira, el surf partió acá en Pichilemu en los años 70 con una primera generación de acá que aún sigue vigente. En los 80 empezaron los campeonatos en Punta de Lobo y en La Puntilla. Yo empecé en el año 91, 92, a meterme a la ola por primera vez. Antiguamente, era muy difícil conseguir buenos trajes o buenas tablas; claramente, era visto como el deporte del santiaguino que llegaba con sus autos y sus tablas, o los rucios o los gringos, todo muy ligado a esta onda medio zorrona que mencionas. El surf estaba más ligado al carrete y a la marihuana, entonces era muy difícil hacer entender a tu familia que tú te ibas a dedicar a esto como profesión, cuando la mayoría eran hippies de pelo largo, obviamente, fumando hierba, surfeando y carreteando los fines de semana, asunto que no era muy lejano a la realidad tampoco. Nadie se dedicaba al deporte como carrera o a tratar de vivir de eso. No sé, a mí me gustó, aluciné con el surf, nunca fui muy amigo del carrete y tenía el mar frente a mi casa, fue como algo que se me hizo fácil y se me metió en la cabeza. A los 16 años ya había campeonatos y los estaba empezando a ganar. Ahí decidí que sería surfista profesional y quería vivir de eso.

En el camino, también, tuviste varios obstáculos…
-Mis papás, mis profesores, mis amigos… Era difícil pensar que mi sueño se iba a poder hacer realidad si acá nadie vivía del surf como profesión. Mi viejo siempre me preguntaba: ¿cómo cuál surfista vas a ser?

¿Y en el colegio qué te decían?
-Surfista de wáter, me hueveaban, se reían. Fue difícil toda la básica, pero, ya en la media, cuando los profes se daban cuenta que yo me lo tomaba en serio y que yo llegaba a las 8 y cuarto y ya había surfeado, igual tuve más apoyo y eso me ayudó mucho.

¿Cuándo se produce la inflexión en tu carrera?
-El cambio para mí fue cuando terminé el cuarto medio y les pedí a mis viejos que me dejaran tomarme ese año y me fui a Hawai. Ahí se me abrieron los ojos, el año 99. Allá vi lo que era ser un surfista profesional y fue bueno y malo, cincuenta y cincuenta. Fue increíble porque vi que estaban todos los campeones, partiendo por Kelly Slater. Pero también entendí y me di cuenta, que no tenía el nivel de surf, y fue algo chocante por un lado, pero también vi otra opción: ver a surfistas que corrían olas grandes. Me dije “Chile está lleno de olas grandes, no le tengo miedo al mar, al contrario, me encanta, tengo que buscar por este camino”. Hawai fue todo para mí porque me abrió, no sólo me enseñó casi todo lo que sé de surf sino que también del cuidado medioambiental.

¿Qué es lo que enseña el mar?
-Respeto es lo que más aprendes con el mar; a leerlo, a entenderlo y a saber dónde están tus límites y eso es algo muy lejano como aprendizaje, como seres humanos. Cuando uno se maneja en el tema de olas grandes, aprendes a tener un respeto tan grande por el mar, sabes las cosas que se pueden y no se pueden hacer porque estás jugando con la vida y la muerte. Las olas grandes son peligrosas; yo he perdido amigos. Entonces, tienes que respetar la naturaleza para poder entenderla y lograr interactuar con ella al nivel de las olas que corremos. Empiezas a entender todo de una manera distinta y creo que si todos entendiéramos a la naturaleza de esa manera, sería otro planeta. Cuando uno respeta, ama, y cuando hay amor, obviamente hay cuidado. Como chilenos nos falta amor y respeto por la naturaleza.

¿Cómo conseguiste tu primer traje? Porque también son caros…
-Caros y pocos, en esos años no había mucho. El primer traje que tuve fue un traje corto que se lo compré a un amigo de acá, de Pichilemu. Hoy día en Pichilemu no me meto con traje corto ni loco, es imposible, pero para esos años era increíble tener uno. Después, el segundo traje que tuve se lo compró mi mamá a una hawaiana que estaba aquí, así que mi segundo traje fue un traje de mujer. Era rosado.

Has dicho que cuando descubriste las olas gigantes también descubriste otras cosas, que tenían que ver con el autoconocimiento y el ego. Que no es llegar y surfear en una ola gigante…
-No, para nada y todos los días son diferentes. Es lo que hablábamos al principio del tema del crecimiento económico; hay días que me siento bien y agarro diez olas y hay días que de repente no agarro ni una, porque ese día no estaba bien y mi cabeza no estaba funcionando bien. El mar te pone en tu lugar siempre. En el tema de las olas grandes, de repente un puro porrazo y casi te ahogaste y sales con tu ego por el piso. Hoy se habla más de quién es cada persona por las cosas materiales que tiene, por esa ansiedad por el mejor trabajo, el mejor puesto, el mejor sueldo, el mejor auto, lo mejor de todo. Bueno, en el mar somos todos iguales. La billetera no entra, tampoco la mejor cuenta en el banco ni el auto.

¿Hay algún logro de tu carrera que te enorgullezca particularmente?
-Haber llegado a las finales en Hawai fue el logro para mí, más importante de mi carrera porque fue producto de mucho sacrificio, y lograrlo era el sueño de mi vida; peleé más de diez años yendo todas las temporadas y pasé de ser una persona que llegó allá a trabajar, haciendo hornos de barro y vendiendo empanadas, sacándome la mierda trabajando, a competir en el campeonato más importante de olas grandes en Hawai y ganarme ese premio de la ola más grande junto con quedar quinto en el campeonato más antiguo en olas grandes del mundo. Después, para adelante, claro, ha habido muchos hitos en mi carrera que han sido importantísimos, pero, nada que se pueda comparar a lo de Hawai. Ser reconocido en Hawai es súper, súper difícil.

¿Por qué el surf todavía no es tan masivo?
-Igual la prensa en Chile comete el gran error al contar que todo es fútbol. Eso opaca mucho otros deportes, no solo el surf… El fútbol opaca todo. O sea, el mismo Tomás González, leyenda del mundo en el tema de la gimnasia y, hasta hace muy poco, no tenía auspiciadores. Hoy día el surf está creciendo mucho y está en todas partes. Creo que hay un potencial gigante por la cantidad de olas que hay acá en Chile, pero, que no se conocen por esta visión cerrada que hay en los periodistas y en todos los medios.

¿Qué tan seguido te preguntas cómo llegaste al nivel que llegaste?
-Siempre, y siempre con los pies bien puestos en la tierra trato de ser lo más normal, trato de enfocarme en lo mío. El mar hace su trabajo poniéndome en mi lugar todo el rato. Cada vez que me pregunto cómo conseguí lo que he conseguido, me siento un afortunado y trato todos los días de recordarme lo afortunado que soy al hacer lo que más me gusta.

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