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Cultura

13 de Julio de 2019

Mauricio Redolés: “La televisión es una basura y por eso hay que verla”

El músico celebra hoy en el Teatro Nescafé de las Artes su 44 años de carrera. La proyección de dos de sus documentales y un show que sacará del baúl del olvido varias de sus canciones, marcará un hito en la vida del poeta, escritor y cantante. En conversación con The Clinic habla sobre la muerte, sobre la poesía y sobre la importancia de la política pese la crisis de legitimidad que vive hoy. También, pese a la repulsión que le provoca, hace un llamado a ver televisión. Lee aquí sus razones.

Por

Cuéntame cómo estás, cómo te has sentido en el último tiempo. ¿Todo bien?

-Todo bien, gracias a Zeus. 

¿Cómo ha sido la recuperación tras el ACV que viviste en 2016?

-Más que la recuperación, el momento mismo y lo posterior fue muy duro, pero la verdad es que tampoco nada del otro mundo. Hubo un momento de perplejidad en este proceso, y eso fue complejo, pero se pudo resistir, más que revertir. Siempre con buen espíritu, con buen ánimo, con optimismo de que la cosa iba a mejorar.

Estuviste cerca de la muerte ¿cómo has asimilado esa proximidad a una experiencia tan ruda como la muerte?

-Bueno, en mi libro “Algo nuevo anterior”, hago un recuerdo de ese momento y cuento algo que a Bertoni le llamó mucho la atención cuando lo leyó y es de que la muerte me dio risa, fíjate. Me dio risa porque me pareció ridículo morirse. “¿Cómo voy a ser tan ridículo que me voy a morir?”, pensaba. O una cosa así. Miedo no me dio, pena tampoco. Lata menos, porque si me iba a morir, ni modo. Como que traté de revertir la situación y no morirme, digamos. Pensé en que no me iba a morir.

¿Y una de las maneras de revertir, ya pasado el momento, fue seguir escribiendo, seguir creando?

Lo posterior fue quizás hacer lo que siempre estoy haciendo. Tengo como una autoevaluación de mí mismo como que soy medio flojo, pero la gente que me conoce dice que soy súper trabajador. Incluso me dicen “el viejito trabajador”. Y claro, la verdad es que estoy permanentemente trabajando, pero trabajando en cosas que, por decirlo de algún modo, son también mi diversión. Entonces, como dicen los budistas: “el que trabaja en algo que le gusta, no trabaja”. Y yo la verdad es que no trabajo.

¿Y se transformó esa creación después de conocer la muerte tan de cerca?

-Yo creo que sí, porque en algún modo tú te resitúas en este tablero de ajedrez que es la vida, ¿no? Estás en un momento peón 4, alfil, dama y dices: “no me gusta”, y en realidad, esto es lo mejor que te puede pasar. Yo que quería ser rey o dama, ahora que hay tanto transgénero: El peón que quería ser rey o dama. Hay una cosa que me di cuenta dos años después del ataque, fue que si bien seguía escribiendo, estaba escribiendo, pero ya no escribía poesía.

¿La abandonaste?

-Sí, hacía talleres, tomaba notas para poemas, leía poesía, seguía vivo poéticamente, pero no como un actor en el campo de la poesía. Y empecé a reflexionar sobre eso a propósito de un encuentro casual en la calle con una persona, que es mi amigo ahora, y con quien se dio una de esas conversaciones casuales que se dan en la esquina y nos intercambiamos correos. Él nunca me dijo que era poeta, pero obviamente era una persona interesada en la literatura, un animal literario. Intercambiamos correos y como al tercer mail me llegó un texto donde él me pedía una opinión. Oye, sabes que quedé maravillado. 

¿Cuál fue tu sensación?

-Era como estar encerrado en un lado y de repente ver por dónde está la salida. O mejor dicho: vi por dónde estaba el ángulo de entrada a la poesía de nuevo. 

¿Cómo surge ese desapego a la poesía?

-Porque de una forma u otra, me había comido mucho la narrativa y creo que tengo una visión autocrítica no muy feliz de la poesía narrativa. Si bien admiro mucho la antipoesía de Parra, la poesía de… No sé, todos esos nombres que ponen los críticos, yo me pierdo en eso. La poesía conversacional, la poesía coloquial me hizo pensar que claro, eso es. Me quedé con esa sensación con el poema. Él tenía un verso que decía: “Esta plaza de Lampa se parece a una plaza de una novela de Carlberg”. Cuando lo leí dije por aquí va la cosa y sentí un alivio tan grande de poder entrar de nuevo en ese campo y escribir un poema. Y escribí un poema que se llama “Conocimiento del Águila”. Se llama así porque el tipo es de apellido Águila, no tiene ningún sentido esotérico. 

¿Y cómo fue escribir ese primer poema tras una larga pausa?

-Dije ya, y como que salí del paso: lo miré, como quien ve una criatura recién parida, miré mi poema harto rato, lo leí, lo empecé a leer en los talleres, lo empecé a enviar por correo y no te digo: “oye, que bruto, que empecé a escribir millones de poemas desde ese día”, no, he escrito muy poco, pero está ahí otra vez, está vivo.

La poesía no dejó de habitarte. 

-Claro, no dejó de habitarme pero pude recuperar eso que pensé que se lo había comido la narrativa. Es como una planta que tú no cuidas: de repente viene una zarzamora y empieza a comerse la planta. Hace dos días atrás iba con mi mujer en auto y pasamos frente a un restaurante un sábado en la noche en Las Cruces. Y el restaurante muy reluciente, muy iluminado, pero vacío. Claro, julio. Julio, un sábado en la tarde, muy vacío. En verano está lleno. Entonces me pareció un ovni abandonado, esa fue la imagen poética que se me vino a la cabeza. Me pareció un ovni abandonado. Ahí empecé a pensar en un amigo que había tocado ahí, Reverendo Du, con la doctora Jazz y las ratas de Harlem. Empecé a pensar en ellos y escribí un poema sobre esa situación: sobre pasar frente a ese lugar de la memoria, de la memoria de los habitantes de Las Cruces, pero también de mi memoria, de pasar por ahí y ver esa imagen, y decir que esto que hay acá es algo que yo logro capturar con mi cámara poética. Nada es lo que parece. Y eso es la poesía en el fondo, un juego que te permite acercarte un poco a ese lugar del lenguaje en que puedes hacer una postal o un canto general, algo, que se llama poesía. Claro, también podría haber escrito un cuento, pero fíjate que huí del cuento, huí del mero recuerdo y creo que ahí hice un poema. Esto fue hace dos o tres días atrás. Y así, si empiezo a mirar para atrás, le hice un poema que me brotó del alma a Carmen Hertz y me brotó en un momento así, fue una cosa.

¿Qué te inspira ella?

Una admiración enorme, muy profunda. Un cariño también, una identificación. Entonces lo escribí como un apunte para ver cómo lo trabajaba después y me di cuenta que claro, podía trabajarlo, podía hacer otro poema, pero el poema ya estaba completo. 

¿Y cómo sabes que algo está completo?

Como decía Alejandra Pizarnik, uno no termina los poemas, los abandona. En realidad, el poeta, y no solamente el poeta, yo diría que los artistas en general, abandonamos en un punto la obra, porque podemos seguir infinitamente dándole vueltas a la idea.

Reformulo la pregunta entonces. ¿Cuándo sientes que debes abandonar esa obra?

-Yo creo que cuando lo leo y logro salir del ensimismamiento que me produjo escribir ese poema y verlo. Y verlo como un ser recién parido, parándose en sus cuatro patas, si es un cuadrúpedo, y vacilante así. Verlo y sentir ya está.

¿Te has encontrado con obra inconclusa?

-Una vez Diana Massis me dijo: “oye, estamos haciendo una lectura de poemas en lugares emblemáticos y queremos grabarte a ti recitando frente al Palacio de La Moneda”. Y fui, grabé “Enfrentamient” y cuando lo escuché dije: “oh, me equivoqué”, me equivoqué al leerlo y corrí a buscar el libro. Y dije claro, se equivocaron al transcribirlo. Y se lo llevé a un amigo, a Lorenzo Peirano, un poeta, y le cuento mira, Lorenzo, me di cuenta que me equivoqué, me equivoqué al escribirlo, me equivoqué al transcribirlo, me equivoqué al publicarlo y me equivoqué al leerlo ahora. Él me dice no, está bien. Entonces te das cuenta que las posibilidades están siempre abiertas y el abandono también es relativo. Igual creo que es bueno de alguna forma, abandonar el texto en algún momento, la vida te va enseñando eso. 

¿Cómo lo aprendiste?

-Por ejemplo, yo me acuerdo que yo enumeraba los cuadernos donde escribía poesía. El primero fue desde septiembre del 75 hasta febrero del 76, por decir algo. Escribía dos o tres poemas diarios. Estaba en la ciudad de Birmingham, en Inglaterra, y así después empecé con el cuaderno dos, etcétera. Y de repente veo que hay poemas que nunca decidí abandonar y que si los miro hoy, están terminados. Lo que pasa es que yo los vi demasiado niños como para abandonarlos, entonces dije yo tengo que seguir escribiéndolos…

Pero en ese momento ya estaban escritos. 

Estaban terminados. Y por otra parte, si les volviera a meter mano, 40 años después, es una aberración, es como pedofilia meterse con un poema chico, un autor ya es demasiado viejo. Entonces, se lograron escapar, a lo mejor. Así como uno los abandona, ellos también pueden escapar. 

VERSE A TRAVÉS DE OTROS OJOS

Hablando un poco del tema de los documentales que se van a presentar ahora en el Nescafé. ¿Cómo te enfrentas a ti mismo en estas historias contadas por otros?

Mira, el primer documental de los dos que se presentan, el documental de Gabriela Flores y Christian Parker, ellos me llamaron un día para verlo, a un departamento ahí en Bellavista donde había vivido Andrés Perez. Me acuerdo que lo vimos muy tarde en la noche, 12 a 1 más o menos, como una hora, y que me pareció algo tan raro, me pareció algo tan… Casi obsceno, que alguien se hubiese preocupado de mí, de mi vida y la hubiese reflejado en una cinta, y que bonita era además, no porque fuera una apología de mi persona o mi trabajo, sino que porque iba reflejando un devenir. 

¿Te generó cierta euforia?

-Al día siguiente que la vi, en el Galpón Víctor Jara hubo una celebración por Nicaragua, por la revolución nicaragüense. Yo vine a cantar con una compañera, con Raquel Freire, que cantaba en La Culebrera, una canción muy bonita que se llama “El guardabarranco”. La cosa es que había bar abierto de ron nicaragüense para los músicos. Quedé como trapo, hueón, y yo creo que fue la película que me hizo decir: “wow”.  Terminé cinco días en el hospital.

Le pusiste bueno.

-Pff, imagínate. Perdí una actuación, quedé deshidratado primero, me empecé a chupar, como que no podía moverme, no podía abrir los dedos, nunca me había pasado eso. Vomité mucho y eso me deshidrató. Perdí sales, minerales, eso me provocó la primera película.

Una cosa piola.

-Claro. La segunda la hizo Len López, sobre un evento que se hizo en la cárcel vieja de Valparaíso en donde yo había actuado por primera vez hacia 40 años. Y también, claro, ya estaba curado de espanto, ya había visto la anterior.

Te habías enfrentado a la experiencia.

Claro, lo vi y me pareció bien. Además, toda esta confrontación con la memoria, que el recuerdo de la cárcel, de la celdas, de los compañeros, todas estas cuestiones, dejarlo registrado es importante porque en algún momento eso se va a esfumar en la cabeza de uno, o uno se va a esfumar con su cabeza. Creo que es muy importante tener ese tipo de registro y yo creo que lo que hizo Len cumple en muy buena forma el registro de ese momento, de la cárcel y de esos que estábamos allí. Bastante parcial, porque la cárcel la habían demolido, en parte, y habían construido una cuestión rarísima que parece mall. No quedaban las celdas tal y como las conocí yo. Entonces, había una especie de relatividad del espacio.

Primero, ¿por qué te consideras flojo? ¿por qué tienes esa impresión de ti?

-Por lo disperso, yo creo. Lo disperso hace que tú no vayas amarrando lo que haya que amarrar, entonces eso te va acercando a una falta de resultados, ¿no? Y claro, no es flojera, es la dispersión, el estar haciendo varias cosas a la vez. Y de repente eso da la impresión de flojera, de una situación laxa en la autodisciplina laboral, porque no tengo patrón. Esto requiere de voluntad, digamos. 

Pero tengo la impresión de que esa dispersión está mal en relación al sistema en el que estamos, ¿o no? ¿Cómo lo ves tú?

En parte, pero también tiene que ver con resultados. Y oye, mi dispersión es muy real. Mi hijo Sebastián, por ejemplo, a veces se enoja conmigo y me dice: “oye pero papá, termina esto, te metiste a hacer esta otra cosa ahora y dejaste estas 15 cuestiones anteriores abandonadas”. “Sí, pero si no lo hacemos ahora, hijo, cuándo lo hacemos”, le digo. “Bueno, pero termina las otras 14 anteriores”. Afortunadamente me he encontrado con gente que es un poco más pegada a la norma de terminar las cosas que se están haciendo. 

SALVARSE DEL PASADO

¿Cómo ves la izquierda hoy?

Siento que hay una necesidad de establecer puente entre la vieja izquierda chilena y los sectores más jóvenes. Y creo que eso tiene que ocurrir de todas maneras. A veces escucho discursos de los más jóvenes ignorando un pasado que si no lo toman en cuenta, se les va a repetir, y las luchas por la justicia social están llenas de fantasmas de luchadores sociales que fueron asesinados o que murieron por razones naturales. Es imposible pensar en justicia social sin pensar en Allende, en Recabarren, en Gladys Marín, en Julieta Campusano o en Elena Caffarena. Si tú te pones a recorrer la historia, se ve como un libro de anécdotas.

O de spoilers, me da la impresión. 

-Me pregunto yo qué ocurriría si nosotros releváramos la figura del piloto Pardo que salvó a los marinos británicos que estaban perdidos en la Antártida, como ejemplo de probidad. Lo llamó algún rey de Inglaterra y le dice: “usted salvó a todos estos marinos británicos, por lo tanto el imperio británico le va a donar 18 mil libras” y el dice: “no, yo cumplí con mi deber de marino chileno, no puedo aceptar su dinero, muchas gracias”. Imagínate con Oviedo y Fuentealba en esos cargos, habrían agarrado eso y más. Entonces, para eso tiene que servir la historia, para ver cómo se construyó un país. Pero también es interesante para las generaciones jóvenes, entender de que las personas que estuvieron en cargos públicos en el momento determinado, actuaron de acuerdo a el momento histórico en que estaban viviendo. 

¿Crees que es muy liviana la crítica que hacen los jóvenes?

-Muchas veces se hace la extrapolación tonta, insulza, de decir por qué se hizo esto y no se hizo esto otro. Eso es desconocer el proceso mismo de la historia, ya sea en la política, en las luchas militares, no la entienden y eso los lleva a cometer errores. La extrapolación imberbe, grosera, de pensar que aquí se debió haber hecho esto y no esto otro otro y sin tomar en cuenta que Chile no es el universo, Chile es un pequeño paisito en comparación con las grandes potencias de la política mundial. Entonces acá en la televisión las noticias internacionales duran 38 segundos y la rodilla de Vidal ocupa media hora, la gente piensa que la rodilla de Vidal es una preocupación en Italia, en Inglaterra, en Alemania, y ellos con suerte ya saben donde queda Chile, no tienen idea. 

¿Hay mucha desinformación?

-El nivel de ignorancia y de falta de sentido histórico de la televisión chilena y del periodismo es enorme. Entonces hace ver a la gente a la sociedad chilena es una cosa que no es tal. Y eso nos lleva a un estado de ignorancia de la gente que es muy necesaria para el capital financiero, para las isapres, para la derecha en general. Lograr revertir eso, lograr dar vuelta eso es una tarea titánica y hay que hacerlo. Hay que hacerlo porque… No sé, figuras públicas de la televisión que se transformaron en figuras de la política, habla del nivel de ignorancia y de descampado en el que estamos. No hay un pueblo culto políticamente, entonces da lo mismo, o sea, incluso hasta resulta divertido elegir a una bailarina o actriz como diputada, presidenta o alcaldesa, para ver cómo lo va a hacer.

¿Hay otras figuras que te permitan creer que  alguien puede encauzar las cosas hacia un lado más justo para todos?

-Mira, yo veo con mucha simpatía lo que está haciendo Daniel Jadue, en la municipalidad de Recoleta. De pronto tú puedes ver otra gente, incluso de partidos que no son tradicionalmente de izquierda donde tú ves su participación en temas como el Sename. Me parece que hablar mal de la política, de los políticos, es un flaco favor a la democracia y es una gran favor al fascismo, ad portas, que está ahí en la vuelta de la esquina. No sabemos en qué volcán estamos montados. El problema es que eso está generando mayor ignorancia en la gente, mayor desencanto, mayor descrédito de la actividad política y de repente va a llegar  alguien que diga: “los políticos no sirven: yo sirvo y esto es lo que propongo”. Y lo van a elegir y esa persona va a decir a los 6 meses esto no se puede controlar. Eso ya se puede oler, entonces el problema es cómo reforzar la actividad política y sobre todo, reforzar la responsabilidad política y la unidad de los trabajadores. 

¿No ves unidad?

-Es que hoy día en Chile debiéramos tener una unidad en torno a los profesores transversal, de todos los trabajadores, de los profesionales, de los estudiantes. Yo quisiera ver a Boric, a Giorgio Jackson, a Camila Vallejos, a Karol Cariola en las marchas con los profesores, pero si ellos son diputados producto de que estuvieron luchando por la educación en Chile y ahora: ¿dónde están? ¡Desaparecieron! “Dónde están los bravos compañeros, dónde están”, decía la canción de Quilapayún. Claro, yo los llamaría a asumir una mayor responsabilidad con los cargos que se ocupan y a desenmascarar a la televisión como el gran genocida cultural y político. Polo Ramírez, por ejemplo, por la forma en cómo enfrentó la otra vez a Jadue, ¡una vergüenza! Ese otro pájaro raro, cómo se llama el narigón de lentes…

¿Matías del Río?

-Ese flaco es un verdadero relacionador público de la derecha y de las empresas de la derecha. Ayer hice zapping y me encontré con un actor flaco de pelo largo del programa de imitadores…

¿Cristián Riquelme?

-Sí, ese actor aparece haciéndole propaganda a Agrosuper en un programa supuestamente ecológico de Canal 13 Cable. Una empresa que hundió en el estiércol al pueblo La Estrella de la región de O’higgins y todo esto como si nada. Como si nada. Y después él aparece votando por el que se parece más a Elton John, una basura. La televisión es una basura. Y hay que verla. 

¿Tú consumes televisión?

-Sí, yo creo que todos deberíamos consumir televisión para darnos cuenta en la mierda que estamos hundidos, porque no creo mucho en esos intelectuales que dicen: “no, yo no veo tele oye”. Entonces no sabes en la mierda que estás hundido. Veámosla y combatamos esa mierda. No podemos decir: “es que la tele es para los hueones”. No, hueón, si la tele es lo que se le da al 90% de los chilenos. Entonces, veamos esa gran mentira, ese gran circo, para combatir contra eso.

¿Y cómo se combate?

-Eso en nuestro próximo programa. Vamos primero a unos comerciales y ya volvemos con The Clinic Televisión. Excelente pregunta, pájara (risas).  No, yo creo que se combate con crear consciencia entre nosotros, es decir, cuánta gente está dispuesta a enfrentarlo, por lo menos en los móviles en la calle como esta niña que le dice al Viñuela hace poco: “qué sabes tú del TPP, por qué nos sigues vendiendo basura a la gente en las casas y no te preocupas mejor de este tratado que se acaba de firmar”. Eso lo dijo una trabajadora en la calle. Eso se hace saliendo a enfrentar a los noticiarios que no transparentan información con respecto a la lucha de los profesores. Hoy en día se les da el 90% del noticiario a los encapuchados y el 10% a las demandas. Sólo que hay que desenmascarar. ¿Cómo, dónde? En todas partes, yo creo que esa es tarea de todos nosotros.

INFO DEL SHOW:

El poeta y músico festejará sus 44 años de carrera en un concierto único este 13 de julio, en el Teatro Nescafé de las Artes. 

Antes del concierto, se exhibirán dos documentales sobre Redolés:
18:30 horas – “Redo, la película” de Cristián Parker y Gabriela Flores
19:40 horas – “Las hebras de un poeta” de Len López
21:00 horas – Show de Redolés + Banda

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