Cultura
17 de Julio de 2019Entrevista a la poeta y escritora de la novela “Las oscurecidas”, Carmen García: “Yo trabajo siempre con lo anacrónico”
Tuvimos la oportunidad de conversar con la autora chilena, en el Club de Lectura de Zancada, guiado por Soledad Camponovo, donde fue invitada para hablar de su novela Las oscurecidas lanzado en octubre de 2018. Carmen es la directora ejecutiva de la Fundación Plagio. Las oscurecidas es la historia de Rita, que comienza con ella llegando a esta ciudad y que termina con ella yéndose de esta ciudad, contada a través de las estaciones del año.
Compartir
Carmen, ¿cómo nació esta novela?
-Fue un camino buscado, el de escribir narrativa. La verdad es que lo había intentado un par de veces y me salían poemas. De hecho, mi libro anterior Máquina para hablar con los muertos es como un libro de transición. La máquina es prosa poética, son pequeños fragmentos. Si bien es un libro de poemas, hay una intención narrativa en el texto. Se dibuja una historia, se dibujan algunos personajes. Yo creo que fue el paso que necesitaba para poder entrar de lleno en la narrativa. Las oscurecidas, sobre todo al principio, que era un texto lírico. Los primeros capítulos eran super poéticos. Eran super poéticos para la norma y lo traté de matizar un poco. A medida que fui avanzando en la escritura, también, se fue soltando la mano narrativa. Trabajé con los primeros capítulos. Empecé a reescribir esas primeras partes, que de repente eran muy heavy porque yo trabajo mucho con imágenes. En cada uno de estos capítulos no puedo evitar construir imágenes que resuman todo y sean un símbolo.
¿Cómo conversan La máquina para hablar con los muertos con Las oscurecidas?
-Conversan, dialogan todo el rato. Cuando lancé La máquina para hablar con los muertos, (Álvaro) Bizama, que hizo la presentación dijo: “Me gustaría leer la novela de ese libro”. Y cuando estaba escribiendo La máquina sentía que había una historia ahí y Las oscurecidas, fue ese paso. Estos poemas si pueden llevarse a una historia, a una narrativa, a un desarrollo distinto, a otro lenguaje. Fue super interesante hacer ese ejercicio de pasar de un lenguaje poético a uno narrativo con un imaginario similar. Los que escribimos siempre estamos escribiendo de lo mismo. El imaginario que uno usa es siempre el mismo. Todos los libros dialogan. Voy a mi primer libro y conversa con el que estoy haciendo ahora. Entre Máquina y Las oscurecidas hay mucho en común. Ambas nacen de una experiencia similar, de la experiencia de un momento difícil, esa figura del viaje mítico, de visitar el infierno para poder encontrar tu Ítaca. De fondo eso está en las dos. De la misma experiencia.
¿Cómo fue el proceso de escribirlo? te tomó dos años, dos años parece mucho, pero tambien puede ser poco. Te dedicas a Plagio y escribes ¿Como conviven esas experiencias?
-Como vengo de la poesía, los libros de poesía tienen tiempos muy distintos, por ejemplo, pasaron siete años entre dos de mis libros. Los poemas tienen otro ritmo. Si vas a ser honesta, y no escribes solo por el ejercicio de la escritura, hay que respetar esos ritmos en los poemas. Entonces, dos años no es nada. Lo que hice fue dejar algunos días para la escritura, eso es lo que hago ahora. Cuando escribí Las oscurecidas, arrendé un taller al que iba exclusivamente para la escritura creativa. Mi cuarto propio. Fue super bueno darle ese espacio material que, también, significó darle un espacio espiritual. Eso hizo que el libro saliera así de rápido, dos años es poco.
Hay muchas omisiones en el libro. Hay que ir completando las omisiones. Uno se pregunta ¿En qué tiempo? ¿En qué ciudad?
-Es anacrónico.
¿La ciudad existe? ¿Existen estos personajes?
-Si, hay una historia que yo completo, pero yo trabajo siempre con lo anacrónico. Me gusta eso. Hay una atmósfera, puede ser una película de los años 50. Hay una intención de despistar al lector. Me parece una riqueza que el lector pueda completarlo con su propia imaginación. Si yo les dijera es Nueva York, vas a visualizarlo. Pero me parece injusto y que es mucho más entretenido que el lector llene esos espacios, me gusta esa cosa interactiva, me parece que es un desafío. Es muy desde la poesía, donde uno está insinuando todo el rato y el lector completa las imágenes.
Cuéntame sobre el juego de Anik con Rita.
-La relación que tienen Anik con Rita, no sabes si están pinchando o son super amigas, esa cosa ambigua, me gustan esas zonas grises, esta persona ilumina, pero es una narcisa. Son terrenos inexplorados, en general. Me parecía interesante explorarlo.
Ella no se relaciona con los personajes, sino con ella misma, con el proceso que está pasando.
-Al final estos personajes son un símbolo, de alguna manera, y lo que personifican son sentidos. Otis es pechoño y va a la iglesia, pero es una búsqueda de sentidos. Lo mismo con Maggie, en todos va encontrando distintas formas.
El lenguaje es neutro. No hay modismos. Busca que no te imagines nada, ¿fue intencional?
-Es totalmente intencional. Alguien me dijo que le molestaba que fuera tan neutro, por qué no era en chileno. Me pareció que no, así como el libro es anacrónico, el lenguaje también es atemporal, fuera de un espacio específico. Es un espacio espiritual como podría ser la muerte. Sería extraño que fuera chileno. Mi intención tenía que ver con eso, con un espacio creado, que refleja un espacio espiritual.
¿Qué espacio tienen los sueños? Siempre está presente lo onírico.
-Para mí, los sueños siempre están en la escritura. Es un diálogo constante. Cuando escribo trato de conectarme con algo. Es un poco místico, para mí la creación tiene que ver con eso, con una conexión fuera del aquí y el ahora. El inconsciente es la forma más cotidiana de hacer esa conexión. Trato de escucharlos mucho. Es un lenguaje relevante que legitimo mucho.
Hay poemas en el libro, ¿son tuyos?
-Cuando Anik le pasa el poema, esos son míos y son parte de mis libros. Hay uno que es de La insistencia y otro de La máquina para hablar con los muertos.
¿Es un tema, la soledad?
-Si, porque esta ciudad indeterminada tiene que ver con la falta de vínculo. Si tomas a todos los personajes, son todos sobrevivientes de una ciudad que los tiene botados. Eso se manifiesta en los pasillos donde corre el viento y en las ratas que están paseando por todos lados.
El libro es muy raro para el contexto de la literatura chilena. No es parte de la tradición.
-Es raro, no está en el terreno de la autoficción, que todos están escribiendo ahora. No escribí de eso, esto es mi registro. Si bien nace de una experiencia personal, me pareció mas interesante llevarlo al terreno de la ficción y de un imaginario distinto, con estas personas solas donde, también, hay una visión de lo social.
La religión, el tema de la Iglesia del Misterio, el templo, esas partes más espirituales. ¿Es parte de la búsqueda?
-La Iglesia del Misterio es más chimuchina, es más show, pero el templo, es un espacio más sagrado para ellas. La primera vez que aparece el templo Anik se manda un baile, de alguna manera ahí se producen grandes cambios, desde que ella va a buscar las respuestas que no encuentra hasta la muerte de Anik.
¿El colibrí que tienes tatuado tiene algo que ver con el colibrí de Rita?
-Los pájaros siempre han tenido algo especial. Como que me aparecen y me han aparecido en los poemas, cuando aparecen simbolizan cosas en mi vida. Lo más divertido es que en la novela está el colibrí y la gata Sombra y, casualmente, al tiempo adopté a una gatita negra, que también es media enana.
Me llamó la atención que hay hartos animales en este libro, las orcas, los pájaros, las ratas, las gatas.
-En mi poesía siempre aparecen los animales. Aquí aparecen, porque al final son un gran símbolo, tienen que ver con el mapa mental, como yo leo las cosas. No puedo evitar ponerlos ahí, ese lenguaje, son lo vivo. Nos conectan en una ciudad tan muerta, tan de sobrevivencia, los animales simbolizan un lugar humano. Las orcas que vienen a entregar un mensaje, la gata que se transforma en la gran compañera. Son el símbolo de algo que se está pudriendo.
¿Cuál es el sentido de ponerlo ahí?
-Tiene que ver con la idea de los grises, los matices, pero nada es tan prístino. Son las oscurecidas, pero que van en busca de la luz, ese juego lumínico. Está la alegría y está la autoflagelación.
Agradecimientos especiales al Club de lectura Zancada
Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.