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Entrevistas

1 de Agosto de 2019

Michelle Adam a lo Marta Sánchez: “En el matinal cumplo el rol de una mujer normal”

Es la culpable de que usted se abrigue mucho, poco o nada, que salga con paragua o sin él. Michelle Adam, acaso la meteoróloga más influyente, ha construido su propio espacio en la tele en un lugar que antes solían ocupar modelos, como señala. Lo suyo es la ciencia, le urge la concientización para luchar contra el cambio climático y le indigna que las autoridades no hagan más al respecto. Hace poco salió a contradecir a la Intendenta Karla Rubilar y fue categórica al afirmar que Santiago es una ciudad de papel. En conversación con The Clinic cuenta todo lo que tuvo que cambiar por entrar a la televisión, la satisfacción que le provoca estar cumpliendo el sueño de estar en la pantalla y la certeza absoluta de que esto se va acabar algún día.

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“Antes de entrar a la televisión, era la misma persona que soy ahora”, parte diciendo la meteoróloga más popular de la pantalla abierta. Michelle Adam tiene 44 años, dos carreras en el cuerpo -una inconclusa- y dos hijos; la parejita. Se separó oficialmente hace un par de años e inició un proceso de sanación interna que incluyó terapias alternativas, una dieta y según dice, “mucho amor propio”. El proceso ocurrió al mismo tiempo que desarrolló una meteórica carrera en televisión que hoy la tiene compartiendo el panel Bienvenidos con Tonka Tomicic y Martín Cárcamo, esos animadores que ella veía desde su casa en la quinta región.

Allá, previo a las luces de la televisión, tenía una vida normal. Sólo pasó por dos colegios: el Alemán de Villa Alemana y el Seminario de San Rafael en Viña. Estudió piano y lo dejó cuando previo análisis decidió convertirse en meteoróloga para trabajar con la ciencia. “Cuando entré a estudiar todos mis amigos me decían: ‘Ay, vas a dar el tiempo en la tele’ y yo decía: ‘Pero ¿cómo se les ocurre? ¡Si son modelos! ¿Qué voy a hacer ahí?’. Entonces no estaba dentro de mis proyectos hacer esto”.

Tras hacer la práctica en la Minera Los Pelambres se decepcionó, pues le pareció un ambiente muy masculino. “Ahí me bajó toda la inseguridad y dije: ‘no, no sirvo para esto’. Así que seguí estudiando e ingresé a Ingeniería Civil Industrial”, agrega. Siguió por cuatro años estudiando hasta que un amigo de la familia le comentó que estaban haciendo un casting en TVN. Probó y le encantó.

Aunque la primera experiencia nunca llegó a puerto, meses después la llamaron desde Canal 13 para ofrecerle participar de una prueba. “En ese momento empezó un proceso de ocho meses, súper largo pero yo decía: ‘no importa, voy a ir igual’. Total no perdía nada. Me venía en bus todos los días desde Villa Alemana. Hasta que un día me dijeron que me iban a contratar como meteoróloga”.

Ingresó, pasó un tiempo y tras una crisis que se vivió al interior del Canal 13 salió de ahí e inició su propia empresa de servicios meterológicos junto a un amigo. Tras varias idas y venidas dentro de la misma estación televisiva Jacqueline Cepeda – productora de Bienvenidos- le prometió que la iba a llamar. Cuatro meses después de ese episodio, sonó el teléfono de Michelle.

Ahí te cambió el panorama.
-Claro, me tuve que ordenar un poco, porque yo igual tenía mi vida, tenía mi trabajo y cumplía un horario dentro de mi casa. Además mi hijo era chico. Tuve a los dos mientras trabajaba en la casa. Bueno, la cosa es que vine y al tercer día me ofrecieron el trabajo. Ahí me quedé.

¿Cómo fue ese cambio de vida? Básicamente tuviste que reestructurarla.
-Claro, yo trabajaba en la casa y tenía el pie así -hace el gesto de mover una mecedora-.

¿Fue muy duro el cambio?
-Muy heavy, además que mis hijos estaban chicos. En ese tiempo el matinal duraba hasta el mediodía, entonces yo me levantaba temprano, me quedaba en pauta y a las dos de la tarde ya estaba en mi casa y era mamá por el resto del día. Entonces, fue un proceso lento, yo todavía no estaba haciendo el tiempo en prensa. Después me llamaron. En la medida que mis hijos fueron creciendo, también fue creciendo mi carga laboral. Creo que lo aproveché bien y tuve la suerte, que no tienen muchas mujeres cuando tenemos hijos, de estar muy presente en sus primeros años.

¿Qué fue lo que más te llamó la atención de este mundo? Porque de un momento a otro pasaste de verlo por fuera, a ser protagonista.
-Sí, lo que pasa es que en realidad yo me di cuenta que es un trabajo como cualquier otro. En todos lados pasa lo mismo: hay gente buena, gente envidiosa, hay compañerismo. Quizás la diferencia está en que lo que uno dice tiene repercusión y mi trabajo está muy expuesto. Aunque se pierda a veces esa sensibilidad. Por ejemplo, cuando hacía el trabajo para ciertas empresas y mi pronóstico no funcionaba, me podían decir que no funcionó o que fue impreciso, pero quedaba ahí y nadie se enteraba. En cambio aquí, yo digo va a llover y si no llueve, todos te critican.

Más allá de tu trabajo como meteoróloga, ¿qué rol sientes que cumples en el matinal?
-Siento que cumplo el rol de una mujer normal.

¿Como la Marta Sánchez?
-Risas- Es que soy una mujer normal, que tengo hijos, que soy mamá y que genero esa conexión. Tengo que llevar a los niños al colegio, me tengo que preocupar de la casa, además trabajo. Creo que ese es mi rol. Tengo una visión de la vida más común dentro de los panelistas. Con el tiempo han ido llegando otras mujeres al panel, con otros mundos. Pero si me preguntas yo creo que es ese: el de la mujer normal.

Igual da la sensación de que la gente que está en ese panel es también muy privilegiada.
-Sí, de todas maneras. Yo ahora no puedo decir que ando en metro, ¿cachai? Tampoco puedo decir que vivo en San Bernardo y que tengo que viajar todos los días. Pero al menos yo igual trato de no desconectarme de lo que es la vida normal, siento que uno tiene que relacionarse con todo tipo de gente y trato siempre de estar atenta en lo que está pasando. Ojo, yo sé que no es lo mismo que vivirlo. Nunca va a ser lo mismo. Y también siento que hay un porcentaje privilegiado muy pequeño de la sociedad que por el hecho de trabajar en la tele te encierra como en una burbuja.

¿Y cómo lo combates?
-Siento que mi trabajo me mantiene conectada siempre. Pero igual, no puedo negar que también me gusta disfrutar y gozar. Si puedo viajar y tener vacaciones a través de mi trabajo, muy bien. Siento que todo lo que yo he vivido es un regalo y lo aprovecho. Y aprovecharé todos los días de disfrutar mi trabajo porque me gusta, pero sé que no es para toda la vida. Eso siempre lo he tenido súper claro. El día que yo no esté más, tampoco me voy a morir. Esto no es mi vida: tengo a mis amigos de toda la vida, tengo a mi familia. Sé que esto es una oportunidad y una plataforma que puedo aprovechar para sacar un provecho propio. Pero también lo puedo aprovechar de manera social y como una plataforma para hacer lo que yo quiero hacer. Nunca me olvido que lo yo quiero es llevar a la ciencia a la gente de una manera más amable, más cercana y más coloquial. Que la gente se preocupe por lo que está pasando con el cambio climático, por ejemplo.

Decías que esto es un regalo, pero también es tu esfuerzo y trabajo.
-No, a mí esto no me lo regaló nadie. Yo no tengo pituto, yo no conocía a nadie de acá. A nadie. A mí solo me contaron que había un casting. No tengo ningún pariente acá, no tengo ningún amigo famoso para decir: “Sí, yo estudié con él”. Aquí, como que todos se conocen, y yo no conocía a nadie, llegué a la vida, arriesgándome y porque me gustó. Pero tiene harto trabajo y sacrificio. Me refería a que esta es una oportunidad que a lo mejor no tiene todo el mundo y yo me siento muy agradecida por ella.

¿Qué tuviste que sacrificar para estar acá?
-De partida me vine a vivir de Villa Alemana a Santiago y me vine sola. Viajaba todos los fines de semana, porque echaba de menos a mis papás, a mi familia y mis amigos. Sacrifiqué mi sueño, porque que me levanto súper temprano. Bueno, como muchos chilenos, yo lo sé.

¿Y cómo te relacionas con la culpa?
-Ay, tuve mucha culpa, pero ¿sabes qué pasa? Que cuando los hijos van creciendo y se van comunicando, al principio uno no sabe qué piensan, qué sienten. Entonces ahora, que me puedo comunicar mejor pienso que quizás no lo he hecho tan mal. Porque ahora mis hijos me hablan y tienen una conciencia súper clara. Entienden súper bien que yo trabajo porque me gusta, porque me hace feliz, porque me esfuerzo para poder irnos de vacaciones a un lugar lindo. Y que en el fondo ellos también son parte de esto. Antes me culpaba mucho, si llegaba tarde me sentía mal y mi mamá me decía: “no importa, aprovecha, si estos son los años. Después, vas a estar más vieja”.

Claro, el eterno conflicto para las mujeres que trabajan en la tele.
-Para qué andamos con cosas si la televisión, y sobre todo con las mujeres, es súper castigadora. ¿Cuántos años más me quedarán? No tantos, yo sé, porque esta pega no es para toda la vida. Sé que la tele es súper machista y que los hombres pueden verse viejos, canosos. Y que si una se empieza a ver media vieja o muy arrugada ya no sirves. Igual encuentro que en mi caso hubo un cambio, porque antes eran puras modelos y bueno, yo no tengo características de modelo… Siento que eso ha ido cambiando un poco, pero todavía es televisión. Antes las niñas que hacían el tiempo eran modelos. Y yo mido uno sesenta.

¿Tuviste que adquirir una nueva conciencia de ti misma con este ingreso a la tele?
-Cuando yo llegué a trabajar al canal empecé a subir de peso. Por el horario, porque también me empecé a despreocupar, me desordené y mi lista de prioridades estaba un poco distinta: Al final estaba yo. De repente dije: “chuta, no po, estoy acá, me tengo que preocupar”. Pasaron muchas cosas: hice dieta, me corté el pelo, después me separé. No sé, como que empezó a cambiar mi visión de las cosas.

¿Qué fue lo que determinó ese cambio? Hay un momento en que uno se pega el alcachofazo…
-Fue todo un proceso que empezó antes de los cuarenta: empecé a ver lo que había hecho y me cuestioné cosas. También venía con un proceso personal de hartos cambios y bueno, después me separé. Entonces en ese punto yo dije “ahora es momento de que me preocupe de mí”. Siempre me he preocupado de mi pareja, de los niños, de la casa, del trabajo, de un montón de cosas y al último estaba yo. Y yo dije: “Si quiero que lo demás funcione bien, yo también tengo estar bien”. Y eso partió por un proceso interno y también por un proceso externo, de verme y sentirme mejor. De quererme más.

¿Pero tenías problemas de autoestima previos?
-¿Cómo que me sintiera fea? No. Es que no tenía ni tiempo para pensar en eso. Yo me quería. Fue como que dije: “ya, mañana empiezo la dieta”. Y me fue súper bien -risas-. Pero yo creo que quererse y aceptarse no va con el peso, no van de la mano. Sí con el empoderamiento; yo creo que eso es súper importante, fundamental y eso es lo que gatilla muchas cosas más. Yo creo que el peso es un detalle, es un punto más en la lista, pero que para algunas mujeres no significa nada. No sé, hay mujeres que bajan de peso y no pasa nada, siguen igual con el mismo rollo. Si el problema está acá -se apunta la cabeza-. Es el empoderamiento lo que marca la diferencia. Esto de saber que uno puede, que es capaz y que si uno se propone algo, lo va a cumplir. A mí me carga la gente que se queja y se hace la víctima. Eso no sirve.

¿Ese cambio de switch lo hiciste porque te terapiaste o siempre estuvo en ti?
-Sí po, me terapié -risas-. No, no es que yo un día me levanté y dije: “Ay, soy una mujer empoderada”. Hoy día sí lo soy, pero fue todo un proceso personal el que viví. Aquí en el canal, en el Bienvenidos, conocí a unas personas que son de un centro espiritual. Ellos me dijeron algunas cosas que me hicieron clic y yo dije: “claro, tienen toda la razón”. Y fue porque justamente me dijeron algo que a mí no me gustó. Que me pareció mal.

¿Te acuerdas qué fue?
-No me acuerdo. Pero sé que ahí empecé a entender que era súper importante cómo uno comunica lo que uno dice. Porque de repente uno piensa algo y no lo dice, o dice que está bien pero corporalmente se refleja lo contrario. Bueno, ahí me empecé a juntar con ellos y me empecé a dar cuenta de muchas cosas que tenía y que hacía.

¿Ellos eran terapeutas?
-Es un centro que te enseña lo que significan las palabras, no sé si es espiritual la palabra. Entonces, empecé a entender un mundo súper entretenido, pero que yo también tenía, porque yo tengo fe. Sé que hay algo más y también creo harto en las energías. Ahí empezó mi búsqueda más personal, más espiritual.

¿Y en qué crees hoy?
-Creo en Dios, pero en Dios como un creador de todo. Como una gran energía.

¿Y qué determina ese Dios en tu vida?
-Lo que pasa es que yo soy católica, pero yo con la Iglesia católica tuve una crisis muy grande por todo lo que ha pasado y se ha visto. Soy católica, a mí me bautizaron, me casé por la Iglesia católica, etcétera. Pero con todo lo que ha pasado con la iglesia algo se fracturó. O sea, yo sé que hay una diferencia entre lo que forman los hombres y la fe. Y yo siento que mi fe la mantengo intacta. Que si tengo algún problema, voy a rezar y que si voy a dar las gracias, doy gracias a Dios. Pero he ido transformando mis creencias y las entiendo más como energías donde Dios siempre está presente. No lo puedo negar. Porque igual, frente a cualquier cosa, recurro a él. Pero para mí la iglesia es una historia lamentable y terrible.

PODER RESPIRAR DESPUÉS DE LA LLUVIA

¿Cómo es tu pasión por la ciencia?
-Cuando entré yo quería bajar la ciencia a palabras simples y que la gente conociera la meteorología. No sé, que la gente entendiera algunos términos simples: qué es una alta presión, qué es una baja presión, qué es un frente, eso. Pero ahora el tema del cambio climático fue creciendo y fue avanzando. Me importa que se tenga una conciencia sobre tener una vida más sustentable. Necesitamos hacer entender que si no hacemos algo ahora con esta cuestión, no hay vuelta atrás. A mis hijos les quiero dejar una vida donde ellos puedan respirar después de una lluvia y sepan lo que es. De hecho, cuando llueve yo salgo con ellos a que se mojen, porque quiero que también los hijos de ellos disfruten de esas cosas, porque a lo mejor, después ya no van a existir.

¿Cómo percibiste, si es que lo hubo, un cambio con respecto a la forma en que los chilenos nos enfrentamos a la emergencia ambiental que vive el planeta?
-Acá costó mucho que tomaran en serio el tema. Por ejemplo, de repente yo decía: “Va a llover fuerte en el sur” y me respondían pero bueno qué importa si en el sur siempre llueve. Pero oye, es que no va a ser siempre así. Porque ya ahora no está siendo así, ¿cachai? Entonces, bueno si seguimos con esta lógica de que: “mientras no nos pase a nosotros”. Y siento que ahora sí hay conciencia.

Es que han pasado cosas. Las trombas, por ejemplo.
-Sí, claro. Yo creo que en el año 2012 hubo un cambio. Y el año 2015, cuando empezaron a aparecer las marejadas acá o cuando hubo la lluvia en el norte. Ahí la gente dijo: “no, esta cuestión es verdad”.

Te iba a preguntar también por la molestia de los meteorólogos con Karla Rubilar por deslizar que los informes meteorológicos estaban equivocados. Tú hiciste una gran intervención en ese momento diciendo que Santiago es una ciudad frágil.
-Risas- Es que a mí me dio rabia. Porque yo no salí a responder lo que dijo, lo que pasó es que justo a mí me tocó estar en las noticias ese día y encontré desafortunada esa declaración de la Intendenta, porque siento que, independiente que haya llovido más del pronóstico del que ellos se rigieron -que era un pronóstico de la Dirección Meteorológica, que en esa oportunidad, coincidía con muchos pronósticos de distintos medios-, independiente que haya estado errado, que se haya dicho que caería de ocho a diez milímetros y cayeron veinticuatro, nosotros estamos en un periodo del año donde podemos recibir cien, doscientos milímetros. Entonces no puede ocurrir que se desborde la ciudad con esa cantidad de milímetros, siendo que cuando había ocho, ya había problemas en Santiago.

Da la sensación de que no hay una conciencia de parte de las autoridades respecto a lo que está pasando con el clima y que tampoco están preparadas.
-Es como una ciudad de papel. Y yo sé que no le cayó nada bien a mucha gente, lo sé. Pero es que no puede ser, o sea, falta planificación, falta voluntad y aunar puntos de vista. Siento que hay muchas cosas que faltan, partiendo por planificación y eso es fundamental. El ministerio del Medio Ambiente está, pero falta, tiene que seguir desarrollándose. A veces, siento que, frente a lo mismo que pasa con los incendios forestales y frente a distintos fenómenos, vamos demasiado atrasados.

¿Vamos atrasados en relación en relación con qué? ¿Estados Unidos, otros países de la región?
-No me estoy comparando con otros, me estoy comparando con nosotros mismos, con la información que hay en Chile. Hay muchos expertos y muchos científicos que hacen grandes informes en nuestro país. De lo que va a ocurrir los próximos años, de la tendencia que hay, del problema que hay con la falta de lluvia. Entonces hay mucha información que de repente, cuando pasa, todos dicen: “pero si nadie sabía” y aquí están los informes, aquí están los estudios y aquí está lo que puede ocurrir. Por ejemplo, de aquí a veinte años más sabemos qué temperatura vamos a tener en Santiago, sabemos cuánto va a llover y que va a haber una ausencia de lluvia súper importante. Se trabaja, se hacen cosas, yo no digo que no, pero falta. Falta.

Dices: “no es que no haya información, es que nadie la está usando”. Y probablemente, eso tenga mucho que ver con la voluntad de usar esa información que está disponible. ¿Hay ignorancia?
-Es que la palabra ignorancia suena mal, yo no podría tratar como ignorante a alguien, siento que sería soberbio de mi parte, pero falta unir los criterios. La información se está haciendo, y si no existe, hay gente que puede obtenerla. Tenemos que implementar medidas medioambientales: ojalá se cumpla esto de que en 2050 no vamos a usar más carbón. ¿En qué puedo aportar yo? Me interesa ir enseñándole a la gente cómo vivir de manera más sustentable, cómo reducir un poco la huella de carbono.

¿Cuáles son los temas que te dan rabia? Aparte del cambio climático que veo te convoca bastante.
-Chuta, puros temas sociales, los que indignan a todo el mundo: la falta de oportunidades, las diferencias en la educación. Me molesta la falta de seguridad, eso me molesta mucho. Antes decíamos: “ya, cuando le pase a alguien importante -gente con más visibilidad- van a hacer algo y le pasa a “gente importante” y no hacen nada. De hecho, yo no dejo que mis hijos vean las noticias. A mi hijo más chico le afectaba mucho porque en realidad no eran noticias, eran puras malas noticias. Que mataron a una mujer, que degollaron a alguien, que hay una persona perdida, que el asalto… Entonces, era pura violencia e inseguridad que se estaba internando en él. Cuando no vivía en Santiago, yo pensaba que esto solo pasaba acá, pero no, es en todos lados.

¿Y no hay nadie que digas: “Lo está haciendo está bien, para allá debería ir la cosa”?
-No se me viene ningún político a la cabeza.

Pero quizás no político, puede ser del ámbito público también.
-José Maza es como un referente, me gusta. Él tiene una crítica súper fuerte a la televisión que yo no comparto en toda su esencia, pero es seco en lo que hace.

¿Qué es lo que no compartes de su crítica a la televisión?
-Yo pienso que la televisión no solamente está hecha para educar, o sea yo no me eduqué con la televisión. Está hecha para entretener, para informar, para acompañar, para educar también, pero con todos esos elementos al mismo tiempo. Y si a uno no le gusta lo que está viendo, tiene el poder de cambiarlo. O sea, a mí no me obligan a ver algo, incluso en los lugares de más escasos recursos hay otras pantallas disponibles. En ese punto yo siento que todos estamos parejitos.

¿Votas en las elecciones?
-Sí, yo tengo mi tendencia. ¿Sabes por qué yo no me meto mucho con la política? Porque tengo mis ideas políticas de toda la vida y no me las van a hacer cambiar.

¿Cuál es esa visión política que no te van hacer cambiar?
-Risas- Tengo una visión más de izquierda que de derecha, obvio. Pero no por eso yo no voy a reconocer las cosas que se han hecho bien. Y no por eso voy a apoyar todo lo que dicen desde la izquierda si siento que no están bien. Entonces, de verdad, en estos momentos si me dices a alguien, prefiero escuchar a la persona que al político.

El otro día Mauricio Jürgensen decía a The Clinic que se sentía “huérfano de referentes”. ¿Cuál es tu sensación?
-Lo que pasa es que siento que todo ha ido evolucionando en el mundo y la política se ha quedado atrás. Siento que los políticos se quedaron pegados en el pasado, demasiado. Yo trabajo harto con jóvenes y les cuesta mucho enganchar con la política, porque la política avanza un paso y retrocede cinco. En un país donde todavía las cosas no están todas claras, es difícil avanzar, lo sé. Creo que los jóvenes tampoco saben dónde estar, pese a que yo creo que uno tiene que tener una tendencia, una postura.

¿Cómo crees que te ve el público?
-No sé si soy la que más quieren, pero sí me siento súper querida. Siempre que se da una opinión vas a un cincuenta y un cincuenta. Va a haber gente que está de acuerdo y gente que no está de acuerdo. Pero siento que de partida soy meteoróloga y no tendría por qué andar dando opiniones. O sea, cuando nosotros hablamos de los portonazos, yo creo que todos opinamos lo mismo. No creo que alguien esté de acuerdo con los portonazos.

GOZADORA

Antes de terminar, la pregunta más importante de todas: ¿Tomas Michelada?
-¡Síiiii! -risas-, es muy rica.

Es que uno te ve tan compuesta por la tele…
-Noo -risas-, yo soy desordenada. Tengo una apariencia muy ordenada, pero nada que ver.

¿Y en que te desordenas?
-En todo po -muchas risas-. Lo que pasa es que yo sé que me veo ordenada, así como matea, pero no. Hago de todo en la vida, disfruto y gozo como todos.

¿Y con qué cosas gozas?
-Con las cosas más simples. Me gustan los asados, me gusta compartir con mis amigos, con mi pololo. Pasarlo bien po.

¿Inviernista o veranista?
-El calor, el verano me encanta.

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