Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Deportes

11 de Septiembre de 2019

(EN LA B) Columna de Cristián Arcos: El increíble 11 de Septiembre de la Selección Chilena

YouTube

Chile jugó el Mundial. Perdió con Alemania Federal por la cuenta mínima. Igualó 1-1 con Alemania Democrática y empató sin goles con Australia. No clasificó a la siguiente fase. Expulsaron a Carlos Caszely en el primer partido. Elías Figueroa figuró en el once ideal del torneo como uno de los mejores centrales junto al campeón Franz Beckenbauer. En Chile, un país vivía los peores días de su historia.

Por

“Alguien está matando

Y no puede dejar de pensar y escuchar

Sobre un martes de horror”

Flores secas, Los Tres

Amaneció nublado ese martes 11 de septiembre de 1973. Mario Enrique Galindo, oriundo de Punta Arenas, era el lateral derecho indiscutido del Colo Colo que acababa de perder la final de la Copa Libertadores de América en un polémico partido contra el campeón vigente, Independiente de Avellaneda. Ese día salió temprano rumbo al entrenamiento programado por el técnico de la selección, Luis Álamos, el mismo que lo dirigía en el cuadro albo. El Pavo, como le apodaban, peleaba palmo a palmo una camiseta de titular con Rolando García y Juan Machuca. La Roja entrenaría en Juan Pinto Durán hasta el 14 de septiembre, cuando se trasladarían a México para jugar un amistoso contra el combinado local. Todo como preparación para el desafío mayor: el repechaje contra el poderoso equipo de la URSS, programado para el 26 de septiembre en Moscú. Solo uno de ellos clasificaría al Mundial de Alemania 1974.

Galindo salió a la hora señalada. Amante de la música folclórica, puso un casete y se fue todo el camino cantando hasta llegar al centro de entrenamientos, ubicado en Avenida Las Torres, comuna de Macul. Le llamó la atención que había muy poca gente en las calles, pero no desvió su rutina. Cuando arribó a Pinto Durán tocó suavemente la bocina, como todos los días, para que le abrieran el portón metálico que separaba los protagonistas de los hinchas. Apenas ingresó divisó a un compungido Luis Álamos.

-¿Estás bien, Mario?

-Sí profe, todo bien-, respondió el lateral. El rostro desencajado de su entrenador lo obligó a preguntar a él ahora.

-¿Pasa algo, profe?

Álamos no contestó de inmediato. Se percató que la puerta del recinto estuviera cerrada. Clavó la mirada sobre su dirigido y con la calma que lo caracterizaba le lanzó una frase corta, pero precisa.

-Hay un Golpe de Estado.

El mismo 11 de septiembre de 1973, los futbolistas chilenos estaban citados para iniciar su concentración en Juan Pinto Durán. Muy temprano, cuando las acciones del Golpe ya habían comenzado, Luis Álamos y su cuerpo técnico alcanzaron a llamar a algunos futbolistas para que no salieran de sus casas. Algunos, sin embargo, se encontraron con el bombardeo en las calles. Fueron reconocidos por Carabineros y escoltados a sus hogares, como el caso de Leonardo Véliz o Carlos Caszely, quien se trasladó al hogar de su novia de aquel entonces, futura esposa.

La Federación Chilena de Fútbol no sabía qué hacer. Intentaron mover el amistoso contra México y el partido contra la URSS para otra fecha, pero la petición fue rechazada. Con un permiso especial, los jugadores viajaron a la capital mexicana el día programado, con la incertidumbre de dejar en Chile a sus familias en medio de todas las convulsiones sociales y las dudas respecto a su seguridad. Connotados miembros del plantel habían mostrado su explícito apoyo al Gobierno de la Unidad Popular, como los propios Caszely y Véliz, el mismo entrenador y el capitán del equipo, Francisco Chamaco Valdés.

Un millar de periodistas los recibieron en territorio mexicano. Lo primero que llamó la atención de los futbolistas chilenos es que ellos, a miles de kilómetros de distancia, tenían más información sobre el Golpe de Estado que ellos mismos que venían de Chile. Ninguna pregunta fue sobre fútbol. Todas orientadas a los detenidos, al ex presidente Allende, a los rumores sobre la persecución a los detractores del nuevo régimen. El partido se jugó en el estadio Azteca. Chile venció por 2-1, con dos goles de Carlos Caszely.

Con estrictas medidas de seguridad el equipo nacional llegó a Moscú. En la capital soviética se unió al grupo Elías Figueroa, quien viajó sin permiso de su club, el Internacional de Porto Alegre. En un partido legendario la Roja sacó un empate sin goles ante uno de los equipos más poderosos del mundo. Luis Álamos dispuso que jugaran Juan Olivares; Juan Machuca, Elías Figueroa, Alberto Quintano, Antonio Arias; Guillermo Páez, Juan Rodríguez, Francisco Valdés; Carlos Caszely, Sergio Ahumada y Leonardo Véliz, reemplazado por Julio Crisosto a los 57 minutos. La crónica de Hugo Gasc de El Mercurio, único periodista chileno presente en el estadio Lenin donde se jugó el pleito, habla de una soberbia actuación de la pareja de centrales chilenos, quienes jugaban juntos por primera vez: Figueroa y Quintano. Con el tiempo se convertirían en sinónimo de seguridad para la defensa nacional.

El partido de regreso estaba fijado para el 21 de noviembre de 1973. La Federación Chilena quiso trasladarlo al estadio Sausalito de Viña del Mar. La razón era una sola: el estadio Nacional estaba siendo utilizado como centro de detención. Pero la FIFA se negó. Envió un comisionado a inspeccionar el estadio. Los militares a cargo trasladaron a los detenidos a otros centros clandestinos. Cuando el enviado del máximo organismo del fútbol mundial recorrió el Nacional no encontró nada anormal, pese a los rumores y los informes de la prensa extranjera. Aprobó el estadio. La Federación Soviética señaló que la seguridad de sus jugadores no estaba garantizada y no se presentó. Esa tarde luminosa del 21 de noviembre, en un estadio Nacional vacío, algunos jugadores chilenos entraron a una cancha donde no había rival. Rotaron el balón entre ellos hasta que Chamaco Valdés empujó la pelota en la línea de sentencia contraria. Chile clasificaba al Mundial de Alemania 74.

El propio Chamaco es protagonista de capítulos que se conocieron décadas más tarde. El volante se enteró que dos ex futbolistas estaban entre los detenidos en el estadio Nacional. Hugo Lepe y Mario Moreno, dos miembros del histórico plantel que terminó tercero en el Mundial de 1962. Sin que nadie se lo pidiera, Valdés intercedió por ambos. Se reunió con el presidente del fútbol chileno, Francisco Fluxá y fue tajante: “si ellos no salen, no viajo al Mundial. Y estoy seguro que varios se sumarán”. Lepe y Moreno salieron del Nacional, sin saber que había sido el capitán de la Roja el que había presionado por su liberación.

El paramédico del equipo era Hernán Ampuero, el conocido Chamullo. Militante del Partido Socialista desde su juventud, su padre había sido uno de sus fundadores en su natal Valparaíso. Las autoridades militares rechazaron que viajara al Mundial con el equipo. Estaban convencidos que Ampuero buscaría asilo político en Alemania y no regresaría al país. Otra vez, fue Chamaco Valdés quien presionó. “Si Chamullo no va, no viajamos”, fue la breve sentencia del capitán. Hernán Ampuero fue con el equipo al Mundial y regresó a Chile en la misma comitiva. Jamás pidió asilo en el exterior ni nada por el estilo.

Chile jugó el Mundial. Perdió con Alemania Federal por la cuenta mínima. Igualó 1-1 con Alemania Democrática y empató sin goles con Australia. No clasificó a la siguiente fase. Expulsaron a Carlos Caszely en el primer partido. Elías Figueroa figuró en el once ideal del torneo como uno de los mejores centrales junto al campeón Franz Beckenbauer. En Chile, un país vivía los peores días de su historia.

Temas relevantes

#Chile#en la b#La Roja

Notas relacionadas