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Reportajes

30 de Octubre de 2019

La resistencia de La Fuente Alemana

Plaza Italia se ha transformado en un campo de batalla. La mayoría del comercio permanece cerrado, o ha sido saqueado o quemado. Dentro de ese caos que se concentra en las primeras cuadras de la Alameda, y donde abundan gases lacrimógenos, disparos, piedras y pancartas, el emblemático restaurant La Fuente Alemana, sigue en pie. Los hermanos Siri –sus dueños-, permanecen día y noche custodiándola. Portavoces de una tradición con más de 60 años, decidieron quedarse, rejas adentro, dispuestos a lo que venga.

Por

Texto y fotos: Jorge López Orozco

Carlos Siri (52) dice que la primera vez que sintió miedo fue seis días después de iniciadas las manifestaciones, el miércoles 23 de octubre, cuando Santiago estaba bajo Estado de Emergencia, con militares en las calles, y toque de queda:

“Estaban incendiando todo por acá. Veía como la turba se tiraba sobre el local”.

Siri es uno de los dueños de La Fuente Alemana: mítica sanguchería del centro, y uno de los pocos sitios que sigue en pie en el sector, luego de casi dos semanas de marchas y disturbios que han tenido a Plaza Italia, como epicentro de una devastación material sin precedentes.

La geografía de la cuadra donde se ubica La Fuente Alemana, conserva sólo a dos restaurantes más que, aparte de ella, siguen indemnes. Todo lo demás: bancos, minimarkets o tiendas de zapatos, fueron arrasados por la turba, siendo varios sitios quemados, y sus muebles usados como parte de fogatas y barricadas.

Cada vez que La Fuente Alemana ha estado en la mira de los encapuchados, Carlo, o su hermano menor, Mauro (45), aparecen tras la reja mostrando los dientes:

—Oye y ¿por qué no te pateai el culo mejor… ¿qué te pasa?, ¿qué tiene que ver el local en todo esto?— les gritan.

“Los cabros chicos de 17 o 18 años me piden disculpas, y los que quieren entrar a robar te agarran a garabatos de vuelta. Pero cuando ven que tú estás decidido al pase lo que pase, se van”, cuenta Carlo sobre las reacciones que tienen los jóvenes que intempestivamente llegan al restaurante, y que para su sorpresa, se encuentran con él dentro.

Este coraje que para muchos puede ser irracional, es parte de una tradición que se arraiga en la familia Siri, los dueños de La Fuente Alemana durante 62 años: “Esto es lo que tengo, no tengo más. Y no lo hago solamente por mi familia, también por la gente que ha trabajado muchos años con nosotros. Es por la defensa de 38 trabajadores, pero es una conveniencia mutua. No es de altruista solamente, tampoco lo pongamos así, pero siento que tengo que defenderlo”, agrega Carlo.

Cada día, y desde el inicio de las marchas sociales, Carlo llega al local a las 8:30 de la mañana, donde permanece encerrado hasta que los últimos manifestantes de la Plaza Italia han sido dispersados. Durante los días de toque de queda, en cambio, regresó a su casa una hora antes del horario límite. Con su hermano menor o su sobrino se turnan para estar de punto fijo ahí, rutina que ha durado casi dos semanas y que, del 19 al 27 de octubre, periodo en que La Fuente permaneció cerrada, fue el más solitario.

Carlo no quería arriesgar a nadie más y terminó enjaulado, sentado en un taburete sin poder hacer nada, sintiendo desde adentro los gritos, lacrimógenas, multitudes, música, risas y violencia:

“Al final empiezas a fantasear y a imaginarte lo peor, que es lo más triste de toda esta historia. Uno se empieza a poner violento también. Sientes que estás dispuesto a que pase la huevada que pase por defender este lugar. ¡Y eso no puede ser! ¡Si vivimos en sociedad! No puedo salir a la calle y empezar a pisotear también, porque yo me siento pisoteado. Con la rabia, dan ganas de levantarse y hacerlo… entonces, ¿en qué va a terminar esto? No po. No puede ser”, revela Carlo.

***

La Fuente Alemana, lugar de infinitos lomitos o churrascos, ha estado en este mismo sitio del nacimiento de la Alameda desde 1957, y ha resistido varias etapas conflictivas de la historia incluyendo un intento de expropiación durante la UP –resistido por su padre y su tío-, y toda la dictadura.

Acá todos estamos de acuerdo con lo que se está exigiendo, que es igualdad en salud, educación, mejores pensiones y sueldos. Pero creemos que la forma en que se está dando esto no corresponde. La Fuente Alemana es un negocio transversal, no es para ricos ni para pobres, acá viene a comer todo el mundo y, por lo tanto, tenemos también un pensamiento transversal como empresa”, indica Carlo.

En el local de taburetes sobre una cocina abierta y una amplia barra cuadrada, trabajan 38 personas, en su mayoría mujeres jefas de hogar. La señora Nancy Flores sonríe mientras cuenta que lleva trabajando 43 años en La Fuente Alemana. Hace dos días, el 28 de octubre, día en que reabrió el local por apenas unas horas, demoró cuatro horas en volver a su casa, ubicada en el paradero 31 de Gran Avenida:

Necesitamos que nos dejen trabajar tranquilas, porque es la clase baja la que paga. No tenemos auto, quedamos sin supermercados, han saqueado todo. Siempre vienen a hacer destrozos acá a Plaza Italia y a las poblaciones, y me digo: pucha, si somos personas que les ha costado tener sus casas, sus fuentes de trabajo… ¿Por qué hacen este desorden? ¿Por qué no se van pa’ arriba? Ayer, cuando salí del local, sentí miedo, ya estaba colapsado, casi me morí con las bombas, incluso una niña me ofreció agua con bicarbonato. Me sentí acorralada, corría para allá y para acá, y estaba el guanaco. Es muy difícil”.

***

Por televisión, lo que sucede en Plaza Italia cada día desde el 19 de octubre, se ve aún peor. Eso le revela a Carlo su mujer y sus tres hijas: “Mi familia está preocupadísima. Lo ha pasado re mal. Ve la tele, ve que está quedando la cagada y tú estás ahí…. Y ahí me da pena. Mi papá tiene 80 años, ¿por qué tiene que pasar por esta huevada po, si no le ha hecho mal a nadie? Desde mi punto de vista, el que generó el problema aquí y no lo ha resuelto, y tiene la obligación moral de resolverlo, es el Congreso”.

Mientras esto se calma, los hermanos Carlo y Mauro Siri, han tenido que encargarse de solucionar el dilema como pueden. Permanecen en La Fuente Alemana ante lo que venga:

“Como dueños no le exigimos a nadie que se quede acá, nosotros enfrentamos al problema. Personalmente, nunca había estado en algo así en mi vida. El 23 de octubre que quedó la cagada-cagada me llamó la atención que la gente no dijera nada, y que incluso los azuzaran a destruir. Esto debe ser por la rabia. Pero creo que la gente no piensa en que esta fiesta no va a ser gratis. Después habrá consecuencias, y no estoy hablando de venganzas. Cuando no se generan riquezas por trabajar, dejamos de tener cosas”, señala Carlo.

Los locales sobrevivientes del barrio conforman una organización social que se cuida entre sí. La farmacia del Doctor Simi, el restaurante Pollísimo y la gente de la torre de departamentos vecina –que los encapuchados amenazaron con incendiar ese 23 de octubre- son parte de este grupo que suma fuerzas ante la movilización.

La Fuente Alemana aún está invicta y resiste. Pero, el ¿hasta cuándo? es una pregunta difícil de resolver para Carlo, dado que el ambiente cambia constantemente y es surreal.

Con una sonrisa ensombrecida, reflexiona: “Quiero pensar positivo. Quiero pensar que en algún minuto la gente va a entender que los más perjudicados somos nosotros mismos, ni siquiera los congresistas. ¿Alguien les ha apedreado la casa a ellos? ¿Alguien les ha roto los autos? ¿Les han hecho algo? No les pasa nada, en cambio el resto está sin metro, sin movilización, con la cadena de abastecimiento rota… ¿quién sale perjudicado?”.

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