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Reportajes

10 de Diciembre de 2019

¿Cómo ha sido la reinserción escolar de los alumnos del Instituto Nacional y el INBA en los colegios de Recoleta?

https://youtu.be/9OXPLE2STEk

Que sea un ambiente acogedor, cómodo, libre de balines y controles de identidad, un espacio sin lacrimógenas ni FFEE de Carabineros. Con esa expectativa, que puede parecer básica y obvia, llegaron los escolares a los colegios de Recoleta al "Programa de Recuperación Escolar de la Universidad Abierta de Recoleta", -impulsado por el alcalde Daniel Jadue-, luego que sus respectivos establecimientos fueran abruptamente cerrados en octubre, a raíz del estallido social. En total, a la fecha los inscritos suman 872 estudiantes, que en su mayoría provienen del Instituto Nacional (784), el Internado Nacional Barros Arana, INBA (10) y el Liceo 7 (10).

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¿Cómo llegaron a la Recoleta? El alcalde Jadue, -quien este año inauguró la Universidad Abierta de Recoleta (UAR)-, decidió abrir los establecimientos de su comuna a estos estudiantes, apelando a un equipo de docentes convocados especialmente para este proyecto. A la iniciativa se sumaron 75 profesores y una sicóloga. Todos voluntarios.  

Considerando la perentoriedad de implementar este sistema, en el municipio el alcalde sostuvo, entre otras, una reunión clave con Rodrigo Pérez, presidente del CCAA del Instituto Nacional. “Recibimos el llamado de la UAR a generar este espacio de recuperación académica. Tuvimos invitaciones de cerca de 500 personas, por parte de muchas iniciativas ciudadanas”, pormenoriza el dirigente estudiantil en diálogo con The Clinic. 

Foto: Emilia Rothen

“Nos reunimos con todos, algunas iniciativas estaban en pañales, mientras que la de Recoleta estaba más elaborada”, agrega antes de comentar qué fue lo que, finalmente, inclinó la balanza e hizo que su establecimiento, aceptara la invitación. “Esta propuesta recoge mucho de los aspectos que están en nuestro petitorio como colegio, a las autoridades. En Recoleta tienen herramientas para hacer una educación más humana, más integradora, un modelo que cualquier liceo debiera acoger. Para ellos lo primero, segundo y tercero es la educación”, dice Pérez.  

En Santiago se defiende el autoritarismo, la poca inversión en educación, para precarizarla y defender el modelo de pagar para educarse. Esperamos que eso pueda terminar, queremos que la desmunicipalización finalice y la educación quede en manos del Estado, con un modelo que sea más humano”, agrega el dirigente estudiantil. 

Foto: Emilia Rothen

Con la iniciativa ya aprobada por parte del IN, se sumaron varios establecimientos y se definió que fueran el Liceo Valentín Letelier, la Escuela Básica Bilingüe República del Paraguay y el Liceo Paula Jaraquemada, los que albergarían a los interesados en nivelar contenidos. La bienvenida estuvo a cargo del propio líder comunal, quien en una ceremonia efectuada el 20 de noviembre, dio inicio al “Programa de Recuperación Escolar de la Universidad Abierta de Recoleta”.

“Los muchachos estaban muy contentos y los apoderados también. Agradecidos, además, de que una comuna distinta a la propia, les pudiera entregar lo que en sus escuelas de origen se les negó”, afirma el edil. 

Foto: Emilia Rothen

“Soy absolutamente partidario del derecho a la educación. Y cuando uno lo entiende como un derecho que debe proveer el Estado, se debe actuar en consecuencia. Aquí había un conjunto de alumnos que quedaron sin la posibilidad de recibir los contenidos que ellos requieren, para salir satisfactoriamente de sus colegios. Les han cerrado el año de manera anticipada, con una visión de lo que es la educación y un diálogo con la comunidad académica que nosotros no compartimos”, declara la autoridad argumentando la decisión adoptada por su administración.

Las clases comenzaron el 21 de noviembre, con cursos mixtos en los que se encuentran solo alumnos de los colegios involucrados, grupo al que se han sumado un total de cinco estudiantes pertenecientes a cinco instituciones más. El encargado de implementar este sistema, fue el profesor Luis Gallardo, quien asumió como coordinador. Tal era su urgencia por reclutar rápidamente a docentes, que canalizó vía Facebook el llamado. Le fue bien y las clases se iniciaron con una particular jornada destinada a levantar información alusiva al contexto emocional de los recién llegados.  

Foto: Emilia Rothen

“La primera clase tratamos de hacer un recogimiento de emociones acerca de cómo han vivido (el cierre de sus colegios). No podíamos llegar a hacer Matemáticas o Química. Imposible. Muchos comentaron sentimientos de angustia, incertidumbre, resistencia al espacio escolar e incomodidad”, relata el profesional. “Y dentro de las expectativas de este espacio, nos planteaban que (deseaban) que fuera un lugar seguro, acogedor, donde no lleguen Carabineros ni Fuerzas Especiales. Lo que más nos pidieron, tanto apoderados y estudiantes, era que fuese un lugar cómodo y seguro donde los chiquillos pudieran avanzar en su proceso”, dice luego Gallardo. 

“La estigmatización y criminalización se hizo a nivel general. Tenemos estudiantes del IN que nos han comentado que les da miedo andar con uniforme, muchos nos preguntaron si tenían que usarlo. Les dijimos que no. En el proceso de formación de un adolescente, en el que la autoestima es tan fluctuante, es súper importante darle espacios seguros, por eso no controlamos cómo vienen vestidos, eso no influye en el proceso educativo. Queremos que los chiquillos terminen su año académico de una manera que les permita ingresar el próximo año con habilidades, pero con una autoestima académica pertinente, para que el espacio escolar no se vuelva un lugar de resistencia o que los alumnos piensen que los van a violentar frecuentemente”, agrega el profesor. 

La dinámica de trabajo al interior del aula

En la Escuela Básica Bilingüe República del Paraguay, emplazada en Avenida Recoleta, presenciamos una clase de Lenguaje de Tercero Medio, liderada por tres profesoras que ejercen la codocencia y siete alumnos que, durante esa jornada, analizaban el discurso de Sebastián Piñera la noche que dijo que Chile “estaba en guerra”. Con dinámicas de interacción oral entre los compañeros, las docentes traspasaban distintos contenidos alusivos al ramo.  

“Trabajamos sobre actitudes, habilidades y contenidos. Sabemos que no vamos a alcanzar a ver toda la materia que no vieron en el año. Hemos potenciado el trabajo sobre habilidades para que cuando los chiquillos ingresen al siguiente curso, no estén tan desnivelados”, pormenoriza el coordinador del programa que baja la cortina el 20 de diciembre (se evalúa extenderlo).

Luis Gallardo, profesor. Foto: Emilia Rothen

Respecto de la medición del conocimiento, aunque no existe bajo este sistema, independientemente de que los colegios de origen ya cerraron el año escolar, sí se evalúa. “Tenemos que ver qué entendemos por evaluación, porque la educación tradicional nos tiene acostumbrados a la prueba. Es importante cuando el estudiante comprende que no sabía y que, mediante un proceso, pudo aprender algo”, ilustra Gallardo. “Y eso se puede hacer a través de una foto, una historia en Instagram, un video”, agrega. 

A sus 18 años Tomás Aguilar, alumno de Tercero Medio del Instituto Nacional, tiene una opinión clara respecto de lo que está ocurriendo en Chile. “(Cuando pasó todo), yo andaba de viaje fuera del país. Salí de un país y encontré otro. Me enteré afuera de lo que estaba pasando”, dice sobre la crisis que vincula rápidamente a la situación de su colegio. “Por fin no somos solo los jóvenes y los universitarios, es el país”, dice que pensó al enterarse del estallido social. 

Tomás Aguilar. Foto: Emilia Rothen

“El cierre del colegio no fue tan terrible, pero sí perjudicial”, aclara el estudiante al tiempo que pormenoriza su incorporación al programa de nivelación de contenido. “(Ha sido) sorpresivo, pero acogedor porque la mayoría de los que estamos aquí, encontramos lo que buscábamos, que era terminar el año de la manera más normal posible, sin tener que retractarnos de la movilización del país. Aquí puedo continuar lo que quiero”, agrega.   

“Tengo compañeros del INBA y del Liceo Aplicación, ha habido un ambiente súper tranquilo, somos muchos menos de los 45 alumnos que estamos acostumbrados a ser en una sala, entonces el ambiente con los profesores y los compañeros se vuelve mucho más interactivo. Estoy cómodo, no esperaba clases todos los días, pero sé que tres veces a la semana es lo mejor que tengo. He aprendido igual que en mi colegio, el resultado se está logrando”, concluye con optimismo.  

Abel Barría. Foto: Emilia Rothen

Abel Barría, alumno de Tercero Medio del INBA, tiene una opinión distinta a la de Tomás, su nuevo compañero de colegio. “Es incómodo porque no conoces a nadie, no sabes si vas a caer bien o mal, es empezar de nuevo. Y cuesta, porque el ritmo es distinto, la enseñanza es distinta, cuesta que los profesores pasen la materia que te estaban pasando en tu colegio. Ellos tratan de adecuarse, pero nunca es el mismo ritmo. Es difícil, pero hay que hacerle empeño porque sirve y ellos lo están haciendo por nuestro bien”. Abel viaja de Til-Til hasta Recoleta para asistir a clases.

 “De mi curso hay un compañero acá. Es variado, estoy con gente del Instituto Nacional y no sé si de otro colegio. El nivel se siente, los del IN responden mejor a las preguntas que los del INBA”, complementa.  

 El compromiso de los profesores

“Cuando llegué, se notaba que estaba todo organizado sobre la marcha, pero con mucho amor. Faltaba un poco de organización en cuanto a la logística, pero había un ambiente grato. Conversamos con los alumnos y apoderados y la mayoría estaba muy contenta. De los estudiantes, me llamó la atención que había varios que deseaban estudiar sin tener miedo de que les fuera a pasar algo dentro de su propio colegio, sin que les tiraran lacrimógenas, que hubiera encapuchados ni que llegara Carabineros, deseaban un lugar cómodo”, dice Catalina Espinoza, periodista de profesión y a cargo de una de las cátedras de Lenguaje en la UAR. “Yo, a la edad de ellos, no me hubiera inscrito voluntariamente para tener clases cuando ya salí, me llamó la atención eso. Sobre todo, porque está ese estigma de los colegios emblemáticos de decir, ‘ahora quieren estudiar, si todo el año se dedicaron a protestar'”.

Respecto de cómo se ha ido estableciendo el vínculo alumno-profesores, cuenta que “la relación ha sido súper buena, los estudiantes están motivados por aprender, les interesa poner atención en clases, preguntan cuando no entienden, tratan de participar. No he visto a nadie que pase más tiempo en su celular que mirando a la pizarra”, ilustra.   

Catalina Espinoza. Foto: Emilia Rothen

Carolina Castillo, profesora de Lenguaje del Liceo Lastarria, misma asignatura que imparte en la UAR, explica su compromiso con este proyecto de respaldo a la educación. “Los alumnos estuvieron todo el año como estamos todos ahora. Y estuvieron súper abandonados. Mi aporte, como docente, es salir a defender la educación pública con ellos, a los que se les niega el derecho a estudiar”.

“Todo lo que estamos haciendo está conectado con lo que les está pasando. El contenido es una obviedad, la contingencia tiene que ver con este despertar ciudadano. Lo que hicimos, fue adaptarlo desde la perspectiva de un joven, con la historia que traen de haber sido marginados porque se les cierra el colegio. Empezamos a levantar distintas temáticas de las que pueden opinar, recogiendo sus inquietudes”, agrega. 

Carolina Castillo. Foto: Emilia Rothen

Carolina cuenta, además, que es inevitable que en las clases salgan comentarios de las barricadas y la violencia, pero lo que más destaca, es que, de alguna forma, los estudiantes están empoderados. “Son resilientes, pero conscientes. Como pertenecen a la educación pública, son súper críticos frente a su visión de mundo. Entienden perfecto lo que está pasando, los discursos simplistas no los integran, necesitan ir más allá, se manejan perfecto con la información, hacen muy buenos aportes”, afirma. 

Catalina Piña, quien comparte sala de clases con Carolina Castillo y Catalina Espinoza, aborda el tema de la codocencia, que redunda en este tridente femenino liderando una cátedra escolar. “Empezamos a aunar criterios, porque tenemos líneas distintas de trabajo. El objetivo son los estudiantes. Queremos que ellos sean capaces de manejar el conocimiento. Darles la palabra, por ejemplo, es súper importante”, dice. Consultada sobre lo que ha podido recoger de los alumnos durante estas semanas, no duda: “Ellos vienen de una realidad que ha sido violentada durante harto tiempo y nos muestran una forma distinta de ver este estallido social. Lo hemos mirado desde los estudiantes que saltan el Metro, pero no desde los que quieren venir a clases, nadie se detuvo a preguntarles qué querían, qué pasaba con ellos y sus colegios, los tratamos de violentistas todo el año, pero no les preguntamos cómo buscamos soluciones. Y ellos, sí querían venir a clases”, resume.

Catalina Piña. Foto: Emilia Rothen

Tamara Miranda es profesora titular de Historia bajo esta nueva modalidad de estudio en Recoleta, proyecto al que se incorporó mientras hacía la práctica en el IN y, de un día para otro, se vio corriendo una suerte análoga a la de sus alumnos. Sin colegio y en conocimiento de lo que estaba haciendo Jadue en su comuna, se sumó a la iniciativa y pudo reencontrarse con algunos estudiantes.  “No me despedí de mis niños, los veía tres veces a la semana y logré volver a verlos porque sigo manteniendo relación, porque les pregunté si alguno se iba para Recoleta”, relata entusiasmada la docente en práctica que, al llegar al nuevo recinto académico, se reencontró, incluso, con adolescentes de otros cursos del IN. 

“Cuando los chiquillos llegaron no tuve que preguntar por qué estaban acá, la desgracia es común. Hicimos catarsis, hablamos de qué queremos hacer. No vamos a poder hacerlo todo, pero conversamos y vimos cuáles son nuestros intereses comunes”, pormenoriza Miranda. “En el colegio estas dinámicas corporales de abrazarse, no se pueden tener. Aquí sí”, dice luego emocionada. 

Tamara Miranda. Foto: Emilia Rothen

“Esto es una posibilidad de terminar algo que nunca debió terminar, aunque ellos no son directamente mis alumnos, compartimos la misma realidad y este ha sido un año súper complicado. Encontrarse acá es como una Navidad anticipada. Había algo que se pudo rescatar. El día que vi a los niños acá, uno de ellos me presentó a su mamá. Ella me tomó la mano y me dijo, ‘profesora, ¿qué va a pasar?'”, cuenta la aspirante a docente, quien espontáneamente respondió a la inquietud de la angustiada apoderada con un esperanzador, “estamos acá para mejor, para que salgamos adelante”.

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