Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

19 de Diciembre de 2019

Desde mi esquina

Foto: Constanza Pérez

Emmanuel Sabio vive y trabaja en la intersección que diariamente es escenario de los enfrentamientos entre la primera línea y Carabineros. Días después del 18 de octubre tomó la decisión, junto a otros locatarios, de instalar una carpa y conseguir manos e insumos para entregar ayuda médica a los heridos de las manifestaciones. Luego de dos meses desde el jueves en que comenzó todo, tiene claro lo que está pasando, quiénes son los que tienen la calle tomada y cuáles son las razones de quienes están de lunes a lunes peleando frente a él.

Por

Ramón Corvalán con la Alameda es el punto clave de los enfrentamientos en el principal escenario de protesta a nivel nacional, la ahora denominada Plaza de la Dignidad. A una cuadra del sector donde se congregan miles de chilenos y chilenas semana a semana, con cacerolas, pancartas y gritos, actúa la llamada “primera línea”. Donde antes había un  McDonald’s, jóvenes se enfrentan día a día, con piedras y hondas, a las fuerzas policiales. Emmanuel Sabio (37), a quien todos conocen como Max, es locatario en la galería Crowne Plaza, que se encuentra justo en ese punto, con salida hacia la Alameda y a Carabineros de Chile, calle donde hacen punto fijo las Fuerzas Especiales. Psicólogo de profesión y habitante de un edificio que queda tan sólo a unos metros, desde el 30 de octubre es coordinador de primeros auxilios de la misma galería conocido como “El puesto de los músicos”. 

Esquina de Corvalán con Alameda. Foto: Constanza Pérez
Esquina de Corvalán con Alameda. Foto: Constanza Pérez

Desde el primer día los locatarios se dedicaron a cuidar sus negocios. Cuando estaban en eso, cada vez llegaban más personas buscando atención médica. En un primer momento pedían agua con bicarbonato para neutralizar las bombas lacrimógenas que llovían sobre los manifestantes, para después llegar con cortes u otras heridas. Días después comenzaron los perdigones. En ese momento decidieron usar el espacio público para poner una caseta y entregar primeros auxilios a la gran masa. Las redes sociales fueron su principal aliado: los insumos llegaron por esta vía mediante donaciones, ningún aporte del Estado. También usaron este canal para reclutar al equipo, que se conformó con gente de todas partes, entre ellos enfermeros, médicos, tens, que van rotando. Son alrededor de cincuenta personas y no han parado de atender ningún día. 

Centro de primeros auxilios. Foto: Constanza Pérez
Gasas. Foto: Constanza Pérez

Dos de la tarde y comienza el trabajo de una jornada que puede alargarse fácilmente hasta las nueve de la noche. En el lugar se han habilitado una suerte de farmacias y consultorios improvisados que reciben a los pacientes del día. Cuando llega la noche, coordinan el trabajo y ven qué les hace falta, arman la lista y nuevamente recurren a las redes para conseguirlo. Tres turnos de lunes a lunes. En estos días largos, la hora crítica en cuanto a la cantidad de heridos va variando, pero regularmente fluctúa entre las cuatro o cinco de la tarde. “El día que la gente llega con las heridas más graves es, paradojalmente, cuando se reúne menos gente. Cuando hay menos masa las lacrimógenas llegan directo a la cara”, dice Max. Mientras explica cómo es la rutina, hace una especie de línea de tiempo para explicar cómo ha mutado la estrategia: “primero tuvimos solo perdigones, y cuando los prohibieron, pasamos a las fracturas con las lacrimógenas. Después la policía modificó eso y ahora trabajan con agua con químicos”. 

Con el paso de los días, dice que ha identificado a los “guanacos” que llegan al sector: número 49, 50 y 51. De los tres, según él, solo uno viene con químicos. “La gente pide agua por el calor. Les tiran agua y no pasa nada, pero cuando llega el tóxico, nos llegan veinte pacientes de inmediato”, afirma. Tuvieron que instalar duchas y conseguir ropa de repuesto para los heridos. Deben bañar a la gente y hacerlos permanecer en el puesto, sentados, esperando a que se recuperen por el colapso. “La policía está simplemente tirando agua, sin moverse, y la gente se aturde, empiezan a caminar como zombies. Es impresionante y ha sido lo más efectivo hasta ahora”, dice. Dentro de los casos más graves que reciben están las lacrimógenas disparadas desde muy cerca. Suelen ser personas que no están manifestándose y, por ende, no están preparadas con el equipo de seguridad: casco, lentes y máscara. 

Emmanuel Sabio. Foto: Constanza Pérez
Implementos de primeros auxilios. Foto: Constanza Pérez

Por su parte, Carabineros heridos son muy pocos y en casi la totalidad de los casos, de gravedad leve. “Ellos no se cansan, tienen a lo menos cuatro contingentes que se van rotando cada media hora, una hora. Están muy ordenados. El primer viernes masivo estuvieron sobrepasados de verdad, pero después de eso se ordenaron. Cada día que pasa están mejor equipados”, cuenta desde su experiencia y lo que ve día a día, porque no ha conversado con ellos directamente. Relaciona parte del éxito de Carabineros con lo predecible que es la masa movilizada. En un comienzo los perdigones eran un arma disuasiva porque con un disparo llegaban cinco o seis heridos, pero ahí había más gente que ahora. Luego, se dieron cuenta de que la lacrimógena no funcionaba porque le echaban agua con bicarbonato, así que cambiaron la composición para que se active al aplicar esa mezcla. Cada vez que la masa va mutando, ellos acomodarían la estrategia. El problema, dice Max, es que la masa no cambia demasiado, es la misma estrategia, por los mismos lados, con las mismas barricadas

En cuanto al tipo de personas que llegan a manifestarse, Max asegura que los más jóvenes llegan temprano, quizás porque coincide con el colegio. Carabineros no los tomaba detenidos, pero hace un tiempo cambiaron la táctica y ahora se los están llevando. Los que se quedan hasta más tarde y llegan al puesto heridos, a veces no tienen a quien llamar, siendo, casi todos, menores de edad: “Se entiende que son niños en situación de calle o con cierto nivel de abandono porque no tienen contactos parentales”, dice Max, quien se dedica a conversar con las personas que llegan hasta él. Pero también reconoce a otro tipo de manifestante, que va todos los días y que, según él, no tiene ningún trabajo estable ni nivel educacional mayor. “Es gente que no va a entrar en razón y va a estar todos los días ahí, porque no tiene nada que perder. A ese tipo le pegan en la cabeza, lo curan y va de nuevo con un perdigón en la pierna. Es gente que llega todos los días al puesto”, comenta mientras hace énfasis en una división entre este tipo de manifestante y el resto de la masa, y es que a estas alturas Max conoce las razones de ellos: no tienen nada que perder, están acostumbrados a que no los tomen en cuenta. “Casi todos son de población, su vida ha sido siempre igual y ahora es un gran desahogo tirarle piedras a la policía. Si los lastiman, es el costo que se paga por defenderse, por sacar esa rabia que ya tenían acumulada hace tantos años”, cuenta. 

Enfrentamientos con el guanaco de Carabineros. Foto: Constanza Pérez

Entonces, la separación que hace él genera dos grupos distintos: los que se movilizan por la contingencia y quienes simplemente tienen rabia por la violencia sistemática que viven hace años y que ahora tienen la posibilidad, por primera vez, de enfrentarse mano a mano con la policía. Max cree que para ellos esto no va a terminar, independiente de las movilizaciones. 

Otro punto en el que ha reparado desde su esquina y su experiencia, es que las riendas del asunto las tiene el Estado y Carabineros, no la masa movilizada. “La idea siempre ha sido que la gente venga a esta esquina, a la zona de sacrificio. Cuando suben los detienen. Durante aproximadamente 45 días dejaron que hicieran lo que quisieran, pero solamente en una zona. Cuando se dispersan, los atraen de nuevo a esa esquina. Se paran ahí para que lleguen; yo siempre digo que son como la luz y las polillas”. Dice que los piquetes se organizan en las noches, para tener todo preparado y aguantar hasta el último minuto. “Lo que le pasa por alto a la gente es que ellos los quieren ahí, los necesitan ahí. El discurso de Piñera es que mientras siga la violencia en las calles no va a avanzar en la agenda social. Mientras haya violencia, para ellos es mejor. Y los días que no hay violencia, ellos salen a provocarla, la buscan, la necesitan. Están usando a la gente”, afirma convencido.

Agua con bicarbonato y mascarillas. Foto: Constanza Pérez
Carabineros apostados en la Alameda. Foto: Constanza Pérez

La conversación con Max llega al tema de la “primera línea”. Critica a la gente que romantiza a quienes están en enfrentamiento constante con Carabineros, porque estar todos los días viendo como los reprimen, los queman, es diferente. “Es súper fácil decir vayan y háganlo, mantengan la lucha, la calle tomada. Ellos no tienen la calle tomada, la policía tiene la calle tomada. La policía lleva todo el juego”, dice, mientras cuenta que la policía los saca cuando quiere. Generalmente el “barrido” es a las nueve de la noche. En cinco minutos la esquina crítica y sus alrededores quedan desiertos. 

El problema, dice, es que la primera línea está hecha para defender una marcha, pero a estas alturas hay primera línea los siete días de la semana y marcha sólo el viernes. “No sale nunca en la prensa, no salen todos los heridos en la tele. Vienen simplemente a entregarse a una trampa que está preparada de antes. Entonces no sé qué tan romántico que la gente se venga a entregar sin un propósito atrás”. No está de acuerdo con que la movilización siga en Plaza de la Dignidad; cree que es mala estrategia al compararlo con las manifestaciones en el Costanera Center o en el mall de La Dehesa. Max reconoce a “Las Tesis”, diciendo que ha sido lo más representativo hasta ahora. ¿La razón? Es algo replicable, la gente lo considera pacífico, tiene un fondo y una forma, e incluso ha sido replicado en el extranjero. 

ACAB (sigla de All Cops Are Bastards). Foto: Constanza Pérez
Esquina en la Alameda. Foto: Constanza Pérez

A pesar de que no está de acuerdo con su estrategia, Max reconoce el temple de la primera línea. “Pueden estar todo el día y todos los santos días. Hay planes para estar en navidad, en año nuevo, en vacaciones. Esto no va a terminar antes de abril. Va a decaer, pero en marzo se reactiva 100% y en abril va a ser el peak”. El mayor peligro, cree, es si gana el No al cambio constitucional. Hay un gran número de personas que no está en la calle y que el día de mañana puede votar. Si pasa eso, todo se volverá peor, predice. Pase lo que pase, ellos están dispuestos a seguir ayudando y no van a parar hasta que el asunto decaiga totalmente. Aún así, Max entiende que la gente se canse porque necesita volver a la normalidad, por buena o mala que sea. “para toda la gente, el nuevo Chile es peor que el que tenían antes, en cambio, para la gente que está en la primera línea es mejor que antes, porque no tenían nada, y ahora siguen sin tener nada, pero pueden responderle a la policía. Son dos cosas súper distintas. Acá la desigualdad está clara en las calles, y están haciendo que esa desigualdad se marque aún más”.

Notas relacionadas