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LA CARNE

9 de Enero de 2020

Que el sexo supere al seso y la cabeza

"La literatura erótica además de generar deseo, retrata las infinitas formas de deseo humano. Es por esto, que la literatura ha pavimentado el camino para ciertos cambios sociales. Mueve la barrera del deseo hacia lugares que antes fueron ridiculizados, criminalizados o prohibidos", dice Elordi en esta columna.

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Del sexo por reproducción, al sexo por amor, al sexo como juego. Es así como hemos ido ganando terreno, como nuestros comportamientos asociados al deseo se han vuelto menos reprochables. Hoy vivimos en una época más libertina si se quiere. Una época hedonista. Hedonismo en el buen sentido de la palabra. Ese que modifica nuestro comportamiento más íntimo, que no está enojado con el cuerpo y que considera a las pasiones y pulsiones como amigas y no adversarias.

Pero el hedonismo tiene su contracara. También puede elogiar a la propiedad y al consumo. En este caso, el consumo del porno. Placer, placer, placer. El porno está de moda y ahora no solo lo ven los hombres, las mujeres también entramos. Ya casi vemos porno en familia, con nuestros amigos, nuestras abuelitas. El porno es un escape. Y por esta misma razón finalmente aburre bastante.

Imaginemos por un momento la era previa a la explosión de la imagen, cuando la literatura erótica era el único terreno ficticio de estimulación sexual. Letras negras sobre un fondo blanco. Y así, construíamos imágenes internas que nos provocaban una reacción en el cuerpo. ¿Qué más fascinante que este ejercicio? Imaginemos esa época, cuando se buscaba estimulación sexual en los libros y no en las plataformas porno. Cuando al igual que ahora la búsqueda dependía del gusto personal: al masoquista de Sacher-Masoch, al agresivo de Henry Miller, a la sutileza de Ihara Saikaku.

A todo esto, nunca me ha convencido esa premisa que el porno es exposición mientras lo erótico es lo sugestivo. La diferencia no está en el nivel de exposición, sino en la carga estética. Aparte de esto, la literatura erótica es subversiva y el porno no (y por eso aburre). Y no solo por su carga estética, sino porque la literatura a diferencia del porno, no solo da placer, sino también incita al deseo. Deseo, Deseo, Deseo. Deseo que se crea a través de una imagen que se construye internamente. Una imagen que se transforma en un tono que se carga desde el cuerpo. El deseo es de largo alcance, una especie de placer en potencia permanente. El placer en cambio, es efímero y desaparece.

Subversión. La literatura erótica siempre ha tenido un rol subversivo. Lo dice Boris Vian en el prólogo de sus “Escritos Pornográficos”. Y no es necesario leer un prólogo para saberlo. La literatura erótica además de generar deseo, retrata las infinitas formas de deseo humano. Es por esto, que la literatura ha pavimentado el camino para ciertos cambios sociales. Mueve la barrera del deseo hacia lugares que antes fueron ridiculizados, criminalizados o prohibidos.

Con relación a esto, George Bataille cree que la desaparición de censuras, en lugar de enriquecer el deseo físico, lo banaliza, lo vulgariza y en cierto modo, lo regresa a esos tiempos en que el sexo no era más que un instinto animal. En esta misma línea, Roger Vailland es incluso más radical. Según él, sin la Iglesia católica no hubiera sido posible el erotismo. Así no más. Para él, la existencia del erotismo se debe a la represión de la libertad sexual. Ay. Todo esto suena a condicionamiento cristiano. Dolor y placer en una misma senda. En lo personal, creo todo lo contrario, y que la clave del erotismo está en tener y dar placer, sin hacer mal ni a ti ni a nadie.

Independiente a esto, sí. La literatura ha ayudado a alcanzar conquistas sociales y ha dado cuenta de la represión del sexo. Ya sea mediante el enfrentamiento, como lo hace Virginie Despentes, o desde la exaltación del goce como lo hizo Safo de Lesbos. Y así, distintas formas de deseo antes perseguidas han logrado ser aceptadas. Qué se yo, ahora podemos ser más bisexuales que antes, ahora podemos tener sexo con quien queramos, ahora al menos existen anticonceptivos (mi abuela tenía que traficarlos ilegalmente). Aún así, el feminismo sigue buscando territorio. El deseo femenino sigue abriéndose espacio. Por ejemplo: de a poco la falta de estímulo por penetración empieza a hacerse visible. Raro esto, pero aparentemente, el acto sexual no es la mejor vía para el orgasmo femenino como siempre se pensó en analogía con los hombres.

Vámonos ahora a mil años en el futuro. Vámonos a un momento utópico: no hay ningún tipo de discriminación sexual, ya no más pastillas anticonceptivas que entorpezcan nuestro placer, no más represión moral ni abusos sexuales de ningún tipo. ¿Será que la literatura erótica perderá su calidad literaria? ¿Su papel subversivo?

Vargas Llosa cree que sí. Según él, las grandes conquistas sociales dinamitaron el rol crítico de la literatura. Como si el feminismo y las minorías sexuales no tuvieran aún terreno que ganar. Pero más allá de eso. Dentro de esta utopía, la literatura erótica seguiría siendo subversiva, al ser una herramienta útil para estimular y representar al deseo. Y es que el deseo hoy, mañana y siempre será subversivo: nunca deseamos lo que queremos, rara vez entendemos lo que deseamos. El deseo muta, nos pone a la deriva, nos confunde, nos abruma. Es irracional. Probablemente, es lo único que se resiste a todo. Incluso a la política.

El riesgo en estos tiempos es otro: que la literatura erótica se vuelva moralista y actúe en contra de esa lógica subversiva. Se transforme en un reflejo del deber tener sexo de tal o tal forma, con tal o cual rol. Me acuerdo cuando se polemizó sobre Anne Carson sobre su “Ensayo de cristal”. En el fragmento que mencionaba que frotaba su “culito rojo y ardiente como un mandril” contra un hombre que ya no la quería. Se le criticó por sumisión, o qué se yo. Esa idea hollywoodense que los artistas tienen una responsabilidad moral, y que las películas o libros nos deberían dar ciertas directrices de cómo vivir, o estandáres de ética.

Es evidente que la consigna de “lo personal es político” de los setenta ha sido de las mejores consignas del feminismo. Lo que pasa en la cama, es reflejo de un sistema patriarcal mayor. Pero en el caso del deseo es otro asunto. Lo político es incapaz de invadir nuestro deseo, que es lo más íntimo que existe. Y también en el caso de la ficción si se quiere. Si lo político la invade por completo, terminaría por sepultar su rol subversivo.

Entonces, que lo político no nuble nuestro deseo, y que la ficción así como él, logre mantener cierto núcleo libre, obstinado, sin dogma. ¿Miedo a que la literatura se transforme en un pasaporte para la perversión? Probablemente sí: una manera de sublimar las perversiones que aparecen de nuestro inconsciente. “El sexo es el seso con una tachadura en el medio”, como dice la poeta Josefina Plá. Dejemos que el sexo supere al seso y a la ficción libre de ética. Y aquí la paradoja: dejar al deseo y a la ficción sin discurso, es la manera última y más efectiva de hacer resistencia.

* Ileana Elordi (Santiago, 1990). Autora de la novela “Oro” (Emecé Planeta) y “Antología Noreste” (Ediciones Lastarria). 

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