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Opinión

17 de Marzo de 2020

Columna: Una historia de pasión y lucha por conquistar la igualdad

Agencia Uno

La presencia de las mujeres ha acompañado al movimiento social chileno en las grandes huelgas de los mineros del norte y sur del país, en las tomas de terrenos para poder tener acceso a una vivienda, en las luchas por el derecho a voto, en la resistencia a la dictadura militar y en las actuales batallas por la paridad: por una real igualdad de condiciones para mujeres y hombres en todos los planos de la vida. El pasado 8 de marzo alrededor de dos millones de mujeres marcharon por la Alameda de Santiago y cerca de un millón en otras ciudades del país bajo el lema: “La revuelta feminista debe seguir hasta que valga la pena vivir”.

Fernando Ayala
Fernando Ayala
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Vamos mujer, es el título de la canción que forma parte de la Cantata Santa María de Iquique, escrita por Luis Advis en 1969 y musicalizada magistralmente por el grupo Quilapayún. Vista con ojos de hoy, podríamos decir que tiene un tufillo machista pero da cuenta de una realidad indesmentible de las luchas sociales de Chile: el papel de la mujer, como activa participante y muchas veces, combatiente de primera línea. Desde la guerra de resistencia contra los invasores españoles en la Araucanía, los nombres de Guacolda y Fresia quedaron grabados para siempre en el imaginario chileno.  Lo mismo ocurrió en la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839) donde debuta la primera “cantinera” de la que hay registro, Candelaria Pérez, quien fusil en mano se ganó el grado de sargento. Las siguieron otras valientes durante la Guerra del Pacífico (1879-1883) como Irene Morales, quien participó en casi todas las batallas, siendo reconocida por el general Baquedano por su valentía. Al término del conflicto, Irene y varias otras obtuvieron el “pago de Chile”: No recibieron gratificaciones de guerra y sus pensiones fueron de 15 pesos mientras que la de los hombres ascendieron a 200 pesos, según señala la página del museo histórico nacional.  La presencia de las mujeres ha acompañado al movimiento social chileno en las grandes huelgas de los mineros del norte y sur del país, en las tomas de terrenos para poder tener acceso a una vivienda, en las luchas por el derecho a voto, en la resistencia a la dictadura militar donde cientos dejaron la vida y en las actuales batallas por la paridad: por una real igualdad de condiciones para mujeres y hombres en todos los planos de la vida.

El pasado 8 de marzo alrededor de dos millones de mujeres marcharon por la Alameda de Santiago y cerca de un millón en otras ciudades del país bajo el lema: “La revuelta feminista debe seguir hasta que valga la pena vivir”.  Al parecer fue la concentración más grande de todas las otras realizadas alrededor del mundo en esa fecha, según destacaron algunos medios de prensa. Convocada por la “Coordinadora Feminista 8M”, ha demostrado la toma de conciencia masiva de las mujeres chilenas que luchan por una igualdad total, reflejando un inmenso cambio cultural. Fueron marchas alegres, coloridas, con abuelas, hijas y nietas; música, bailes, senos al aire, cuerpos pintados, pañuelos lilas y verdes, con miles de carteles creativos alusivos al machismo donde no se salvaron ni los versos de Neruda:  Me gustas cuando callas, porque estás como ausente. “Cállate tú, Neruda”, decía un cartel.   

El llamado a una nueva Constitución es inherente a esta gigantesca ola de protesta nacional por la igualdad de género y a la situación actual del país. La columna desfiló por la principal avenida de Santiago, Alameda, hasta llegar al palacio de La Moneda donde el colectivo Las Tesis presentó la performance, “Un violador en tu camino”. Ellas deberán ser reconocidas en su momento con el Premio Nobel por el eco planetario que ha tenido su mensaje. En el lado oficial, patética fue la declaración de Carabineros, probablemente gatillada desde el Ministerio del Interior, que señaló que solo 150 mil personas habían concurrido a la marcha del domingo, infringiéndole un daño más a la desprestigiada imagen de la policía, que tuvo que ser corregida posteriormente por la vocera de gobierno.

En Chile, como en casi toda América Latina, la lucha por el derecho a la participación política de las mujeres se hizo fuerte en la primera mitad del siglo XX. Las olas de inmigrantes europeos que llegaban traían las semillas de los movimientos sociales; se formaron asociaciones anarquistas, nace el Partido obrero socialista, en 1912, que tomará el nombre de Partido comunista, en 1922 y también surgen las primeras feministas.  Chile, un país olvidado en el fin del mundo, con una fuerte presencia conservadora de la iglesia católica, donde recién en 1925 el Estado logra la separación, fue testigo de la perseverancia de un puñado de mujeres que iniciaron la larga marcha por sus derechos políticos, sociales y reproductivos que aún no concluye. En 1922, forman el Partido cívico femenino, que se declara laico e independiente, y surgen otros hasta llegar, en 1935, a la formación del Movimiento Pro Emancipación de Mujeres de Chile (MEMCH) donde confluyen varios grupos encabezados por Elena Caffarena (1903-2003).  Hija de inmigrantes italianos de la Liguria (Génova), su padre se instaló en el norte, en la ciudad de Iquique, donde ella nació, para luego partir a Santiago a estudiar derecho en la Universidad de Chile, graduándose de abogada en 1926. Dicen sus biógrafos que su participación en la vida política fue fuertemente influida por uno de los principales luchadores sociales de la época y fundador del Partido comunista, Luis Emilio Recabarren, quien proclamaba que socialismo y feminismo estaban indisolublemente unidos. Si bien Elena nunca militó, contrajo matrimonio con un dirigente de esa organización, Jorge Jiles, lo que le significó la exclusión de las actividades políticas en los años de vigencia de la llamada Ley Maldita, 1941-1951, que proscribió a los comunistas de la vida nacional.  En 1953, fue electa la primera mujer al senado, María de la Cruz y recién en 2014, la primera en presidir la Cámara Alta, Isabel Allende, hija del Presidente Salvador Allende, depuesto en 1973, por la dictadura militar de Pinochet. En 2006, Chile eligió por primera vez en su historia a una mujer como Presidenta de la República: Michelle Bachelet, reelecta en 2014 y quien contribuyó de manera decisiva en avanzar hacia la igualdad de derechos.

La lucha de las mujeres chilenas continuará hasta alcanzar la paridad total y para ello hay aún un largo camino. La realidad nos muestra que de las 10 principales universidades chilenas, solo una tiene como Rectora a una mujer.  En la cámara de diputados el porcentaje alcanza a 22,5% y en el senado al 26%, mientras que en el frío mundo de los negocios, en los directorios de las 100 mayores empresas de Chile, las mujeres tienen solo un 10% de los asientos.  Sin embargo, el estallido social de octubre de 2019, que ha remecido todos los cimiento de la sociedad chilena y que deberá originar una nueva Constitución, ha logrado consensuar gracias al apoyo de un sector minoritario de sectores conservadores, la paridad de los constituyentes. Vale decir, por primera vez en el mundo, si se aprueba la fórmula en el próximo plebiscito, la Carta Fundamental que nazca será escrita por una mitad de mujeres y hombres, por igual.  Otro gran paso en la larga marcha por una sociedad paritaria. Y un motivo más, junto a terminar con la propiedad privada del agua y las administradoras privadas de pensiones, para votar apruebo en el plebiscito programado para el 26 de abril.

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