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1 de Febrero de 2021

Adelanto de “Joyitas”: Jaime Orpis, muerto en vida

Crédito portada: Hueders

Gracias a editorial Hueders, The Clinic presenta un adelanto de "Joyitas. Los protagonistas de los mayores escándalos de corrupción en Chile". Este capítulo está dedicado al exsenador UDI, Jaime Orpis, condenado por fraude al fisco y cohecho. El reportaje fue realizado por las periodistas Tamy Palma y Paulina Toro.

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La vida abandonó el cuerpo de Jaime Orpis Bouchon durante dos minutos. Dos minutos en los que su esposa, Ana Luisa Jouanne Langlois, fue espectadora de la caída a peso muerto de su marido, entonces senador de la República de 57 años, quien de pequeño ha sido reconocido por sus enormes paletas separadas y su ropa de talla holgada. Era una noche de febrero de 2013 y de pronto, en medio de una comida con dos amigas de su esposa, se sintió mal, y creyendo que era un ataque de tos, se dirigió a la terraza. Pero no, no era tos ni un trozo de comida atascado, era su corazón: los conductos eléctricos estaban obstruidos.

Orpis cayó desplomado debido a la disminución abrupta del flujo sanguíneo cerebral. Síncope, se llama, y deriva en una pérdida súbita y temporal de la conciencia.

25/05/2016 – El ex Senador, Jaime Orpis durante el segundo día de formalización en el marco de la investigación de Corpesca, realizado en el centro de Justicia. Crédito: Agencia Uno

El hombre quedó tendido en el suelo, mientras la brisa que corría en Frutillar, en el sur de Chile, envolvía su cuerpo ante la mirada horrorizada de las tres mujeres  que vieron cómo el lado derecho del rostro del senador sangraba después del golpe que él –tal vez para mejor– ni siquiera percibió.

Su mujer intentó reanimarlo, al momento en que sus amigas llamaban a los vecinos y estos, nada más llegar, lo subieron a un auto y partieron rumbo al centro de salud de Frutillar.

Orpis llegó vivo, aunque, contó él más tarde con cierta épica, estuvo dos minutos muerto.

Pocos días después, ya de alta y de regreso en Santiago, en lugar de tomarse un tiempo de reposo, comenzó a dar entrevistas. Salió en televisión, en la prensa y en algunas fotos incluso se veían las huellas del golpe seco que azotó su cara cuando cayó inconsciente. “Estuve muerto, estuve muerto”, repetía a los medios sin hacer hincapié en las consecuencias más graves: un TEC, una cirugía maxilofacial para ponerle tres placas de titanio en uno de sus pómulos para fijar su ojo derecho, y un marcapasos. “Siento que tengo una nueva oportunidad en la vida”, dijo a La Segunda el 18 de febrero de 2013.

Pero como las nuevas oportunidades, como escribió Paul Auster, tienen más que ver con el azar que con lo bueno o lo malo, dos años después del síncope el senador recibió otro golpe, un golpe que lo puso nuevamente en el centro de la atención. La diferencia es que este segundo golpe liquidó su vida pública, es decir, que trajo una muerte simbólica.

En 2015 se supo que el senador estaba siendo investigado por un presunto caso de corrupción política, por el que terminaría siendo formalizado por cohecho, fraude al Fisco y delitos tributarios. Al poco tiempo aparecieron las pruebas y, con ellas, vino la muerte social de Orpis. La Fiscalía, en un juicio que para fines de 2020 aún estaba en curso, pidió para él 21 años de cárcel, al tiempo en que era desaforado a raíz de los cargos que se le imputan.

Escuálido y débil, en el ojo del huracán, Orpis declaró poco más tarde su propia sentencia: “Para mí, la vida terminó”.

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La cuenta pública que el 21 de mayo de 2015 dio Michelle Bachelet es inolvidable para Jaime Orpis. Ahí partió todo. También ese día quedó inmortalizado para la Unión Demócrata Independiente (UDI). Y no por los anuncios de la presidenta, sino porque allí se desmoronó el castillo de naipes que cuidadosamente Orpis había construido en sus más de 30 años de carrera política. Ese día, a través de una publicación en La Tercera, el senador fue vinculado al caso Corpesca, que relacionaba a esa empresa pesquera con el financiamiento irregular de la política. Quizás por eso, estando advertido de lo que se le venía, el senador no acudió a la ceremonia en el Congreso.

La semana siguiente era distrital, por lo que los congresistas no tenían que realizar tareas legislativas sino territoriales. Pasaron días para que Orpis tuviera que aparecer otra vez por el Congreso a dar explicaciones.

Y pese a que sabía de antes lo que venía, no estaba preparado para caer en un hoyo tan profundo. Ese 21 de mayo, Orpis no solo se transformó en uno de tantos políticos que han caído en desgracia, sino que además sería el primero que se enfrentaría a un juicio de más de un año de duración, interrumpido solo por la pandemia del coronavirus.

Escuálido y débil, en el ojo del huracán, Orpis declaró poco más tarde su propia sentencia: “Para mí, la vida terminó”.

En el juicio se acusó al senador de haber recibido de parte de la empresa Corpesca la suma de 260 millones de pesos, en cifras de dos y cinco millones mensuales pagadas durante seis años, en un período en que también se debatía en el Senado la ley que especificaría las cuotas que les corresponderían a cada empresa durante los próximos 15 años. La llamada Ley de Pesca.

25/05/2016 – El ex Senador, Jaime Orpis durante el segundo día de formalización en el marco de la investigación de Corpesca, realizado en el Centro de Justicia. Crédito: Agencia Uno.

El senador llegó a conseguir que 20 personas entregaran boletas o que lo ayudaran a recolectarlas para que Corpesca pudiera pasarle esos fondos. Y cuando la empresa del Grupo Angelini decidió cortarlos en 2013, porque la pesquera ya estaba siendo investigada por soborno a raíz de recursos que había transferido a la exdiputada UDI Marta Isasi, el senador encontró una manera para suplir esos aportes, cometiendo otro delito: el de fraude al Fisco. Le subió el sueldo a su secretaria, Blenda Huus –dinero pagado por el Estado, a través de asignaciones parlamentarias–, e hizo que ella le devolviera la misma cantidad del aumento para destinarla a gastos personales y pagar créditos propios. Un millón 200 mil pesos con los que contó Orpis mensualmente a partir de julio de 2013.

De acuerdo con la acusación de la Fiscalía, Huus tenía la misión de pagar contribuciones y cubrir cheques del colegio Everest, donde estudiaban las hijas del senador. También tenía que pagar cuotas de créditos bancarios, el gas de la casa en Frutillar o la cuenta de la luz de la casa en La Dehesa. Al igual que Huus, otras seis personas simulaban ser asesores directos de Orpis o del comité de senadores UDI, con el único fin de desviar fondos del Senado que iban a cubrir gastos del legislador.

Un mes antes de la cuenta pública de Bachelet, el senador ya estaba distante y temeroso. Más de lo habitual. Los casos Penta, SQM y Caval tenían sumidos a los miembros del Congreso en un susurro inquietante. Las tardes en la sede legislativa de Valparaíso empezaron a llenarse de reuniones en las oficinas de los pisos altos del edificio amarillo, con el objetivo de abordar la inédita crisis sobre financiamiento irregular de la política. Incluso algunos intocables empezaron a ser alcanzados por la justicia. En su desesperación, altos dirigentes de partidos salían a contradecir los datos en desmentidos que después se los llevaba el viento. El más enérgico y performático fue el senador UDI Jovino Novoa –uno de los primeros políticos acusados de delitos tributarios–, quien en octubre de 2014, tras una jornada repleta de gestos solidarios de parte de su partido, y cuidando el sentido de cada una de sus palabras, salió a leer un comunicado para desmentir al medio que destapó su caso ese día: “La publicación de Ciper Chile que se refiere a mi persona es absolutamente falsa”.

En esa época, Jovino Novoa era uno de los políticos de mayor influencia en su partido. Su arremetida contra el medio Ciper, que incluía el anuncio de una querella en su contra, la hizo a nombre de toda la bancada, como adelantándose a lo que vendría ese año: “No existe ni ha existido un sistema de financiamiento ilegal para la UDI. Yo jamás he participado de ningún financiamiento que no esté de acuerdo a la ley y jamás he actuado en forma ilegal en mi vida”. Las frases las dijo asomándose al patio de la sede de su colectividad, ubicada en Providencia, que por la envergadura de lo que estaba pasando se llenó de periodistas y fotógrafos, quienes debían mantenerse en el patio y no en la sala de prensa. Había vergüenza: el logo de la UDI que figuraba en el tiro de cámara no debía aparecer en un caso como este.

Lo que estaba pasando era una especie de aplanadora política. Y Orpis se estaba preparando psicológicamente, porque tenía claro que, tarde o temprano, el rodillo lo agarraría también a él.

***

En abril de 2015, a sus oídos llegó la información de que una de sus asesoras había sido interrogada por el fiscal Carlos Gajardo y su compañero en la Fiscalía, José Antonio Villalobos. Desde que Orpis conoció esa información, se dedicó a fumar de manera empedernida y con cierta resignación. Su vida política tenía los días contados.

Lo que ocurría con otras investigaciones no era alentador para gran parte de los partidos políticos tradicionales y sus grandes financistas. El Ministerio Público ya había allanado oficinas de altos ejecutivos de empresas y la Policía de Investigaciones (PDI) recogió documentos y papeles en domicilios de políticos. El caso más emblemático fue el del exministro de Hacienda de Michelle Bachelet, Andrés Velasco, a quien la PDI le allanó su casa en 2014.

A juicio de políticos y sus defensores, lo que el fiscal Carlos Gajardo buscaba era sangre y publicidad: lo apodaron el fiscal “polilla”, ironizando con que le gustaban las luces de las cámaras. La dramática apreciación pública sobre los delitos de cuello y corbata con la que el fiscal Gajardo enfrentaba a los medios hizo que la labor de los investigadores del Ministerio Público se hiciera notar como nunca antes. En pleno proceso de investigación, Gajardo y su jefe, el entonces fiscal nacional Sabas Chahuán, fueron aplaudidos mientras caminaban juntos en pleno centro de Santiago.

***

La primera vez que Jaime Orpis contó su relación con la empresa Corpesca fue en una cena en la casa de unos amigos, el 4 de marzo de 2015. En el encuentro estaba Pablo Wagner, uno de los políticos más cercanos a Orpis. El motivo para juntarse era que Wagner, exsubsecretario de Minería del primer período presidencial de Sebastián Piñera y militante UDI, había tenido que comparecer ese día a la primera de tres jornadas de formalización del caso Penta. Ahí, el fiscal Carlos Gajardo solicitó prisión preventiva en su contra. Esa noche, Orpis advirtió ante algunos de los presentes que llevaba dos años con el estómago apretado, porque faltaba poco para que se destapara lo suyo con Corpesca.

Alguien que estuvo esa noche en la reunión recuerda que Orpis llevaba ese secreto guardado desde que la exdiputada Marta Isasi había sido investigada por el Ministerio Público, a partir de 2013, por haber recibido dinero de la misma pesquera que había financiado al senador. Y que ese día, al constatar que uno de sus amigos podía ir a la cárcel, Orpis simplemente se desahogó sin medir consecuencias y habló con angustia acerca de los pagos que por años había recibido de Corpesca.

Lo que estaba pasando era una especie de aplanadora política. Y Orpis se estaba preparando psicológicamente, porque tenía claro que, tarde o temprano, el rodillo lo agarraría también a él.

Seis meses después, el día en que su caso se hizo público, hubo otra noticia que concitó igual o mayor atención. El geógrafo Giorgio Martelli, recaudador de campaña de Michelle Bachelet, había repartido millonarios pagos provenientes de la empresa SQM para financiar a personas del círculo cercano de la expresidenta que trabajaban para que ella volviera al gobierno en 2014. El modelo para justificar el movimiento de platas tenía patrones comunes: mientras Orpis ideó una suerte de malla tejida por personas de su confianza que facilitaban boletas para justificar pagos por trabajos que nunca hicieron, el geógrafo Martelli emitía facturas de una empresa de su propiedad y que, a juicio de la Fiscalía, eran ideológicamente falsas.

Jaime Orpis – Crédito Agencia Uno.

Las esquirlas del caso Corpesca también caían sobre el propio Ministerio Público. No solo se intentó sacar al fiscal Gajardo del caso –cosa que sí ocurrió después–, sino que además, años más tarde, el fiscal regional Emiliano Arias debió abandonar la causa luego de que su superior, el fiscal nacional Jorge Abbott, lo acusara de hacer juicios de valor en un medio de comunicación. El fiscal Arias había señalado que en la Ley de Pesca se alojaba “un germen de corrupción”.

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Jaime Orpis no tenía fama de pillo. Y nunca, en política, se había sentido tan solo desde que se inició la investigación en su contra.

Un excompañero suyo de colegio recuerda una escena que, según él, es descriptiva sobre cómo era Orpis de niño. Estaban ambos en cuarto básico, en un evento escolar repleto de alumnos y apoderados. Por ahí, entre la gente, aparecieron los padres de quien cuenta esta historia. Le advirtió a Orpis que se acercaban, y este, en cosa de segundos, se levantó de la silla para que uno de ellos se sentara. Fue un gesto. Una escena acotada, pero que entre los apoderados de su curso del The Grange School, colegio del que se graduó en 1974, lo hizo ganarse la estima de los padres de sus amigos. “Pucha, qué atento este niñito”, recuerda que le comentaron los papás de su compañero, y agrega que esa era una de las características de Orpis: “Siempre fue muy cordial con la gente, muy atento”.

Su versión escolar no era la de un chico mateo; más bien lo contrario. Tampoco, cuenta una compañera de generación, lo fue cuando estaba en Derecho en la Pontificia Universidad Católica, de donde se tituló en 1985, sin, hasta hoy, haber ejercido jamás la carrera. Por eso, tal vez, las dos características que más se repiten cuando alguien ahonda en la vida de Jaime Orpis es que era “esforzado” y que las cosas “nunca se le hacían fáciles”. Sí era canchero, bueno para pololear y fumar, y le iba bien en los deportes, especialmente en fútbol y rugby. En este último se destacó siendo capitán del equipo en 1974.

Fue elegido presidente del centro de alumnos de su colegio cuando estaba en tercero medio. En esa directiva compartió con Alberto Espina, que desde finales de la siguiente década destacaría entre las jóvenes promesas de la derecha política chilena. Fue, en cierto modo, una directiva memorable. “Por primera vez en la historia del colegio, el tercero medio nuestro le ganó al cuarto medio en las elecciones. Fue un hito. Ahí había un montón de políticos actuales metidos en ese centro de alumnos: partiendo por Orpis, Espina y Alejandra Krauss”, cuenta un compañero de colegio.

Otros graduados de la misma generación en el Grange recuerdan los veranos de adolescencia de Orpis, y los de sus amigos más cercanos, que transcurrieron, algunos en Mendoza y otros en el campo que su padre tenía en Pailahueque, en la comuna de Ercilla, en La Araucanía. Allá partían sus hermanos Rodrigo y María Antonieta; sus padres, Olga Emilia Bouchon González y Antonio Segundo Orpis Birchmeier, y su abuela paterna, quien tenía una casa pegada a la de ellos y se unía a la otra a través de un pasillo compartido. Andaban a caballo, se bañaban en la laguna, disputaban pichangas con trabajadores del fundo. “Jaime no era muy regalón, pero sí tenía una buena relación con sus papás. Ellos eran encantadores. Eran gente preocupada”, cuenta uno de sus compañeros de veraneo.

Por eso, tal vez, las dos características que más se repiten cuando alguien ahonda en la vida de Jaime Orpis es que era “esforzado” y que las cosas “nunca se le hacían fáciles”. Sí era canchero, bueno para pololear y fumar, y le iba bien en los deportes, especialmente en fútbol y rugby. En este último se destacó siendo capitán del equipo en 1974.

Además del campo en Pailahueque, sus padres tenían terrenos en San Fernando, Santa Cruz y, más tarde, en Victoria, lugares donde la familia invirtió durante años, principalmente en viñas. Jaime y sus dos hermanos, de hecho, se convirtieron en socios de la viña Agrícola El Maitén.

Según se lee en el anuario de 1974 de su colegio, a Orpis le decían el Huaso. Así cierra su semblanza: “Al Huaso lo veremos siempre con el pucho en la boca y paseando con alguna lolita de su fan club (…). Te deseamos suerte en Derecho”.

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En cierto modo, en su lógica, tuvo suerte. Porque cuando entró a estudiar Derecho en la Universidad Católica, se vinculó con el gremialismo, a través del fundador del movimiento, Jaime Guzmán, quien hacía clases de Teoría Constitucional. La estructura estudiantil del gremialismo en esa época estaba constituida también por Juan Antonio Coloma y Andrés Chadwick, con quienes Orpis compartía una suerte de cofradía de elegidos a los que el profesor Guzmán apadrinó como si fueran sus hijos y de la cual surgiría una generación de jóvenes políticos que, primero, darían sustento a la dictadura, y luego, en democracia, defenderían el legado de Augusto Pinochet. En el libro de la Fundación Jaime Guzmán Testigos de una vida de servicio público: testimonios sobre JaimeGuzmán(2017), Orpis habló del legado de su formación: “Con Jaime aprendí que las cosas son posibles de hacerse realidad, y que había que tenerle un profundo respeto al mundo popular”.

Una de sus compañeras de carrera recuerda que “Orpis no era pillo, no era de los primeros del curso. Sí era muy educado y pasaba inadvertido. Alrededor de Jaime Guzmán se hizo un grupo que tuvo papeles muy importantes posteriormente y del que él era parte”.

Fue gracias a la pertenencia a ese círculo de elegidos que en 1982, sin que mediara votación democrática de por medio, fue designado al frente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), bajo el control de los gremialistas. En ese rol le tocó recibir a la madre Teresa de Calcuta en la Municipalidad de Providencia. Después de ese encuentro, cuenta Orpis en el libro autobiográfico El valor de la esperanza(2019), “tenía clara mi vocación, ¿pero estaba dispuesto a ser consecuente con ella?”.

De  acuerdo  con  testimonios  recogidos  por  el  medio Politika,  a  comienzos  de  los  80  Orpis  y  otros  dirigentes gremialistas también hicieron historia por golpizas y actos de matonaje en contra de estudiantes opositores a la dictadura. El entonces estudiante de Teología y actual abogado, Antonio Avilés, recordó en ese medio que, en tanto dirigente gremialista, “Orpis era muy violento, pero menos que Chadwick, que no razonaba. (Orpis) era un tipo además muy iracundo, se enojaba rápidamente”.

8/04/2019 – El ex senador UDI, Jaime Orpis, es visto en la sala de audiencias, durante la primera jornada de interrogatorios en el marco del caso SQM. Crédito: Agencia Uno.

Como sea, Orpis experimentó un rápido ascenso político, y ya en septiembre de 1983 era parte de la fundación del movimiento Unión Demócrata Independiente, nuevamente bajo el alero de Jaime Guzmán. Durante esa época declaraban abiertamente que surgían con el fin de dar apoyo a la dictadura de Augusto Pinochet. Crecieron rápido y unieron a los principales movimientos de derecha, incluso al Partido Nacional.

Orpis estaba en el lugar en el que había que estar, si es que alguien en esos tiempos quería hacer carrera política dentro de la derecha conservadora. “Nunca supe en qué momento puntual se metió de lleno en política”, dice hoy uno de sus excompañeros del Grange, y agrega que, sin que lo imaginase, “de pronto ya tenía cargos y era alguien importante”.

En 1987 fue designado como primer alcalde de la comuna de San Joaquín. Duró un año, hasta el plebiscito de 1988. En esa época –ha dicho– conoció la pobreza de cerca y vio casos graves de adicción a las drogas en las poblaciones de su comuna. En su libro autobiográfico recordará que vivió un choque de realidad que terminó por movilizarlo: años después creó la Corporación La Esperanza, que preside su esposa, dedicada a la rehabilitación de drogadictos.

En abril de 1988, en medio de la campaña por el plebis- cito del Sí y el No, varios jóvenes adherentes a la dictadura se reunieron en un acto de campaña en el Club Providencia para alentar a su líder. Según cuenta el periodista Mario Amorós en su libro Pinochet (2019), en esa oportunidad los asistentes “corearon ‘¡y no cayó…!’ e irrumpieron con aplausos cuando al entonar el Himno Nacional llegaron con aplausos a la estrofa que exaltaba a los ‘valientes soldados’. Entre los asistentes se hallaban numerosos jóvenes que harían una fulgurante carrera política en las décadas siguientes, como los expresidentes de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica Andrés Chadwick y el exsenador Jaime Orpis, el exdiputado y exsenador Pablo Longueira, el candidato presidencial de extrema derecha en 2017 José Antonio Kast o Marcela Cubillos”.

“Una de sus compañeras de carrera recuerda que “Orpis no era pillo, no era de los primeros del curso. Sí era muy educado y pasaba inadvertido. Alrededor de Jaime Guzmán se hizo un grupo que tuvo papeles muy importantes posteriormente y del que él era parte”.

Un mes después, el 3 de mayo de 1988, se consolidó la primera directiva de la UDI. Jaime Guzmán era el presidente. Jovino Novoa, Francisco Bartolucci, Eugenio Cantuarias, Julio Dittborn y Joaquín Lavín, los vicepresidentes. Pablo Longueira quedó como secretario general del partido. Orpis no figuraba, por cierto, pero ya estaba lanzado a su primera candidatura como diputado de la UDI por las comunas de San Joaquín, Macul y La Granja (distrito 25). La elección fue en 1989, y ganó. También triunfó en los dos períodos siguientes. En el juicio del caso Corpesca detalló lo siguiente:

Se nos solicitó a quienes habíamos salido elegidos como parlamentarios que no solamente asumiéramos la jefatura política de nuestro distrito, sino que, adicionalmente, el partido tenía que experimentar a través del tiempo un grado de crecimiento. Por lo tanto, se nos pidió a cada uno de quienes habíamos sido elegidos que asumiéramos la responsabilidad de ir fundando el partido a lo largo de distintas regiones.

A Orpis le tocó refundar la UDI en la Región de Magallanes, abriendo con éxito el camino electoral para el partido en el extremo sur.

Ya instalado en el Congreso, se echó al hombro su primera causa política importante: junto a Carlos Bombal –investigado por el caso Penta– fue uno de los primeros diputados en cuestionar abiertamente la dieta parlamentaria, la misma de la que él abusaría años después. El senador Carlos Montes recordó esa época en una sesión extraordinaria del Senado el 29 de abril de 2020, en la que se discutía la regulación sobre la dieta parlamentaria y otras remuneraciones del sector público: “En esa época estuvieron (Orpis y Bombal) por lo menos dos a tres años todos los días en constantes conferencias contra la dieta y señalando que había que rebajarla”.

Durante lo que se conoció como la democracia de los acuerdos, Orpis corría como promesa en la derecha, igual que Andrés Allamand y Pablo Longueira. Pero algo pasó en el camino que cortó las alas de varios de los principales líderes políticos a los que Jaime Guzmán formó como hijos.

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*El reportaje fue realizado por las periodistas Tamy Palma y Paulina Toro. El texto completo lo lees en “Joyitas. Los protagonistas de los mayores escándalos de corrupción en Chile”, libro editado por Juan Cristóbal Peña para Editorial Hueders.

Libro: Joyitas. Los protagonistas de los mayores escándalos de corrupción en Chile.
Autores: Alberto Arellano, Gabriela García, Sergio Jara Román Benjamín Miranda, Tamy Palma, Claudio Pizarro, Paulina Toro.
Edición: Juan Cristóbal Peña
Editorial: Hueders
252 páginas

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