Actualidad
11 de Marzo de 2021En medio de la pandemia, las mafias del oxígeno amedrentan en Perú con granadas y casas incendiadas
"El Gobierno nos debe dar más apoyo. Con gente de inteligencia que se meta ahí. ¡Qué triste es descubrir que el oxígeno que vendes no va al paciente. Eso te indigna y te da cólera", indica Luis Barsallo, conocido popularmente como el "Angel del Oxígeno".
Compartir
En Perú, regalar vida durante la pandemia puede poner en peligro la propia. Así lo sienten en carne propia quienes dan oxígeno gratis a decenas de miles de enfermos de la covid-19 y ahora viven amenazados de muerte por mafias que los amedrentan con granadas de guerra y hasta incendian sus casas.
“Estamos pisando callos. Nos enfrentamos a empresarios sin escrúpulos que venden el oxígeno sin importar que miles de peruanos y peruanas se endeuden de por vida“, relata a Efe Álvaro Paz de la Barra, alcalde del distrito limeño de La Molina y presidente de la Asociación de Municipalidades del Perú (Ampe).
A Paz de la Barra le dejaron recientemente una granada de guerra frente a su casa, según denuncia él mismo, un paso más en la escalada de amenazas que vive desde el año pasado a través de distintos mensajes y llamadas, lo que le ha obligado por seguridad a trasladar a su familia fuera de Perú y a él a llevar escolta.
La razón detrás de estas amenazas son los más de 100.000 tanques de oxígeno que estima haber rellenado gratis con la primera planta móvil de oxígeno de Latinoamérica, implementada a través de la Ampe, y luego con la planta que hizo de La Molina, el primer distrito de Perú en contar uno de estos equipos para dar oxígeno “a cero costo”.
“El tema es complicado, pero si tienes miedo, no haces nada. Tengo la consigna de que nunca voy a claudicar a mis convicciones. Estamos en guerra, y en guerra pueden venir amenazas de todos lados, pero cuando estás con la gente sientes una energía y una protección que te hace invencible”, afirma De la Barra.
“Soy ‘indoblegable’. Vamos a seguir a contracorriente pese a las complicaciones que haya. Yo tengo una gran responsabilidad con mi distrito, pero sobre todo con mi padre, que ha caído producto de la pandemia”, agregó.
UNA CRISIS MUY LUCRATIVA
Las iniciativas de oxígeno gratuito como las de Paz de la Barra han caído muy mal a grupos en la sombra que buscan lucrarse sin compasión de la necesidad de los enfermos, pues la venta de oxígeno se ha vuelto uno de los bienes más preciados de la pandemia en Perú.
El país sufre una grave escasez al incrementarse su demanda hasta en un 300 % durante el mayor pico de la segunda ola, lo que supone un déficit de 110 toneladas métricas diarias.
Con los hospitales desbordados, muchos enfermos de la covid-19 tienen que conformarse con quedarse en casa bajo los cuidados de sus familiares, que a diario salen desesperadamente a la calle con el tanque de oxígeno de su pariente a cuestas para encontrar un lugar donde recargarlo y dar unas horas más de vida a su ser querido.
En esa dramática situación, la máxima expresión de la ley del libre mercado hizo que un tanque de oxígeno diez metros cúbicos pasase de valer de unos 800 a 6.000 soles (de 216 a 1.620 dólares).
CASA INCENDIADA
Con su casa en llamas terminó el empresario Juan Torres Baldeón, más conocido como Jota Baldeón, quien en Iquitos, la capital de la amazónica región de Loreto, estima haber rellenado unos 8.000 tanques de oxígeno durante la pandemia gracias a una planta instalada por iniciativa propia.
“Recibí amenazas por teléfono, me exigían que les venda el oxígeno, pero respondí que no, que nosotros hacemos labor social”, contó hace unas semanas a medios locales Baldeón, quien es candidato a gobernador regional de Loreto para 2022.
“La respuesta de ellos fue: ‘Si no nos vendes, vete de Iquitos’. El 28 de enero quemaron mi casa en represalia porque anunciamos que en un par de días traeríamos otra planta. Eso les molestó”, agregó.
OXÍGENO REVENDIDO
En el estadio de Musa, uno de los barrios más periféricos de La Molina, está la planta de abastecimiento gratuito de oxígeno de este acomodado distrito limeño, con una capacidad para rellenar al día hasta 80 balones, como le llaman en Perú a los tanques de diez metros cúbicos.
Con la ayuda de técnicos de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) lograron doblar su capacidad y reducir a máximo 12 horas la espera para recargar los cilindros, un tiempo que llegó a ser de hasta tres días.
“Es gente que también perdió a sus familiares directos, y es por eso que nos venimos fajando día a día sin temor a morir”, afirma Paz de la Barra.
Para evitar la reventa de oxígeno, hay que reservar cita por teléfono y presentar tanto el documento del paciente como la receta médica con diagnóstico de covid-19 y una declaración jurada firmada con huella y foto.
“Así cortamos la cadena delictiva de reventa“, apunta Paz De La Barra, que insiste al Gobierno en que incaute las plantas de oxígeno que utiliza la minería ilegal para ponerlas a disposición de la población.
SITIOS DE LA FILA EN VENTA
El intimidante aliento de las mafias también lo sintió Luis Barsallo, popularmente conocido en Perú como el “Ángel del Oxígeno“, un empresario que regenta un pequeño punto de venta de oxígeno en el Callao y que fue unos de los primeros en no especular y mantener el precio en el momento de mayor desesperación.
El local de Barsallo lleva semanas cerrado porque no recibe oxígeno de su proveedor debido al desabastecimiento a nivel nacional, pero antes de eso ya tuvo que cerrar varios días al descubrir que no todas las personas que hacían hasta tres días de cola para recargar sus tanques eran familiares de pacientes.
“De los 250 que había en la fila, descubrí a 40 que no tenían nada“, comenta a Efe Barsallo, quien además descubrió que “hay unas mafias tremendas que vendían los lugares de la fila”.
“El oxígeno que vendíamos se iba a la mafia, a gente que compra el cilindro a 120 soles (32 dólares) y luego lo vende a 700 o 1.000 soles (189 o 270 dólares)”, lamenta Barsallo.
“El Gobierno nos debe dar más apoyo. Con gente de inteligencia que se meta ahí. ¡Qué triste es descubrir que el oxígeno que vendes no va al paciente. Eso te indigna y te da cólera”, concluye.