Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar

Reportajes

7 de Octubre de 2021

El asilo contra la opresión: Tres historias de iquiqueños y su ayuda a inmigrantes

La fotografía de un manifestante en Iquique quemando el coche de una familia de migrantes dio la vuelta al mundo por su crueldad. Sin embargo, esa misma escena también impulsó a algunos iquiqueños a organizarse y colaborar con los venezolanos indocumentados en la región. Aquí tres historias de personas que buscan "revertir la mala imagen de Iquique" que dejó la marcha antiinmigración.

Por

Patricia Dueñas (64) y Gladys Oyanedel (72) son dos amigas que comparten una historia de vida liderando organizaciones sociales territoriales. Lo hicieron en dictadura y también durante la transición, cuando -a principios de los 2000– fueron parte de las fundadoras del Colectivo Emancipa, que pertenece a la Red de Mujeres del Norte Grande.

Por esta agrupación, Patricia y Gladys han visto pasar a decenas de mujeres “lolas”, “adultas” y “más viejitas”. Hoy son más de 30 las integrantes, 15 de ellas las más activas:

“Con mi viejita somos las que la llevamos en esta organización y también las más mayores. Además somos muy amigas. Acá en Iquique la red es creíble. Somos autónomas, tenemos mujeres profesionales, jefas de carrera de universidades, son personas con buenas redes que nos ayudan”, cuenta Patricia, quien trabaja en el hospital de Iquique.

Ambas mujeres vivieron y participaron activamente la revolución feminista del año 2018, también lo hicieron organizando ayudas y comedores comunitarios en el estallido social y durante la pandemia. Siempre, dice Patricia, se han involucrado en los temas que convulsionan al país y a Iquique. Por lo mismo, hace casi un año, ambas han dirigido los esfuerzos de su organización hacia la ayuda al migrante, organizando colectas y entregando alimentos y enseres de necesidad urgente.

Estaban en eso cuando en Iquique se desalojó a los inmigrantes de la Plaza Brasil, y, al día siguiente, 25 de septiembre, una masiva marcha antiinmigración. La misma que culminó con una imagen que dio la vuelta al mundo: hombres y mujeres lanzando las pertenencias de inmigrantes en situación de calle a una hoguera.

IQUIQUE:Manifestantes queman carpas de campamento

“Fue horrible y doloroso ese día. Se me partió el alma”, cuenta Patricia, quien asegura que tras lo sucedido se organizaron con su amiga para hacer algo al respecto. No sabían bien qué, pero no se quedarían de brazos cruzados.

Cuenta que junto a Gladys decidieron salir a recorrer las calles de Iquique. Caminaron por Cavancha, en el borde costero, durante horas. En ese lugar vieron a una gran cantidad de inmigrantes que llegaron a dormir allí tras el desalojo de la Plaza Brasil.

“Ya era de noche, de repente vimos a un grupo de ocho personas caminando. Iban desorientados y asustados. Cómo íbamos con termos con café, los invitamos a tomar algo caliente”, recuerda Patricia.

Durante la conversación, se dieron cuenta que la mayoría eran familia. Patricia habló con la mayor del grupo, quien le contó de su travesía para llegar a Iquique. También le habló de los buenos años en Venezuela, donde dos de sus hijos que viajaban con ella se lograron graduar en la universidad.

La mujer migrante también les contó que el grupo no se sentía seguro en Iquique por el ambiente, que por lo mismo estaban decididos a emprender un viaje a pie por la Ruta 5 hasta Tocopilla (ubicado a más de 200 kilómetros), para seguir su viaje como pudieran hasta Coyhaique, donde los esperaba su marido.

“Era gente muy buena. Tal y como en Chile hay buenos y malos, lo mismo pasa con los migrantes. Le sugerimos que no caminaran, que era peligroso. Como mis hijos ya se fueron y yo soy sola en mi casa con mi esposo, les ofrecí alojo. Gladys hizo lo mismo, se llevó a cinco y yo al resto”.

Los inmigrantes se acomodaron como pudieron en las casas de las dos amigas. Patricia puso sábanas limpias en su pieza de visitas y habilitó su sillón como una cama temporal.

Ya instalado, el grupo familiar de migrantes habló con Patricia sobre la situación por la que atravesaba Iquique. Patricia lo describe así: “Estaban traumados, en shock”.

“Yo les traté de explicar lo que pensaba. Que el iquiqueño de tomo y lomo no es así. El iquiqueño siempre ha sido solidario y siempre ha convivido con la inmigración: hay croatas, italianos, peruanos, bolivianos colombianos. Hasta hay un cementerio chino por la costa”, agrega la mujer.

Con el paso de los días la relación entre Patricia, Gladys y los inmigrantes se estrechó. Patricia cuenta que los niños del grupo incluso les manifestaron sentirse protegidos con ella.

Luego de una semana en sus casas, las mujeres lograron conseguir financiamiento para los pasajes a Santiago de cada uno de ese grupo de inmigrantes. Desde la capital, los venezolanos lograron viajar a Coyhaique gracias a la colaboración anónima gestionada por el colectivo.

Esos no fueron los únicos viajes que estas mujeres pudieron gestionar. Patricia cuenta que son 59 los traslados que se han materializado. La mujer agrega que para eso solicitan que los viajeros puedan acreditar que un familiar o cercano los puede recibir en sus destinos finales.

“Nosotros sólo mandamos a las personas que puedan ser recibidas por alguien con solvencia. Si no se irían a pasar por lo mismo a otra ciudad”, comenta Patricia, quien reflexiona sobre Iquique después de la furia:

“Hay un dicho que ser chileno es un orgullo, pero ser iquiqueño es un privilegio. Ese dicho se pudo ensuciar un poco hacia afuera con lo que pasó. A mí por lo menos me dio vergüenza. Pero ese mismo hecho nos impulsó a trabajar con más fuerza para ayudar a los inmigrantes. Empezamos a salir a hacer aportes a las calles y me quedo con eso”.

Patricia junto a las personas que alojó junto a su amiga Gladys, antes de que emprendieran su viaje a Coyhaique.

La creatividad solidaria en Pozoalmonte

Daisy Vásquez (38) vive hace 25 años en Pozo Almonte, a 56 kilómetros de Iquique. Tiene tres hijos y se desempeña como manipuladora de alimentos en el liceo de la ciudad, que es una de las paradas casi obligadas de los inmigrantes, en su mayoría venezolanos, que han ingresado al país sin pausa desde finales del 2019 por Colchane. 

La mujer cuenta que en un principio algunos venezolanos y colombianos llegaron a la ciudad y levantaron incipientes negocios de barberías. Daisy hizo amistad con esas personas  y empezó a conocer, desde sus propias palabras, las historias humanas detrás la migración. 

Dice que siempre se interesó con el tema, pero que nunca había desarrollado un trabajo directo con los migrantes más allá de colaboraciones esporádicas. Eso eso hasta la marcha antiinmigración que se desarrolló en Iquique. Ese hito, dice hoy, la impulsó a colaborar activamente.

“Al lunes siguiente de la manifestación, salí de mi casa a las 8 de la mañana y hacía mucho frío. Pasé con mi auto por fuera del consultorio y habían por lo menos 150 migrantes entre niños y adultos. Se trataban de tapar a ellos y a sus guaguas con lo que tuvieran. Ese mismo día me devolví a casa, hablé con mi hija mayor para que metiera su hermana a clases virtuales porque yo iba a llevar desayunos a ese lugar”, comenta.

Ese día Daisy preparó chocolate caliente y sanguches, los repartió entre los inmigrantes. Desde ese momento su ayuda no ha parado, Daisy se dedica casi exclusivamente a ayudar a los inmigrantes que deambulan por las calles de Pozo Almonte, algunos de ellos venezolanos que regresaron a la ciudad escapando de Iquique tras la manifestación antiinmigración. 

Las ayudas que llegan, dice, no son muchas debido a que la mayoría de los recursos se han destinado a Iquique, por lo mismo esta mujer se las ha ingeniado para obtener financiamiento. De todas las bolsas que llegan con ropa, por ejemplo, Daisy separa las prendas que no sirven de mucho en la situación de emergencia: ropa de oficina, camisas formales, tacones o incluso trajes de baño, puesto que en Pozo Almonte no hay playa ni piscinas. 

Daisy comenzó a comercializar esa ropa, por redes sociales, a los vecinos del pueblo. Con ese dinero, más el de su bolsillo, ha podido comprar alimentos para repartir desayunos y almuerzos, e incluso ha logrado gestionar pasajes y alojamiento en pensiones a algunos de los inmigrantes. 

“Hoy mismo se logró que una familia se instalara en una pieza. Ya se logró pagar el primer mes de arriendo; y como la dueña de casa nos perdonó el pago del mes de garantía, con otra plata que juntamos pudimos comprar una cocina, un juego de loza y artículos de limpieza esenciales para el hogar”, cuenta Daisy. 

Ana Karina Berasmo (34) es la madre de esa familia. Cuenta que su marido logró encontrar un empleo como constructor y que efectivamente Daisy colaboró con dinero para poder pagar la pieza donde hoy viven.

“Ella nos ayudó primero con un bocado de comida y después con muchas otras cosas. Gracias a Dios conocí a esta señora, es como un ángel que nos llegó, gracias a ellas estamos aquí, si no seguiríamos en la calle. Ahora nos gusta mucho Pozo Almonte, tenemos familia en Santiago, pero decidimos quedarnos aquí. Nos gustó mucho, para otro lado no me muevo”, cuenta la mujer.

Daisy también logró conseguir el dinero para financiar el viaje de una familia de venezolanos a Santiago. Hoy ya instalado en Peñalolén, Edgardo Contreras, el padre de la familia, comenta lo que significó la ayuda de Daisy.

“Con la marcha yo no me afecté tanto porque soy hombre y puedo afrontarlo, pero me sentí mal por mis niños y mi esposa. Por lo mismo preferimos irnos a otro lugar. Por suerte conocimos a esta mujer, es una gran persona, ella nos ayudó con lo que nos faltaba con los pasajes para llegar a Peñalolén. De hecho nos acompañó a comprar el boleto. Con lo que estaba sucediendo en Iquique pensamos que el trato iba a ser más discriminatorio, pero la verdad es que en Chile nos encontramos con personas que nos han abierto mucho las puertas”, comenta Edgardo. 

Sobre la marcha antiinmigrantes desarrollada en su región, Daisy asegura que sintió vergüenza, pero al mismo tiempo un motor que la impulsó a colaborar.

“Cuando vi esto me dio vergüenza. Yo hablaba con mi papá y le decía que yo donde iba a todo el mundo le decía que era nortina con mucho orgullo. Pero ese día, con lo que vi en la tele, me dio vergüenza. Igual creo que ese hecho a muchos nos despertó el lado humano.”, asegura la mujer, quien reflexiona cómo el hecho de colaborar también la ha ayudado a sanar sus propias heridas.  

“Yo hace 12 años que tengo una depresión super fuerte, con crisis de pánico. Con la pandemia esto se agudizó. Pero por otro lado, a mí siempre me ha gustado ayudar y desde esa marcha yo me levanto todos los días con el animo de darle desayuno a mis niñas, y después salir a colaborar con los inmigrantes que lo están pasando mal. Esto me ha sacado un poco de la depresión, ayudando me he sentido mejor”, puntualiza.

Daisy ayudó a una familia venezolana a instalarse en un hogar en Pozo Almonte

Contra los “quemacoches”


Javiera Molina (39), Claudia Herrera (32) y Meredith Cortés (34) son tres amigas de Iquique que hace más de un año formaron la organización social “A Pañales”, a partir de las necesidades de pañales en los campamentos y tomas de Alto Hospicio a partir de la pandemia.

“Nos dimos cuenta que la mayoría de ayuda que llega son ropa y comida. Los pañales eran una necesidad y las mujeres habían perdido sus trabajos; y claro, en la olla común te daban el plato de comida y en las cajas del gobierno venía mercadería, pero nadie entregaba pañales, que es un producto costoso y desechable”, cuenta Claudia.

Con la idea en la cabeza, las mujeres lograron conseguir un fondo de la Fundación Colectivo Alquimia. Con ese dinero pudieron comprar un stock de pañales reutilizables, los que repartieron a madres de escasos recursos a lo largo de la Región de Tarapacá. “El pañal que usamos se llama ecopañal. No es una tela, es un producto super sofisticado que se lava y se reutiliza”, agrega Javiera. 

Durante su trabajo voluntario, las amigas se dieron cuenta que más de la mitad de los habitantes de campamentos que recorrieron eran mujeres. Por lo mismo, a principios de 2021, cuando la crisis migrante en Colchane se agudizó, no dudaron en viajar hasta la ciudad fronteriza para colaborar: esta vez con pañales tradicionales debido a las necesidades extremas de los inmigrantes.

“Organizamos un grupo , fuimos con pancitos y pañales. Dos de nosotras somos mamás, de hecho la Claudia está embarazada ahora, por lo mismo conocemos muy de cerca la necesidad de las mujeres que andan con sus bebés. Así que llevamos algunos portabebés, colados, bloqueadores, hipoglós y gorritos para el sol. A Colchane subimos con esas ayudas. Fuimos varias veces” , comenta Javiera

Luego de varias subidas y venidas a Colchane, el grupo asegura que se desmoralizó por la cruda situación por la que atravesaban los inmigrantes. El panorama migratorio las golpeó mentalmente y los viajes a la comuna y las ayudas comenzaron a ser cada vez menos. Eso hasta la marcha antiinmigración, donde se quemaron coches y otros insumos de guaguas. Los manifestantes justamente atacaron lo que “A Pañales” defiende.

“Nosotras entendemos la molestia de la gente, de hecho tenemos que lidiar con las críticas desde nuestros círculos cercanos. Algunos nos recriminan, nos dicen ‘por qué ayudan o les tienes pena si ellos son tal o cual cosa’. Los asocian a la delincuencia, pero es lo mismo que pasa con la sociedad chilena. Hay de todo. Pero lo que no logramos entender es como pudo ser tanto el odio como para llegar a quemar un coche a un niño. A esa gente tan extrema hoy le decimos los quemacoches. El quemachoches se convirtió en un peyorativo hacia quienes hicieron eso”, señala Claudia.

Las miembros de la agrupación “A Pañales” coinciden que la marcha en Iquique sirvió para que las ayudas sociales en Tarapacá se reactivaran.

“Lo que pasó después de la marcha es que no sólo nosotras nos reactivamos, sino que todas las redes de apoyo. Nosotros veníamos trabajando con Ampro (Asamblea Abierta de migrantes y promigrantes de Tarapacá) desde el año pasado, entonces vimos como todas las redes de ellos se fueron activando el mismo día. Siempre somos los mismos los que andamos en las calles y en los campamentos; y fue súper lindo ver a esas caras colaborando. Además la mayoría somos mujeres”, añade Claudia.

A su lado, su compañera Javiera también reflexiona sobre estos caóticos días en Iquique: “Lo positivo, si se puede decir, es que hoy mucha gente se dio cuenta que no quería ser parte de ese odio hacia los migrantes. Desde la marcha salió lo bondadoso del iquiqueño. Nosotras todo lo que compramos es con aportes de las personas, personas que vieron la convocatoria de esa marcha y se sensibilizaron. Así fuimos creciendo, yo creo que la gente de Iquique quiso revertir esa mala imagen”. 

Las integrantes de A Pañales en uno de sus viajes a Colchane

Dos de las personas y organizaciones consultadas en este artículo siguen requiriendo de aportes para continuar con sus ayudas voluntarias. La cuenta de Daisy es: Daisy Vásquez Pérez. Rut 15.526.486-1. Cuenta rut del Banco Estado. Por su parte, los datos de “A Pañales” a continuación:

https://www.theclinic.cl/2021/09/29/los-ninos-migrantes-despues-de-las-llamas-en-iquique/

Notas relacionadas

Deja tu comentario