Entrevistas
18 de Octubre de 2021Macarena de la Calle y el ánimo a dos años del 18-O: “Hoy hay un descontento importante”
Académica del Instituto de Ciencia Política UC y experta en movimientos sociales, Macarena de la Calle asegura que hoy, a diferencia del primer aniversario del estallido, cuando "la gente estaba súper esperanzada respecto a lo que venía", las personas sienten que "todo esto que fue prometido, de nuevo no responde a esa indignación y a las solicitudes que se hacían”.
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A dos años del 18 de octubre de 2019, la protesta social en Chile adquirió un nuevo tono, sostiene Macarena de la Calle, periodista y académica del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica.
Aunque la pandemia y las restricciones le pusieron freno a la masividad que tanto caracterizó al movimiento en sus inicios, las demandas por un cambio estructural se han mantenido presentes a lo largo de estos dos años. Por otra parte, se suma la búsqueda de justicia frente a las violaciones a los derechos humanos ocurridas a partir de 2019 por parte de funcionarios de Carabineros.
Con un Máster en Relaciones Internacionales en la Monash University (Australia), De la Calle se ha especializado en el estudio de la seguridad humana, la sociedad civil y los movimientos sociales.
En entrevista con The Clinic, la experta se refirió a los principales aspectos que caracterizan a este movimiento, el rol de la violencia en las protestas y los diferentes actores que influyen en que el fenómeno cobre o pierda relevancia. Además, destacó la importancia de sumar a la sociedad civil en la decisión de las políticas públicas para recuperar la legitimidad de las instituciones y así disminuir la intensidad del conflicto a través de respuestas que cubran las necesidades reales de la población
-A modo general, ¿cuál es su análisis a dos años del estallido social?
-En general, veo que hay un descontento. Hace dos años, cuando la gente salió a las calles, se hizo una solicitud a todo pulmón sobre una indignación grande que existía. Si le preguntabas a la gente qué querían, encontrabas miles de respuestas. Y se les dio como solución hacer una Nueva Constitución, la que pretendía resolverlo todo. Cuando se cumplió el primer aniversario, la gente estaba súper esperanzada respecto a lo que venía. A diferencia de eso, hoy hay un descontento importante de mucha gente que sintió que todo esto que fue prometido, de nuevo no responde a esa indignación y las solicitudes que se hacían. Todos los hechos que han ocurrido: lo que ha costado llegar a un Reglamento, las asignaciones extrapresupuestarias, la mentira del Pelao Vade con respecto al cáncer. Nuevamente hay una frustración, de que esto que supuestamente iba a responder a esta demanda, no está respondiendo.
-¿Cuáles son las principales características del movimiento que han perdurado en el tiempo?
-Si uno se va a las características clásicas de un movimiento social, que tienen que ver con la horizontalidad, en este no había ningún vocero. Había indignación de la gente por que alguien tratara de serlo, porque en realidad no había cabezas. Es lo típico de un movimiento social, donde finalmente se da como una gran oposición a algo. Tratas de frenar algo que estaba ocurriendo, pero no estás ahí para decir exactamente qué es lo que se quiere hacer. Es muy horizontal. Tienen en común esta oposición a algo, pero lo que no tienen en común es qué es lo que pretenden como solución a ese algo al que se oponen.
“Cuando se cumplió el primer aniversario del 18 de octubre, la gente estaba súper esperanzada respecto a lo que venía. A diferencia de eso, hoy hay un descontento importante de mucha gente que sintió que todo esto que fue prometido, denuevo no responde a esa indignación y las solicitudes que se hacían”
-¿Se diferencia de las dinámicas que tenían las protestas anteriores en Chile?
-Se diferencia en la espontaneidad. El movimiento social, en su mayoría, fue espontáneo. Eso sí se diferencia, porque si vemos las marchas estudiantiles que hubo en la época de Gabriel Boric, de Camila Vallejo, ahí sí hubo algún tipo de organización. Tenías voceros, tenías representantes que podían salir y decir “vamos a hacer tal marcha”.
-El estallido social se dio en un momento en el que hubo manifestaciones en varios países de Latinoamérica. ¿Cuál es el ejemplo que dio (o no) Chile al mundo con este proceso?
-El ejemplo fue que los ciudadanos y la sociedad civil tenemos un poder. Es una muestra importante del empoderamiento de la sociedad civil y de cómo las tecnologías y la globalización le han entregado esa herramienta. Hoy, gracias a las redes sociales, esta espontaneidad puede resultar de forma mucho más fácil. Antes tenías los mismos descontentos, pero estaban muy aislados. Y por eso también es posible una horizontalidad, porque finalmente son distintos grupos que espontáneamente se encuentran en las redes, deciden hacer algo en concreto y salen a las calles. Y eso, en el fondo, se vio replicado en distintas partes. No es nuevo, lo primero que pudimos ver de esto fue con la Primavera Árabe, la primera vez en que vimos la importancia del smartphone. Tiene este efecto multiplicador respecto de las reacciones. Pero obviamente que aquí influyen mucho ciertos hechos que estaban ocurriendo al mismo tiempo. Moisés Naím habla de tres revoluciones que influyen mucho en esto: la revolución del más, la movilidad y la mentalidad. En el fondo, lo que dice es que actualmente hay una clase media mucho mayor, donde tienes satisfechas las necesidades básicas. Y cuando tienes esas necesidades básicas cubiertas, empiezas a exigir más. Es muy común en los países en vías de desarrollo. Ahí empieza este fenómeno de las demandas crecientes. Finalmente, ¿cuál es el punto en el cual yo considero que se alcanza el nivel de dignidad? Obviamente, es mucho más difícil empezar a responder a esas exigencias. En el caso de Chile, nosotros nos dábamos cuenta que teníamos un nivel de desarrollo que era capaz de entregarte mucho más de lo que te estaba dando y no habían respuestas a esas demandas. No había conexión entre la gente común y la gente que estaba en el poder tomando decisiones.
-Ahora que las restricciones por la pandemia disminuyeron, las manifestaciones en la Plaza Baquedano se han ido retomando poco a poco. ¿Cree que el movimiento va a tomar fuerza nuevamente? ¿Por qué?
-Yo creo que va a tomar fuerza, sobre todo ahora que estamos en esta fecha. Hay muchas cosas que están pasando, que vuelven a generar descontento. El mismo hecho de la Convención Constituyente. Si la Convención estuviera funcionando de una forma en que a la gente le satisficiera, probablemente no saldrían a manifestarse de la misma forma, porque estaría la respuesta a sus demandas. Pero en el minuto en que sienten que nuevamente no hay respuesta, entonces vuelven a haber demandas y conflicto.
“El ejemplo fue que los ciudadanos y la sociedad civil tenemos un poder. Es una muestra importante del empoderamiento de la sociedad civil y de cómo las tecnologías y la globalización le han entregado esa herramienta. Hoy, gracias a las redes sociales, esta espontaneidad puede resultar de forma mucho más fácil. Antes tenías los mismos descontentos, pero estaban muy aislados”
-¿Podría volver a tomar la misma fuerza que tuvo en un comienzo?
-No va a alcanzar el mismo nivel, porque lo que hizo que se produjese el primer estallido era este descontento mayoritario en donde había una esperanza, donde estamos todos en lo mismo y vamos a conseguir algo. Y yo creo que esa esperanza hoy no existe. Además, la gente está cansada. Una de las cosas que percibo mucho en el ambiente, que se ve en las encuestas, es la cantidad de gente que apoya las manifestaciones y cómo ha ido disminuyendo en los últimos dos años. Es porque la gente ya está cansada. En Chile, somos súper portalianos para el orden, nos gusta el orden. Hay gente que se ha visto muy afectada por este desorden y hay un descontento importante con toda la violencia que ha estado anexada a esto, porque si fuera simplemente un movimiento tendría más adeptos.
-¿Cuál es el rol que juega el Gobierno en que este fenómeno pierda relevancia o la cobre nuevamente?
-Más allá incluso que el Gobierno son los partidos políticos, el parlamento, las instituciones de Carabineros, de las Fuerzas Armadas. En Chile, hay una crisis que tiene que ver con la institucionalidad y con quiénes son las personas que están ahí para darnos respuestas a estas demandas. El tema es que no hemos encontrado respuestas. Incluso la Convención Constituyente no lo está haciendo, entonces creo que hoy, lo que debieran hacer estas autoridades, es volver a legitimarse. Y para volver a legitimarse tienen que volver a escuchar.
-A raíz de las violaciones a los derechos humanos y la violencia que hasta hoy acusan los manifestantes por parte de carabineros en las protestas más recientes, ¿cuál es su análisis sobre el actuar de Carabineros y cómo influye en el movimiento social?
-Quien no reconozca que no ha habido violaciones a los derechos humanos por parte de algunas personas dentro de la institución, es porque se están tapando los ojos. El negacionismo, creo que es lo que más daño nos hace como país y sociedad porque nos polariza. Ahora, lo que es clave es analizar si es que fueron violaciones sistemáticas a los derechos humanos o no. Personalmente, considero que no lo son. Ahora, esto tiene que ser analizado y estudiado por las instituciones que corresponden. Creo que el Instituto Nacional de los Derechos Humanos ha hecho una buena labor. Ha estudiado el tema y ha considerado que no son violaciones sistemáticas. Sin embargo, está demostrado que sí se han producido violaciones a los derechos humanos y que el uso de la fuerza fue excesivo. Ojalá que no se compruebe que hubo una violencia sistemática, porque eso obviamente que es muy grave.
-¿Qué otros factores pueden incidir en que el movimiento tome mayor fuerza?
-Obviamente que la contingencia es súper relevante. Cuando estamos viendo al presidente enfrentando una acusación constitucional por distintos hechos, que también tienen que ser investigados, obviamente que eso nuevamente deslegitima a las autoridades. Cuando tenemos instituciones y autoridades deslegitimadas, es muy difícil tomar acciones. Yo creo que un gobierno con poca legitimidad tiene pocas herramientas para actuar frente a esto. Y, por lo tanto, lo más sano es volver a buscar esa legitimidad. Y para volver a buscar esa legitimidad, lo que mejor puedes hacer es volver a conectarte con las personas y entender qué es lo que le pasa a esas personas. Pero estamos acostumbrados a adivinar qué es lo que la gente quiere o piensa, y ahí es donde se producen las desconexiones. Por eso es tan importante generar lazos permanentes de relación con la sociedad civil, y en general, en Chile tenemos pocas instancias para ello.
“En el caso de Chile, nosotros nos dábamos cuenta que teníamos un nivel de desarrollo que era capaz de entregarte mucho más de lo que te estaba dando y no habían respuestas a esas demandas. No había conexión entre la gente común y la gente que estaba en el poder tomando decisiones”
-Desde el 18 de octubre de 2019, ¿qué significado ha adquirido la protesta social en Chile?
-Hay dos visiones. La visión mayoritaria ve la protesta como una forma de demostrar un descontento. Como no tienes una forma natural para poder hacer llegar este descontento, entonces si es que hubo una manifestación tan importante, lo que vas viendo es que es una herramienta para generar conflicto. Y cuando se genera conflicto, el que grita más fuerte va a ser escuchado. Es peligroso, porque obviamente no todos tienen la posibilidad de gritar igual de fuerte. La gracia que tuvo la manifestación del 18 de octubre es que fue súper transversal. Hay otro segmento de la población que está absolutamente en contra de cualquier tipo de manifestación. Se van al otro extremo porque les tocó un efecto demasiado potente respecto a sus vidas cotidianas. Y eso tampoco es bueno, porque la posibilidad de manifestarse le entrega una voz a la minoría, que es muy importante.
-En su opinión, ¿cómo se da el balance entre los actos de violencia y la búsqueda por que los principales problemas de la sociedad chilena sean escuchados?
-Yo creo que hoy no se da el balance. El mayor efecto que tiene un movimiento social es generar conflicto. Y obviamente, la violencia genera mucho conflicto. Hay mucha gente que trata de manifestarse de forma pacífica y, lamentablemente, quienes logran más exposición son aquellos que ocupan la violencia. Son los que más acaparan los medios de comunicación. Es más, puedes encontrar una manifestación pacífica mucho más masiva que aquella que ocupa la violencia, sin embargo, la que va a acaparar los medios de comunicación es la que es violenta. Hoy se está produciendo eso y no es sano, porque ya no es solamente la manifestación la forma para poder hacer llegar las inquietudes, sino que pasa a ser qué es lo que genera más noticia.
-¿Qué rol tiene la violencia en este movimiento?
-La violencia es la que lo ha mantenido más vivo, porque cuando estábamos en cuarentena, igual se veía en Plaza Italia a algunas personas haciendo algún tipo de acto. Y generalmente actos que quizás no eran violentos directamente, pero que interrumpían de una forma u otra lo que estaba ocurriendo. Con la violencia, pareciera que este movimiento nunca ha dormido, pero en realidad, lo que se ha mantenido vivo son grupos muy pequeños que permanentemente generan un conflicto. Tener una zona permanentemente alterada tiene un efecto importante, pero no tiene la masividad de las marchas que vimos en su momento. Ha sido una herramienta que no está representando a aquellos que salieron a manifestarse en las fechas posteriores al 18 de octubre.
“El tema es que no hemos encontrado respuestas. Incluso la Convención Constituyente no lo está haciendo, entonces creo que hoy, lo que debieran hacer estas autoridades, es volver a legitimarse. Y para volver a legitimarse tienen que volver a escuchar”
-Pensando en las medidas adoptadas tras el estallido y el inicio de un proceso constituyente, ¿son los movimientos sociales la vía para conseguir cambios estructurales en temas como salud, pensiones y educación?
-No creo que sean la vía. Se transforman en la vía cuando no ves otras alternativas. Por eso es tan importante que dentro de una democracia nosotros tengamos alternativas de comunicación permanente con la sociedad civil. Hace 20 años atrás, la forma que nosotros teníamos para poder acceder al poder era a través de los partidos políticos. Y los partidos políticos hoy pierden ese rol, porque gracias a la masividad que logramos a través de las redes sociales, el partido político ya no necesita ser ese interlocutor. Como sociedad civil logras canalizar lo que estás pidiendo, pero como no tienes un conducto convencional o regular en el tiempo para poder hacerlo, tienes que buscar tu medio. Y hoy lo encuentras a través de las manifestaciones en la calle, de las redes sociales.
-Más allá de las protestas, ¿existen otras formas de ejercer presión? Si es así, ¿cuáles?
-Yo destaco los Consejos de la Sociedad Civil (COSOC), que son una súper buena idea. Lamentablemente, no funciona bien en todos los espacios. Hay algunos que han funcionado bien, otros no son tomados en cuenta. Pero yo creo que ese es el camino. Es cómo generamos esta comunicación permanente, darle herramientas a la sociedad civil para que pueda tomar acciones. Nunca nos tenemos que olvidar que aquellas soluciones en las que involucramos a la sociedad civil, son las que mejor funcionan en el tiempo, porque la gente no solamente se siente escuchada, sino que se siente parte de la solución.