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16 de Diciembre de 2021

Su reino propio: el libro que escribió Lucía Hiriart para imprimir su legado

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Se llama “La mujer chilena y su compromiso histórico” y fue publicado a todo color y en formato bilingüe en 1985. En sus páginas, la esposa de Augusto Pinochet exhibe su labor social en una docena de fundaciones encabezadas por Cema Chile, en las cuales pudo desplegar su poder y control durante la dictadura. En el volumen, impreso en tapa dura y papel cuché, la ex “Primera Dama de la Nación” se muestra como una reina autoritaria, pero dulce.

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Era un rostro sonriente y amable. Su imagen cuidada y destacada era impresa para las portadas de folletos o revistas que promocionaban la dictadura. Mujer de peluquería, joyas y vestidos a la moda, esas fotos se acompañaban invariablemente de la lectura: “Lucía Hiriart de Pinochet, Primera Dama de la Nación y Presidenta Nacional de la Fundación Cema Chile”.

Iniciada la dictadura en 1973, rápidamente Lucía Hiriart quiso tener el protagonismo a la altura de su marido, Augusto Pinochet, quien presidió la Junta Militar y con quien tuvo cinco hijos. Lucía buscó un lugar que la hiciera visible, donde las cámaras y los flashes sólo fueran para ella.

Ese reducto, enfocado en la población más vulnerable, principalmente en las mujeres del país y sus hijos, fue una serie de organizaciones encabezadas por Cema Chile, cuyo origen de centros de madres había sido fundado en el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo a fines de los años 50.

Con su esposo en el poder, Lucía Hiriart retomó la senda de la beneficencia y alcanzó el protagonismo tan deseado. Primero reclutó a esposas de miembros de las Fuerzas Armadas y luego a mujeres, generalmente, de sectores más humildes que lograron reclutar a otras con el discurso de la ayuda social.       

“La mujer chilena es esencialmente digna, altiva y valerosa y extraordinariamente decidida”, apuntaba Lucía Hiriart en la editorial de la revista Cema Chile de octubre de 1986. “Chile, en estos años de Gobierno Militar, ha ido construyendo una huella histórica, que se traduce en garantías y ejemplo para la concepción social-humanista de la civilización cristiana occidental”, agregaba.

Lucía Hiriart en uno de sus despachos preparada para trabajar.

Así de contundentes eran las palabras de la “Primera Dama de la Nación”, una líder que recorría el territorio nacional visitando y viendo cómo las mujeres, en diversos talleres, bordaban telares o arpilleras, uniformadas con delantales color burdeo, distintivo de las integrantes de Cema Chile. El folclore y la chilenidad eran elementos centrales de su imaginario y su discurso. Donde Lucía Hiriart asistía, llevaba cientos de pequeñas banderas chilenas que eran repartidas entre sus adherentes o “socias” como eran llamadas quienes integraban la institución.

Esas mujeres que participaban de Cema Chile eran humildes dueñas de casa o temporeras procedentes de todo el país, que luego aparecerán dando su testimonio en la revista institucional. Eran mujeres de ciudades y comunas como Atacama, Limache, Calera de Tango, Talagante, Renca, Puente Alto, Cerrillos, Osorno, Concepción, Lota, Dalcahue y Coyhaique.

“Llegó a constituir un ejército de 45 mil voluntarias”, escribe la periodista Alejandra Matus en la biografía “Doña Lucía”. “A cargo de similar número de centros de madres que ocupaban diez mil sedes repartidas en todo el país, y que se estima supervisaron la producción de productos como artesanías y ajuares por parte de más de un millón de socias-beneficiarias”, agrega.  

Era el ejército de Lucía Hiriart y su reino. “Dejemos oír nuestras voces, no sigamos siendo esa mayoría silenciosa”, señalaba la mujer del dictador en 1986, en la revista Cema Chile, entidad que recibía fondos de la Polla Chilena de Beneficencia y de la Lotería de Concepción.

Su mensaje estaba enfocado en lograr más adeptos y la fidelidad a la dictadura. “Demostremos que somos adherentes a la causa de la libertad, esa libertad que nos permite vivir dentro de nuestra sociedad, en plenitud, respetando a nuestros congéneres y siendo respetadas. Mostremos que somos un verdadero apoyo mayoritario, y que es nuestra instancia ser las forjadoras del futuro de nuestra Patria”, recalcaba.

Un año antes de esas palabras, en 1985, Lucía Hiriart ya había estampado su voz e imagen en lo que veía como su legado. Mientras el país vivía los efectos devastadores de la dictadura, incluyendo la represión, las ollas comunes producto de la crisis económica, el paro de estudiantes secundarios y de trabajadores, el miedo y la muerte con uno de los crímenes más horrendos ese año como lo fue el “Caso degollados”; María Lucía Hiriart Rodríguez desplegaba su poder y encanto en el libro “La mujer chilena y su compromiso histórico / The chilean woman and her historical commitment”. Allí estaba su firma junto a las socias de la patria, su propio reino impreso en papel brillante.

Ampliar los horizontes

El libro, hoy prácticamente inencontrable en librerías antiguas y en portales de compras, fue publicado en tapa dura, a todo color y en formato bilingüe, en español e inglés, en 1985. En sus páginas iniciales, Lucía Hiriart aparece en una fotografía de producción: está de pie, sonriente, con un peinado a lo “Margaret Thatchet” y un vestido negro estampado con grandes mariposas blancas. Nada es al azar. Lucía está junto a un mueble y un ramillete de coloridas flores amarillas, rojas y blancas. La lectura de la imagen dice “Primera Dama de la Nación”.   

“Desde los lejanos días de la conquista de Chile, el largo período colonial, la turbulenta etapa de nuestra independencia y durante el advenimiento y desarrollo de nuestra vida republicana, la mujer chilena fue asumiendo cada vez mayores responsabilidades ciudadanas”, apunta Lucía Hiriart en la introducción de “La mujer chilena y su compromiso histórico”.

El libro de la esposa del dictador fue impreso por la editorial Renacimiento. No era cualquier sello. La editorial tenía como propósito “divulgar profusamente todo aquello que signifique ampliar los horizontes del conocimiento, en torno a la institucionalidad gubernamental”, informaba el diario La Nación en los 80. El sello editorial pertenecía a Juan Aldea Vallejos, dueño de la cadena de librerías Feria Chilena del Libro.

Interior libro Lucía Hiriart

Así fue como en 1981 se publicó en Renacimiento “En busca del equilibrio”, de Iván Berger, Pedro Diet y Hernán Iturriaga, obra que buscaba promover “la ideología nacionalista, humanista y cristiana”, apuntó ese año el Diario Austral. El título estaba patrocinado por la Corporación de Estudios Nacionales, presidida por Lucía Pinochet Hiriart, hija del matrimonio que se paseaba libremente por La Moneda. Por el mismo sello también publicó el dictador. Dos años antes que su señora, Augusto Pinochet editó el libro “Política, politiquería, demagogia” (1983) por editorial Renacimiento.

Sin embargo, el volumen de Lucía Hiriart debía estar a la altura de sus requerimientos. No podía ser cualquier libro. Es por eso que la “Primera Dama” solicitó los servicios de Ignacio Pérez-Cotapos, vinculado en los 80 al departamento de publicidad de TVN. Así es como los ejemplares de “La mujer chilena y su compromiso histórico” fueron impresos en papel cuché, editados en tapa dura negra, envueltos con una cubierta de papel blanco, donde aparecen ilustradas una mujer junto a una niña de melena. Pero había una mujer quien era la más importante de todas y debía quedar como una reina en sus páginas: Lucía Hiriart.

Por entonces, el fotógrafo de Cema Chile era Leandro Urriola, quien asistía a cada evento que presenciara Hiriart. “Yo trabajé, entre 1980 y 1987, para Cema Chile y cuando me retiré dejé todos mis negativos allá. Cubrí todas sus actividades, la veía dos a tres veces por semana. A la señora Lucía le hice varios retratos, a pesar de que ella en ese tiempo tenía un fotógrafo personal, Carlos Sepúlveda, que después por un escándalo que hubo lo despidió, porque a la señora Lucía le llegó la información de que tenía dos mujeres”, cuenta Urriola, de 67 años, quien hoy trabaja de fotógrafo para el Ejército.

“Yo nunca tuve un problema con ella, aunque era dulce, también era bien estricta con las mujeres con las que trabajaba”, comenta el fotógrafo quien dice que, en esos años, a pesar de tenerlo a él y a Carlos Sepúlveda, Lucía Hiriart prefirió contratar para hacer su libro al equipo dirigido por Ignacio Pérez-Cotapos, también fundador y director de la revista ED, quien hoy dirige la revista de diseño y moda SML.

“Yo no tenía equipos de iluminación tan profesionales, por eso ella contrató gente externa. Yo vi toda esa producción de fotos, porque el material igual pasaba por mí. Además, estaban mis fotos que tenían libre acceso, el que quería las ocupaba. Uno puede haber tomado miles de fotos, pero sabe cuando hay fotos que son de uno. Luego, vi mis fotos en varias publicaciones incluso en contra de la señora Lucía”, señala Leandro Urriola.

Ante la salida de “La mujer chilena y su compromiso histórico” son pocos los medios de prensa que cubrieron su aparición. “La presentación del libro fue escrita por su autora, quien relata el desarrollo de la actividad realizada por el voluntariado femenino en el último decenio”, apuntó el diario El Sur de Concepción. “La publicación de 208 páginas, tamaño un cuarto Mercurial, fue impresa en editorial Renacimiento con fotos en colores donde se muestran las principales escenas de las actividades de la Primera Dama durante su desempeño en los doce organismos presididos por ella”, agrega el medio regional en noviembre de 1986.

El libro, luego de su presentación como única reina envuelta en un vestido de mariposas, despliega fotos de Lucía Hiriart, por ejemplo, con una mujer mapuche, que sonríe y abraza a la “Primera Dama de la Nación”. En un plano secundario se puede ver a Augusto Pinochet. Después, otras fotos del título exhiben a trabajadoras anónimas entregando el apoyo social en las diferentes instituciones que estaban a cargo de la mujer del dictador.  

En Chile, ese mismo año 85, mientras Lucía Hiriart daba a conocer su lujosa obra en papel brillante, se publicaron libros fundamentales de nuestra literatura como “Cancha rayada”, de Antonio Gil, “Hojas de Parra”, de Nicanor Parra, “Cartas para reinas de otras primaveras”, de Jorge Teillier, “Canto a su amor desaparecido”, de Raúl Zurita, “Historia del pueblo mapuche”, de José Bengoa y “Memorias”, de Carlos Prats, el general que fue asesinado junto a su esposa, Sofía Cuthbert, en Buenos Aires en 1974. 

Por esos años, la literatura oficial estaba encabezada por Enrique Campos Menéndez, director de la Biblioteca Nacional de Chile, quien obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1986. El panorama literario, tanto la crítica en los medios de prensa como en las actividades oficiales, era dominado por hombres. Entre ellos estaban Enrique Lafourcade, Hugo Montes, Hernán Poblete Varas, Ignacio Valente, Andrés Sabella, José Luis Rosasco y Carlos Ruiz-Tagle.

“Impulso noble y generoso”

Lucía Hiriart no sólo era la presidenta de Cema Chile, sino de una amplia red de instituciones que cumplían el carácter de ayuda solidaria insertadas en diferentes ámbitos del entramado social. “Organismos presididos por la Primera Dama de la Nación” se lee al comienzo de “La mujer chilena y su compromiso histórico”.

El listado incluía, entre otras entidades, a la Fundación Nacional de Jardines Infantiles y Navidad, Corporación Nacional del Cáncer, Corporación de Damas de la Defensa Nacional, Voluntarias del Hospital Militar, Comisión de Estudio del Problema Drogadismo y Alcoholismo en la Juventud, Fundación Septiembre y Fundación de Apoyo Social.

Lucía Hiriart en una de sus actividades en terreno por Cema.

Cada una de las voluntarias o socias tenía un delantal de un color característico. Partiendo por las socias de delantal color burdeo de Cema Chile. Luego, estaban las Damas de Verde, Damas de Rojo, Damas de Amarillo, Damas de Rosado, Damas de Celeste, Damas de Calipso y Damas de Lila.

Junto a esa multiplicidad de colores se destacaba la relevancia de las mujeres del país en la ayuda social a la comunidad. Lucía Hiriart lo deja en claro en “La mujer chilena y su compromiso histórico” señalando que en sus páginas están reflejados “todos aquellos que recibieron la voz de aliento en la congoja, los que sintieron una mano fraterna, que restañaba sus heridas”. 

No había espacio para dudas: esas esforzadas damas de delantal estaban presentes en postas, hospitales y corporaciones, y apoyaban en sus quehaceres cotidianos a niños enfermos de cáncer, a jóvenes adictos al alcohol y enseñaban a leer a no videntes con sistemas braille.

“Se trata de un antiguo modelo femenino de acción social ejercido por las mujeres con cierto poder (económico, social, religioso o político) hacia mujeres de sectores pobres que se institucionalizó y amplió durante la dictadura militar”, afirma Marisa Weinstein en el libro “Estado, mujeres de sectores populares y ciudadanía”. 

Además, de las otras damas, también existían las Damas de Gris quienes brindaban “su apoyo afectivo y material a los jóvenes conscriptos”, señalaba Lucía Hiriart. Eran voluntarias poco conocidas que trabajaban de manera interna en regimientos de diversas ciudades de Chile. Su lema era “En ayuda del soldado” y se preocupaban de los jóvenes que estaban en las enfermerías con problemas de salud y eran nuevos en el Ejército. 

El núcleo de la familia y la figura materna eran tradiciones y características para destacar y cuyas voluntarias o socias debían tener presente en su actuar social. Al comienzo del libro “La mujer chilena y su compromiso histórico”, escribe Lucía Hiriart que un resumen de “mi experiencia humana de la labor con las mujeres de mi Patria, diría que es el haber sentido ese impulso noble y generoso que, como una corriente avasalladora de entusiasmo y de auténtica chilenidad, nos ha tocado en honda calidez el corazón y los sentimientos de madre”. Luego, destaca al “inocente canto del niño” y la “abnegada mujer”, además del “vozarrón del soldado entonando el Himno Nacional”.

Pero, sin duda, el reino de Lucía Hiriart y su séquito de mujeres funcionaba casi en un mundo paralelo. Hoy se sabe que Cema Chile fue investigada judicialmente por la venta ilegal de inmuebles. En muchos de ellos, partes de Cema Chile, había ejemplares de “La mujer chilena y su compromiso histórico”: la obra mayor de su patrona debía lucir y ser leída por quienes llegaban a los recintos.

Mientras, el país vivía oscuros días debido a la crisis económica y una intensa represión, ese mismo año de la publicación de su libro en papel cuché, en 1985, la revista Cauce informaba en el reportaje “Los pobres no tienen derecho a la salud” que “es en los consultorios del Sistema de Servicio de Salud o municipalizados donde las mujeres viven lo cotidiano del drama”. Además, se señalaba que el Sistema Nacional de Salud tenía entonces una deuda de 3 mil millones de pesos. Los médicos comenzaron a salir de los hospitales para manifestarse bajo la consigna “No hay salud” en Chile.

Portada del libro.

En las calles miles de mujeres, sin delantales de colores, pero con voz fuerte y decidida se reunían para protestar con sus manos en alto contra la dictadura de Pinochet, quien entonces llevaba más de una década en el poder. Encabezados por grupos como Mujeres por la Vida, Movimiento de Mujeres Socialistas, Movimiento Feminista, integrantes de la Vicaría de la Solidaridad y de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

Pero también, entre ellas, muchas mujeres anónimas se sumaban para ocupar las avenidas de las principales ciudades de Chile. Mujeres valientes que eran golpeadas, humilladas y maltratadas por Carabineros y civiles infiltrados, la mayoría integrantes de la CNI. Mujeres que pedían libertad, justicia y paz, y que a pesar del ambiente tóxico y desesperanzador, entonaban en un solo canto el “Himno de la alegría”.


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