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Política

27 de Agosto de 2022

Cristián Stewart, director de Idea País: «Defender el status quo ha sido el vicio que le ha impedido a la derecha ofrecer cambios a tiempo»

Cristián Stewart, Director Ejecutivo de Idea País

Desde una vereda lejana le tocó al abogado socialcristiano vivir el estallido social . No así el proceso constituyente, y el plebiscito de salida, donde el abogado y ex coordinador regional de formación y voluntariado de TECHO tiene sus propias definiciones: crítico y propositivo con la cultura de la cancelación, reconoce los avances del borrador de la carta magna pero advierte que tal y cómo está, puede profundizar aún más los problemas que le llevaron a Chile a querer reescribirla.

Por

Para la tercera semana de octubre de 2019, Cristián Stewart (34) ya llevaba año y medio en la London School of Economics (LSE) haciendo el primero de los que -aún no sabía él- serían dos magísteres.

Había sido aceptado en la Escuela de Políticas Públicas en 2018, y las primeras clases en Londres como alumno fueron también las primeras clases como decano de la misma facultad para Andrés Velasco, quien había abandonado hace poco Chile tras haber perdido las senatoriales el año anterior frente a Ximena Rincón y Álvaro Elizalde. 

Hasta hoy, cuentan sus cercanos, mantienen una relación fluida que consolidaron el octubre de 2018 tras el estallido social: Velasco, como decano, y Stewart como Presidente de la ‘Chilean Society”, que cuentan los algunos ex estudiantes de la Universidad, funciona como un Centro de Alumnos para los chilenos que operan desde la casa de estudios. 

Ya habían pasado tres semestres de estudios cuando los estudiantes chilenos en Londres se enteraron del pasar de los primeros días del estallido social. Cristián Stewart, actual Director Ejecutivo de Idea País se juntó entonces con varios de los chilenos que estaban estudiando en Inglaterra. 

Los encuentros de chilenos en Londres en los que participaba incluían a Diego Vela (RD), ex presidente de la FEUC (NAU)  y con quién compitió en el primer balotaje desde 1968 que no incluía al Movimiento Gremial en una segunda vuelta.

 «Estábamos sobre todo, angustiados. No comprendíamos bien cuál era la dinámica que se estaba dando en Chile» dice Stewart, que llegó a Chile en marzo de 2022; pero que ya venía administrando vía remota por casi un año IdeaPaís: un centro de estudios que se define en el socialcristianismo fundado en 2010 por Claudio Alvarado -actual director ejecutivo del IES-, Cristián Benavente, y el actual diputado de RN, Diego Schalper. 

— ¿Finalmente comprendieron los chilenos en Londres cuál era la dinámica que se estaba dando en Chile durante el plebiscito? 

— Discutimos bastante sobre el diagnóstico porque las protestas eran multicausales. Había demandas simultáneas que además no tenían voceros.

— Pero de las múltiples causas, fue posible conocer que había varias que se tomaron la agenda.

— Claro, pero el proceso se cruzó también mucho con lo difícil que era distinguir entre la manifestación pacífica del 25 de octubre (la Marcha más grande de Chile), con los desmanes que ocurrían desde el 18 de octubre y que siguieron ocurriendo después los viernes. 

— Entonces más de una diferencia hubo entre los chilenos que estaban en Londres… 

— Había algunos que pensaban más bien similar a Fernando Atria, que sistematizó un poco esta postura para llamar la “revuelta de octubre un “hecho necesario”: que era necesario que esto ocurriera para poder tener una discusión sobre el cambio profundo en Chile. 

— Y usted difiere de ese pensamiento. 

— Hay muchos casos en el mundo que confirman que no es necesaria la violencia para generar cambios relevantes. Pienso en Martin Luther King, en Gandhi; en el fondo, hay muchos ejemplos incluso en Chile que sí podrían permitir hacer cambios. El mismo proceso del retorno a la democracia es uno de ellos con sus bemoles y sus dificultades. Una parte importante de mí diagnóstico personal, es que sí había mucho ánimo de cambio y ése sí fue uno de los primeros consensos a los que llegamos conversando. 

— Pero “el hecho necesario” para Fernando Atria no es la violencia en sí misma, es todo el proceso con lo que implicó esta “revuelta”, hubiera o no violencia. ¿Cómo llegó Chile entonces a un Acuerdo por la Paz sin constatar una guerra? ¿Cuál podría ser el hecho necesario en vez del que ocurrió? 

— Es difícil hacer política ficción en esto, aún más porque para proyectar escenarios se necesita pensar cómo separar los hechos actuales de eventuales quiebres que se podrían haber producido sin que necesariamente alguno se diga lo otro. Pero si Gabriel Boric ganaba la Presidencia de la República y proponía una nueva Constitución, también podríamos estar en un proceso constituyente, discutiendo en términos quizás no tan distintos. Nos hubiésemos ahorrado la discusión sobre la amnistía a los presos de la revuelta y otros temas que mancharon la discusión de fondo. Pero vuelvo atrás, con el ánimo de cambio que existía quizás no nos hubiéramos detenido necesariamente en una nueva Constitución. 

«(La derecha) no debe contentarse con defender las ideas de la libertad, sino pensar en un cambio oportuno de arreglo institucional que le permita ofrecer soluciones concretas a los dolores de la persona. Defender el status quo ha sido el vicio que le ha impedido a la derecha ofrecer cambios a tiempo». 

— Porque claro, un texto en papel no iba a solucionar lo estructural que era el ánimo de cambio. ¿De dónde cree usted que venía ese ímpetu? ¿Cómo se saciaba esa fuerza transformadora? 

Es evidente que viene de los problemas de desigualdad de trato que están instalados en Chile. Por eso era la clase política la que tenía necesariamente que responder a los cambios significativos en materia social. 

— ¿Y eso frenó el ímpetu de cambio? ¿La Convención fue la respuesta esperada para los problemas de desigualdad de trato? 

Yo creo que perdió la oportunidad de ser la respuesta cuando insistió en partir de cero. Algunos convencionales se obsesionaron con convertir sus teorías en la doctrina oficial, y eso nubla en parte un momento histórico que nos dimos como país y que me parece que hay que seguir empujando, pero asegurando ciertas cosas que están fuera de la discusión actualmente, como la estabilidad, la certeza, y la gradualidad. Es un poco como comparar el antiguo y el nuevo proyecto de 40 horas, que hoy es muy distinto al anterior. 

«Se dice mucho que hay que ser innovadores y no tenerle miedo a ciertos cambios, no es malo ser innovador, pero no se puede experimentar con la vida política de una nación que está en crisis».

Separar el texto de su contexto

Encuestas de opinión, columnas, entrevistas, y una serie de análisis han surgido respecto a cómo una Convención Constitucional que partió con una votación de un 80% de aprobación, marcada en un voto, hoy tiene a Chile prácticamente dividido en 3: Apruebo, Rechazo y no sabe o no responde, donde la primera opción según las últimas encuestas que conocimos no pudo volver a superar el 40%. 

Cuando faltaban 16 días para el Plebiscito Constitucional, la encuesta Pulso Ciudadano (Activa Research) proyectaba con un error muestral de +/- 2,1% que un un 45,8% de la población votaría rechazo, un 32,9% apruebo, un 15,7% continuaba indeciso, un 2,5% votaría nulo/blanco y un 3,1% no votaría

— ¿Hubo hechos en particular que incidieron en que la Convención perdiera credibilidad en su trabajo o fue más bien “un trabajo en equipo”? 

— Cuesta mucho, como se dice, separar el texto de su contexto. Pienso que precisamente por pensar la fuerza mayoritaria de la Convención que sus ideas eran estrictamente lo que se necesitaba, la ciudadanía que habitó la instancia cayó en ciertas actitudes de soberbia que le hicieron gozar de muy mala fama y muy mala prensa a la Convención; y hoy las personas la están castigando mucho por eso. 

El otro fenómeno que se dio en paralelo y también fue cómplice en esto creo que fue el clima político que se generó en la Convención. El momento político dio pie a una muy mala calidad jurídica del texto. Entonces algunos que querían parlamentarismo y semipresidencialismo y terminaron ofreciendo un presidencialismo atenuado con un bicameralismo asimétrico, que es una innovación, una anomalía jurídica en el mundo. Sumado a eso, la sorpresa que significó la configuración de la Lista del Pueblo, la declaración de los  convencionales defendiendo a los “presos de la revuelta”  hicieron que se crearan condiciones malas para hacer un texto de buena calidad jurídica.

— ¿Estos hechos afectaron también el ímpetu de cambio del que ya hablábamos?

— Se dice mucho que hay que ser innovadores y no tenerle miedo a ciertos cambios, no es malo ser innovador, pero no se puede experimentar con la vida política de una nación que está en crisis. Y menos experimentar con un sistema político. O con una plurinacionalidad que dista mucho de las necesidades que tenemos como país; las buenas intenciones se hunden en esa actitud soberbia con la que el texto terminó ofreciéndose.

— Acotemos el término de la soberbia. Porque a pocos días de la elección, en un juego de 11 por lado, pareciera que ambos lados terminaron con 2 jugadores de pie y el resto en el barro.

Siempre en política la discrepancia está basada en pensar que las ideas de uno son las que le hacen mejor al país. Que tienen más probabilidades de generar una sociedad con mayor bienestar y esa soberbia no es mala, es clave para la discusión en democracia. Pero la soberbia que se castiga en este en este proceso, tiene que ver con esta lógica de la cancelación de por uno adherir a una cierta visión política. Inmediatamente estás vetado de participar de las definiciones del texto por creer que el diagnóstico que uno tiene y las ideas a las que uno adscribe son precisamente las ideas de manera literal, digamos lo que mejor responden a los problemas que la gente tiene. Es la soberbia de no negociar y de simplemente obviar a los otros por tener mayoría. En el texto, entiendo que solo cuatro artículos de los 399 son de fuerzas políticas distintas a las mayoritarias. 

— Pero eso pasa en las democracias. El que tiene la mayoría, gana. Y la derecha teniendo un número no menor de convencionales, logró solo incluir como dice, cuatro artículos. ¿No debería existir una autocrítica en ellos también?

La derecha creyó que para que los tomaran en cuenta les bastaba con los votos que tenían. Debieron haber salido a buscar, a conquistar a través de su pensamiento, de sus razones y de su mirada, de su visión política. Entonces yo diría que son soberbias que se entrecruzan y que fueron un factor de interacción que permitió que sector político le pasara por encima al sin ni siquiera reconocer que los estaba haciendo soberbios, porque en el fondo eso hubiese sido tapar el sol con un dedo.

«Todo sistema democrático saludable tiene en su corazón a partidos políticos fuertes, pero fue tal la obsesión por homologar los partidos políticos con las organizaciones sociales que se le olvidó regularlos como debían».


Supongo que hay matices de esta soberbia convencional en su opinión. ¿Qué elementos rescata del texto? 

La impronta de incorporar de manera decidida el cuidado de la naturaleza, el medio ambiente. Es un avance un Estado social y democrático de derecho y la incorporación de los derechos sociales, es un avance también el reconocimiento a los pueblos indígenas, la protección alimentaria, la equidad de género. Pero ojo, todos tienen sus bemoles, sus apellidos y eso en algunos casos produce letras muertas o que se profundice aún más la frustración por no cumplir las expectativas que el texto debiera generar.

— Y en clave jurídica, ¿usted comparte ser testigo de alguna aberración técnica en el borrador de la nueva constitución?

— El sistema político y su falta de visión como un conjunto. De entender que esto funciona así: si tú mueves una pieza, probablemente la otra se va a dejar de mover o se va a mover de manera distinta. Hace que los derechos sociales, en lugar que se discutan como política pública, se le traspase al juez la última definición sobre si es que una persona tiene un derecho social.

El sistema político que trae este borrador es un experimento que por primera vez vamos a presenciar como humanidad, al menos desde que existe el estado moderno, el tener un presidencialismo atenuado con un Congreso bicameral asimétrico. Pocas cosas son más importantes en una constitución que un sistema político. Y por eso tiene que necesariamente ser coherente y tener una visión de conjunto. 

La falta de pesos y contrapesos, en el fondo, el no ponerle coto a la fragmentación, sino consolidarla en muchos sentidos, hace que este sistema político no solucione uno de los principales problemas que había en el sistema político actual, que es solucionar la incapacidad de procesar las demandas sociales. No le dimos la posibilidad a la institucionalidad para solucionar estos problemas. 

Además, creo que todo sistema democrático saludable tiene en su corazón a partidos políticos fuertes, pero fue tal la obsesión por homologar los partidos políticos con las organizaciones sociales que se le olvidó regularlos como debían. Esto no solamente no fortalece el sistema político, sino que no le exige formación política, no le exige rendición de cuentas. Así es muy difícil garantizar un funcionamiento correcto.  


— Bajo este razonamiento, si entiendo bien, me cuenta que no sólo no se soluciona el ímpetu de cambio, si no que se profundizan las razones por las que vivimos un estallido social.

Existen muchas probabilidades de que los problemas que tenemos ahora se tensionen aún más y se profundicen con más fuerza. Porque todo tiende a la fragmentación, el presidencialismo se debilita donde no se debía y se empodera donde no lo necesitaba. Por si fuera poco, se hace una mención escueta al sistema electoral diciendo que es paritario y con igualdad sustantiva, pero sin ninguna directriz de cómo va a funcionar. Y esto, no da ninguna certeza en relación a evitar la fragmentación, sino que la profundiza.


¿Y la certeza no debiera darla la legislación que emana de la Constitución? 

El problema es que el sistema político en una Constitución tiene que obedecer a alguna lógica y el problema es la lógica. Por mucho que existan leyes que implementan y regulan estas instituciones que la Constitución consagra, sin una lógica que fundamente su origen no tienen sentido. Como es un presidencialismo atenuado, con un bicameralismo asimétrico cuya lógica no incorpora exprofeso una regulación de los partidos políticos; luego cualquier ley va a reproducir esos problemas. Difícilmente se pueden mejorar si la base está truncada.

Los últimos metros del plebiscito

— ¿Cómo ha visto los comandos de ambas opciones? ¿Podemos extrapolar conceptualmente algunas verticales de cada uno?
Más distintivamente el rechazo ha jugado en la lógica de la transversalidad, le guste o no a algunos, es evidente que hay muchísimas expresiones para demostrar que ha sido la única opción capaz de reunir a fuerzas políticas distintas. Y es curioso, porque ha logrado convocar a fuerzas y agrupaciones políticas que fueron excluidas de la Convención en general. No creo que existan muchas personas de derecha que voten por el Apruebo, pero sí sabemos de personas que son de izquierda que van abiertamente por el Rechazo. 

En segundo lugar, ambos comandos han propiciado la lectura del texto. Y aquí me quiero detener en que esto ha implicado que ante la actividad de leer apareció una respuesta tipo del apruebo que es muy poco honesta, y es que ante cualquier revisión crítica que se tenga del texto, se le tilda de fake news, en lugar de hacerse cargo de las críticas basadas en argumentos, tiran la pelota al balcón. Creo que obedece a una estrategia de asimilar una eventual victoria del rechazo con problemas de señales que ocurrieron con Trump o con el Brexit. Y yo me pregunto sinceramente, si es que la gente de izquierda que vota rechazo compró una pomada que se les vendió en una fake news, o el rechazo es una opción igualmente válida que el apruebo. 

«Creo que es importante distinguir entre hechos e interpretaciones y decir que la interpretación distinta es una mentira, transforma la discusión en una poco honesta».


Es una estrategia que pareciera ser bastante ocupada por personas de ambas opciones, el tratarse de mentirosos, o al revés, de asegurar que son dueños de una verdadera interpretación del texto.  

— Yo creo que la acción de determinar si un hecho es verdadero o no -o fact checking-, no está obedeciendo sólo a verificar empíricamente si algo ocurre o no. Se han empezado a tildar de verdaderas o falsas opiniones distintas o interpretaciones distintas respecto a un mismo artículo y eso me parece que es deshonesto. Por ejemplo, en el tema de la vivienda. Se dice que no se asegura el derecho de propiedad porque no está incluida la palabra “propia”, lo que da pie para contraargumentar diciendo que esa interpretación es una noticia falsa o fake news. ¡Cómo puede ser falsa una interpretación lógica de un texto…! 

Lo mismo respecto al aborto libre. Yo interpreto que el artículo 61 es una propuesta de aborto libre porque no lo sujeta ninguna causal. Y en un debate hace poco con Carolina Tohá, ella decía que esto eran fake news. Entonces, en lugar de argumentar porque ella piensa que no es fake news y por qué mi interpretación es errada, ella simplemente asegura que estoy contando una noticia falsa porque ella piensa que no es aborto libre. Creo que es importante distinguir entre hechos e interpretaciones y decir que la interpretación distinta es una mentira, transforma la discusión en una poco honesta.

— “A la derecha le falta calle”, es una premisa que constantemente merodea al sector como espíritu chocarrero. Sus experiencias de vida en general, su paso por Techo en particular, ¿nos podrían ayudar a explorar en las causas de esta falta de calle?
— Yo creo que la derecha y el rechazo son dos fenómenos distintos. ¿Por qué ocurre la transversalidad del rechazo y por qué ningún sector político se lo quiera apropiar? Es precisamente porque el rechazo obedece a razones muy distintas. La propuesta de la Constitución afecta muchos intereses, muy distintos. 

Respecto de la derecha, yo creo que es una razón muy obvia: el cambio moviliza más que la defensa del status quo. Y creo que la derecha, por eso mismo, tiene que ser reformista, tiene que tener el horizonte de cambios que sean oportunos, que sean a tiempo, que sean desde sus ideas. Y no solamente, en el fondo, contentarse con defender las ideas de la libertad, sino pensar en un cambio oportuno de arreglo institucional que le permita ofrecer soluciones concretas a los dolores de la persona. Defender el status quo ha sido el vicio que le ha impedido a la derecha ofrecer cambios a tiempo. 

El espíritu que está tras el apruebo tiene que ver con condiciones de cambio, que me parece que son difíciles de hacer con esta propuesta constitucional. Y precisamente me parece que ese ánimo de cambio es lo que motiva a un apruebo de entrada, -al que yo me sumé- pero finalmente esas condiciones de cambio no eran cualquier cosa. Y uno ve que el pueblo de Chile de alguna manera siempre termina eligiendo a los candidatos que están más hacia el centro. ¿Pero eso también obedece a qué? ¿a quién? No basta solamente que la Constitución se escriba por alguien distinto —Cuatro generales como decía el Presidente Boric—, sino que es muy relevante lo que se ofrezca y lo que se ofrece me parece que es evidente que no facilita la reforma a tiempo. 


¿Cómo debería ser “la próxima temporada” de la serie de la derecha si gana el apruebo o el rechazo?
—En general, la derecha debería ser una oposición responsable. El camino, si es que llega a ganar el apruebo, sería muy largo. El “apruebo para reformar” es muy difícil, no solamente por los quórum sino porque ya implementar la nueva Constitución va a requerir mucho tiempo. Va a requerir años para poder hacer carne los mandatos de la constituyente, del legislador, crear las instituciones. Y una vez que eso ocurra habrá pasado mucho tiempo. Entonces, no se puede pretender reformar y al mismo tiempo implementar la Constitución. 

En el caso de que de que gane en el rechazo me parece que es muy importante que a aquellos sectores de centroizquierda que ya están por rechazo, simplemente se van a sumar al ímpetu que la derecha ya ha declarado que es seguir construyendo una buena nueva Constitución que se haga cargo de la tradición constitucional de Chile y que no sea con ánimo refundacional, pero que sí pueda recoger los el espíritu de cambio que la ciudadanía exige. Y si gana el rechazo, aquellos convencidos de votar apruebo me parece que tienen que sumarse a ese espíritu al identificar de manera humilde cuáles son aquellos problemas que a la ciudadanía no le hicieron sentido y tratar de converger en una conversación que de verdad sea representativa y no con un ánimo de revancha. Me parece que el camino del rechazo realmente permite la construcción de ese espíritu de cambio con continuidad que a la gente más le hace sentido.

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