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Lautaro Ruminot / The Clinic

Entrevistas

29 de Septiembre de 2024

Germaín de la Fuente, voz de Los Ángeles Negros: “Yo era distinto a los demás”

En octubre se cumplen 55 años de la grabación de “Y Volveré”, uno de los grandes discos chilenos de la historia. El exlíder de Los Ángeles Negros recuerda que, en esos días, eran más reconocidos en el extranjero porque las radios capitalinas y la prensa escrita “no nos pescaban”. Además, dice que Enrique Maluenda los ignoró en un programa en Ecuador, cuenta que tuvo problemas con el alcohol cuando volvió en democracia a Chile y asegura que se retiró aburrido de su banda en 1974 porque “tenía otras aspiraciones”.

Por Felipe Rodríguez
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De lunes a viernes, pasado el mediodía, Germaín de la Fuente, voz inconfundible de Los Ángeles Negros, se reúne con amigos en el café Copacabana, en Bandera con Huérfanos, para conversar, reír y disfrutar de la tranquilidad que le regala la vida.

A sus 77 años, una de las máximas estrellas de la canción chilena, dice estar agradecido. Más allá de un infarto que sufrió hace una década -por lo que debe consumir un medicamento ad eternum-, su salud es fenomenal. “No me duele ni un hueso y mi cabeza está perfecta”, exclama para demostrar que su forma física es óptima.

En ese grupo de personas con las que comparte diariamente, Germaín es uno más. No tiene ínfulas de súper estrella, ni tampoco reitera sus anécdotas gloriosas para convencer que es más importante que sus amigos. Ese rótulo de personaje conflictivo que llevó a la destrucción de la formación más clásica de Los Ángeles Negros no existe. “Nunca tuve un problema con ninguno de mis compañeros, me aburrí porque tenía otras aspiraciones”, reconoce.

Pocas bandas en la historia de la música popular chilena tuvieron un salto a la masividad en tan poco tiempo. Apenas pasaron dos años desde que ganaron en 1968 un concurso en Chillán para grabar un single –“Porque te Quiero”, que antes había registrado José Seves, futura voz de Inti Illimani- hasta que generaron una fanaticada en el exterior.

Entremedio, recibieron un ofrecimiento de EMI Odeón para grabar un álbum en Santiago, reformaron la banda con tres músicos profesionales que venían con experiencia laboral en Canadá -el bajista Nano Concha, el tecladista Jorge González y el baterista Luis Ortiz- y grabaron en octubre de 1969, hace 55 años, uno de los álbumes seminales del pop chileno, “Y Volveré”, que incluye clásicos como “Murió la Flor”, “El Rey y Yo”, “Como Quisiera Decirte”, “Mi Niña” y el tema homónimo.

“Cuando Jorge Oñate, nuestro patrón en Odeón, nos ofreció un contrato, nunca apostó por nosotros. Solo era un trabajo profesional y nunca pensó que nos iría bien. Personalmente, nunca tuve muy buena onda con él”, explica.

Los inicios: entre la Nueva Canción y los Huasos Quincheros

Fines de los 60 era una época complicada en Chile. El país manifestaba síntomas de extrema polarización política. Por un lado, estaban los grupos o solistas afiliados a la Nueva Canción Chilena como Víctor Jara, Rolando Alarcón, Inti Illimani, Quilapayún, Isabel y Angel Parra y Osvaldo “Gitano” Rodríguez. Y, por el otro, el folclor de salón de Los Huasos Quincheros, Los Cuatro Cuartos y Las Cuatro Brujas. Los Ángeles Negros estaban en el medio, con letras que hablaban de romanticismo inspirado en los boleros, pero con guitarra eléctrica, bajo y batería, elementos propios del rock, que les otorgaban un sonido completamente original. Además de la voz profunda y dramática de Germaín, un sello inconfundible en el quinteto. “A nosotros las radios no nos daban bola. En provincias, nos rotaban y éramos conocidos, pero en Santiago nadie nos pescaba”, dice.

La nueva vida capitalina fue, en un comienzo, ruda para Germaín y su compañero, el guitarrista Mario Gutiérrez, que venían de San Carlos. “Tenía nostalgia de mi pueblo”, recuerda el cantante. Tras editar su debut, “Porque te Quiero” (1969), Los Ángeles Negros pasaron al siguiente nivel con la alineación renovada con tres flamantes integrantes y temas de autoría propia.

“Me vine a vivir a la casa de una tía que vivía cerca del barrio Matadero. Tuve que aprender a andar en micro y ‘a pata’ en Santiago para conocer la ciudad. Ensayábamos en una casa de un amigo de San Carlos, en Vivaceta. Una vez, me quedé conversando con una chiquilla y cuando fui a ver a los demás, todos se habían ido. Andaba sin plata y me tuve que ir caminando sin conocer bien la ciudad desde Vivaceta a la casa de mi tía. Me sirvió para no perderme y saber bien las calles”, recuerda.

–¿A 55 años de “Y Volveré” imaginó que esas canciones seguirían tan vigentes?

–Siempre imagino lo mejor y estaba seguro que nos iría bien. Mis sueños se han cumplido. Lo único que me ha gustado en la vida es cantar desde que me subí a un escenario con 14 años en la quinta de recreo de mi papá. Soñar es gratis y esa sensación me ha acompañado toda la vida.

–¿Es cierto que no le gustaban Los Beatles?

–Esa frase la recogieron de un modo equivocado. Los Beatles me gustan y me siguen gustando. Ellos tenían una bonita armonía y eran diferentes a los demás. Lo que pasa es que yo crecí con los boleros, con la música de Los Panchos. Y ellos eran rockeros. El romanticismo tuvo una repercusión muy importante para mí.

“Enrique Maluenda era un déspota, igual que Don Francisco”

–Ustedes son de San Carlos, una zona donde también surgieron figuras de la cultura chilena como los Parra o Claudio Arrau. ¿Qué hay de especial en ese entorno?

–Creo que la soledad es la que te fomenta la creación. Tenías que entretenerte en algo y ahí empezabas a crear, sin saberlo, por supuesto. Los Parra, a los que no conocí, eran de San Fabián de Alico, que era un peladero en esos años. Arrau era distinto porque era de una familia muy poderosa de Chillán, con un acceso cultural superior a la mayoría.

–¿Cuándo se dieron cuenta que su música iba en ascenso?

–Cuando salimos al extranjero. Pegamos mucho más fuerte afuera que en Chile. En el 70 fuimos a Perú y nos alojamos en un hotel céntrico. Estaba lleno de niñas, me sentía como un pavo real. Lo mismo cuando ese mismo año estuvimos en Ecuador. La gente nos recibió con mucho respeto, con cariño. Fuimos a un programa de televisión. ¿Sabes quién era el animador? Enrique Maluenda. Ni nos saludó. Solo nos presentó y nada más. Nos dio lo mismo. Maluenda era un déspota igual que Don Francisco, otro que no pesca a nadie. Hicimos una gira de 12 ciudades por Ecuador.

–¿Cómo era esa época?

–Como estábamos partiendo, éramos muy mal pagados. Recorrimos todo Ecuador en unos taxis y las carreteras eran lamentables, pero éramos felices porque nos pagaban por tocar. Trabajamos harto. Terminábamos de tocar en un lugar y nos íbamos a otra ciudad. Era pura pega. Nada de mujeres.

–¿Se daban cuenta que su música era original?

–Uno siempre cree en lo que hace. Nos sentíamos distintos. Yo era distinto a los demás. Además, el ingreso de Nano Concha, Jorge González y Luis Ortiz fue muy positivo. Ellos hacían covers internacionales, tocaban en Canadá, en México, de pueblo en pueblo y eran experimentados. Supieron adaptarse a lo que yo cantaba y mi interpretación mejoró mucho.

–En México lograron una popularidad que, hasta esa fecha, solo un chileno, Lucho Gatica, había logrado. ¿Qué recuerda de ese periodo?

–Fuimos por primera vez en 1971. Sabíamos que éramos muy populares. Habíamos estado en Nueva York, en Chicago. Pasó todo muy rápido. Teníamos un mejor nivel de vida. En México estábamos en buenos hoteles y nos contrataron para hacer presentaciones en estelares.

–¿El éxito lo hizo cambiar mucho?

–Hay un momento en que te crees la muerte, para qué lo voy a negar, pero no cambié tanto. Tuve siempre mis mismos amigos. A veces, la popularidad te distorsiona. Me sentía bendecido por lo que vivía. Valoraba y apreciaba lo que me pasaba, pero no tenía una actitud muy distinta. A mí lo que siempre me gustó fue cantar. El resto me dio lo mismo.

–¿Hubo más mujeres, más diversión?

–Nunca nos ofrecieron drogas, por ejemplo. Las mujeres llegan siempre. Tú te das cuenta cuando quieren algo contigo. Si tiene buen ver, la tomas. Si no, sigues de largo. Yo tenía una vida muy normal, nada exagerado. Nunca llevé una vida muy rocanrolera.

Mientras en el exterior, Los Ángeles Negros aumentaban su presencia en diversos países, en Chile los omitían. Con escasa difusión radial y mínima exposición en medios escritos, el éxito internacional tenía poca repercusión. “Era todo diferente. No se sabía mucho que tocábamos afuera. Si hubiese habido redes sociales como ahora, sería muy distinto”, cuenta.

El grupo no hablaba de política y eran considerados “cebolleros”, dos elementos que los alejaban de la contingencia diaria en los albores de los 70. Sin embargo, Germaín rememora con cariño los años de Salvador Allende. “Vivíamos una época de carnaval, feliz. Chile era alegre, a pesar de los problemas. Nosotros éramos más alegres porque vivíamos en Chile en escudos y ganábamos en dólares. Me dedicaba a gastar plata. Y harta plata. Tenía cuatro autos, dos camiones y una camioneta. Los compré porque tenía la intención de volverme camionero. Creía que mi carrera tendría un límite”.

El Golpe fue un mazazo para el cantante. El 6 de octubre de 1973, a menos de un mes de la intervención militar, Los Ángeles Negros partieron a México. Germaín asocia esos días a tristeza y miedo. “No teníamos nada qué hacer en Chile porque estábamos con una metralleta encima de la cabeza. Daba lo mismo que fueras cantante o médico. Si alegabas, te mataban. ¿Sabes quién nos ayudó a salir? Benjamín Mackenna. Él -en esa época secretario de relaciones culturales de la dictadura- grababa en la Odeón y nos ayudó en los trámites. Era un hombre fuerte del pinochetismo, pero casi no lo conocí. Nos llevaron al aeropuerto en un camión militar. Nos pasaron a buscar a cada uno a nuestras casas y nos tiraron atrás en los camiones con los instrumentos y todas las cosas”, resume.

–¿Qué recuerda del Golpe?

–Fue algo horroroso. A Pinochet lo detesto. Es un personaje repulsivo.

–Durante la dictadura, usted siguió viniendo al país. ¿Cuánto cambió Chile en ese periodo?

-Mucho. Tenía mi oficina frente a la plaza de Armas y, para entrar al edificio, poco menos que tenías que persignarte. Era terrible. Cada vez que venía a mi oficina, había un milico que me preguntaba ‘a qué viene’. Siempre me preguntaba ‘pa que habré venido a Chile’.

Germaín de la Fuente, Los Ángeles Negros: “En octubre iré a México, tengo una gira con 17 shows”

La estadía en México trajo más trabajo y más popularidad. Pero asimismo más problemas internos en el grupo. El preámbulo del fin fue una supuesta pelea a combos entre el vocalista y Luis Ortiz, que Germaín desmiente. “Lucho dijo que le quise pegar, pero es mentira. Fue al revés. Era un muchacho alto, fuerte, que practicaba fisicoculturismo. ¿Cómo le iba a pegar si era gigante? Lo que pasó fue que estábamos en Venezuela y yo dejé mi chaqueta que estaba estilando, muy sudada, colgada. Era la única que tenía. Él la agarró, la tiró y me hizo un comentario como que me iba a sacar la cresta. No le respondí porque me hubiese pegado. Lo hizo para dejarme como conflictivo. Después lo saqué del grupo”.

–¿Lo echó?

–No. Les dije ‘se va él o yo’. No tenía problemas con el grupo porque todo se lo debo a Los Ángeles Negros.

–Usted se fue de la banda en 1974. ¿Se ha cuestionado hasta dónde hubiesen llegado de continuar?

–Estuve seis años. Fue poco tiempo, pero se hizo lo mejor. Todos habíamos cambiado.

Tras trabajar con su nombre y sus excompañeros seguir con Los Ángeles Negros -Mario Gutiérrez era el dueño de la marca-, Germaín regresó a Chile en los 90. Fueron sus peores años. Aunque asegura que los tocaban en la radio, no lo reconocían en la calle y tenía poco trabajo. “No me pescaba nadie y vivía de una parcela en Buin donde producía paltas y nectarines. Después puse un estudio de grabación. Estaba amargado y entré en el alcohol. Me sentía triste y deprimido. Tomaba con amigos y siempre pagaba yo, así que no me arrepiento”, comenta el músico.

Las juntas duraron hasta que decidió ponerle fin a su rutina. “Un día, hace 28 años, me chanté. Desperté y dije ‘no tomo más’. Me costó tres meses dejar el trago. No tomo nada ni para el 18 ni el año nuevo. La única vez que tomé fue para el matrimonio de una hija. Me tomé unas copas de champaña y me deprimí de inmediato. Y nunca más vivo mejor así”, reconoce.

–Dos personajes clásicos de la música chilena le han declarado su admiración. En un video que circula en YouTube, Jorge González dice que no cambiaría nada de lo que hacían ustedes porque eran geniales y Zalo Reyes manifestó que usted era su ídolo. ¿Cómo recibe ese cariño?

–Es un halago. Me gustan Los Prisioneros, pero más los últimos discos que grabó González. Esos de corte romántico. Y con Zalo Reyes compartimos muy poco, pero cada vez que me iba a ver, me decía que era su ídolo. Era cariñoso, muy sentimental. Él era muy querido y cercano con la gente y me gustaba que no tenía dobles lecturas en su comportamiento. Vivió en su propia ley y era sincero.

–¿Qué sintió cuando supo la muerte de Mario Gutiérrez?

–Me dio pena, aunque no nos llevábamos bien. Lo acompañé cuando celebró sus 50 años de música en México. Creo que hacer mi carrera en solitario no me lo perdonó nunca, pero soy un agradecido de Mario porque tocaba lo que yo grabé y, gracias a eso, me promocionaba.

–¿Cuándo va a parar de cantar?

–Es lo que más me gusta. Y espero que la salud me acompañe. Ahora en octubre, de hecho, iré a México. Tengo una gira con 17 shows. No me puedo quejar.

–¿Le molesta cuando le dicen que ahora no canta?

–No me afecta, yo canto como siempre: lo mejor que puedo. Y entreno mi voz todos los días. Te diría que acepto mi destino.

–¿Cómo vivió esos sampleos de sus canciones que incorporaron artistas reconocidos como Jay Z y Beastie Boys?

–Me siento afortunado. Todavía no los conozco y la música de ellos no me interesa. Hay como veinte canciones nuestras que aparecen en discos de grupos de EE.UU. y siempre llega un cheque (ríe). Los Ángeles Negros deben ser agradecidos porque la vida nos dio mucho. No deberían tener resentimientos. Tengo 77 años, sigo con pega y buena salud. No mucha gente puede decir eso. Soy un bendecido.

–¿Qué cambiaría de Chile?

–Veo a la gente que vive apurada y apretada, habría que cambiar todo el puto sistema, que se mejoraran los sueldos y, especialmente, las pensiones que son para cagarse de hambre. Pero quiero a mi país.

–¿De quién es la culpa?

–El sistema lo implantó Pinochet. La culpa es de los tiburones, que son las grandes empresas que se llevan todo.

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