
Entrevistas
25 de Enero de 2025Pedro Peirano, creador de 31 minutos: “La cultura woke es tan horrenda y facha como cualquier otro fanático de derecha”
El periodista, guionista y una de las mentes de 31 Minutos ilustra con sus dibujos la nueva colección de libros y novelas gráficas basadas en los personajes y canciones de la popular serie. Radicado entre Chile y Estados Unidos, Peirano habla de la expansión editorial del universo que construyeron hace ya más de 20 años y revela detalles de “Calurosa Navidad”, la película navideña que Aplaplac prepara para Amazon. De paso por Santiago, se refiere también a su reciente nombramiento como showrunner de series de ficción en Sony y reflexiona sobre los desafíos de hacer humor hoy en día: “Yo no haría varios de los chistes que hice (...) Plan Z, por ejemplo, es irreproducible”, comenta. Irónico y sin pelos en la lengua, Peirano analiza también la nueva era de Trump en Estados Unidos y el escenario político local: “El gobierno de Boric es torpe, pero no un desastre”, dice.
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Durante la sesión de fotos para esta entrevista, Pedro Peirano toma una hoja de papel cualquiera, un lápiz y comienza a dibujar al dinosaurio Anacleto, uno de los personajes más icónicos de 31 Minutos. Zurdo orgulloso, detallista, el periodista de 53 años, y uno de los creadores de la popular serie emitida por TVN entre 2003 y 2014, asegura que podría dibujar a cualquiera del elenco, con los ojos cerrados incluso. Anacleto empieza a tomar forma rápidamente. Esta parte del proceso es su favorita: si quisiera, podría convertirlo en Hamlet, en el Principito y hasta en un malvado presidente que combate una invasión zombie.
“Seguiría siendo el mismo dinosaurio, pero con un poco de imaginación podemos ponerlo a interpretar a quien sea”, dice Peirano sin despegar el lápiz ni sus ojos de la superficie.
Sobre la misma mesa, hay algunos de los libros de la nueva colección de 31 Minutos, basada en algunas de sus canciones y protagonistas más entrañables, y que incluye las novelas gráficas “Calcetín con Rombos Man: El origen”, “Señora, devuélveme la pelota o, si no, no sé qué haré” y “Son pololos”, todos ilustrados por Peirano.
La serie editada por Planeta apareció a fines del año pasado y se caracteriza por su formato de libros cuadrados, inspirado en los clásicos Little Golden Books y las ediciones de Disney, “que los hace particularmente atractivos para niños y adultos”, comenta Peirano.
El traspaso del universo y los personajes de 31 Minutos a las páginas era un salto natural y que tenían pensado dar hacía tiempo, comenta el también guionista de filmes como La nana, Gatos viejos y No, quien en 2012 publicó El club de los juguetes perdidos, una novela ilustrada también por él mismo y cuya historia estaba inspirada en una canción de 31 Minutos que nunca se grabó.
“Por lo general, las ideas que tenemos nunca se pierden, se convierten en otra cosa”, dice Peirano. “Hacer libros era una idea antigua que teníamos, y que yo en lo personal venía empujando hace tiempo. Siempre quisimos convertir las canciones en cuentos ilustrados porque contienen relatos potentes y los personajes tienen un background que vale la pena explorar. Fue un momento mágico ver que en esas canciones había historias y verdaderos cuentos que podíamos desplegar y contar de otra forma completamente distinta y más libre. Además, a mí los libros me gustan más que cualquier otra cosa que hago”, agrega.

“Son pololos”, el título más reciente de la colección de 31 Minutos, se inspira en la canción homónima protagonizada por Norberto y Raquel, y le permitió a Peirano ahondar en las relaciones del colegio en su infancia.
“Quise retratar ese mundo escolar como lo viví: con humor, pero también con sus complejidades emocionales, y recrear el espacio físico del colegio: la biblioteca, la sala de clases, la foto escolar en blanco y negro”, cuenta.
El popular reparto de 31 minutos liderado por Tulio Triviño, Juan Carlos Bodoque, Patana, y tantos otros, pasó de la televisión abierta a protagonizar su propia película en 2008, además de masivos shows musicales en vivo por todo Chile y México. Hicieron también una aparición especial en el videoclip de la canción “Una nube sobre mí” (2009), de Los Bunkers, y hasta se tomaron las tablas, ingeniándoselas para montar obras cumbres del teatro como “Romeo y Julieta” (2013) de Shakespeare y una versión de “El Quijote” (2015) de Cervantes, que además fue televisada. Ambas fueron encargos del Festival Teatro a Mil.
“Es muy grato tener un set y un elenco de personajes consolidados que vayan asumiendo estos encargos que les damos, porque finalmente nosotros les traspasamos toda la responsabilidad a los monos hace mucho rato Y siempre es entretenido asumir nuevos proyectos y buscar dónde poner a cada uno”, asegura el periodista.
De vuelta en Santiago tras las últimas funciones de ese último montaje en el norte del país, Peirano, Álvaro Díaz y el resto del equipo de Aplaplac retomó el trabajo y su nueva aventura cinematográfica en un pequeño estudio de sonido ubicado en un edificio de la comuna de Providencia, donde ocurre esta entrevista. En el cuarto de al lado, el comediante Rodrigo Salinas graba las voces de Juanín, otro de los personajes más queridos de 31 Minutos, para la nueva película que preparan para la plataforma Amazon, un especial navideño que lleva por título Calurosa Navidad y que se inspira en uno de sus shows más exitosos.

La cinta es su primer encargo para una plataforma de streaming y se estrenará a fines de este 2025. Coincidirá, además, y por primera vez, con el lanzamiento de un nuevo libro de cuentos ilustrado a partir de la misma historia.
“Nosotros crecimos viendo especiales de Navidad; ‘Los Picapiedra salvan la Navidad’, el de Frost el muñeco, el de Rodolfo el reno, y varios otros, y cuando empezamos a hacer obras en vivo pensamos casi al tiro en hacer Calurosa Navidad”, recuerda Peirano.
“La historia fue evolucionando desde que la hicimos como especial navideño para la segunda temporada de la serie en TVN, en 2004, y luego como show en vivo. Hasta ahora, siempre mandaban más las canciones, pero en la película mandan más la historia, las subtramas de cada personaje y el humor, sobre todo en la primera parte”, cuenta Peirano.
De hora y media de duración, la película promete mantener el humor absurdo característico de la serie, pero con una narrativa más compleja: “Mario Hugo será el protagonista, intentando montar un show que termina saliendo todo mal”, adelanta. Además, tendrá canciones originales creadas especialmente para la banda sonora.
—En los poco más de diez años que 31 Minutos lleva fuera de pantalla, ¿no hubo posibilidades reales de volver a la televisión?
—Ha habido interés de rehacerlo en otros lados, pero el costo de producción es carísimo. Nosotros, más encima, estábamos locos y multiplicábamos el presupuesto cada temporada. Ya en los últimos capítulos cambiábamos de set con cada tanda de comerciales, entonces no era solo el costo económico sino el sufrimiento humano del equipo. Además, estar en televisión abierta era otro sufrimiento. Me da una lata atroz. Alguna vez pensamos en hacerlo en la televisión mexicana, era una idea, luego en alguna plataforma de streaming, pero no sé si hay interés. Durante mucho tiempo nadie parecía interesado en hacer contenido para niños. Quizás ahora es distinto, no sé, aunque estamos tan metidos en las películas que eso nos tiene ahora mismo en otro desafío enorme.
En paralelo a la producción de Calurosa Navidad, Peirano ya trabaja en la novela homónima que saldrá también en diciembre. Además, planean ampliar la colección con nuevas historias: “La gente pide libros de sus canciones favoritas y estamos pensando en hacer una encuesta para elegir el próximo título”, cuenta.
Si pudiera elegir, Peirano adaptaría “Mundo interior”, la única canción que ha escrito él solo para 31 Minutos. Con melodía de Pablo Ilabaca, la letra cuenta la historia de una tortuga con un universo inmenso dentro de su caparazón.
“Oiganme, por favor / Esto requiere una explicación / Porque la gente que está en mi condición / Cuenta con un gran mundo interior”, dice la letra de la canción.
“Habla sobre el autismo, aunque no directamente”, dice Peirano. “Hicimos el video y no logramos mostrar ese mundo como yo quería. En un libro o una novela gráfica sí podría hacerlo y dibujar esa historia, que tiene un significado especial para mí”.
—¿Amerita el escenario global actual como para que vuelva a existir el noticiero original de 31 Minutos?
—De que hay material para un noticiero, lo hay (ríe), pero no creo que sea el objetivo ni la naturaleza de 31 Minutos. Jamás haríamos algo que pudiera politizarlo a ese nivel tampoco, porque yo creo que la serie ya es de la gente. Y hasta los niños de la gente más facha tienen derecho a ver 31 minutos, porque es divertido y abre curiosidades en ellos. Jamás nos pasaríamos de listos y nos las daríamos de educadores.
“El más claro ejemplo de esto último es Cantinflas; si analizas desde su primera película y hasta la última, pasa de ser un maldadoso, un chorito que se roba una billetera, a hacer “Patrullero 777”, donde da cinco lecciones morales antes de tirarse el primer chiste. O sea, abandonó lo que era por lo que creía que tenía que hacer y se volvió un reaccionario, una estrella de cine discursera que quería ‘educar al pueblo’”.
Peirano da otro ejemplo más cercano: “Una de mis bandas chilenas favoritas es Tiro de Gracia, desde siempre, pero en el segundo disco (“Decisión”, de 1997) todo se trata de ‘No hagas abortos’, ‘Usa condón’, ‘Sé responsable’, y chucha, ¿por qué sientes que tienes esa responsabilidad? El medio es el mensaje y tú eres el mensaje, porque inspiras a otros, pero no tienes la obligación de dictar cátedras de nada, es absurdo y evidente. Hay que tener cuidado de no llegar a creerse un mensajero del destino, sobre todo cuando eres un artista y formas parte de la cultura popular”.

Peirano, aquí y allá: entre Chile y Estados Unidos
La casa que Pedro Peirano arrienda en Los Ángeles se encuentra en una de las zonas alcanzadas por los incendios que afectaron la región este verano en Estados Unidos. Más de 180 mil personas debieron abandonar sus hogares y hasta ahora se reportan 25 muertos. “Lograron apagarlos justo a tiempo, pero conozco a varias personas que lo han perdido todo en el fuego”, comenta.
En ese espacio –donde vive solo desde hace ya dos años, cuando partió como supervisor de guiones en HBO– Peirano fue armando una extensión de su biblioteca y de su propio hogar en Estados Unidos. “Al principio sentía que estaba de paso, pero cuando empecé a dejar libros allá, me di cuenta de que estaba más tiempo del que pensaba”, recuerda.
Por estos días, y tras su salida de HBO, Peirano será anunciado como showrunner de series de ficción de Sony junto a su socio, el productor y guionista Mauricio Katz.
“A diferencia de lo que nos tocó hacer en HBO, que fue hacer más de fixers e intervenir en producciones y guiones de otros –por ejemplo, en el de la segunda temporada del remake de Perry Mason que fue dirigido, entre otras, por la cineasta chilena Marialy Rivas (Joven y Alocada)–, acá vamos a desarrollar series nuevas. A veces son ideas que vienen de nosotros mismos y otras vienen de directores o actores que compraron los derechos de adaptación de tal novela. Va a estar bueno eso, aunque ¡ya siento la presión!”, dice.
—¿En lo personal, qué ha sido lo más complejo de tener esta vida repartida entre Chile y Estados Unidos?
—Tener pareja, yo creo. Es difícil intentar conocer a alguien cuando estoy allá solo trabajando y luego vengo para acá a pasar un tiempo corto que, además, prefiero aprovechar con la familia y los amigos. Lo más probable es que me junte y me reencuentre siempre con gente conocida en lugar de conocer a alguien nuevo. Allá he conocido gente, pero es todo más pasajero porque, en general, Los Ángeles es una ciudad de paso. Poca gente se queda a vivir ahí y son todos un poco solitarios, me he dado cuenta.
—¿También lo es usted?
—Sí, me encanta estar solo. Lo disfruto y es provechoso para mi trabajo. Desde chico inventaba que estaba castigado para no salir a jugar cuando me venían a buscar los amigos a la casa. Yo prefería quedarme dibujando. Lo que hice desde niño, deduzco ahora, fue crear un lugar adecuado y seguro para hacer lo que me gusta, y mi casa tiene varios rincones donde me puedo mover para escribir y leer por allá, dibujar acá, y así.
—Varios de sus talentos están a la vista; escribe, dibuja. ¿Qué es lo que más le cuesta hacer?
—Para mí es terrible sentarme a escribir. O sea, antes de eso tiene que pasar harto tiempo, mientras proceso la historia y los diálogos, y solo cuando siento que está lista, me pongo a escribir.
— Usted ha colaborado con algunos de los grandes directores de esta época: Pablo Larraín, Sebastián Silva, Maite Alberdi. ¿Lo tienta la idea de dirigir una película de su autoría?
—Sí, aunque tampoco me mata la idea. A mí lo que más me gusta es dibujar y estar solo, eso se me da bien. Mis demás trabajos han sido casi todos colaboraciones porque me es más cómodo en esos casos socializar el proceso y hacerlo más colectivo. Con el Álvaro (Díaz) tenemos una conexión casi telepática para eso. Con Sebastián Silva también, y por eso hemos trabajado tanto; desde La nana, después codirigiendo Gatos viejos y ahora último en Rotting in the sun, donde volví a meterme en el guión. Mi principal labor ahí fue convertir todo un poco en un capítulo de Columbo disfrazado, porque sabemos quién mata o quién se ve involucrado de la muerte del protagonista desde el principio, ahora falta saber cómo la van a pillar. Los misterios son mi especialidad.
—¿A cuál de todas sus películas le tiene más cariño?
—A Gatos viejos. Tengo una conexión mucho más personal con esa película, y por muchos motivos me parece importante y significativa. Bélgica Castro no había hecho cine en mucho tiempo, Alejandro casi no había trabajado en películas, y además hubo cruces entre la ficción y lo que pasó después con ellos y el departamento que les querían quitar. Todo en esa película fue súper instintivo. Ahora, creo que la mejor película de todas es “La nana”. Es la más lograda en cuanto al guion. “No” también puede estar muy bien lograda, pero el proceso fue mucho más libre, casi que se fue reescribiendo todo sobre la marcha.
—¿Considera que el cine chileno logra reflejarnos mejor hoy como sociedad que la televisión o la literatura?
—No veo tanto cine como para afirmar algo así. Lo que sí noto es que el cine se ha puesto más formulero porque hay mucha plata involucrada. Siempre intenta irse a la segura y no toma riesgos. En cambio, la televisión ha vuelto a ser un espacio con más exploración. Hubo una explosión tan grande de contenidos en plataformas que, lo que antes hacía Netflix, ahora se hace en televisión, incluso en teleseries. Varían un poco en la cantidad de capítulos, pero en general son las mismas temáticas. Y como son más baratas que el cine, se han vuelto rentables nuevamente. Yo insisto, no veo tanto, pero creo que hay un acercamiento a la realidad que es interesante, aunque la mirada no cambia tanto.

Hacer humor en un mundo malhumorado
Hacer reír a una sociedad malhumorada y cada vez más susceptible no es tarea fácil, dice Pedro Peirano. La (hiper)sensibilidad social y los nuevos códigos culturales han obligado a los humoristas a recalibrar su enfoque, enfrentándose a un público más crítico y exigente.
—Han cambiado indudablemente el humor y el motivo de la risa. Esto no solo en Chile, sino en todo el mundo. ¿Tuvieron que cambiar o recalibrar ustedes el humor a la hora de crear?
—Sí, es más difícil hacer humor hoy en día. Me han dicho más de una vez que Tulio Triviño es súper bully, porque efectivamente es un villano y un facho, probablemente (ríe), pero al mismo tiempo es tonto, nadie lo quiere y Bodoque, que es su amigo, lo trata de idiota todo el tiempo. Para responder a tu pregunta, yo percibo que hay una hipersensibilidad que da miedo a veces hacer chistes. Afortunadamente, 31 Minutos es la mejor manera de hacer humor para mí, porque su cotidianidad está basada en el humor absurdo y tiene sus propios códigos que a nosotros como creadores nos da varias libertades.
—Años atrás estuvo también detrás de Plan Z, un programa que, para muchos, difícilmente se podría hacer hoy. ¿Comparte esto último?
—Definitivamente, ni cagando se podría hacer hoy. Incluso, los programas o capítulos que ya hicimos son irreproducibles, no se pueden volver a dar en ninguna parte hoy en día.
—¿Qué los hace irreproducibles?
—Era un humor muy incorrecto y a la vez muy divertido, similar al de Los Simpson, y que utiliza el lenguaje para atacar como hace el señor Burns. Él trata de zánganos a todos y habla de Homero como un “semiesclavo del sector 7G”. No ocultan ese lenguaje agresivo que es el mismo que nosotros usamos, por ejemplo, para el comercial de la “Barbie Mapuche” o el reportaje de los mapuches millonarios. Ahora todo eso es superpoco aceptable, porque la gente tiene mal humor nomás o porque simplemente no entiende ese tipo de humor, que para nosotros no es sofisticado pero sí más de lo que se necesita ahora mismo. El humor ahora es mucho más simplón y también es cierto que hay muchas cosas que ya no son graciosas. Uno tiene que adaptarse a eso.
No es de lo único que se retracta: “Yo no haría varios de los chistes que hice para no pasar a llevar o herir a personas, algo que cuando uno es chico no cuida tanto”, dice Peirano.
“Yo me arrepiento mucho, por ejemplo, de haber hecho en Plan Z ese polémico sketch de los bomberos que llegaban a la discoteca gay que se acababa de quemar. El chiste era reírse de la prensa que llegaba a reportear y a la que no le interesaban los muertos ni la tragedia, sino descubrir si había famosos en el lugar. Obviamente, quedamos como unos homofóbicos, pero no era un chiste homofóbico ni nosotros éramos ni somos homofóbicos”.
“Algo similar pasó cuando hicimos un tipo de MaravilloZoo, pero en vez de animales eran pobres. O sea, de una crueldad absoluta. Entonces, sí, hoy en día nos cuidamos más de no caer en nada pero seguimos usando y caricaturizando, al mismo tiempo, ese lenguaje y ese humor que nos parece repelente, incorrecto y absurdo, insisto. Me parece más interesante el mundo así que hacerse el inteligente y pasarse de listo. La clave del humor que hacemos está en dejarse ser tontos”.

El Peirano más político
Peirano suele no manifestarse ni ahondar demasiado en política en sus entrevistas. Aquí, en cambio, lo hace sin concesiones. Le preocupa de sobre manera el auge de la ultraderecha y la atracción de los jóvenes por figuras como Pinochet, fenómeno que, según él, tiene raíces en un fetichismo político que trasciende fronteras y épocas.
“Pinochet, Trump e incluso Milei, en Argentina, generan un fetichismo oculto que ahora se materializa en apoyo político”, dirá. También es implacable en su crítica al gobierno –no así al Presidente Boric– y es tajante en relación a las futuras elecciones presidenciales de este año.
—¿Qué mirada del país te has hecho ahora desde que tienes esta vida a medio tiempo en Chile?
—Bueno, Chile no es ajeno al contexto global. La ultraderecha más imbécil es la que está de moda en todo el mundo y aquí ha aparecido con fuerza. Lo que más preocupa y apena es algo que decía Bachelet el otro día: los jóvenes se sienten atraídos por la figura de Pinochet y han empezado a reproducir ciertos discursos de odio que parecían enterrados. Pinochet, Trump e incluso Milei, en Argentina, generan un fetichismo oculto que ahora se materializa en apoyo político. Uno piensa que si Biden no hubiese ganado la elección anterior en Estados Unidos, Trump habría terminado ya su segundo gobierno y probablemente se hubiera hecho tan impopular que eso habría afectado a la moda facha, pero en vez de eso, Trump ganó el voto popular, que es una cosa que no había pasado.
“Es increíble ver que el mundo está dominado por villanos peores que los de cualquier ficción. Son puros hueones caricaturescos, gritones, ridículos, como el Hitler que uno veía gritando en sus videos de propaganda frente a toda esa gente que reaccionaba como ante un líder mesiánico. Las imágenes del presente son tan parecidas. Estamos en una regresión mental de la sociedad y volviendo a los años 30 del siglo pasado, en la pre Segunda Guerra Mundial, y es una moda que puede durar harto.
“Da pena pensar que uno despreció tanto los años 90, cuando no eran tan malos comparado con este tiempo. Lo más heavy es que la gente de ultraderecha más ridícula puede llegar a gobernar cualquier país. Lo que viene con eso será un mundo aún más intolerante, con pérdidas de derechos para todos y con líderes que se jactan de ser fachos y de controlar la vida y el alma de la gente“.
—Y del otro lado, ¿cómo lo ves? ¿Ofrecen la izquierda y el progresismo una alternativa de peso o que cautive?
—La alternativa que hay es igual de mala. Hoy tenemos un enfrentamiento entre fascismos, porque la cultura woke es tan horrenda y facha como cualquier otro fanático de derecha. Son puras personas “waiting to be offended” todo el rato y disfrazados de otras cosas. Muchos pregonan con la libertad absoluta, pero han generado un clima bastante hostil y restrictivo. O sea, ¿por qué tienes que usar tantas etiquetas para todo? ¿Por qué hay tanta necesidad por definirse? Aunque soy súper respetuoso con la identidad de cada uno, no me cabe el lenguaje inclusivo, por ejemplo. Jamás lo atacaría o pediría que lo prohibieran, pero lo que hizo fue complejizar todo, además de segmentarnos de otra forma. Ahora resulta yo soy un hombre cis y tal y tal, pura mierda, y eso me sitúa en una “mejor” o “peor” posición que otros según desde donde se nos mire.
“A Michelle Bachelet le decían ‘Presidenta’. ¿Y por qué? ¿Presidente no es acaso inclusivo? Yo siempre le pregunto a la gente: ¿qué género creen que tienen los animales? La tortuga es femenina para los que hablamos en español, pero para la gente que habla inglés es masculino. La ballena para nosotros también es femenina y para ellos masculino; esa diferencia cambia todo el sentido de Moby Dick, por ejemplo, que en la novela en inglés habla de hombres combatiendo con el animal, y que en una versión en español puede convertirse completamente en otra historia al ser una ballena hembra. Entonces, por un lado resulta fascinante que el lenguaje inclusivo traiga consigo otras lecturas y posibilidades, pero yo no lo uso y en lo personal me desagrada profundamente”.
—Usted vivía en Plaza Italia para el estallido social. ¿Cómo recuerdas esa etapa?
—Yo sentía que había una rabia intensa que había estado contenida durante mucho tiempo y a la que yo adhería o tenía simpatía, pero al mismo tiempo daba miedo porque la rabia es el peor consejero del mundo. Lo terrible de hacerse viejo es que uno ya sabe que estas cosas son cíclicas y que basta con que se golpee mucho algo para que se dé vuelta.
“Así pasó con la Convención Constitucional, con la primera eso sí, en la que todos teníamos la esperanza de cambiar el destino de este país y darle una nueva Constitución. Ya viste cómo terminó todo. Eligieron a la Tía Pikachu, al pelado estafador ese, que sin saber que era estafador ya todos lo intuíamos, parecían todos tan enojados, no se podía cantar el himno, y con lo que le gusta a algunos el himno. Entonces, era obvio que iba a cagar y fue duro darse cuenta que uno era parte de un 20 y tanto porciento de este país. O sea, minoría absoluta, po”.
—Para muchos esa derrota afectó al gobierno del Presidente Boric y tensó la agenda legislativa con la derecha. ¿Qué opinión tienes del Gobierno?
—En general, lo he visto súper torpe. Ahora es amorfo, incluso, se siente poco cohesivo, poco coherente, y además son un escándalo tras otro; Monsalve fue la guinda de la torta. Tampoco creo que sea una oportunidad perdida, pero sí hay que reconocer que hubo mucha soberbia, sobre todo al comienzo, y que es parte y un rasgo natural de una generación que dictaba las normas y reglas de lo que se debía hacer y lo que no.
“Debe ser muy difícil estar tan arriba, en el máximo cargo, y tener que ponerse a la altura de quien no eres y de quien deberías ser. El porrazo puede ser fuerte. Entonces, el Gobierno es lo que es nomás; no es muy bueno, pero tampoco es un desastre. Yo espero que sea recordado por las cosas buenas, porque creo que el Presidente es un hueón querible. No debe haber nadie que piense lo contrario, a pesar de la torpeza y de los escándalos. Ahora es muy probable que gane Evelyn Matthei, pero yo nunca–nunca voy a votar por la derecha”.