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12 de Abril de 2025Rodrigo Mayorga, analista político: “Ya no es tan importante para la ciudadanía la experiencia del proyecto político”
Para el director ejecutivo de Momento Ciudadano, los electores han comenzado a inclinarse por candidatos presidenciales que no tengan un historial político tan vasto en desmedro de "los mismos de siempre". La respuesta la otorga bajo la consideración de que las exigencias implícitas para llegar a la Presidencia —una carrera larga en el Parlamento, además de pasos por el Ejecutivo— no pareciera ser la moda en los actuales precandidatos, donde la gran mayoría proviene de la Cámara de Diputados.
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Poco más de siete meses son los que quedan para la primera vuelta presidencial. Y menos de 20 días para que los partidos políticos inscriban primarias de su sector, cuyos comicios ya contemplan a varias figuras, la mayoría provenientes del Parlamento, aunque con trayectorias políticas distintas a las que solían haber en años anteriores, dice Rodrigo Mayorga, analista político, profesor de la Universidad Católica y especialista en educación cívica.
Para Mayorga, director ejecutivo de Momento Ciudadano —organización promotora de educación cívica con contribución al debate público—, antes quienes aspiraban a la Presidencia de la República seguían un camino similar: larga carrera parlamentaria, lo que se sumaba con pasos por el Ejecutivo. Hoy, en cambio, con ese criterio cumplen, de momento, dos candidatas: Carolina Tohá y Evelyn Matthei, mientras el resto de nombres sólo contemplan pasos por la Cámara de Diputados.
Ello, sumado al aumento explosivo de candidatos presidenciales independientes que buscan patrocinios, han llevado a abrir la pregunta de si los criterios para levantar una candidatura al máximo cargo del país ha cambiado.
—¿Qué explicación hay para la proliferación de candidatos del Servel?
—Hay un fenómeno bien novedoso. Hay un primer punto: el hecho de que muchos candidatos inscritos es anómalo, y eso genera visibilidad. Las primeras noticias que hablaban de esto conversaban sobre 40 candidaturas y eso ya era anómalo. Había un efecto de amplificación. Habría que ver cuántas personas de estas más de 300 están realmente activas en un proceso de búsqueda de firmas. Algunos los sabemos, Artés, Bianchi, Mayne-Nicholls… Pero no hay una claridad tan absoluta de que esto responda a un mismo fenómeno.
Dicho eso, sí estamos hablando de una cantidad mayor que otras veces. Eso no creo que obedezca a la desconexión con los partidos políticos, en el sentido de decir que cualquiera puede ser candidato, pero sí creo que obedece a la desconexión en otro sentido, de la noción de que no se requiere necesariamente un proyecto político para poder ser Presidente de la República. Lo lógico es que el partido busque candidatos, no que los candidatos busquen partidos. Los candidatos se venden como activos económicos a los partidos y se ofrecen como una oportunidad de ganar.
—¿Es un tema la edad mínima requerida para ser presidente?
—El punto clave es cuáles son los requisitos. Primero es tener nacionalidad chilena, concedida por nacimiento, tener cumplidos los 35 años, y ser ciudadano con derecho a sufragio. Lo que eso dice en la práctica, lo que intenta decir, es cualquier ciudadano o ciudadana chilena tiene la capacidad de ser Presidente de la República, de dirigir esta República. Y hay un énfasis en la edad, que intenta decir “pero existe la necesidad de cierto tipo de experiencia previa”. Esa experiencia es de distinto tipo, pero se define a través de la edad, de una persona que se espera que ha vivido una cantidad X de experiencia.
Esto se relaciona, en cierta lógica, con lo que antes era más bien una suerte de tradición, donde la Presidencia de la República se alcanzaba luego de una trayectoria política. Había un paso por distintos órganos, Cámara, Senado, había también distinciones de edad entre estos dos lugares distintos. No creo que si fuesen 40 años la edad requerida habría un gran cambio.

Mayorga: “Lo que era problemático no era la experiencia vital del Presidente, sino cuánto tiempo de aprendizaje habría en el Gobierno”
—Considerando los episodios complejos de la administración actual como los indultos presidenciales, el caso Democracia Viva, o la fallida compraventa de la casa de Salvador Allende, ¿hace sentido la crítica de las “experiencias vitales” que se le hizo al Presidente Boric como candidato?
—La “experiencia vital” tiene mucha relación con la edad. Eso varía con lo que haya pasado en esa vida, hay gente que vive poco y otra que vive mucho. Sebastián Sichel al mencionarle hace un contrapunto muy claro con respecto a él. Pero distinguiría la experiencia vital, asociado con la edad o la juventud, y la experiencia política. Ahí hay una distinción importante. Más importante que la edad del Presidente es la experiencia del conglomerado que dirige, el Frente Amplio en este caso, que sigue siendo joven, que llegó al poder muy rápido, y también es un conglomerado que no tenía experiencia en el Ejecutivo. Eso es súper relevante.
Algunos tendemos a centralizar las discusiones presidenciales en la figura del Presidente, pero no hay que olvidar que detrás del Presidente hay funcionarios y cargos que son de confianza. Hablo de ministros, seremías, jefes de división, delegados. La cantidad de gente que un Presidente tiene que nombrar para ocupar cargos es enorme. Aquí teníamos un conglomerado que no había tenido experiencia previa en ser parte de un Gobierno. Esa experiencia se gana no muchas veces siendo el que lleve la batuta, pero sí un partido aliado que recibe un puesto en un ministerio. Ahí es donde se genera la experiencia y la experiencia política que es muy práctica, que es de cómo funciona esta gran maquinaria del poder Ejecutivo en el día a día.
Lo que era problemático no era la experiencia vital del Presidente, sino cuánto tiempo de aprendizaje habría en el Gobierno. Hoy en día percibo que el gran error de ellos en un inicio fue no haber partido con mayor claridad y énfasis en una etapa de aprendizaje como tal.
—También se le sacó en cara al Presidente, en su momento, el no tener un título profesional. ¿Es menester solicitarlo para llegar a la Presidencia?
—No, de ninguna manera. Y tiene que ver con una razón concreta y específica, y tiene que ver con el título profesional hoy en día en Chile no es un derecho. La educación terciaria no es un derecho. En la medida que no lo sea, no hay una suerte de garantía de que todos puedan obtenerla.
—Evelyn Matthei es otra candidata que no tiene título profesional. ¿Le pesa el mismo antecedente como al Presidente Boric?
—He visto a varias personas señalándolo. ¿En qué puede pesar? En la forma en cómo se utiliza como arma. Ahora, cuando uno le dice a otro que no tiene título profesional, lo que se le dice es que es joven, inexperto, que no termina las cosas que hace, etcétera. Lo que Matthei tiene de ventaja frente a esa discusión es que ella no es una candidata joven, no está en sus 30 años, tiene una trayectoria política más que conocida. Pega menos fuerte el ataque.
“La ciudadanía está entre elegir a los que tienen experiencia política, en los que no confío, o a los que no tienen experiencia y que no son los mismos de siempre”
—De acuerdo a lo que señalaba, ¿considera que Chile votaría nuevamente por un candidato con las mismas cualidades que presentaba Boric en su campaña?
—Depende de si uno se refiere a las cualidades de cierto conglomerado o de juventud, de la carrera política más breve. Son cosas distintas, pero de cierta manera, llevan a una respuesta que no es distinta, que tiene que ver con que Chile está en un momento de volatilidad política. La fragmentación política ha aumentado significativamente desde los noventa en adelante. Antes los candidatos que escapaban de las dos coaliciones obtenían porcentajes muy bajos. En 2021, Boric y Kast llegan al 20%, y el resto de candidatos sumó en dos dígitos. Eso fue una cantidad de votos suficientes para mover agujas. Lo que uno ve es que los votantes se dispersaron.
Hay un breve factor ahí de si estaría dispuesto el país a votar por alguien así, la pregunta es la gran mayoría del país probablemente no, pero porque esa mayoría tampoco estuvo dispuesto en 2021 porque en realidad no hubo ninguna gran mayoría. Más allá de que en segunda vuelta se forme una mayoría por la dicotomía presente en la elección. El segundo factor que me hace ver más complejo todavía es que en 2021 y el 2025 hay un cambio fundamental que es el voto obligatorio. Hoy lo que se tiene es que hay gente que se levantará a votar y que no le verá sentido ir a votar por tal o cual conglomerado. Es una población que modifica cualquier realidad. El gran dato duro que permite analizar el comportamiento electoral son los comportamientos electorales previos. Hoy eso no es comparable.
—La mención viene considerando que el Presidente da un golpe de timón en septiembre de 2022, cuando integra al núcleo de su gabinete al PPD, con Carolina Tohá, y al PS, con Ana Lya Uriarte.
—Claro. Y volvemos ahí a la experiencia política. ¿Estaría dispuesto el país a elegir nuevamente a un conglomerado o una candidatura que no tuviera esa experiencia política? En la práctica, esa experiencia política la tienen los partidos que han estado en el poder, fundamentalmente los partidos de la exConcertación y los partidos de Chile Vamos. Hoy incluso el Frente Amplio, que tiene un periodo encima. Y la pregunta sería: ¿Está dispuesta la población a volver a votar por una propuesta o una candidatura nueva que está surgiendo de algún grupo que no tenga esa experiencia? Y uno podría pensar que la respuesta fácil o rápido porque ha generado estos cuestionamientos, pero no hay que olvidar que Chile hace más de una década vive una desconfianza hacia los partidos y el poder constituido.
En el fondo, la ciudadanía está entre elegir a los que tienen experiencia política, en los que no confío, o elijo a los que no tienen experiencia, que no son los mismos de siempre, y en ellos confío. Y parece que entre la desconfianza y la inexperiencia, la gente se queda con la inexperiencia. El río revuelto trae ganancias de pescadores, pero el problema es que nadie quién es pescador y quién es pescado.

“Ya no es tan importante como antes lo que tiene que ver con la experiencia de un proyecto político”
—Mencionó que antes la carrera a la Presidencia parecía seguir un camino predeterminado. Actualmente hay varios precandidatos que sólo han tenido una reconocible como diputados, como es el caso de Gonzalo Winter, Vlado Mirosevic, Johannes Kaiser, José Antonio Kast o Jaime Mulet. ¿Cargan con el mismo peso de la inexperiencia?
—Eso vuelve a la desconfianza. Una figura política que lleva muchos años ahí y tiene toda esa trayectoria, así como tiene a su favor la experiencia y todo los recursos desarrollados en ese proceso, potencialmente el riesgo que siempre tiene es la desconfianza, el discurso antipolítico. Todas estas figuras mencionadas, que tienen una carrera política más breve, cargan con el hecho de la carrera político, sino también con el rol en el Ejecutivo. Una persona puede llevar muchísimos años en el Congreso, pero si esa persona no ha tenido rol en el Gobierno, también es algo que habría que mirar con precaución.
Ahora, a mí me gustaría ver candidaturas que en el fondo con franqueza puedan decir que “a nosotros lo que nos falta es esto, la experiencia que nos falta es esta, y lo que no conocemos es esto, y vamos a partir a hacernos cargo de eso para poder plantear una propuesta”. Eso hoy en política se ve mucho como debilidad, y la autocrítica como un flanco para que el enemigo lo abra.
—¿Perdió relevancia el tener experiencia para ser presidente?
—No creo que haya perdido relevancia la experiencia, pero sí creo que lo que ya no es tan importante como antes (para la ciudadanía) tiene que ver con la experiencia del proyecto político. Estos se cocinan a fuego lento, no surgen de un día para otro, de una conversación de sobremesa… Surgen de procesos largos, de deliberación, de diálogos, de búsqueda de puntos. Esa construcción toma no sólo años, sino décadas. No quiere decir que proyectos jóvenes no sean proyectos como tal, pero sí creo que se ha vuelto menos relevante para la ciudadanía si el proyecto político tiene 50 años, o tiene 10, o tres meses y medio. Eso pesa menos en la ciudadanía.
En los 90 había gente que decía “yo no voto por partidos, voto por personas”. Eso era algo que escuchaba por esos años, pero que por entonces no era cierto. En la práctica, la gente votaba por quienes representaban a su partido, a su proyecto… Veo que esa frase hoy en día sí está más inserto. Más gente lo dice y en verdad añaden que les da lo mismo si la persona viene del partido A, B o C, sino que la persona le convenza.
—Bajo lo que menciona de la desconfianza en política, ¿salen perjudicadas Tohá y Matthei, considerando la trayectoria de ambas?
—Claramente su carrera pesa mucho menos de lo que habría pesado hace 15 años en una elección. A Matthei le va a pesar mucho menos ese activo hoy día que en la elección que perdió contra Michelle Bachelet. Potencialmente puede que no sea perjudicial, porque Matthei ha construido una figura que puede apelar a votantes que no son votantes de su proyecto político, pero que dicen que le creen o que les da confianza. En ese sentido, está mejor posicionada que cuando enfrentó a Bachelet.
—¿Cuáles terminarían siendo los parámetros relevantes para llegar a la Presidencia?
—Tenemos las primarias que son importantes para los partidos al construir consensos, mayorías, y también son importantes porque permiten una visibilidad que le entrega el Servel a la campaña. Hay que pensar que ahí los partidos no juegan un solo juego, sino varios. Ese fenómeno de primarias es, a su vez, el que genera más sorpresas. Mientras más candidatos van a una primaria, más se reparten los votos y es más factible que un cambio pequeño modifique el resultado. En la nominación de las candidaturas finales es fundamental y estamos viendo una cantidad de esfuerzos puestos en estas primarias.
Esos no son los parámetros ideales realmente, pero son los parámetros que entrega el sistema político que hemos construido institucionalmente para construir la Presidencia de la República. No es algo que se define en la segunda vuelta, es un juego de largo aliento y cada etapa previa es una etapa cuyo resultado miden el último gran resultado.