Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Entrevistas

21 de Junio de 2025

Álvaro Díaz, creador de 31 minutos: “El Frente Amplio es una creación bacheletista-laguista absoluta, son los hijos inmediatos”

Álvaro Díaz repasa su presente creativo, marcado por el regreso de 31 Minutos con show y película, y proyectos personales como Magadán. En esta conversación con The Clinic, el cofundador de Aplaplac habla de humor, de su infancia solitaria, de la industria cultural, la crianza, política y sus reparos con el Frente Amplio. "Fueron gobiernos e inmediatamente tuvieron que recular de cosas muy, muy infantiles. El turismo social me irrita mucho", manifiesta.

Por
Compartir

Álvaro Díaz ofrece galletas, ofrece pan con palta, ofrece café y se corta la mano -por segunda vez en las últimas semanas, dice- con el borde del tarro. Mientras gestiona este desayuno improvisado en su departamento de Providencia y se pone un parche de curita, va y viene de la cocina a la mesa del comedor y de vuelta, caótico como su pelo, llenando el espacio con su altura imponente y vozarrón, que decanta en risas en buena parte del tiempo.

El lugar recibe la luz de una congelada mañana de invierno, iluminando las fotos en la pared de sus tres hijos, los muchos cuadros de artistas locales –todos regalos de amigos, dice-  y una gran colección de CDs que se eleva en una repisa. El fotógrafo lo ataja para poder retratarlo de una vez y comenzar oficialmente la entrevista. Hay libros, hay un par de guitarras, hay adornos; solo dos son figuritas pequeñas que revelan, a quien no conozca a Díaz, su alter ego y el personaje que lo ha hecho famoso en todo Chile, por más de dos décadas: Juan Carlos Bodoque, el intrépido periodista de 31 Minutos.

“Mucho va bien. Nunca había sido más feliz en mi vida que ahora. Veo a la generación de mis papás, que ya se está yendo. Cómo van cayendo algunos de tu propia generación, lo que es terrible. Entonces estoy muy concentrado en generar actividades que no dependan de mucha más gente. Tener 31 minutos, ojalá, y tener proyectos que pueda gestionar yo y que no dependan de que me llamen, porque cada vez que te van a necesitar menos”, dice Díaz, quien hoy tiene 52 años, de los cuales lleva la mitad dedicado a crear, junto a Pedro Peirano y toda una tropa de artistas y creativos, nuevas historias y experiencias de Bodoque, Triviño y compañía.

Por estos días se han juntado muchos proyectos en la agenda de Díaz. 31 minutos se prepara para estrenar Radio Guaripolo II en julio en el Movistar Arena, lo que le requiere reescrituras con Peirano y más detalles: “A veces los shows los montamos cada tres meses. Estás diciendo chistes de cosas que ya pasaron, tenemos que renovar material. O quieres hacer una canción nueva, es como una permanente puesta al día. Y ojalá no perder el encanto, eso es fundamental”, explica, sobre mantener vivo el humor. Luego vendrá el estreno de su segunda película a fines de año, con la Navidad de telón de fondo, en Prime Video.

Por su parte Díaz, en solitario, lanzó Magadán, una canción de su autoría convertida en libro infantil ilustrado, que habla -en parte- sobre no dejar ir los raros sueños de infancia. Coincidencias de temporalidades, dice él, quien ya tiene dos discos lanzados hace unos años, uno con el nombre de Benito Cereno, alejado de sus creaciones más famosas.

—¿Es importante para ti sacar proyectos como Magadán, que son Álvaro Díaz como independiente? Tener procesos creativos que no tenga que ver con 31 minutos, para que no te coma entero.

—Absolutamente. Mi vida los últimos 23 años ha sido 31 minutos, vivo de eso y soy muy feliz ahí adentro. Un equipo maravilloso, por el que ha pasado mucha gente. Ha tenido mucho alto y también bajos absolutos. Pero vivo muy adentro de 31 minutos, hoy día mi vida es cien por ciento Radio Guaripolo. Hoy día le escribí un mensaje a Pedro (Peirano) a las 6 y media de la mañana, para cambiar una línea de un guión. Y no tengo la doble vida de Pedro, que se involucra totalmente en esto, pero después se va Los Ángeles, a Estados Unidos, a hacer sus pegas como guionista. Entonces para mí es importante nutrirme de proyectos que gestiono yo, de manera que sean más a mi alcance, con amigos, y que incluso yo pueda financiar con mi sueldo.

—¿En algún momento fue un trauma que tus otros proyectos no fueran tan “exitosos” como 31 minutos? Cuando uno tiene una creación tan grande, quieres salir y hacer otra cosa y no puede.

—No, al contrario, 31 minutos es enorme y no es mi creación, es una creación colectiva. A mí me toca el orgullo de ser el rostro de 31 minutos, y ser el director. Y hacer muchas cosas que a mí me gustan, como componer canciones, pero todo es en colectivo. ¿Estos proyectos son beneficiarios de eso? Para mí son muy necesarios y satisfacen otras cosas. 31 minutos es un barco muy grande, muy, muy protegido. Quizás si no existiera, yo estaría en otra situación. Entonces esa protección también me sirve, porque yo soy una persona difícil, a mí me gusta ser jefe.

—¿Ese sentido, cómo llevan tanto tiempo en este matrimonio laboral con Pedro Peirano, que también tiene una personalidad fuerte?

–Porque entendemos eso: somos dos personalidades fuertes que negocian. Pero todavía nos peleamos. Recién discutimos por si usábamos la palabra “panzón” o “guatón”, pensando en el público de México. Esto delante de todo el mundo. Nos peleamos, así mal, y ganó Pedro. Tenemos un matrimonio creativo, porque no estamos haciendo ni lo que quiere Pedro, ni lo que quiero yo, sino que lo que en conjunto entendemos que hay que hacer. Ahora, hay mucho de chantaje, porque como Peirano escribe los guiones, yo trato de inseminarle dudas (se ríe). Le doy la vuelta y al final él me llama en la noche y dice: ‘mira, lo que hice fue cambiar esto’. Perfecto. Y un tercio también es la Alejandra Neumann, que es nuestra socia y productora ejecutiva, que también interviene mucho y es una mediadora. Tenemos bien repartidas las pegas, donde dejamos que el otro se se explaye. Es una posta, como los ascensores de los rascacielos, sino, sería muy difícil trabajar.

Niños de hoy y de ayer

—Hablaste antes de lo importante que es que 31 minutos no pierda el encanto, la magia. Igual era posible que en 25 años esto se convirtiera en una máquina de facturar y nada más. Ahora tienen show, tienen película. ¿Cómo se enfrentan a seguir creando, pasarlo bien y que sea chistoso?

—Es como un restaurant bueno. Hay opción de tener franquicias, o de estar tú en la cocina. Yo creo que tienes que estar tú ahí. Si vas a mi oficina, hoy hay unos papelógrafos. Yo soy muy desordenado, trato de escribir todo para verlo, porque sino mi cabeza tiende a desordenarse y abrumarse mucho. Entonces aprendí a ordenarme, trato de que todo Radio Guaripolo esté en esos papelógrafos en la pared. Pero para eso yo mismo tengo que ir a comprar los papeles. Yo tengo que comprar los plumones, yo tengo que comprar masking tape. Yo siento que en ese proceso todavía estoy en 31 minutos. Y Pedro es el guionista, el que tiene que irse a su casa y nadie lo va a tocar, como si fuera una máquina de escribir.

Las canciones se producen con Pablo Ilabaca. Los titiriteros ya llevan muchos años con nosotros. Yo lo veo como un barco: tienes que saber qué puerto hay, con quién va a ir y tienes que saber que esa gente tiene que aguantar un océano. Se van incorporando nuevas personas, también: hoy somos muy cercanos a León y Cociña, por ejemplo, hacemos cosas completamente distintas, pero nos tratamos de compartir los equipos y es muy entretenido, porque también son pareja creativa, que tiende a confiar en otras personas, involucran muchos otros talentos. Esos vínculos a nosotros nos alimentan mucho, porque tratamos de no ser nosotros no más, sino te quedas sin oxígeno.

Álvaro Díaz, guionista y director, fundador de Aplaplac y 31 Minutos.

31 minutos siempre ha estado muy marcado por la idea de infancia que tenían ustedes, de niños de los 80. Tiene ese humor, esa herencia, de los Muppets, que funcionó bien con esa identificación con lo latinoamericano. Pero hoy día tienes más de 50 años, tus hijos son grandes. Cómo mantienes esa conexión para seguir entreteniendo niños, si los de hoy y sus padres son bien diferentes.

—No creo eso. Los niños son niños, los adultos somos adultos. Punto, no hay más. Yo tengo hijos de 22, de 19, y un niño de nueve, que se divierte con el FIFA, que va a tomar mi celular y descargar cosas, pero pero sigue siendo un niño. Para mí nunca ha sido pensar en niños, sino pensar en cómo un adulto hoy día de 52 años se comunica con niños. Mi papá, que no es la persona más moderna del mundo, tiene 81 años y le encanta el Fórmula 1 y llama a mi hijo de nueve para ver las carreras. Y para mi hijo el pasatiempo de ver las carreras con mi papá, con toda su fantasía y toda su incorrección -porque la gracia de mi papá es que sabe que a los niños le gusta mucho la incorrección- es un momento alucinante. Mi papá lo que está haciendo es entretener a un niño. Nosotros somos muy rigurosos, en un espectáculo o una película, de que no tenga bache, que no sea relleno, no sea por cumplir, no tenga mensajes. Cantinflas terminó haciendo una canción de llamado a la paz. Completamente disociado de Cantinflas. Radio Guaripolo tiene una hora y media y cada segundo de ese tiempo está destinado a que a los niños les guste.

Lo pienso porque ahora está de moda la crianza respetuosa, por ejemplo. Esta semana el debate en redes sociales era que los que mandan a los niños al colegio con lluvia están siendo padres negligentes versus los que decían que los mandaban con botas de lluvia y una patada en el traste.

—No es ni lo uno, ni lo otro. Sino que mire, compadre, si usted no se moja hoy día, su hijo se tiene que mojar a los 30 y quizás ahí el agua le haga muy mal. Lo voy a tirar al óxido un poco hoy día, y así va a convivir con el óxido y va a entender que el óxido es parte de la vida. Yo no soy ejemplo de crianza, he sido un un malcriador porque que le he dado todo lo que tenía a mano y solo me gusta pasarla bien con mi hijo. Si veo a un hijo muy esforzado estudiando, sufro, digo vamos a hacer algo entretenido. También me pongo orgulloso de que uno de ellos haga cosas por iniciativa propia. Pero lo que hay es lo que hay. Lo que te toca es lo que te toca. Para todos los niños es muy fácil encontrar una condición, un síndrome. Por eso a mí me gustan los colegios grandes, deja que solo, a partir de sus características, encuentre la manera de hacer amigos.

—Eso engancha bien con Magadán, tu libro, que es la historia de un niño que ante una pregunta donde todos contestan con lo típico, dice algo muy distinto. Has dicho que este es un libro para niños como el que fuiste, y cito: “un poco solos, un poco torpes, con pánico a que los vean como débiles y que les tengan compasión”. Es raro, te sentías solo, pero tienes personalidad de líder. ¿Cuánto hay de armadura en tu humor?

—Mucho. Y peor, cuando chico yo me sentía menos. Eso es lo peor que le puede pasar a una persona. Creo que me sirvió para imaginar una armadura más o menos amable. Con el tiempo he descubierto que tenía que ver con que era muy corto de genio. Era muy tímido, muy miedoso y sufría vértigo. No podía hacer muchas cosas que hacen los niños normalmente, como subir árboles, pasar por arriba de las rejas. Entonces tenía que cubrirlas con otras. Pero, por sobre eso, lo que no podía generar nunca era compasión. Es como: tengo miedo, me siento menos, pero que no se den nunca cuenta. Es un caldo complejo, genera una especie de distancia y de soledad. Te marca mucho. Yo soy bueno a goteo, necesito el espacio, necesito poder andar en mi auto solo, ir a lugares. Pero quiero vincularme, no me interesa irme para dentro. Si no que a partir de ese espacio empezar a relacionarme y conversar con la gente. Yo salí grande, tenía habilidad para poner sobrenombres en el colegio, porque tenía que defenderme.

—Hacer bullying, en otras palabras

—No era bullying, porque eran mis amigos. Podía ir a sus casas, o los podía ayudar, no sé. Yo no creo que eso sea bullying. Creo que humillar a alguien y darle en el suelo, eso sí bullying. Cuando mi hijo me dice: me hicieron bullying. ¿Qué te hicieron? Es que ayer perdió el Colo y me molestaron. No, compadre, usted cuando pierda la U usted lo molesta de vuelta. Porque si no puedes molestar a alguien porque perdió su equipo, ¿qué nos queda? Si es tu amigo, han pasado cosas súper bonitas juntas, van de paseo, ahí tienes ahí una relación donde se puede molestar a otro y yo no veo ni un problema en eso. Obviamente también puedes pedir perdón si te pasaste.

—Igualmente, pareciera que el tiempo te ha suavizado: en entrevistas hace veinte años, hablar contigo y Pedro Peirano no era tan fácil. Estos genios de Canal 2 y después 31 minutos, jóvenes, aún con ganas de comerse el mundo, supongo.

—¿Éramos jóvenes engreídos? Sí po. Y a mí no me gustaba la fama de Plan Z, que te pararan en la calle y te repitieran un chiste. Creo que para ser comediante hay que tener cuero de chancho, yo no puedo, yo eso no lo soporto. No soporto mucho los comentarios sobre lo que hacemos.

—¿Para bien o para mal?

—Cuando son son buenos, sí (risas). Eso de que uno aguanta las críticas…la verdad es que algunas duelen mucho y reacciono mal. Y ya si tenían que ver con tu aspecto: no, yo no tengo esa capacidad. Me hacía muy mal y por eso rápidamente hicimos un programa donde no aparecíamos en cámara. Sí, no soportábamos mucho la idea de vivir la fama amablemente. ¿Creerse el cuento? El cuento nos daba pánico, no queríamos saberlo no más. Inventamos un programa que se llama 31 minutos, donde esa fama es muy amable, te felicitan porque le gusta a su hijo. Les caes bien a todo el mundo, unos personajes que no somos nosotros.

Una vez al día un papá o una mamá con su hijo me saluda, súper amable y me pide una foto con niños. ¿Qué me va a molestar eso y cómo voy a reaccionar mal? Sería muy, muy penca humanamente. Es parte de mi pega también después de los shows ir a saludar a la gente y sacarme fotos con ellos. Y en México los fans son otra cosa, llegan disfrazados, tienes que darles un rato. Te cansas y después dices, no me queda más para dar. Pero sales por la puerta de atrás y no eres nadie. Y saber que ahí no eres nadie es muy, es muy agradable. Sería muy infantil seguir siendo unos jóvenes engreídos, pero ¿si lo fuimos? Probablemente le caemos muy mal a mucha gente. Tenemos el mal de la Concertación (se ríe), a todos los laguistas nos odian profundamente, pero hemos sido más resistentes en términos profesionales.

De TVN a Prime Video

—Ustedes nacieron en TVN y hoy, veinte años después, estrenan una película en un streaming internacional. ¿Cómo ves hoy día la posibilidad de crear en el mundo audiovisual?

—Creo que hemos sido muy sensibles respecto a esos cambios. Ya cuando aparece 31 minutos, poquito tiempo después empezaron a hacer esos programas franjeados, a comprar mucha licencia afuera. Generaste una serie de caudillos que mientras más plata ganaran y más comercialmente exitosos fueron los proyectos, mejor les iba. Por lo tanto, solo se evaluaban comercialmente los proyectos. Nos pidieron otro programa alguna vez, pero no tenían aprobación comercial.

¿Por qué?

—Porque no se estaba enriqueciendo nadie en la inmediatez. ¿Cómo se enriquecía alguien? Comprando franquicias de reality. Entonces descubriste muy malamente que no tenías para qué generar talento. No pensar que podías vender tu propio formato, sino que mejor traerlos de afuera. Te echaste a toda una línea de guionistas, empezaste a echarte a las productoras, en vez de haberlas fomentado para que te abastecieran, hacer buenos convenios, donde tú ganaras, aunque quizás no tanto.

—En el fondo: dejaron de generar industria.

—Por supuesto: TVN fue irresponsable en no crear industria, y todos los canales. Se generó una industria subsidiaria, que es la de traer contenidos de afuera y ver cómo producimos. Después lo empezamos a hacer afuera. Al franjear significa que no tienes diversidad, tienes un solo proveedor. Empezaste tú mismo a aniquilar tu negocio porque había ejecutivos que preferían la inmediatez de ganar harta plata. Es lo mismo que pasó hoy día en el fútbol: le entregaste la televisión a los representantes, por decirlo así, que no entienden del negocio, ni qué es ser creativos. Entonces cuando aparece el streaming ya no tenías nada que ofrecer.

Parte de la nueva película de 31 minutos se grabó en los estudios de TVN. ¿Cómo es ir hoy a ese edificio medio vacío, sin gente en los patios?

—Espantoso. Ni siquiera funciona una industria pequeña, sino que diciendo: esto no existe. No se entiende que el hecho de generar industria también es positivo. Ocupas gente, ocupas talento, vas mandando talento para afuera, vas ir trayendo talento para acá. ¿Cómo en esos estudios nos están haciendo cinco series a la vez? Pero para eso tienes que tener un Estado convencido que de eso se trata. Y tienes que tener pérdidas, ¡pero tenlas no en pagar sueldos! Tener pérdidas en generar industria, porque esa industria te genera turismo, te genera talento, te genera sueldo. Te das cuenta que las plataformas de streaming que eran la panacea se supone, hoy día solo están comprando cosas que ya sucedieron: Chespirito, Maradona, Pablo Escobar, el mismo 31 minutos.

—Propiedad intelectual, se llama. Algo que ya existe, y que teóricamente está probado.

–¿Y dónde generamos esa propiedad intelectual para el futuro? Y esto no es un problema chileno, por supuesto. Me parece genial que hagan Cien años de Soledad y Pedro Páramo, pero también hay que crear un nuevo Pedro Páramo. Quizá está escrito y no lo sabemos. También hay que crear un nuevo Cien años de soledad y unos nuevos 31 minutos y un nuevo Chespirito. No yo, yo ya ya cumplí con mi pega.

—¿Qué es lo más importante para ustedes el hacer una película para Amazon? El streaming también tiene una serie de películas indistinguibles unas de otras.

—Yo pensé que nunca más iba a hacer una película, porque eran aventuras muy arriesgadas. Tenías que tener alguna espalda grande. Era un deporte más de millonario y ahora se transformó una industria muy, muy ordenada, muy calculada, por lo tanto con mucho menos alma. Y lo que tú tienes que hacer es garantizar el alma de 31 minutos. Y por eso están sus propios creadores involucrados. Tiene que ser una película que le tiene que gustar al público de 31 minutos. Y tiene que conseguir mucho más público. Las películas no pueden ser anecdóticas, involucran a mucha gente, son caras. Entonces tiene que ser algo inolvidable, porque tienes que tratar de dar lo mejor. Hicimos algo que nos tiene muy, muy felices en términos de nuestro objetivo en la vida, que es entretener y emocionar.

Concertacionista profundo

—¿Vas a ir a votar en las primarias oficialistas?

–Sí, por supuesto, además soy vocal de mesa.

—¿Sigues siendo el concertacionista laguista profundo, como te has identificado antes?

—Nunca tan profundo. Pero yo siempre he creído que la socialdemocracia trae prosperidad, digamos.

—Tu voto es Tohá, entonces.

—Sí, no tengo dudas. Pero uno tampoco puede ser tan leal. Yo siempre voto socialista, pero veo el desastre y rasquerío del Partido Socialista…ver cómo los partidos se convierten en lugares que solo sirven para conseguir pega y que viven de un mito completamente triste, estética y éticamente. Lo que yo sí creo todavía es que hay gente de 60 años que puede gobernar, como la Carolina Tohá, y como algunos alrededor. Pero es mucho mejor el cuadro que tiene el Frente Amplio a los 40 años, que lo que tiene la Concertación, que es una mugre.

—¿Entonces qué te pasa con el Frente Amplio? ¿Por qué ellos no?

—Porque generacionalmente me parece que son son de una falsa inocencia. Fueron gobierno e inmediatamente tuvieron que recular de cosas muy, muy infantiles. El turismo social me irrita mucho. Una visión turística de la vida.

—De los “territorios”.

—Sí, con palabras muy desagradables, con muy poco humor, muy poco relajo, mucha gravedad. Y la gravedad es la peor enemiga de 31 minutos, por ejemplo. Pero también eran los hijos: el Frente Amplio es una creación bacheletista-laguista absoluta. Son los hijos de inmediatos.

—Que mataron muy rápidamente a los padres.

—No. Como que les quieren demostrar a los papás que también saben, que son más choros y los papás le dicen, ‘mira, compadre, usted tuvo autito a los 18 años, siempre hubo calefacción. De ahí me está disparando y por eso es más choro, porque a usted no le torturaron a los amigos, a usted no le desaparecieron a nadie, entonces por eso usted es tan fresco y está buscándose una épica en la vida porque no la tiene’. Pero si tú revisas los ministros decentes del gobierno de Boric, no van a ser muy distintos a los ministros decentes del gobierno de Tohá.

—¿Cómo evalúas estos cuatro años de gobierno, que están finalizando?

—El modelo chileno es de cuatro años, lo que no te permite hacer muchas cosas, si no tienes el Congreso. Quizá eso no es tan malo (se ríe). Como nada hizo Sebastián Piñera, como muy poco hizo Bachelet, van haciendo ‘cositas’. Y hacen proyectos para cuatro años, lo que es medio terrible. Yo voy a poner un punto de comparación: el Museo de la Memoria, lugar de convergencia de la izquierda tradicional chilena, extraordinario proyecto, nace del espíritu laguista y se lo inaugura Bachelet. Hoy día no pudieron comprar la casa pareada de Allende.

¿No has, en algún momento, pensado en cruzar más la vereda a la derecha?

—Nunca. ¡Nunca! Hay reglas que no se trazan. Es como ser de Colo Colo o la U. Yo no voto por la derecha porque no le gusta el Estado y el Estado es el que hace grande a un país. El Estado es el que a mis vecinos en Chiloé los capacita para tener mejores sistemas de riego para enfrentar la sequía. O que les da forraje cuando no hay. ¿Qué va a pasar cuando no esté el Estado? ¿Van a tener que vender sus campos? Eso es lo que quiere la derecha, para que otro venga y haga lo que quiera. Yo creo que el Estado entiende que el número final no es lo único importante. Me gustan los Estados modernos, eficientes, me carga el estatuto administrativo, me peleo con la burocracia, pero no quiere decir que no crea en el Estado. En ese sentido, a la derecha no se cruza nunca.







Comentarios

Notas relacionadas