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27 de Junio de 2025Representante de ESO y Observatorio Paranal sobre el proyecto INNA: “Chile puede seguir siendo el paraíso astronómico siempre y cuando tenga el compromiso de cuidar sus cielos”
Itziar de Gregorio-Monsalvo asumió en enero pasado como representante de Eso (Observatorio Europeo Austral) en Chile, a la cabeza de la institución científica que reúne a dieciséis estados y que tiene observatorios en nuestro desierto que son de primer nivel mundial. Hoy su trabajo es seguir elevando alarmas por la posible construcción de un mega proyecto de hidrógeno verde de AES Chile en Taltal, en las cercanías del Observatorio de Paranal. La comunidad científica local e internacional advierte que podría ser el fin de ese telescopio. "Es impensable que una operación tan enorme instalada a muy poquitos kilómetros del observatorio no lo va a afectar", dice la astrónoma española.
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Todavía hay cajas en la oficina de Itziar de Gregorio-Monsalvo, la representante de ESO (Observatorio Europeo Austral) en Chile desde enero pasado, primera mujer nombrada en el cargo. No es que haya recién aterrizado en el país, ya que lleva aquí unas dos décadas, cuando la astrónoma española llegó a trabajar al observatorio ALMA antes de que existiera el observatorio ALMA y sus famosas antenas a cinco mil metros de altura, como su primera fellow o post doctorada.
“ALMA solamente podría ser construido en un lugar con las condiciones que tiene el sitio donde está, el desierto de Atacama y a esa altura. Estamos hablando de un observatorio que se dedica a las cosas más frías del universo, polvo frío, gas frío, algo que a nuestros ojos sería oscuro. ALMA lo ve brillante y en esas longitudes de onda que son submilimétricas”, dice, explicando la labor del famoso radiotelescopio, parte de tres proyectos astronómicos, uniendo a EE.UU., Japón y ESO. El trabajo de De Gregorio-Monsalve, nacida y criada en Madrid, ha estado centrado en el estudio de la formación de estrellas, planetas y otros tipos de objetos menos masivos, como las enanas marrones.
Desde que está en ESO ha ido siendo muchas veces “la primera mujer” de distintos cargos de la organización, la que cuenta con dieciséis estados miembros. De Gregorio ha estado atareada en la nueva oficina, donde imágenes tomadas en nuestro desierto adornan las paredes. Debe poner un cartel de “no molestar” en la puerta mientras da la entrevista, ya que hoy tiene a varios esperándola para la coordinación del día siguiente, cuando reciban a los reyes de Bélgica -y su comitiva de una treintena de personas y periodistas-, para llevarlos hasta el ELT -Extremely Large Telescope- que construyen dentro del complejo Paranal en Atacama, a unos 20 kilómetros del ya famoso VLT -Very Large Telescope-, el que ha servido para descubrimientos históricos y hasta para recibir a James Bond cuando se filmó la saga en Chile.
Es justamente Paranal el que ha estado envuelto en una polémica, en medio de las alertas que ha levantado tanto la ESO como la comunidad científica chilena sobre la construcción de un mega proyecto de hidrógeno y amoníaco verde de la empresa AES Chile en Taltal: el INNA contempla una inversión de US$10 mil millones, que utilizaría energía solar y eólica, e incluye una planta desalinizadora y hasta un puerto. Su cercanía con Paranal, dicen los científicos -incluyendo a Premios Nacionales como María Teresa Ruiz o Mónica Rubio, entre muchos otros-, podría afectar gravemente el funcionamiento del observatorio al aumentar la luminosidad del sector.
La ESO ha estado activa, buscando llevar la conversación desde lo cualitativo a lo cuantitativo, generando recientemente un documento de 200 páginas donde se identifican los distintos impactos, que van desde lo lumínico a las vibraciones de suelo o la turbulencia atmosférica. Además, este último mes parlamentarios de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados visitaron Paranal y anunciaron posteriormente una serie de medidas en apoyo a los científicos, como proyectos de ley de protección de cielos.
Por su parte, AES Chile ha defendido que INNA cumple la norma y que una relocalización sería imposible. Actualmente, el Servicio de Evaluación Ambiental -que en febrero no le dio cierre anticipado al proyecto-debe evaluar la respuesta que ha preparado la empresa a cientos de observaciones ciudadanas ingresadas durante el proceso de presentación pública, las que en su mayoría apuntarían al daño científico.

—Para poner en contexto: ¿cuál es el impacto de los estudios que se hacen en el observatorio de Paranal?
—En el observatorio Paranal ahora mismo se está construyendo el ELT, que va a ser el ojo más grande del universo, un gigante de casi 40 metros de diámetro. Por otro lado, tenemos cuatro unidades de telescopios de algo más de 8 metros de diámetro cada uno, que puede funcionar independientemente o en conjunto, con una técnica que se llama interferometría. Esta solamente se encuentra en Paranal. Con esto hemos podido probar, por ejemplo, la existencia de un agujero negro supermasivo en el centro de nuestra galaxia. Por esas observaciones, en parte, se otorgó el premio Nobel de Física en el 2020. Podemos decir que Paranal y a futuro el ELT, van a ser los observatorios terrestres más avanzados del planeta. Y se decidió su construcción en ese lugar por la calidad de los cielos en la zona. Para seleccionar los lugares donde se construye un telescopio son años de estudios, partiendo por la pregunta a la comunidad internacional de cuáles interrogantes podemos responder, la motivación científica. Luego viene el desarrollo de la tecnología, y luego el testeo de sitios y sus condiciones en distintos lugares de la Tierra. Puede tomar hasta dos décadas el proceso.
—¿De cuánta inversión estamos hablando?
—Para todos los observatorios en Chile de la ESO, La Silla, el VLT y el ELT, el budget que se utilizó para construir y para operar, es de seis mil millones de euros.
—¿Cuándo se enteraron del proyecto de hidrógeno verde de AES?
—Nos enteramos del detalle y de las características finales de este proyecto en una casa abierta que se hizo en Taltal, en agosto del 2024. Muy recientemente. Desde entonces empezamos a contactar a la empresa para decirles que teníamos que sentarnos y conversar. Igualmente nosotros ya conocíamos a la empresa, porque por el año 2020 nos contactaron y nos hablaron de un pequeño proyecto qué consistía en una planta de energía eólica y fotovoltaica, pero de dimensiones bastante más reducidas en comparación al proyecto INNA. Ahí ya les indicamos que teníamos que conversar porque había una serie de impactos que nos preocupaba.
—Según estudios que ustedes mismos han presentado, la contaminación lumínica que podría afectar a Paranal sería de hasta un 40%.
—Esos números son bien confusos, porque hay que referirlos a dónde uno pone la línea de base en la oscuridad del cielo actual, sin ninguna otra contaminación. Para que lo entendamos bien, aquí hay que tener en cuenta la distancia y el tipo y la cantidad de luminarias que el proyecto INNA va a utilizar. Estamos hablando de una cosa enorme, una planta fotovoltaica, una planta eólica, una planta de producción de hidrógeno y amoníaco. Una desalinizadora. Unos tubos enormes por donde se va a transportar al amoníaco hasta el mar, donde van a construir un puerto para exportación internacional. Todo eso va a requerir más de 5 mil trabajadores en la fase de construcción y algo más de 500 en la fase de operaciones. Gente que va a estar allí trabajando en turnos día y noche. Es impensable que una operación tan enorme instalada a muy poquitos kilómetros del observatorio no lo va a afectar.
—¿Afectaría esto las relaciones diplomáticas, además?
—La ESO está formada por dieciséis estados miembros, todos ellos adoran la astronomía, están súper preocupados. Hay que pensar que es una inversión enorme en ciencia pública. El dinero de la ESO viene de los bolsillos de los contribuyentes de esos dieciséis estados. No es fácil conseguir ese dinero y mantener ese dinero para ser los que estamos empujando, básicamente, la astronomía a nivel mundial. Además, hay unos acuerdos internacionales. Chile siempre los ha respetado, no nos queda duda de que seguirá haciendo, pero con esta circunstancia que estamos viviendo ahora hay bastante nerviosismo.

—Es, igualmente, un problema que vemos seguido: ¿qué se privilegia? Una gran inversión económica, que va a dar mucho trabajo y puede ayudar a la zona, o la ciencia y sus descubrimientos.
—Para mí no existe conflicto alguno, yo lo tengo muy claro. Se pueden conseguir las dos cosas y de manera muy sencilla: construyendo este proyecto a una distancia de seguridad. No estamos diciendo que tenga que salir de Chile.
—¿A cuánto puede estar un vecino de Paranal entonces?
—Depende del proyecto, cuanto más pequeño, más cerca puede estar. Pero estamos hablando de distancias de al menos 50 km. Hasta ahora esto ha sucedido naturalmente. Con los años han aparecido más industrias en el lugar y se van instalando cerquita, pero a unos 50 km y 60 km. Este es el resultado que le hemos pasado también a la empresa para que entienda que si tan solo se mueve en esa distancia podemos coexistir. La astronomía no es solamente sobre descubrir el universo. Para construir todos estos telescopios con estos instrumentos tan avanzados, se necesita empujar muchísimo los límites del desarrollo tecnológico y todo eso tiene un impacto del que no somos conscientes. Pero que sí existe en la sociedad. Por ejemplo, todos en nuestro celular llevamos una cámara, y eso surgió de las primeras cámaras que se desarrollaron para los primeros telescopios. Pero para mí lo más importante es la formación de capital humano avanzado y en eso Chile tiene mucho que ganar. De hecho, tenemos como el 30% de las personas que trabajan en la organización que son chilenos, tanto aquí como en Alemania, donde está la central de ESO. Capital humano avanzado que luego puede salir a la sociedad y seguir transmitiendo ese conocimiento. Eso lo da la astronomía.
—El 10 por ciento del tiempo de observación en sus telescopios es para científicos locales, pero hay una conversación sobre si eso debería ser más elevado, por estar en nuestras tierras.
—El dar un porcentaje de tiempo de observación a los astrónomos chilenos es algo que ha ayudado muchísimo al desarrollo de la astronomía aquí en Chile. Ahora mismo tenemos un 10% de tiempo de observación y eso es lo que está en los acuerdos internacionales. Hay otras maneras de involucrarse y tener más tiempo de observación, por ejemplo, formando parte de los consorcios que construyen los instrumentos que están asociados a telescopios. Esto es algo súper importante, el desarrollo de los instrumentos que se van renovando, realmente empuja la el desarrollo tecnológico, más allá de la construcción inicial del gran telescopio.
—¿Chile puede seguir siendo este paraíso astronómico?
—Chile puede seguir siendo el paraíso astronómico a nivel mundial. La última ventana del universo. Siempre y cuando tenga el compromiso de cuidar sus cielos.