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Cultura

15 de Febrero de 2011

Charly a medias

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El trabajo más reciente de Charly García, que acaba de llegar al mercado chileno (aunque el año pasado ya algo se había filtrado por el ciber espacio), es por sobre todas las cosas un disco dispar, muy dispar. A ratos se asoma ese comprensible carácter rehabilitatorio y sanador que un trabajo creativo hecho después de una situación de adicciones y goces al máximo puede tener, es decir, se comprende la presencia de canciones hechas para salir adelante y empezar una vida nueva y en las que la música, así como la letra, son irrelevantes, pues lo que importa es expresarle al mundo que el espíritu está recuperado de los demonios del placer y la autodestrucción.

Una parte importante de las canciones que conforman “Kill Gil”, la mitad me parece, tienen ese aroma introspectivo-sanador y la música y letra no se conjugan de la manera en que el compositor argentino acostumbra a hacerlo. Es el caso de canciones como “Corazón de hormigón”, el cover de John Lennon “Mirando las ruedas”, “Break it up”, “Transformación” (“cada vez que trates de matar/ quizás estés matando a quien te trate bien”) y “los Fantasmas”.

La otra mitad de canciones del disco compensan, equilibran y devuelven el entusiasmo auditivo. Se trata de canciones cercanas, vivas, posiblemente de buen augurio. En este segmento encontramos “King Kong” (en la que Charly García hace patente esa  curiosa predilección por raptos acordales y melódicos propios de escalas orientales), “Pastillas” (“Te voy a dar un colchón/ con ruedas y un planeador/ para que puedas ver/ toda tu vida desde acá”), “No importa” (“No importa la televisión /no importa la actriz/ No importa la revolución/ no importa Chopin”), “Telepáticamente”, “In the city that never sleep” y la balada con pianola “Happy and Real”, que dicho sea de paso se acerca a las desolaciones pianísticas de Robert Wyatt y que el hecho de haberla puesto al final del disco hace que uno se vaya moderadamente tranquilo para la casa.

Si solo hubiesen sido estas seis canciones las que conformaran el disco “Kill Gil”, sin duda se trataría de uno más compacto, de un trabajo de mejor vuelo, de menos sobras, pero supongo que rellenar discos con más de diez canciones es un criterio que va de la mano con frases del tipo “posicionamiento en el mercado”, muy propias de toda industria, incluida la musical. Criterios que consideran, equivocadamente, que la abundancia es sinónimo de irrefrenable pulsión creativa.

KILL GIL

Charly García

Sony Music, 2010

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