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Cultura

27 de Mayo de 2011

La Carnicería Punk

Cuatro años lleva funcionando el Centro Cultural Independiente “Carnicería Punk” creado por el poeta y periodista Diego Ramírez, el espacio que partió siendo una bodega de refrigeración se ha transformado en un lugar donde se realizan presentaciones, lanzamientos, lecturas poéticas y talleres literarios, todo esto ubicado en un block social en pleno centro de Santiago.

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Un espacio propio. Eso es lo que el poeta Diego Ramírez quería para realizar sus talleres literarios sin que tuviera que depender de nada ni de nadie. Antes se las arreglaba improvisando talleres en el departamento de su hermana o en alguno que otro centro cultural capitalino.

“La carnicería partió como un lugar para hacer talleres literarios, tenía ganas de armar un espacio propio, no tenía lugar donde hacer los talleres, tenía que estar improvisando en la casa de mi hermana o en los centros culturales donde siempre hay que estar respondiéndole a alguien, no tienes tanta libertad en los horarios, hay unas lógicas que son raras sobre todo en las municipalidades que te piden sacar a algunos autores, hay un poco de censura en todo”.

Y este espacio apareció en Moneda 1171, llegando a Almirante Barroso, en pleno centro de Santiago.

La carnicería fue descubierta por su padre, quien se intereso en la venta del lugar por su precio y su ubicación “La dueña decidió venderla muy barato. A mi familia le intereso por la ubicación y además por el mito de que algún día van a vender todo esto y nos vamos a hacer millonarios”, dice Ramiréz, pero como el negocio nunca llegó, la familia decidió traspasarla a Diego y su hermana que por aquellos años estudiaba arte.

La conexión fue a primera vista, en la carnicería Diego vio todo lo que siempre había imaginado: por fin un lugar auténtico donde poder trabajar y desarrollar sus talleres “A mí me encanto, lo agarré y lo enchulé y empecé a mover el asunto virtualmente. Venía con un grupo de alumnos de otros talleres así que con ellos empezamos a trabajar”.

Instalado dentro de un condominio,  el centro cultural no alegró a muchos vecinos en un principio -en su gran mayoría gente adulta-  pues veían con ojos extrañados cómo tres veces a la semana se juntaban jóvenes a realizar lecturas poéticas, presentaciones y talleres. Lo que antes era la carnicería del barrio se había transformado en un centro de encuentro, cerveza y poesía cargada de punk y glamur.

Aparte de los talleres, Diego Ramírez ha logrado llevar a cabo la creación de su editorial independiente “Moda y Pueblo”, que se ha encargado de publicar las antologías de los alumnos que participan en las clases y también sus propios escritos.

Con una experimentada trayectoria Diego Ramírez ha publicado los libros de poesía “Corazoncito / Noche” (2002), “El Baile de Los Niños” y “Brian, el nombre de mi país en llamas” (2008) con sólo 29 años ha alcanzado un nivel de escritura con un enfoque y discurso claro, motivos que le han llevado a ganar el primer premio en los Juegos Literarios Gabriela Mistral a los 17 años y la Beca de la Fundación Pablo Neruda (2004) y la Beca de Creación Literaria del Consejo del Libro y la Lectura para terminar su proyecto poético Mi delito (2005).

A pesar de ello, Diego se toma todo con tranquilidad y disfruta del momento. Con su editorial, afirma, busca romper las barreras del libro tradicional y también impulsar nuevas escrituras con sudor joven.

“Tenemos hartas libertades desde la independencia. Con la editorial nos atrevemos a robar fotos y cosas y no tenemos que responderle a nadie. Hemos publicado como seis antologías, cada libro es único, tiene su diseño y trae un objeto de regalo. El soporte es más entretenido, lo forramos con género, lo pintamos, nos apropiamos del libro”.

Recargada con stencil, libros, fotografías, figuras y mucho color, la carnicería punk ha ubicado a la cultura dentro de lo urbano irrumpiendo en la cotidianidad de los vecinos del barrio que cada día que pasa se acostumbran más a la idea de tener este rincón cultural como vecino.

“Al principio fue terrible, mi look igual era raro, entonces para los vecinos fue muy extraño, pero ahora al menos nos saludan y se han acostumbrado a la idea de compartir el espacio con nosotros” afirma Diego Ramírez.

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