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Nacional

18 de Noviembre de 2011

La universidad cartucha que tiene nombre de lesbiana

  Crédito foto: Sitio Universidad Gabriela Mistral. Si una rectora dice en una entrevista que preferiría que no entraran gays a su universidad (“Porque es una lástima), que no quiere que el estado le ayude en nada (porque no le gusta deberle) o: -Si yo quiero una institución que sea de color verde, la quiero […]

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Crédito foto: Sitio Universidad Gabriela Mistral.

Si una rectora dice en una entrevista que preferiría que no entraran gays a su universidad (“Porque es una lástima), que no quiere que el estado le ayude en nada (porque no le gusta deberle) o:

-Si yo quiero una institución que sea de color verde, la quiero verde.

Como dijo Alicia Romo en la Revista Sábado hace dos semanas, la primera hipótesis que uno saca -no hay que ser muy pillo- es:

“Esta universidad es facha”.

Toda hipótesis busca ser confirmada. Al cruzar el portón que separa Lyon del cosmos Universidad Gabriela Mistral, uno busca ejemplos y datitos que muestren que se tiene razón.

Se busca encontrar al catolicismo delirante, al jovencito que diga que los gays le dan asco, a un par de cuicas, a alguien (aunque sea uno) que piense como la rectora, a los comentarios de pasillo escabrosos, al elitismo y al final, cómo no, al gay oculto que sufre porque lo discriminan.

Y se encuentra. El catolicismo delirante toma distintas formas: crucifijos en el centro de las paredes blancas de cada una de las salas, una capilla que afuera tiene un panel con los horarios y días en los que uno puede confesarse con, por ejemplo, el padre Raúl Hasbún, la omnipresencia de Santo Tomás en la malla curricular de Filosofía, la existencia de un ramo “Familia” (como en todo ramo inútil, piden el 100% de asistencia) en el que el mismísimo Padre Hasbún parte el curso con el artículo 102 del Código Civil: “El matrimonio es un contrato por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemente, y por toda la vida, con el objeto de vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente” y en el que, cuenta un chico de Ingeniería Comercial que no quiere dar su nombre -porque también se puede encontrar miedo a hablar por todos lados- pasó esto:

Alumno pregunta: -¿Quién creo la Biblia?

Cura responde: -La creó Dios.

Si se busca también se encuentra al jovencito que no soporta a los gays. Victor Frankle, estudiante de Historia-Periodismo (un mix Mistral), peinado a lo Grease Brillantina, dice:

-Yo, a lo mejor, no soy de la línea conservadora pero ver dándose un beso a dos gallos que son hombres me molesta. Pero no es que yo sea católico si no que a mí me da… me da fobia la homosexualidad. No me gusta. Pero yo la respeto. Y aquí se respeta.

La hipótesis se sigue confirmando con el par de cuicas de las que no se dirá nada aparte de que son bien cuicas y que, al menos de lejos, parecen bonitas, y en las palabras del que piensa como la rectora: Simón Reyes, estudiante de sicología, miembro de Acción Mistral -uno de esos grupos que, entre otras cosas, ayudan a los pobres-:

-Ella es una persona muy coherente en su vida. Tiene una postura muy coherente, muy clara.

Bien.

Se tiene a las cuicas, al catolicismo delirante, al anti gay, al favorito de la rectora y sólo falta encontrar los comentarios escabrosos de pasillo -”Dicen que le quieren cambiar de nombre a la universidad. Que le quieren poner Augusto Pinochet”, cuenta una chica de Diseño y no importa que el comentario sea cierto, si no que sea posible-.

Falta encontrar el elitismo: las carreras son caras (sin contar la matrícula, trescientos veinte lucas al mes cuesta Ingeniería Comercial), los alumnos se rascan sin las uñitas del Estado, para entrar la entrevista personal es lo más importante y ahí te preguntan dónde estudiaste, qué hacen tus papis, qué haces en tu tiempo libre, si haces deporte, si compartes más con tu familia o con tus amigos para medir cuan niña/niño bien eres y, pueden decirte, cuenta una estudiante de periodismo que le dijo Alicia Romo al verle el escote:

-Tápese eso que se le ve hasta el alma.

Y falta, por último, el gay que sufre. Alejandra, primer año de Diseño, voz de pajarito, supo a los quince que era lesbiana, lleva un año y medio de polola, sus papás saben, sus compañeros saben, pero ella no andaría de la manito por la universidad:

-Igual da miedo. Además si querís postular a las becas te da miedo que te quiten algunos beneficios por eso.

Entonces está todo. Premisa comprobada: es un mundo conservador, y uno puede irse a su casa pensando sólo eso hasta que descubre que la capilla -oscura, paredes blancas, un Cristo, la Virgen- está vacía y, perdonando el lugar común, funciona como metáfora del ser católico shileno pero, sobre todo, como señal de lo que es el alumno Mistral.

Alguien que puede no estar de acuerdo con las cosas de la universidad pero que está ahí.

Nicolás Borie es católico, estudia diseño, no va a la capilla nunca, no piensa en todo como la rectora. Andrés López estudia diseño, se viste como neopokemón y tampoco piensa en todo como la rectora. Tres alumnas de periodismo tampoco piensan como la rectora y dicen que ni siquiera todos los profesores piensan así. Una chica morena, linda, de Ingeniería Comercial, que quiere inventarse un nombre para que la rectora no la pille hablando cosas y se arrepiente de inventárselo (“Demás que la señora se va a poner a mirar si existe) no piensa, es lógico, como ella (“La señora se quedó en el siglo pasado) y menos piensa como Dios dice que hay que pensar:

-En Ética una vez hubo un debate de si engañabai o no a tu pareja. La pregunta era qué era lo ético: estar con tu pareja o no. Había alguien que decía que si uno estaba casado tenia que hacer lo imposible para mantener ese matrimonio.

-¿Tú qué piensas?

-¿Yo? Jajaja. No sé.

Entonces ya no hay una hipótesis obvia. Hay una pregunta obvia.

-¿Por qué (chucha) escogiste esta universidad?

Hay respuestas raras.

Víctor, el jovencito peinado a lo Grease, muestra vocación de masoquista:

-Yo siempre he sido medio centroizquierda y quise conocer la otra cara de la moneda.

Pero la mayoría de las respuestas son más fomes:

-Porque nos fue mal en la PSU-, se ríe un chiquillo de Comercial.

-A mí me gusta el ambiente, me gusta donde estamos -en Providencia- aparte que es muy rico, no estai en el centro, de partida. Te sentís cómoda, queda cerca de la casa-, dice una rubia muy rubia de Sicología.

-Porque es la única que tiene Diseño Crossmedia-, dice el grupito de diseñadores.

-Me gustó porque es bien personalizada. Eres una persona. No un número-, dice la morena linda de Ingeniería.

Una persona, no un número. En la página de la Universidad, al lado de la foto de Alicia Romo, sale esta frase: “Somos y queremos ser una institución pequeña, capaz de conocer a las personas por su nombre”.

La Gabriela Mistral es chica, es la primera privada de Chile, no ha parado en todo el año, parece colegio, hay mucho arbolito, mucho alumno que dice:

-Acá importa la persona.

Y tanto importa la persona que se convierte en individuo. Ejemplo: no se puede formar un Centro de Alumnos.

-Yo entré a la Universidad y siempre supe que no se podía formar un centro de alumnos- dice Rafael Villagrasa -Ingeniería Comercial- que tiene la mala cueva de tener ese apellido y ser gordito.

-¿Y te daba lo mismo?

-Sí, yo creo que a la mayoría de las personas que hay aquí les da lo mismo.

-Es que además el Centro de alumnos no es necesario porque si tenis un problema vai a hablar con el decano… vai a hablar con el decano, hablai con el director de carrera y hablai con la Señora Alicia de entrada- cuenta Gonzalo Pincheira, amiguito de Villagrasa.

-Pero son problemas del tipo “en mi sala faltan computadores”.

-Claro.

-A mí no me importa que no tengamos Centro de alumnos- dice, después, una chica de periodismo.

-¿Nunca te interesó organizarte para ir a protestar ahora con todo el tema de la Educación?

-No.

-¿Por qué?

-Porque tuve la suerte. No sé. Ay, no sé. Porque no, no más

-La suerte de que te pagaran la carrera.

-Claro, cachai. O sea es mi película esa y creo que todos en la universidad estamos en la misma volada.

De la persona al individuo. Del individuo al indolente.

-¿Conversaron alguna vez sobre parar?

-No. nada. La prioridad aquí es estudiar, dice la estudiante de sicología rubia muy rubia.

-Quiero puro terminar la carrera- cuenta su amiga.

-Acá hay gente diversa que puede pensar distinto pero tampoco podís formar un Centro de alumnos porque cada uno tiene su propia opinión. La individualidad, en el fondo, como que se premia acá. No esconderse en la masa-, de nuevo, la rubia muy rubia.

-Cada uno se hace cargo. Si tenis un problema vai a hablar solo -dice la amiga.

-¿Les gusta eso?

-Claramente te va a ir mejor si vai tu sola.

-Es que en la masa todo se distorsiona -dice la rubia muy rubia.

¿Por qué?

-Porque los extremos son siempre malos. Ir en masa a pedir una cosa, no sé, uno tampoco tiene control sobre la masa, ¿cachai?- termina la rubia muy rubia, mostrando que puede que Alicia Romo haya perdido batallas chiquititas: que no lleven faldas cortas, que los hombres usen el pelo como hombres, que la gente vaya a misa, que no hayan gays.

Tonteras de pechoña, podrán pensar los alumnos; tonteras de retrógrada.

Pero la ética-Romo, la más profunda, la más invisible, la del alumno-individuo -el que junta plata para los pobres de la Escuelita de Lo Prado pero no piensa en la palabra educación escrita con mayúscula– probablemente nunca pierda.

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