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Opinión

17 de Enero de 2013

La ventana indiscreta

Se siente brígido cuando culean en cualquier piso de un Paz Froimovich. Estos edificios son una caja de resonancia y se podría realizar un video clip, pero no en una azotea como en el último concierto de los Beatles, sino en el patio, con los vecinos apareciendo cada tanto en los balconcitos. Se nota cuando […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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Se siente brígido cuando culean en cualquier piso de un Paz Froimovich. Estos edificios son una caja de resonancia y se podría realizar un video clip, pero no en una azotea como en el último concierto de los Beatles, sino en el patio, con los vecinos apareciendo cada tanto en los balconcitos. Se nota cuando los quejidos son impostados o exhibicionistas y una vecina grita ¡cállate, loca, hay niños! También se nota cuando tratan de disimular o asfixiar los quejidos, entonces salen con naturalidad y algunos fantasean o se hacen los sordos o ponen música si es que hay niños. Me ha tocado estar haciendo taller cuando empieza una sesión amatoria que de inmediato monopoliza el tema. Pero no solo eso, en mi piso también se escucha un sonido fuerte, dos fusas metálicas que suenan a cualquier hora ¡Bang, bang!

En otro de estos edificios una pareja, él pianista, ella cellista, realizaron un concierto gratuito abriendo las ventanas. No alcancé llamar a una amiga para que filmara, fue una cosa hermosa. ¡Bang Bang! A veces me despierto sobresaltado o salto del sillón en que leo. Le pregunté a los vecinos y todos escuchan el mismo ruido: quizás alguien tiene un taller mecánico o de artesanías. No, no puede ser, el ruido es demasiado fuerte y uniforme, quizás es algo en el estacionamiento porque como el sonido es doble, probablemente sean las ruedas delanteras y luego las traseras de un auto, quizás sea el conducto de basura, el gas, nadie sabe. ¡Bang bang! Cada departamento una historia diferente. Me llegan a doler las hemorroides con la originalidad de esa ocurrencia. ¡Bang bang! Me sumo a la fiebre taxonomista y clasifico las ventanas y a cada vecino con su historia, como en The Rear Window de Hitchcock. ¿Qué es una casa donde todos duermen? preguntaba el poeta Javier Bello en uno de sus poemas alharacos, y Space, unos ingleses feúchos cantaban con acento de clase baja My Neighborhood, una clasificación de los tipos de vecinos. ¡Bang bang! Como ese sonido no se avisa, no hay manera de que uno de los encargados venga a ver cuál es el origen. Una vez hice subir a uno y traté de tenerlo un rato más largo a punta de cafecitos para que sonara la cosa, lo que obviamente jamás ocurrió.

Una señora muy silenciosa que vivía sola exactamente al lado de mi departamento se suicidó desde la azotea en este mismo edificio hace algún tiempo. Algunas personas creen que es ella la que hace el ruido desde su departamento vacío, me parece que los que creen eso son los que no quieren hacerse cargo del ruido y solucionar el problema, o capaz crean que efectivamente penan. No lo creo. Amo el silencio tanto como odio el reggaetón, pero amo también el grito de los niños en la piscina, que encubre un poco a los que tiran desenfrenadamente mientras veo cada departamento de enfrente iluminado por los árboles navideños como una instalación artística.

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