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Opinión

4 de Junio de 2013

El nuevo y verdadero desalojo

Hace ya bastantes años Andrés Allamand publicó un texto que cumplió una función, sin duda. El Desalojo fue una arenga a la derecha chilena, un llamado a su unidad política y su convergencia electoral, una contribución más que teórica, puramente confesional: el punto de colapso de la Concertación después de décadas de desgaste y parálisis […]

Mario Domínguez
Mario Domínguez
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Hace ya bastantes años Andrés Allamand publicó un texto que cumplió una función, sin duda. El Desalojo fue una arenga a la derecha chilena, un llamado a su unidad política y su convergencia electoral, una contribución más que teórica, puramente confesional: el punto de colapso de la Concertación después de décadas de desgaste y parálisis ideológica, secuela del gran movimiento secundario del año 2006.

Allamand lo publicó el 2007 para dar por sentadas las bases de una “Alianza por Chile” prometiendo acabar con la intervención electoral, la ideología de la corrupción, la transversalidad de la ineficiencia y la ideología del engaño. La necesidad de pasar a la ofensiva estaría marcada por la construcción de un relato de unidad nacional e identidad que se ajustase a las falencias del enemigo y que en su desarrollo pudiera obligar a la convergencia de la herencia directa de la oligarquía chilena -Renovación Nacional- con el “partido universitario” -en palabras de Carlos Larraín refiriéndose a la UDI-.

El Desalojo marcó un hito respecto de las perspectivas y tareas que la derecha chilena se trazó en adelante. Sebastián Piñera se ajustó al ideario neoliberal que a punta de cañones la dictadura construyó en el pueblo de Chile. En un momento, daba la sensación de que todos podrían llegar a ser exitosos empresarios, emprendedores -como dijeron- y comenzó esto que llamaron la nueva forma de gobernar. El vínculo entre el texto de Allamand y el carácter del nuevo gobierno podría notarse como fundacional: cristalizó un relato que el empresariado chileno venía articulando desde hace mucho. La dimensión ideológica y la acción de masas la realizó la UDI, la política y la convergencia la articuló RN. Ni la Democracia Cristiana y sus cuadros más conservadores pasaron indiferentes frente a la convocatoria de los hijos directos de Portales y el librecambismo.

A unos cuatro años del inicio de la nueva forma de gobernar, Allamand ya es candidato y Piñera acaba de entregar su última cuenta pública, centrada más que en anuncios en excusas. La derecha trata de salvaguardar su poder político cavando trincheras por doquier, la educación -eje central de la crítica del libro de Allamand a la Concertación el 2007- empujó a la derecha a un abismo de la que aún no puede recuperarse y los vanos intentos por aumentar su popularidad se resguardan en fórmulas trilladas y ausentes de sintonía con las expectativas de las mayorías nacionales.

Y es que El Desalojo fue una tesis que si bien entregó unidad e identidad a la derecha chilena, no le correspondía. Fue el título para un best seller cuico más que un análisis de la historia, o más bien el fruto de un constante gatopardismo de los herederos de la dictadura que un interés real por resolver las fuentes concretas del fracaso del proyecto concertacionista. Y es que el verdadero desalojo no corresponde en Chile a quienes nunca se les ha desalojado de nada.

El verdadero desalojo no pudo ni podrá ser realizado por quienes viven, usufructúan y abusan del hogar de tod@s: la nación. El verdadero desalojo no va a efectuarse por quienes sin estar, estuvieron desde mucho antes. Andrés Allamand se equivocó al invocar a un desalojo, pues su llamado tenía de cierto lo que también tenía de ambiguo, pues el derrotero de la Concertación y su proyecto no fue Sebastián Piñera: fue la urgencia de alternativa, la posibilidad de cambio, sin importar su naturaleza, y se optó -en la desesperación y la ignorancia- por la única opción que ofrecía un sistema con dos opciones.

Hoy los ciudadanos, ciudadanas, trabajadores, estudiantes y pobladores del 2013 están mas decididos a ese desalojo. Sin embargo, el desalojo que se viene es producto de un lento y laborioso proceso de unión de voluntades y expectativas; parte de la formación de un ideario distinto, de la reivindicación del bien público sobre el privado. El desalojo que se articula no es ni para reafirmar el rol de los mismos de siempre ni parte de la mezquina unidad de la aristocracia chilena. No es un eslogan electoral, es parte integral de un debate sin retorno: neoliberalismo versus democracia.

Los caminos de la memoria colectiva han llevado a la ciudadanía a caminar por sobre las cenizas de la Concertación y en contra de la “Alianza por Chile”, a quien Chile nuevamente le dice “NO”. La experiencia nuevamente nos remite a construir una alternativa de desarrollo a la que se impuso hace casi 40 años, pero como dice un cantor porteño después de cada manifestación: “las ideas tienen alas, no se mueren con las balas”. Nuestras ideas programan su aterrizaje: educación gratuita, democrática y sin lucro, previsión estatal y con reparto solidario, salud pública y de excelencia, nueva constitución, respeto a las y los trabajadores, democracia y reconocimiento y autonomía a los pueblos ancestrales. Estas son las consignas que impulsan al nuevo y verdadero desalojo.

*Mario Domínguez
Secretario General de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Valparaíso.

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