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Opinión

25 de Junio de 2013

Consejo de la Cultura: Saltar a una nueva etapa

* Este junio se cumplen 10 años de que fuera aprobada la Ley 19.891, que creó el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. El tiempo transcurrido permite apreciar los avances que se han podido obtener al contar con este nuevo organismo público, pero también desnuda las carencias y muestra la necesidad de dar […]

Jose Weinstein Cayuela
Jose Weinstein Cayuela
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Este junio se cumplen 10 años de que fuera aprobada la Ley 19.891, que creó el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. El tiempo transcurrido permite apreciar los avances que se han podido obtener al contar con este nuevo organismo público, pero también desnuda las carencias y muestra la necesidad de dar un segundo salto institucional para lograr, en su próxima década de vida, un mayor impacto en el desarrollo cultural del país.


La existencia del CNCA ha permitido contar, por primera vez en nuestra historia, con un organismo público enfocado exclusivamente en las materias artísticas y culturales, con amplia participación de la sociedad civil y con injerencia directa en la toma de decisiones política –por el rango de ministro de Estado del presidente de su directorio.

Entre sus logros se cuenta el haber formulado políticas culturales, que dan un marco de mediano plazo para enmarcar las iniciativas gubernamentales y especifican las prioridades que debieran abordarse tanto en materia de apoyo a la creación artística en las distintas disciplinas como en términos de formación de audiencias, apoyo a las industrias culturales, internacionalización o resguardo del patrimonio cultural. Estas importantes políticas se formularon al inicio del CNCA y fueron recientemente renovadas.

Igualmente la existencia del CNCA ha ido de la mano con un crecimiento muy significativo de los recursos financieros destinados a apoyar el desarrollo artístico-cultural, especialmente en materia de fondos concursables para impulsar la creación artística. Para dimensionar la magnitud de este mayor aporte público puede compararse el presupuesto actual del CNCA (más de 71 mil millones) con el primer presupuesto que tuvo este organismo el año 2004 (cercano a 16 mil millones) -a lo que hay que sumar los aportes provenientes del uso del 2% del FNDR (Fondo Nacional de Desarrollo Regional). Es difícil no asociar este financiamiento recargado con la multiplicación de las creaciones artísticas en las diferentes disciplinas, entre las cuáles el caso del cine –con una producción de más de 20 películas anuales y el surgimiento de una promisoria generación de cineastas- resulta emblemático.

Por último, la existencia del CNCA también ha incidido en un decidido impulso a la construcción y puesta en marcha de una mayor infraestructura cultural. Estos espacios se han extendido a lo largo del país, y hoy muchas ciudades cuentan con centros culturales, museos, bibliotecas o auditorios que permiten a sus habitantes tener un inédito acceso a manifestaciones artísticas. Estas nuevas instalaciones se han utilizado en múltiples actividades de extensión cultural, permitiendo abrir la “oferta cultural” en regiones –aunque, por desgracia, aquella ha estado centrada en “eventos” más que en actividades recurrentes y formativas.

Sin embargo, el CNCA no ha logrado impactar con fuerza en 3 ámbitos decisivos para el desarrollo artístico-cultural del país: la escuela, la comunidad local y la televisión abierta.

Así los ramos artísticos no forman parte de la médula del currículo de estudios, y el hecho de que no sean considerados dentro de las mediciones estandarizadas de aprendizaje (SIMCE) hace que sean vistos por los alumnos y sus familias como secundarios. La visión reduccionista de la educación se impone, disminuyendo la posibilidad de ir formando personas integrales y que también disfruten de las diversas manifestaciones estéticas y de la lectura. La extraordinaria experiencia de las orquestas infantiles debiera ser suficiente para mostrar las enormes potencialidades que poseen las artes para enriquecer la formación de los niños y niñas, inculcándoles valores, hábitos y un apego a la cultura que permanecerá por todas sus vidas.

Igualmente los habitantes de los barrios, especialmente en las zonas periféricas y más desaventajadas de las ciudades, no suelen disponer de suficientes oportunidades de acceso a la cultura y las artes. La desigualdad también se expresa en que solo los municipios de comunas de clase media y alta disponen de institutos culturales, cafés literarios, o una programación de talleres abiertos a la comunidad, mientras que estas valiosas oportunidades brillan por su ausencia en las comunas populares.

Por último, tampoco ha sido mucho lo que ha cambiado la calidad de nuestra TV abierta con la existencia del CNCA. Es cierto que existen fondos concursables y que ellos suelen estar detrás de las “islas” de calidad -como “El reemplazante” o “31 minutos”- que encontramos en el océano de la mediocre programación televisiva, pero aquellas no bastan. Nuevamente no puede obviarse el tema social: la TV abierta es habitualmente el único consumo cultural de los grupos populares, mientras que los grupos medios y altos no solo tienen acceso a la más variada TV cable, sino que también alternan este consumo con otros (teatro, cine, música, etc.).

La nueva década que inicia el CNCA debiera, sin descuidar el apoyo a la creación artística, centrarse en potenciar este acceso de la ciudadanía a la cultura y las artes. La escuela, el territorio local y la TV abierta deben ser priorizados, de manera de acercar a las personas con esta dimensión olvidada y que puede enriquecer tanto sus vidas, al mismo tiempo que se va creando la base en la sociedad sobre la cual podrá germinar perdurablemente la actividad artística-cultural.

Hacia adelante, el país deberá repensar la institucionalidad cultural. Si bien el CNCA ha sido un salto mayor respecto de lo poco y nada que existía anteriormente, resulta ya evidente que tiene al menos dos deficiencias importantes. Por una parte, el que no sea propiamente un ministerio disminuye su participación en ámbitos claves de las políticas públicas, en que debe actuar “mediado” por el ministerio de educación. No es descabellado pensar, por ejemplo, que el escaso avance en el parlamento de las leyes referidas a cultura tiene relación con este status disminuido del Consejo. Por otra parte, el CNCA coexiste con la DIBAM (Dirección de Archivos, Bibliotecas y Museos), no teniendo tuición real sobre las estratégicas materias patrimoniales. Las bibliotecas, los diversos archivos y los museos, es decir la red más importante de instancias culturales y patrimoniales que existe en el territorio nacional no es liderada por el (supuesto) máximo organismo cultural del país.

La necesidad de una institucionalidad que suba de rango y que unifique la acción pública en materia cultural salta a la vista…y la celebración de una década del CNCA puede ser una buena oportunidad para materializarla.

*Ex ministro de Cultura

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