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Opinión

24 de Octubre de 2013

Editorial: Parisi

Desde el debate de ANATEL que Franco Parisi ha estado diariamente presente en las noticias. No pasar desapercibido es una tarea central de su campaña. Le faltan los recursos para instalar carteles a lo largo de Chile, y cómplices locales que trabajen para él en las provincias. No forma parte de un proyecto colectivo. El […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Desde el debate de ANATEL que Franco Parisi ha estado diariamente presente en las noticias. No pasar desapercibido es una tarea central de su campaña. Le faltan los recursos para instalar carteles a lo largo de Chile, y cómplices locales que trabajen para él en las provincias. No forma parte de un proyecto colectivo. El suyo es un “emprendimiento familiar”.

Imposible establecer en qué cree, además de en él y en Antonino, su hermano menos agraciado. Franco parece extraído de una teleserie venezolana. “Tiene pinta de escort masculino”, me dijo una amiga. Le cargan las ideas, pensar más de la cuenta, traspasar el terreno de lo obvio. Cuando una pregunta aspira a llegar más lejos, sacude la cabeza, sonríe como quejándose y aúlla con un tono crecientemente agudo que no nos enredemos, que la gente está cansada de esa manera de hablar, que aquí no hay derechas ni izquierdas que valgan, porque él no es político, “soy profesor”, dijo en su franja publicitaria.

Pero Parisi es lo contrario de un profesor, porque celebra la ignorancia. En un país donde la mitad no entiende lo que lee, la completa ausencia de rigor sólo perturba a los odiosos sabiondos. Participó, eso sí, del negocio de la educación. Evelyn Matthei acaba de acusarlo de haberse quedado con la plata de las imposiciones de los profesores de su colegio. Carga con montones de demandas.

Si se le encara, hace gestos de niño torturado. Parisi es un actor: puede decir cualquier parlamento y representar la emoción que más convenga para sacar aplausos. Propone lo que su público quiera oír. Hace eco de los lugares comunes y, por lo mismo, escogió como centro de su mensaje el desprecio por los políticos. “Yo voy a hacer trabajar a la gente del Congreso”, dijo, dando a entender que además de ladrones y apitutados (uno de sus términos preferidos), todos ellos salvo él, que ha conseguido dedicarse a la política sin ser político, son enfermos de flojos.

“Si la política chilena se definiera como en la selección chilena, en defensa estaría el nieto de Elías Figueroa”, explica. El chiste, digámoslo, no es malo, pero sinvergüenza sí. Él ha trabajado para los millonarios, para el gobierno de Piñera y ha ganado plata con escuelas que ha conseguido quebrar, pero nada de eso importa, porque Parisi no tiene más historia que su cuento de turno. No se hace responsable de nada.

Cuando insulta, se trata de verdades incómodas (aludió a unos hermanos ilegítimos de la Evelyn, sólo para ofenderla); si se le aprieta a él, en cambio, estamos ante una persecución. “Por supuesto van a salir todos los poderosos: los grupos económicos, la parte dura de la derecha, la derecha golpista, y ahora supe que los masones se venían en contra de nosotros”. Su pureza es una amenaza contra el poder establecido.

Antonino asegura que Franco es ingenuo, para explicar por qué su firma aparece en documentos que lo inculpan. Él es inocente de todo. Se ha subido a la ola insoportable de la victimización. En lugar de enfrentar las dificultades, lloriquea. Como él mismo ha dicho, mientras más lo atacan, más crece en las encuestas. Su gran logro ha consistido en dejar de competir con Meo, para hacer collera con Matthei. Es la novedad de esta elección, la delicia de los medios, con los que ha conseguido establecer un romance perverso. De ingenuo no tiene ni un pelo. Él les da vulgaridad y ellos le pagan con popularidad.

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