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Opinión

30 de Diciembre de 2013

Triple puntaje nacional: la revolución de los humildes

Vía Noesnalaferia Desde diversas áreas se ejerció el paternalismo moral de quienes se autoasignan autoridad para hablar de movilización social, en contra de José González Pincheira, triple puntaje nacional, quien osó declarar que “me mantuve bien al margen, tal vez participé en una marcha, pero involucrarme a fondo no lo hice, me preocupé de estudiar”. […]

Richard Sandoval
Richard Sandoval
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Vía Noesnalaferia

Desde diversas áreas se ejerció el paternalismo moral de quienes se autoasignan autoridad para hablar de movilización social, en contra de José González Pincheira, triple puntaje nacional, quien osó declarar que “me mantuve bien al margen, tal vez participé en una marcha, pero involucrarme a fondo no lo hice, me preocupé de estudiar”. Las palabras poco movilizadas para cumplir con el estándar de los revolucionarios coléricos desataron la ira en redes sociales. “Egoísmo y mirarse el ombligo por sobre la empatía y el bienestar de todos”, reflexionaron unos genios. “Vales callampa, el general estaría orgulloso”, despotricaron otros más ordinarios. Patéticas acciones chaqueteras propias de quienes creen estar asaltando el cuartel Moncada en cada tuit, lejos de una mínimamente decente comprensión del contexto material de Chile y sus pobres.

“Somos de origen muy humilde, nos ha costado mucho, por eso estoy muy orgullosa de lo que hizo”, decía la señora Ena Pincheira al recibir decenas de felicitaciones por lo bien que le fue a su hijo. “Trabajamos en ferias libres, en Pudahuel, vendiendo productos de menaje. Y nuestro hijo nos ayuda a vender, no podría estudiar sin beca”, agregó la mujer trabajadora, luciendo un fino cuadro del Halcón en el living-comedor de su casa (Ver Homenaje al living-comedor)

TOMA NOTA SANTA SEDETOMA NOTA SANTA SEDE

Sartenes, termos y teteras. Plástico multicolor, oasis fluorescente entre papas y lechugas recién salidas de la tierra. Menaje. Ese ambiente obrero ha acompañado a lo largo de su vida a José, quien antes de llegar al más emblemático de los colegios emblemáticos –Instituto Nacional- se formó en la Escuela Básica Andantino de Pudahuel y luego, entre cuarto y sexto básico, en el Colegio Andacollo de Mapocho. Todo, muy lejos de la supuesta intención elitista acusada por doctores en pueblo pobre. Y muy cerca de la ruta del sacrificio a la que se somete la mayoría de los chilenos para que la descendencia tenga un mejor pasar que el de los abuelos y padres, quienes con los callos de sus manos atestiguan lo que ha costado y lo que sigue costando salir adelante en este país.

Sacrificio que, como dijo Loreto Contreras en Facebook, “es fácil criticarlo siendo un aburguesao, porque -claro-, sus posibilidades de sacar un buen puntaje y entrar a una universidad ‘estatal’ es algo que de todas formas pasará en sus vidas, a pesar de su mínimo esfuerzo”.

LA OLLA ES DE LOS QUE LUCHANLA OLLA ES DE LOS QUE LUCHAN

Todos estamos de acuerdo en que la PSU es una prueba de mierda, segregadora y creada para echar a competir a niños mimados con otros víctimas de la precariedad, generando una carrera donde la cultura mercantil se impone sobre el sentido comunitario. Pero de esa estructura de guetos la familia de José, heredera de un siglo de lucha laboral, no tiene culpa. De eso el propio José, dedicado por años a preparar su inteligencia para retribuir el trabajo de sus padres, no tiene la más absoluta responsabilidad. ¿Con qué moral puede alguien acusar de individualismo a quien todo lo que ha hecho en su vida ha sido dedicarse a estudiar y trabajar para cortar una de las ramas de la pobreza? Ojalá todos los hijos de trabajadores tuvieran la posibilidad de estudio que tuvo José para cortar todas las ramas de la pobreza y ganar la batalla final contra la burguesía explotadora.

Esa es la reflexión que debería provocar la historia de vida de José, cuyos puntajes nacionales sumados a un look encabezado por las prendas del retail que hoy visten a la Patria, lo alzan como auténtico exponente del triunfo que las abuelitas –explotadas centenarias- esperan para morir tranquilas, sabiendo que tantos aseos hechos en baños ajenos, que tantas empanadas vendidas a estómagos pudientes, valieron la pena.

Porque la de José es la victoria de los humildes, es la victoria que se busca en cada casa de barrio popular, en cada corazón de madre soltera, en cada volante de taxista aventurero. Taxista padre que en cada pasajero ve cancelar la matrícula de su hijo. Porque el triunfo de José, primer estudiante en alcanzar la perfección en diez años de nefasta PSU, es el silenciado grito de guerra de los humildes, esos que no necesitan publicar ataques para sentirse bien consigo mismo y su revolucionario paso por la vida. Esos que saben más que nadie -porque lo viven en carne propia- lo horrible que es el sistema educacional chileno, donde entrar a una buena U y luego pagar una matrícula es como ganar un Oscar.

Porque para ese 50% de chilenos que no gana más de 300 lucas, vivir bien es una revolución. Lo que para los sesgados dueños de la verdad socialista es arribismo y mirarse el ombligo (estudiar y trabajar), para la gran masa popular es la herramienta inexorable para llegar a fin de mes con una sonrisa. La guerra de egos provocada por el modelo neoliberal, que a lectura mediocre convierte en egoístas a quienes se descrestan haciendo horas extras en la pega, es la misma que con análisis simplón cataloga a un estudiante como egoísta por preferir estudiar en vez de ir a TODAS las marchas.

Como dijo Juan Pablo Ciudad, “la responsabilidad de la reproducción de la ideología sistémica no es adjudicable pura y simplemente a un cabro de 18 años que fue criado en la cultura de la educación como medio de ascenso social. Si ese cabro se sacó la chucha por darle mejor vida a su familia teniendo escasos recursos rompe la lógica endémica del correlato entre un buen pasar educacional y tu ubicación – o la de tus padres, mejor dicho- en las relaciones de producción, y eso no es malo. Preocupemonos mejor que gente como él y todos puedan motivarse a creer y trabajar por la consecución de un horizonte emancipador, y vayan abandonando el individualismo a partir de valores fraternos y comunitarios”.

Claro está que con condena fácil e insulto cómodo no abdicará la perversa PSU. Y con la exigencia déspota de conducta “revolucionaria” menos.

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