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Poder

7 de Abril de 2016

El Alfalfal: el pueblo amurallado del Cajón del Maipo

El pequeño poblado, enclavado en el Cajón del Maipo, vive confinado entre cuatro murallas. Una Resolución de Calificación Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente obligó a Alto Maipo, el proyecto hidroeléctrico de AES Gener y Antofagasta Minerals, el brazo minero del grupo Luksic, a cerrar el perímetro que rodea al pueblo para evitar ruidos y contaminación. Los vecinos alegan que la medida terminó por dividir al pueblo y que las empresas no cumplieron con las promesas ofrecidas. Las obras tienen un 27% de avance y el vocero de Alto Maipo, Marcelo Grifferos, asegura que debemos “entender que el proyecto se va a construir”. Un reciente recurso judicial interpuesto por parte de la comunidad, basado en un estudio del toxicólogo Andrei Tchernitchin que encontró altas concentraciones de metales pesados y de elementos tóxicos en las aguas cercanas a las faenas de excavación de túneles, es la última carta que se juega la comunidad.

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A lo lejos, desde la altura de los cerros aledaños, se observa una franja rojiza que se extiende a un costado del río, serpentea un añoso bosque de pinos y retrocede hacia la carretera encerrando en su interior a un grupo de pequeñas casas de madera. No es un condominio ni mucho menos. Lo que se ve a la distancia es una muralla que divide las faenas de la empresa AES Gener, en la ribera norte del Río Colorado, en el Cajón del Maipo, con el antiguo poblado de El Alfalfal, una pequeña localidad de no más de 200 personas.

El pueblo, fundado por una camada de campesinos provenientes del sur del país hace casi 100 años, hoy es un lugar confinado dentro de cuatro murallas. La razón: ser uno de los siete puntos estratégicos del Proyecto Hidroeléctrico Alto Maipo. “Estamos totalmente encerrados, como leprosos o como si viviéramos en una cárcel”, se queja Rubén Arenas San Martín, un habitante que observa el pueblo desde una colina donde se divisa la extensión completa del murallón.

La iniciativa de la empresa AES Gener, en conjunto con Antofagasta Minerals, el brazo minero del grupo Luksic, está construyendo en El Alfalfal una “cámara de carga”, es decir, un pequeño embalse que almacene agua del río para nivelar las filtraciones que luego viajarán dentro de tubos hacia la planta hidroeléctrica Las Lajas. Y para ello, según la empresa, la Resolución de Calificación Ambiental del ministerio de Medio Ambiente les impuso la obligación de construir un muro para aislar a la población del ruido y la contaminación. La muralla, en rigor, más que un símbolo del apartheid vendría a ser una simple barrera acústica. O, como sostiene la empresa, una forma de proteger al pueblo.

“Es algo que la autoridad nos impuso para resguardar a la comunidad”, cuenta Marcelo Grifferos, el representante de la empresa en el proyecto Alto Maipo, la chilena AES Gener, que construyó también la polémica planta termoeléctrica Ventas, en la V Región, que en el año 2009 fue detenida por la Corte Suprema por considerar ilegal su construcción pues no garantizaba el respeto al medio ambiente. Finalmente, tras sucesivas apelaciones, se concretó la construcción y funcionamiento de la planta.

Fue así como El Alfalfal, desde fines del 2014, permanece confinado dentro de estos murallones acústicos, obligando a peatones, automovilistas y rebaños a salir por los accesos determinados por la empresa. Ya no existe libre tránsito y el trabajo tradicional de pastoreo se ha visto seriamente afectado. “Con mi papá íbamos a pastorear los borregos a las vegas que hay alrededor. Ahora los tenemos a todos encerrados, no podemos sacarlos porque no tenemos cómo”, cuenta una pobladora afectada por las obras que hoy le impiden sacar su ganado del pueblo. La mujer es integrante del Comité de Allegados y pidió mantener su nombre en reserva.

Desde la época de construcción de la planta hidroeléctrica Alfalfal I, levantada en dictadura, que los pobladores no veían tanto movimiento en el sector. Donde antes había una cancha de fútbol y un bosque -“nuestro bosque”, como aún le llaman los lugareños-, se proyecta la construcción de un gran estanque recolector de las aguas del río. Las faenas a veces se extienden hasta los días domingos y el ruido mecánico de las retroexcavadoras se filtra hasta los domicilios junto al polvo que inunda el ambiente con una densa neblina. Dentro de las casas se pueden trazar figuras con el dedo sobre las mesas de madera, lo mismo sucede con las hojas de los árboles, las cadenas de los columpios de los niños y hasta con el opaco pelaje de los perros del sector.

El proyecto no sólo ha traido incomodidades al pueblo, sino también malos recuerdos. No son pocos los que rememoran con angustia el aluvión de 1987, el mismo año en que se desbordó el río Mapocho, que costó la vida a 29 personas que trabajaban en la construcción de la planta hidroeléctrica en el mismo sector. Desde entonces el territorio es considerado zona de riesgo y por lo mismo a nadie se le ha concedido título de dominio. Las nuevas faenas tienen al pueblo dividido. Los más antiguos, resignados, hablan del lugar en tiempo pasado. “Era muy agradable vivir acá”, rememora Rubén Arenas desde la colina donde observa el pueblo. Luego olisquea a lo lejos el olor a queso de cabra y el nítido efluvio de la sangre fresca de cordero. “Es lo último que va quedando del antiguo Alfalfal”, dice.

“El oro y el moro”

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Lectura de fotos: Rubén Arenas con el pueblo amurallado a sus espaldas

Justo cuando Jorge Ortega, poblador y campesino de El Alfalfal, recrimina a los cuatro vientos que el pueblo está lleno de polvo, lo mucho que sufren los niños y que a esta altura de su vida poca fuerza le queda para luchar, un obrero asoma su cabeza sobre la muralla que divide al pueblo de las faenas de construcción desatando la ira de los pobladores. Fue un domingo, día en que la empresa se había comprometido a no trabajar. Ortega, en medio de la trifulca, intenta retomar el hilo perdido y exclama: “Bueno, al final llegó AltoMaipo y unos p’allá y otros p’acá. Puros conflictos”, resume.

Rubén Arenas, el vecino que observa desde la pequeña loma, asegura que el origen de todos los males comenzó cuando la empresa “ofreció el oro y el moro”. AES Gener, de hecho, fue quien introdujo un sistema de tratamiento de aguas y alcantarillado en el pueblo, que antes tiraba sus desechos al río. La presencia de nuevos trabajadores, alojados en hostales que la misma gente ha habilitado, ha hecho que el sistema colapse. Este es el motivo del mal humor de muchos vecinos que, como Jorge Ortega, prefieren salir de sus casas intentando evitar el mal olor que despiden las coladeras de drenaje.

El representante de la empresa, Marcelo Grifferos, asegura que el 70 por ciento de la población de El Alfalfal recibe trabajo de AltoMaipo, ya sea en obras de construcción o prestando servicios de hospedaje, alimentación o lavado de autos. Incluso, hay quienes aseguran que también les han ofrecido dinero para remodelación y construcción de viviendas nuevas. Los ofertones han sido variados y, desde al menos dos años, esporádicamente emergen como una nueva tabla de salvación. De hecho hubo un tiempo en que la gente, según el abogado Claudio Canales, habitante también del sector, estaba realmente “a favor de Alto Maipo”.

Marcelo Grifferos ha sido el encargado de negociar con las distintas comunidades del Cajón del Maipo. En entrevista con The Clinic aseguró que AES Gener llegó a El Alfalfal con el ofrecimiento de dar asesoría jurídica a las familias para que obtengan sus títulos de dominio que habían buscado por décadas y así transformarse en dueños de sus casas y terrenos. Fue la estrategia que les permitió ganarse la confianza de la población. Una oferta más que tentadora para quienes han buscado históricamente obtener un documento legal de propiedad. Porque El Alfalfal, en rigor, es una toma.

“Lo que ofrecimos fue asesoría legal para tramitar los títulos de dominio. Fue un acuerdo firmado para tramitar nuevos terrenos. La gente mayor nos ha dicho que quiere su título de dominio antes de morir”, cuenta Grifferos. Si se logra concretar la promesa de la empresa, las distintas viviendas deberían reacomodarse y otras trasladarse de lugar, modificando el plano original del pueblo.

Los anhelados títulos de dominio sólo pueden tramitarse si antes se retira la prohibición de inundabilidad. Para eso AES Gener prometió la construcción de una barda de piedra protectora en la orilla del río que aún está en sus inicios. “Es una obra que el Estado no la va a hacer porque es una inversión demasiado elevada y no tiene sentido. Hay muchas otras prioridades para el Estado”, precisa Grifferos.
Si bien algunos alegan que sólo se trata de promesas, otros ven en el proyecto una posibilidad para mejorar su calidad de vida y no le dan importancia a la muralla que los rodea, al polvo que entra en sus casas o al ruido de las máquinas que no se queda tras la “barrera acústica”. Según Marcela Mella, representante del movimiento social NoAltoMaipo, estas dos caras de la moneda no sólo se han manifestado en El Alfalfal sino en todas las comunidades por donde atravesarían los 67 kilómetros de tubería en todo el Cajón del Maipo. Hay personas satisfechas con los cambios, pero también quienes se sienten engañados porque aún no tienen sus títulos de dominio y continúan confinados en un perímetro amurallado.

-Que te encierren de la manera en que lo han hecho, con el beneplácito de la ley a través de la calificación de impacto ambiental, es algo muy violento. Después de 60 años, ellos veían la posibilidad de ser dueños de su pedazo de tierra. Una solución que debió haber otorgado el gobierno central pero que termina ofreciéndolo la empresa-, relata Marcela Mella.

Que AES Gener se instale en El Alfalfal y prometa, además, generar cambios en las políticas públicas es algo que a la gente no deja de llamarle la atención. Para el abogado Claudio Canales la empresa ha generado expectativas absolutamente falsas y que han terminado por corroer el tejido social de la comunidad. Todavía recuerdan en el pueblo las antiguas fiestas de navidad y 18 de septiembre. “La convivencia entre vecinos que se veían las caras todos los días era cálida. Los espacios públicos eran el lugar común de todos”, recuerda Canales.
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Hoy las familias ni siquiera se saludan porque unas están a favor y otras en contra de la obra. El río ya no se ve desde los patios de las casas y sólo se escucha cuando las máquinas dejan de funcionar. La “barrera acústica” apenas aplaca el ruido de las maquinarias y son cada vez más los vecinos que han comenzado a oponerse al proyecto. Acusan incumplimiento de las promesas, que las casas no han sido remodeladas y los terrenos ofrecidos estaban en otras comunidades o debajo de torres de alta tensión. La desilusión generó sospechas y ésta motivó la aparición de un Comité de Allegados que comenzó a presionar para “averiguar qué estaba pasando”. La nueva organización confirmó que luego de meses de promesas las gestiones de AES Gener aún no se realizaban. El Alfalfal quedó absolutamente dividido.

Fue así como nació una segunda inquietud. Si no han pedido el terreno para las casas, “¿estarán haciendo los trámites para alzar la prohibición, estarán construyendo el muro que prometieron?”, se preguntaban. La incertidumbre generó otra estructura comunitaria, la Junta de Vecinos, que también se manifestó en contra del convenio. En el poblado de menos de 50 casas, formado originalmente por dos familias, hoy conviven tres organizaciones comunitarias: un comité de Adelanto (de los que están a favor, y son mayoría), el Comité de Allegados y la Junta de Vecinos.

“Alto Maipo nos dividió. Se creó un conflicto tremendo, nosotros hasta el día de hoy no nos podemos ver con otras personas”, cuenta una integrante del Comité de Allegados que siente “dolores en la guata” cada vez que tiene que ir a una reunión de pobladores y representantes de Alto Maipo. Marcela Mella no tiene dobles lecturas. Su interpretación respecto a la violencia que genera el encierro es cruda y directa: “La situación de Alfalfal viola los derechos humanos”, asegura.

El efecto Luksic

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Lectura de fotos: Los juegos infantiles lucen desolados junto a la muralla de El Alfalfal

El proyecto Alto Maipo tiene el objetivo de generar 190 mega watts para el Sistema Interconectado Central, pero los opositores creen que la mayor parte de la producción sería destinada para proyectos mineros del empresario Andrónico Luksic, dueño de la Minera Los Pelambres, propietaria a su vez del 40 por ciento de las acciones de Alto Maipo. Sobre eso, AES Gener, la segunda mayor generadora de energía de Chile, tras Enersis, y socia en el negocio respondió: “Nosotros como empresa tenemos un acuerdo de venta de energía a Minera Los Pelambres. Los contratos de energía en general cuando tú pactas son contratos a largo plazo porque estos proyectos de alto consumo lo que necesitan es estabilidad, tener asegurado que van a tener la energía por muchos años porque si no, no se les hace viable. Nosotros tenemos un acuerdo comercial con ellos de venta de energía pero no significa que necesariamente parte de la energía de Alto Maipo se vaya para allá”, cuenta Marcelo Grifferos.

El movimiento social que se opone a Alto Maipo interpuso un recurso de protección en marzo de este año donde cuestionan la prolijidad de la calificación ambiental del proyecto. Sus observaciones se basan principalmente en un estudio del académico Andrei Tchernitchin, publicado en enero de este año que revela “altas concentraciones de metales pesados y altas concentraciones de elementos tóxicos en las aguas cercanas a las faenas de excavación de túneles”. Plomo, molibdeno, manganeso, hierro y arsénico son los metales pesados que el especialista afirma haber encontrado en las obras de Alto Maipo. El recurso legal, que fue presentado por Marcela Mella, afirma que Alto Maipo “vulnera flagrantemente la Resolución de Calificación Ambiental otorgada al Proyecto”.

El abogado Claudio Canales asegura que los opositores tienen una leve esperanza en que su recurso de protección prospere por los antecedentes de 2015 de detección de casos de corrupción entre la clase empresarial y política descubiertos por el Poder Judicial. “Nosotros aprovechamos este levantamiento del Poder Judicial que manifiesta su independencia esperando que a través de un recurso de protección sea el Poder Judicial el que diga que aquí está en riesgo la vida, aquí está en riesgo el medio ambiente. Tenemos confianza en la corte, aunque entendemos que estamos luchando contra el hombre más rico de este país”, apunta Canales.

El proyecto Alto Maipo, según las empresas asociadas, ya avanzó el 27 por ciento de su totalidad. Grifferos, el representante de Alto Maipo con la comunidad, está convencido de que se va a concluir y de que las personas, estén a favor o en contra, deberán aceptarlo. “Hay muchas miradas y creemos que así tiene que ser. Lo importante es compatibilizar esas miradas. No podemos estar todos de acuerdo, pero tenemos que entender que este proyecto se va a construir”, aseguró.

El optimismo de Grifferos contrasta con la preocupación de la gente por la demora en el retiro de la muralla programado en un plazo de dos años. Pero la construcción de la Cámara de Carga aún no comienza. Grifferos asegura que el perímetro acústico será retirado en octubre de 2017, según la calendarización del proyecto.

El pueblo ha cambiado “180 grados”, dice Rubén Arenas. Es cosa de mirar desde la colina. En la única calle de El Alfalfal ya no se ven niños jugando, sino sucesivos lomos de toro y señalética de precaución a conductores. Arenas echa de menos el río. “Cuando las paredes no estaban, teníamos vista al río, mirábamos el paisaje. Ahora no tenemos nada. Tenemos que mirarnos las caras entre nosotros”. Ha comenzado a atardecer. Rubén baja lentamente el cerro.

Encajonados en el Maipo from Ruta35 on Vimeo.

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