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Poder

21 de Agosto de 2008

Curas cobran por guardar cenizas en Iglesias

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Millonario negocio del arzobispado a punto de convertirse en escándalo.

Hace más de un siglo que está prohibido enterrar gente en una iglesia. Pero hoy, esa pechoña costumbre vuelve en su versión 2.0. Desde hace dos años, el Arzobispado ofrece un servicio funerario completo que incluye ataúd, velorio, funeral, cremación y el resguardo de las cenizas en columbarios dentro de la parroquia más cercana a su casa. Todo por una módica suma pagada en cómodas cuotas mensuales. El negocio prometía ser millonario pero los números andan malos. Además, las autoridades sanitarias dicen que bastaría una denuncia para iniciar un sumario sanitario que podría cerrar esas iglesias, algunas de ellas ubicadas en Las Condes y La Dehesa.

Sobre la Iglesia Católica, hoy, pende un problema insospechado. Diez iglesias de Santiago, entre ellas las parroquias de Santa María de Las Condes y María Madre de La Misericordia de La Dehesa, dos de las más pirulas iglesias del barrio alto, podrían ser cerradas, acusadas de albergar cementerios ilegales. Bastaría nada más la decisión de la Secretaría Regional Ministerial de Salud, Seremi, para empezar un sumario sanitario por las numerosas cenizas humanas que ellas albergan en columbarios, memoriales que reúnen ánforas, y no en un cementerio, como dice la ley.

Los muertos no están ahí por piedad. Son clientes de la Fundación Acoger, administradora del Cementerio Católico y que hace dos años se embarcó en lo que se pensaba podía ser un millonario negocio que inyectaría recursos a las arcas eclesiásticas y a los bolsillos de los laicos que se asociaron con ellos. Sin embargo, hasta ahora el regreso a la tradición católica de tener cadáveres en los templos (ver recuadro) no ha dado sus frutos y, al revés, amenaza con convertir los columbarios en una fuente de conflicto entre la autoridad sanitaria y la iglesia, además de los familiares de los incinerados que verían a sus muertos volver a un cementerio común y silvestre.

ACOGER

La polémica fórmula empezó a gestarse en el 2006. Para entonces, el Cementerio Católico registraba una alicaída demanda por sepulturas, una tendencia que se había iniciado en la década de los 80 con el auge de los cementerios-parque. La competencia con el Cementerio General también los tenía contra las cuerdas.

Así las cosas, la Fundación de Derecho Canónico Acoger decidió asociarse con el empresario Álvaro Fuenzalida, dueño de la sociedad San Arturo y gerente de Socovesa Ingeniería y Construcción. De la mezcla nació Acoger S.A., empresa en que la Iglesia mantiene el 7% de la propiedad, representada por el obispo auxiliar de Santiago Fernando Chomalí, doctor en Teología y experto en Bioética que últimamente criticó la teleserie Lola de Canal 13.

Acoger S.A. se focalizó en un producto estrella, un pack ultraterreno que incluye la venta de ataúd, velorio, servicio religioso, incineración y la custodia perpetua de las cenizas en la parroquia que los deudos escogieran.Todo por una módica suma que varía entre los $600 mil y $1 millón 200 mil (la matrimonial). Los precios suben dependiendo de dónde se encuentre el memorial.

Aunque algunos sacerdotes llamaron al pack el “regreso a la espiritualidad”, otros se espantaron con que la Iglesia apareciera lucrando con la muerte. Detalles como que los columbarios que quedaran más a la vista del público fueran los más caros, contribuyeron a ese rechazo.

Una fuente que conoce la empresa por dentro cuenta que el cerebro de la operación fue José Díaz del Río, actual gerente comercial de Acoger S.A.: “él decía que el negocio iba en la cremación y que llegaría un momento en que la gente optaría por incinerarse antes que enterrarse”, recuerda.

La empresa ordenó construir columbarios en diez parroquias de Santiago y dos memoriales, uno en el cinerario del Cementerio Católico y otro a los pies de la Virgen del Cerro San Cristóbal. Además, comenzaron a venderse ataúdes y ánforas para cenizas a nombre de “Acoger Servicios Funerarios”. Todo, con la venia del cardenal Francisco Javier Errázuriz, que bendijo algunas de las obras.

La primera iglesia que abrió sus puertas al resguardo de las cenizas fue la parroquia Jesús Señor de la Vida de La Bandera, el 1 de abril de 2007. Cuatro días después se habilitó un columbario en Santa María de Las Condes y a fines de ese mes en María Madre de la Misericordia, en La Dehesa.

Hoy Acoger quiere sumar las 220 parroquias de Santiago, porque siguen pensando que el negocio es millonario. Y por eso es que mantienen una agresiva campaña de promoción. Si usted sube este fin de semana al San Cristóbal se encontrará a los pies de la virgen con un stand de “anfitrionas” enganchando a interesados en invertir en la eternidad. Ellas ofrecen pagar los servicios con un pie de $30 mil y el resto en cómodas cuotas variables que parten de los $10 mil. También aclaran un detalle a los clientes: que desde 1963 la Iglesia considera que no es pecado la cremación. Varias familias, dicen ellas, han comprado memoriales en verde, sin que aún sean ocupados. El lema es: “compra hoy para ahorrar”.

CEMENTERIO ILEGAL

Hay un problema para el negocio: la norma legal vigente en Chile sostiene claramente que las cenizas deben estar en cementerios. Luis Bahamondes, el jefe del departamento de Inspección Sanitaria de Santiago, dice que según esa norma los columbarios católicos están fuera de la ley.

-Todo está en el Reglamento de Cementerios. Allí se detallan actividades económicas bien definidas. Los cementerios sepultan, incineran y tienen columbarios para resguardar las ánforas con las cenizas. El tema es claro: los columbarios son negocios de los cementerios y en ningún caso podrían estar en iglesias -subraya.

Para Bahamondes, es imposible que la seremi haya dado una autorización especial a las parroquias. La norma, explica, sólo permite que ciertas personas destacadas sean inhumadas en templos.

-La Iglesia tiene que demostrar por qué ellos están facultados para tener columbarios en las parroquias. Lo que no es autorizado y está fuera de la norma, es ilegal –sentencia Bahamondes.

La misma ilegalidad es la que reclaman en la Asociación de Funerarias. Manuel Pavez, presidente de la agrupación, cuenta que en varias ocasiones ha hecho presente sus dudas sobre la rectitud con la que la Iglesia ha iniciado este negocio.

-La Iglesia instaló cementerios en las parroquias sin autorización. Ellos toman las iglesias, le chantan un columbario y se olvidan que la ley dice otra cosa. Si la Iglesia va a hacer negocios y quiere ser un próspero empresario de la nación -en vez de evangelizar-, entonces conversemos como comerciantes, porque si no son clandestinos. Y en este momento la Iglesia tiene cementerios clandestinos. ¿Por qué las cenizas de los católicos tienen que estar dentro de una iglesia? ¿Podemos tener un memorial de cenizas de curados en las botillerías y en el estadio uno de futbolistas? No, po’. Esto sería una chacota muy grande -dice Pavez.

Además de la ilegalidad, lo que preocupa a los funerarios es que la iglesia podría convertirse en una fuerte competencia, especialmente en la venta de ataúdes y ánforas, actividad propia de las funerarias.

-Este negocio puede llevar a la quiebra a las funerarias familiares. ¿Qué vamos a hacer? ¿Nos metemos a curas para vender cajones? No hay que confundirse, la Iglesia está lucrando con los muertos, porque hacen marketing con ellos para promocionar los servicios. Ellos enseñan principios y valores, pero no se dedican al negocio. La Iglesia siempre ha vivido de la caridad y no de la competencia empresarial –denuncia Pavez.

El problema en esta pasada es que nadie ha querido hacer una denuncia formal contra la iglesia. Y sin eso -explican en la Seremi- no es posible iniciar la investigación.

-Mientras no llegue una denuncia, no hay fiscalización. No podemos buscar columbarios por todos lados. Si se denuncia, se pide la ordenanza sanitaria a la iglesia y si no la tienen se hace un sumario sanitario. Después, se presentan acusaciones y ellos deben argumentar cuál reglamento permite tener columbarios en las parroquias. Acá, lo importante es el usuario, porque ellos le entregaron la custodia de las cenizas a la iglesia sin saber que están fuera de la norma –dice Bahamondes.

LUCRO MORTAL

Algunos laicos ligados a la iglesia critican que los curas se hayan desesperado por el lucro generado por el negocio funerario. El Arzobispado de Santiago, dicen, ya tiene más de 13 millones de dólares de presupuesto y no necesita más.

Un detalle desconocido de la polémica es el video de siete minutos hecho para convencer a clientes e inversores de las bondades del negocio (ver el video en theclinicsemanal.blogspot.com).

El comercial dice que la empresa busca que los cementerios dejen de ser lugares de soledad, muerte y olvido y en él aparece el mismo cardenal Errázuriz, que explica la iniciativa mientras inaugura un cinerario. “En muchas parroquias se van a abrir columbarios, de tal manera que las cenizas puedan reposar ahí y la familia pueda ir a ese lugar a recordar al abuelo, al tío o al papá. Rezar por ellos y sentirse acompañados. Son costumbres nuevas. Son posibles. Lo que importa, naturalmente, es que no se hace por un desprecio del cuerpo o a la vida eterna. O sea, Dios puede resucitar a aquel cuyo cuerpo se descompuso en la tierra o del que fue cremado”, dice Errázuriz en el video.

Sin embargo, el spot nunca se hizo público. En el Arzobispado, señalan las fuentes consultadas, se armó una discusión sobre cuán ético era que la iglesia y el propio cardenal promocionaran el negocio. Las imágenes de párrocos bendiciendo los columbarios podrían haberse malinterpretado.

Hasta el cierre de esta edición, intentamos comunicarnos con un representante de Acoger y con el Arzobispado de Santiago para conocer sus reacciones. Sin embargo, nadie quiso responder nuestras dudas.

BUITRES

Potencialmente, el negocio podría ser una mina de oro. Sólo en la parroquia Santa María de Las Condes, que tiene capacidad para 1.300 ánforas, podrían generarse unos mil millones de pesos si se vendiera completamente. El del San Cristóbal, en tanto, podría arrojar ganancias de 1.300 millones. A base de esos cálculos es que a comienzos de 2007 Acoger prentendía recaudar US$ 10 millones en cinco años. Eso, dicen cercanos a la Iglesia, llevó a los encargados a perder el norte.

-Se les calentó el hocico. No es digno lucrar de esa manera con los muertos y tratarlos como muebles. Trasladar a los muertos a las parroquias es perder la decencia. Y todo por hacer negocio -dice un laico molesto.

Pero pese a las proyecciones, las cosas parecen no estar saliendo como se pensaron. Una fuente cercana a la empresa lo atribuye a un mal cálculo, porque se pensó que se podían llegar a cremar diez personas diarias. La tasa anual de cremación en Chile, sin embargo, no alcanza al 7%, poco menos de 1.500 de los 25 mil muertos anuales que hay en el país.

-La gente no está acostumbrada a incinerarse y menos a sepultarse en una iglesia. Es por eso que hoy Acoger debe mucha plata en los bancos –cuenta una fuente que conoce el negocio.

Un complejo cuadro que empeoraría si la autoridad sanitaria tomara el toro por las astas y desatara lo que podría ser una nueva guerra entre el Estado y la Iglesia por los cementerios. Pero eso ocurrirá sólo si alguien denuncia los columbarios. Algo que molesta a los funerarios de Manuel Pavez:

-La autoridad le pone un impermeable a las vacas sagradas de Chile. Si las personas que fiscalizan ven que el río se desborda, tienen que ir a encauzarlo. Pero si la Iglesia se sale de la ley, los fiscalizadores no lo asumen hasta que alguien les dice que hay algo malo. Ellos debieran fiscalizar preventivamente. Lo malo de esto es que la fiscalización es muy unilateral y al que no tiene cómo defenderse, como los buitres, lo hacen aparecer como un personaje siniestro. Pero tan siniestros como ellos son los buitres con sotana.

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LA TRADICIÓN

Diego Barros Arana cuenta en el tomo X de sus Estudios Histórico-Bibliográficos, cómo era la tradición que la Iglesia echa de menos: los muertos en la Colonia, cuenta, eran enterrados en el suelo de los templos, y frecuentemente los sepultureros se encontraban con huesos dispersos en las fosas.

“Pero el inconveniente más grave -dice Barros Arana- que resultaba de esta práctica era el convertir en lugares de infección el recinto de los templos, donde se reunía tanta gente cada día. El aire que se respiraba en ellos cuando permanecían cerrados por algunas horas, era tan malsano y tan intolerable, que era indispensable abrir las iglesias antes de amanecer para ventilarlas antes que concurriesen los fieles. Y aún así eran frecuentes las enfermedades contraídas por haber expirado las exhalaciones que se desprendían del suelo”.

También era un sistema caro, y se pagaba según la cercanía al altar. Los templos estaban segmentados en cuatro partes:

“En la primera, que estaba inmediata al presbiterio, se pagaban en la Catedral 50 pesos por la rotura del suelo, y 12 en las otras iglesias. En la segunda sección, la Catedral cobraba 25 pesos, y 8 las demás iglesias. En la tercera, la Catedral cobraba 10 pesos y 6 las demás. En el último cuerpo, situado cerca de la puerta de entrada, el derecho era de 6 pesos en la Catedral y 4 en las otras iglesias”.

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