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15 de Diciembre de 2008

El día de furia de la Zona de Contacto

Por

Por Ricardo Solari

El viernes 16 de noviembre del año 2001, la Zona de Contacto, suplemento juvenil de El Mercurio, intentó asesinato de imagen contra de The Clinic, dedicando gran parte de la publicación de esa semana a narrar una historia que mostraba la débil autonomía del proyecto y la escasa decencia de los directivos del periódico que en estos días cumple su primera década. En un acto de encabritamiento provocado por el desagrado de observar sorprendidos el crecimiento exponencial del nuevo periódico quincenal, los muchachos de la Zona tuvieron su día de furia, expresado en un reportaje encabezado por una página donde contra fondo negro se leía en titulares: “El día que The Clinic se convirtió en todo lo que odia”.

La Zona de Contacto había tenido un período glorioso al mando del periodista Felipe Bianchi, quien con entusiasmo y talento abrió un interesante espacio a muchos jóvenes creativos en el citado suplemento. Pero como todo en la vida termina, en este caso para mal, Bianchi se fue, el suplemento cambio de manos y se hundió en la mediocridad. En medio de ese desastre estaba cuando The Clinic surgió como una nueva opción del periodismo que capturó las jóvenes imaginaciones. La desbordada envidia, probablemente algún encono personal y por cierto posturas políticas adversarias movilizaron a estos muchachos de la Zona a inventar su propio plan zeta.

La operación tenía dos componentes: mostrar al Clinic como una especie de jungla, con caníbales que libraban luchas encarnizadas, lleno de anarquistas ingobernables y, simultáneamente, insinuar datos que demostraban la vinculación de este pasquín con el gobierno y más genéricamente con el oficialismo. El reportaje de tres páginas contra The Clinic, estaba dedicado además a afirmar que Patricio Fernández era un mal tipo y que el ciudadano que escribe esta columna de opinión, ministro de Estado por aquella época, era propietario del periódico que se autodefine “firme junto al pueblo”.

Las pruebas: confusas declaraciones ideológicas del célebre poeta Enrique Syms y asertivas afirmaciones del actual honorable diputado Enríquez Ominami. ”No me cabe ninguna duda que el ministro Ricardo Solari es socio de The Clinic y que otros políticos también lo son” comentaba el cineasta y destacado diputado por Quillota, ignorante tal vez de que fue su propio padre, el senador de la circunscripción donde él ejerce actualmente de diputado, quien me invitó a contribuir en una colecta donde una vez más los cuadros militantes de la centroizquierda intentábamos salvar, o levantar, como era este preciso caso, un medio de comunicación “alternativo”.

Pero una colecta es una colecta, no la constitución de una sociedad comercial, y la generosidad no te otorga derechos mayores que hacerte sentir contribuyente de una muy buena causa o en la otra vereda, un individuo incompetente para proteger tus ahorros de la ineptitud y falta de talento comercial de personas con “buenas ideas”. Y hablamos de contribuciones muy modestas, tan modestas como este proyecto en sus orígenes.

Eran los días de Pinochet en Londres, de la crisis asiática y de la estrecha competencia presidencial entre Lagos y Lavín. En ese momento surge originalmente solo por seis números este pasquín, irrumpiendo en la compleja cancha del humor político en esa difícil jornada. Pero la vida, la voluntad o el mercado pudieron más y el quincenal continuó, se consolidó y de allí ganarse el ánimo chaquetero de la Zona de Contacto, fue cuestión de poco tiempo. El suplemento juvenil había quedado “naif” después de la consolidación de The Clinic, el que además gozaba del premio de la abundante lectoría, cuestión de la cual el suplemento juvenil de El Mercurio a esas alturas carecía totalmente. Años después, el suplemento de marras ceso de circular.

El artículo de la furia pretendía cuestionar la autonomía genuina del pasquín y transmitía una duda ética sobre un proyecto periodístico exitoso a través de cuestionamientos personales a su actual director espiritual, además de asociar a una autoridad de gobierno al periodismo política y terapéuticamente crítico que ejerce el actual semanario.

Yo, por mi parte, me siento contento de haber colaborado a que este medio viera luz. Aunque me columpien, como hacen con toda clase de personas que se arriesgan en la “cosa pública”. Supongo que Farkas de requerirlo, tendrá trato preferencial en la Teletón o al menos no será menoscabado si solicita auxilio. Pero nadie pretende eso con The Clinic. Mi espíritu patriótico lo acepta con humildad.

Esta es una de las historias de esta década delirante y movediza. Felicidades.

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