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21 de Diciembre de 2008

Dos críticas a “El diario de Agustín”

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“El diario de Agustín” acaba de ganar, en el Festival Internacional ATALANTIDOC – Uruguay 2008, el premio al Mejor Documental y el Premio de la Crítica. Y acá en Chile, las dos salas que la exhiben pasan llenas. Pero el mayor ruido lo ha metido la renuncia de Juan Pablo Vilches, crítico de cine del Artes y Letras de El Mercurio, por la negativa del diario a publicar su comentario sobre el documental. A continuación publicamos extractos de dicho texto y, además, el comentario de nuestro propio crítico, René Naranjo. Pepito paga doble.

AFINANDO LA PUNTERÍA

Por Juan Pablo Vilches

(…)

Con su norte claro, la cinta explota al máximo sus 80 minutos de metraje para probar su punto; hay un buen trabajo de fuentes y logra registrar momentos cargadísimos que dejan en claro que el tema no es fácil para quienes tuvieron responsabilidad en las decisiones sobre los hechos involucrados. Todos tuvieron la oportunidad de hablar y no es responsabilidad de los realizadores que algunos no la hayan querido aprovechar.

Con el montaje se responde fluidamente las preguntas que se plantea a medida que avanzan las investigaciones de los tesistas; y la sensación de velocidad con que se desenvuelve la película no obsta para que de a poco los hechos pasados se traduzcan en las conclusiones que los creadores tienen sobre el presente. Por un lado están las bastante elocuentes fotografías del principio de la cinta, donde las principales personalidades políticas del país posan con el propietario de este medio; por el otro, el sociólogo Manuel Antonio Garretón hace explícita la voz de los autores respecto de que El Mercurio es prisionero de sus palabras y decisiones pasadas, y lo seguirá siendo por mucho tiempo.

(…)

Ignacio Agüero dijo de sus películas anteriores que “no le importaron a nadie”. Y es una lástima, porque algunas de ellas eran obras complejas y sutiles donde se cruzaban el crecimiento de personas y grupos con un contexto particular que era sutil pero significativamente modificado por ese crecimiento. Claro, no hablaban del periódico más influyente de Chile, pero sí hablaban de forma diagonal pero muy clara del entorno humano y cultural que retrataban, tanto en el plano emotivo como en el racional. El diario de Agustín tiene muy poco de eso.

Su afán es la denuncia, y como tal recurre a las reiteraciones para ahondar cierta sensación de pasmo y escándalo, así como junta imágenes y sonidos para matizar lo anterior con una ironía que suele devenir en sarcasmo. Hay mucho oficio en este documental, pero está orientado a un solo fin. Estamos en presencia de un autor que “redujo” el espectro de sus intereses para decir con claridad lo que quería decir”

(La crítica completa puede leerse en www.civilcinema.com)

CABEZAZO CONTRA LA HISTORIA

Por René Naranjo S.

Estamos en un tiempo de plena revisión del rol de los medios de comunicación durante la dictadura y los ingratos lazos que éstos mantuvieron con el poder y la represión. El asunto aflora de manera tibia en programas como “TV o no TV”, de Canal 13, y de forma más contundente en este documental netamente moral, sobrio e inapelable, que es “El diario de Agustín”.

Bajo ese título juguetón, que parece aludir más a recuerdos simpáticos de infancia que a la pesada estructura de un auténtico centro de poder de la vida chilena de los últimos 100 años, se agrupan testimonos y documentos recogidos por un grupo de estudiantes de periodismo, en la búsqueda de un pasado escondido que aflora como si se tratara de alguna terrible maldición de la Antigüedad.

Sin embargo, más allá de la valiosa investigación histórica, hay un momento extraordinario en esta película, que escapa a todo lo planeado en el guión. Y este es el sorprendente cabezazo que se da contra un micrófono Arturo Fontaine Aldunate, director de El Mercurio durante los años más conflictivos de su historia, desde Allende hasta 1982.

Molesto por lo que él considera una serie de preguntas excesivamente políticas de los estudiantes, Fontaine se pone de pie imprevistamente para dar por finalizada esta conversación que juzga insolente. Pero con la prisa no advierte el contundente micrófono que cuelga sobre su cabeza y se da contra éste un cabezazo de antología, que saca carcajadas pero que, además, dado el contexto en que ocurre, adquiere un inesperado carácter metafísico.

Por esas maravillas de significación que sólo el cine es capaz de producir, el golpe de Fontaine Aldunate contra el micrófono parece expresar toda la impotencia de su persona –y, probablemente, de toda una generación- por evitar que muchos temas que durante años se trataron bajo siete llaves se ventilen hoy a través de los medios de comunicación e impacten a una sociedad completa. Es como si el juicio de la historia llegara ahora a través de este aparato tecnológico, frío e imparcial, y contra él no quedara más que estrellarse de forma estrepitosa, darse cabezazos respecto a una verdad que se abalanza, inexorable.

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