Nacional
23 de Diciembre de 2008“Sacar a mi hijo del Grange fue difícil”
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La Reina Alta, en la zona oriente de Santiago, pareciera ser uno de esos lugares donde la crisis económica no puede causar estragos. Pero las cosas no son como parecen. Las casas son grandes, con piscina y bellos jardines, y en su mayoría valen más de 150 millones de pesos. Sus propietarios son gente que gana muy bien, pero que depende de un empleo y, como todos, temen perderlo. Y eso ha pasado en el retail, donde en las últimas semanas han sido despedidos medio centenar de ejecutivos, como los que habitan las casas de la Reina Alta. Todos tienen claro que a ellos no les será fácil encontrar un nuevo trabajo.
por Pía Torres • ilustración: Carolina Salinas
Son justamente los nubarrones que ya se ven en el horizonte de 2009 los que asustan a esta gerenta de una empresa de telecomunicaciones, que cuenta su situación a condición de mantener el anonimato. La llamaremos Marcela. Tiene 42 años y gana sobre los 2 millones. Su marido, también gerente, aporta una cifra similar. Pero en esa casa que se maneja con más de 4 millones de pesos mensuales, las cosas no están tranquilas.
“No es que uno viva en la incertidumbre, pero igual a veces andai’ con miedo. Hace dos semanas en la empresa despidieron a dos gerentes. En la oficina todos nos quedamos plop. ¡Dos gerentes!, ¿me entendís’? Nadie está libre de esta crisis. Y eso no es na’, en la empresa de mi marido dijeron que si las cosas seguían así de mal el próximo año iba haber reducción de personal. Eso aterra”, cuenta Marcela.
En el trabajo el tema de la crisis es recurrente. “Todo el mundo quedó impactado con los despidos. Tengo colegas que hacen bromas como que desde ahora nadie va a llegar atrasado, pero la verdad es que yo creo que todos se van a volver súper eficientes. Si nadie quiere pedir permiso ni para salir temprano de la oficina. Nadie quiere dar ningún motivo para que lo echen”, afirma.
La casa de Marcela es de dos pisos, con un amplio jardín y árboles que cubren completamente los enormes ventanales que tiene el living. El portón eléctrico da directamente al garage. Su auto y el de su esposo están ahí. El de ella es una van último modelo. El de su marido, un Ford negro, nada del otro mundo. “Compré un petrolero pensando que iba a ser más barato llenarlo y ahora las bencinas están más baratas, jajaja. Pero no me quejo, no soy de las que anda buscando la bencinera más barata o que hace fila el día antes que suben la bencina. Además, mis amigas dicen que se llenan de taxistas y no sales nunca”.
No le gusta que le digan que es abecéuno. “No, ese es otro tipo de gente, mi marido y yo no ganamos tanta plata. Yo diría que somos acomodados, no pasamos penurias, jajaja”.
Pese a eso, los despidos que han visto y las proyeccciones que hacen todos los expertos, los han llevado a tomar una decisión importante: sacar a su hijo del Grange School. Marcela tiene dos niños y el segundo debía entrar ahora a ese colegio. En esa situación habría tenido que empezar a pagar 800 mil pesos mensuales. Marcela y su marido no se sintieron capaces de poder hacer eso durante los próximos 12 años. En el nuevo colegio la mensualidad es de 170 mil pesos por cada niño.
“Yo quería que estuvieran en el Grange, pero con dos mensualidades de 400 mil pesos, la cosa se pone muy pesada. Con esto de la crisis hay que empezar a elegir cosas. Y tuvimos que elegir entre el Grange y la nana. Pero sin nana, ¿quién me ve a los niños cuando yo trabajo? Entonces tomamos la decisión de cambiarlos, con el dolor de mi alma”.
Pero aunque el ahorro es enorme, la decisión todavía le da vueltas en la cabeza. “Es un colegio tan bueno, los papás y los niños se hacen amigos, se forman verdaderas relaciones de amistad. Los matrimonios hacemos actividades… uno pierde todo eso cuando saca a los niños de ahí. Es verdad que tener un hijo en el Grange te da otro estatus, pero yo no ando preocupada de eso, lo importante es que uno tiene amigos en ese colegio, que los niños de verdad aprenden. En todo caso pienso que es mejor cambiarnos ahora que tener problemas para pagar después. Qué atroz eso. Eso sí que sería atroz, porque al final todo el mundo se entera de la plata que debes y los problemas que tienes”.
Aunque Marcela cree que se está poniendo el parche antes de la herida, prefiere estar preparada ante cualquier turbulencia económica. El colegio de sus hijos es sólo una medida más que planea tomar antes de que la crisis económica la pueda golpear. Dice que la experiencia de un amigo la ayudó a tomar la decisión. “Para la crisis asiática, un amigo nuestro quedó sin pega y eso que era arquitecto de la Chile…, incluso estaba remodelando su casa cuando se quedó sin trabajo. Fue terrible para su familia, porque su mujer no trabajaba y él era el único que aportaba plata a la casa. Había veces que a los niñitos no le podían pagar las actividades que había en el colegio. Aunque mi amigo me contaba que los papás se ponían de acuerdo y les pagaban entre todos las actividades para que los niños no quedaran excluidos. Ellos nos contaban que sufrían de una vergüenza atroz, porque todo el mundo conocía su situación económica. ¡Qué vergüenza que tus amigos le financien las actividades a tus hijos!”, asegura.
A pesar del miedo a la crisis, de todos modos Marcela no se va a apretar el cinturón todavía. Hay cosas que no transa. “¿Navidad austera? No, no se le puede hacer eso a los niños. Ni tampoco al marido, que también está esperando su regalo, jajaja. Los niños piden igual con crisis o sin crisis. Lo mismo con las vacaciones, hay cosas como esa que uno las espera todo el año. El año pasado fuimos a Argentina y el sur de Chile, este año queremos ir a Brasil, aunque me estaban diciendo que ahora salía más caro salir de Chile… pero bueno”.