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11 de Enero de 2009

Agua Sosa

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Desde que publicara su primer libro en 1974, “Nieve”, su único poemario, el novelista norteamericano Russell Banks (1940) consistentemente ha dibujado un mapa del Estados Unidos del medio o, como ellos mismos lo llaman, “Middle America”. Un Estados Unidos blanco y protestante, donde los más pobres de los pobres viven en casas rodantes que no avanzan ni retroceden, y en el que el paso del tiempo es equivalente al paso del polvo.

Ambientada en los años 30, en el período de entreguerras, en “La reserva” Banks cambia el paisaje opresivo de la clase proletaria (el lugar frío y distante de “Aflicción) por el de los acomodados habitantes de la reserva de los Adirondacks, al norte de Estados Unidos, una especie de Cachagua, guardando las proporciones, donde se dan cita políticos y doctores, artistas y empresarios, todos sobreabundantes de fama y dinero. Es ahí donde el pintor y aviador Jordan Groves conocerá a Vanessa Cole, supuesta condesa, y es también ahí donde se encenderá la inextinguible llama de la pasión amorosa.

Russell Banks, como Raymond Carver, como Richard Ford y como buena parte,si no casi toda una generación de escritores norteamericanos, le debe a Hemingway su educación literaria. Y esto que antes se intuía (especialmente en “Una americana consentida”), en “La reserva” es evidente. A Jordan Groves lo informa más o menos el mismo carácter de Nick Adams: coraje, rectitud moral, vitalidad, y un inconformismo social anclando antes en el anhelo de vivir en un mundo mejor que en un mundo menos malo. Groves es afín al comunismo, pero, como es un vitalista sin programa, poco le apetece enrolarse al PC. Vanessa Cole representa otro tipo de vitalidad: la de la malcriada hedonista aburrida de su vida en las alturas. Su meta es abortar el pasmo. En esa relación se funda la tragedia.

El devenir de la tragedia es algo rimbombante, además de profuso en situaciones –algunas francamente inesperadas y a veces hasta algo operáticas-más cercanas a una teleserie que a la típicamente contenida narrativa de Banks. Uno de los incidentes hacia el final de la novela, donde se sugiere una confusa pederastia, intenta explicar psicológicamente los orígenes de la conducta de uno de los personajes, no sólo falla, sino que, de ser cierto, poco ayuda a entender sus motivaciones.

Pero, en último término, y como en todo lo que ha escrito Banks, “La reserva” es un ejercicio sobre la eficacia de la moral; en este caso, de la moral de Jordan Groves, y de Hubert St. Germain, un guía de los Adirondacks que mantiene un affaire con Alicia, la mujer de Groves. En realidad: una moral de los afectos, donde el amor, o la pulsión sexual, están del lado más pesado de la balanza.

Banks es un escritor convencional. O bien: un perfecto escritor norteamericano. En sus cuentos y anteriores novelas hace su trabajo con silencio y modestia, ejecutando un realismo, casi un hiperrealismo, cruel y honesto. “La reserva” es un libro raro en la obra de Banks por muchas razones, pero, principalmente, porque no deslumbra ni un poco.

La reserva
Russell Banks
Bruguera, 2008, $ 12.000

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#la reserva#rusell banks

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