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6 de Mayo de 2009

MEO… y las palabras

Por

Patricio Araya G. desde el Jardín

Marco Enríquez-Ominami (MEO), ¡te caché!, descubrí tu gran debilidad, o mejor dicho, descubrí tu exceso de habilidad: lo tuyo, sin duda, es el monólogo, el soliloquio ensordecedor, delirante, omnisciente como un narrador sabelotodo; un hablador apabullante, sin contención. El domingo te estuve viendo en “Estado Nacional” –y sobre todo escuchándote–, y me di cuenta que no necesitas al entrevistador, tú puedes autoentrevistarte. El lunes te escuché en “Lo que queda del día”. Lo mismo.

¿Acaso tu concepción fue tan urgente que no te hicieron un par de oídos donde instalarte unos tímpanos? Tú preguntas, tú respondes; luego vuelves a preguntar, y sin tomar más aire, sin esperar siquiera que tu interlocutor (por llamarlo de alguna manera) responda, ahí le entras, compadre, como diría Cantinflas. Tú argumentas y contra argumentas al unísono; de tu boca fluyen litros de saliva que acaban convirtiéndose en un líquido denso, arenoso, áspero, en el que se espesan tus palabras atolondradas, hasta ripiadas en muchas ocasiones, todo un brebaje de licuadora Oster (de esas hay una en mi casa) con el que alimentas la “conversación”. No importa si al frente tienes uno o más contertulios, eso es un detalle. A ti lo que te sale solito es el bla blá; son las palabras.

Con toda seguridad leíste a Neruda: “…todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan…Me prosterno ante ellas… las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito”.

MEO, la cuestión no es si te incluyen o no en la papeleta de diciembre, o si Escalona se estará preguntando a estas alturas por qué Ominami no te extravió en París cuando eras un pendejo travieso, era tan fácil, nadie te conocía, sólo Manuela y los amigos de Miguel, o por qué te obsesionaste con La Moneda si él ya eligió al sucesor de Michelle. Y ése es un asunto sobre el que Camilo no admite más discusiones, él ya te dejó afuera de la papeleta de las primarias una vez y nada le cuesta darte otro codazo, como se le dio a Gómez.

“…Amo tanto las palabras. Las inesperadas…las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…vocablos amados…brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío…Persigo algunas palabras. Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema”.

Tu problema MEO, no es que quieras junto a ti a los que respetan la democracia y el mercado a rajatabla, ni siquiera es tu escasa experiencia política, porque, en rigor, ¿qué significa tener “experiencia política”? No lo sé, creo que nadie lo sabe.

“…Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas”.

Aquello que solemos entender como “experiencia política” no es sino una manera eufemística que utilizamos para referirnos a esa familiaridad insana, promiscua, que se va produciendo con los años, entre una actividad (a la que llamamos Política) y sus cultores (a los que llamamos Políticos), algo así como un contubernio; una turbiedad.

“…Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperelijo, las liberto…Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalo de la ola”.

Tu drama tampoco es Frei o Piñera, (ni Navarro con su moto marca MAS, o Zaldívar con su sorna terrateniente, ni qué decir del tatita Arrate con sus canas almeydistas); Don Lalo tiene “experiencia política” reciente y un poco de plata fondeada, Tatán tiene harta plata conocida y desconocida y un poco de “experiencia política” como tribuno.

“…Todo está en la palabra…Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció”.

Tu problema son las palabras, tus palabras; tienes demasiadas MEO; tantas, que las enredas; tantas, que apenas se te oyen; tantas, que se desordenan, se atropellan unas a otras en la fila para salir de tu boca; tantas, que apenas te das a entender.

“…Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas…Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada…Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos”.

Razón tenía Neruda entonces al advertirnos sobre esa tremenda (única) herencia que nos dejaron los conquistadores: las palabras.

“…Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo”.

No las desaproveches, MEO. Fíjate que Frei no es muy habilidoso usándolas, a él hasta le faltan un poco, diría yo.

“…Todo se lo tragaban con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas…Por donde pasaban quedaba amasada la tierra”.

Te has dado cuenta que siempre el pobre senador se ve forzado a los adverbios de modo para darle un poco más de profundidad a sus decires: “estoy extraordinariamente contento”. Eso es porque él se maneja mejor con la regla de cálculo que con el diccionario.

“…Pero a las bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes…el idioma”.

Tú, en cambio, eres seco para las palabras, incluso, las utilizas para confundir a los demás, y esto te acarrea un problema mayor, provocado nada menos que por tu vasta palabrería (y en eso coincides con Piñera de principio a fin): te quedas sin contenido, te falla la enjundia, cachai?, te queda flaca la sopa, eres como una cazuela de ave insípida, o como esas empanadas de queso que se desinflan cuando las muerdes.

“Salimos perdiendo…Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro…Se llevaron todo y nos dejaron todo…Nos dejaron las palabras”.

Habla al fin, MEO, no pongas pelos en tu sopa, ponle palabras, carne, sabor; más queso a tu empanada. Supera la fase de la candidatura testimonial, mira para atrás ese 14% que dan las encuestas. Si planeas desordenar la política chilena para luego rearmarla a la usanza del nuevo siglo, empieza por derribar las puertas patricias, apolilladas, desteñidas; incéndialas si fuera necesario. Te sobran palabras. ¿O careces de ideas?

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